Patriotismo formal
Debido a la impregnación perversa del contenido de las materias de los colegios militares, hace décadas que la Argentina dejó de parir generales consustanciados con el desarrollo del país y su independencia económica. Parte de esta influencia proviene de los esquemas de la Escuela de las Américas, impuesta por los Estados Unidos para moldear a su conveniencia las mentes de los oficiales latinoamericanos.
De esta manera, el concepto de nacionalismo fue bastardeado y quedó relegado a un patriotismo formal de simbolismos como la bandera, las canciones y los desfiles militares. Es así que generales como Uriburu, Onganía y Videla, por mencionar a los más representativos, fueron fácilmente influenciados por las grandes corporaciones y por los economistas de la escuela de Chicago para subastar al mejor postor las empresas argentinas.
El manipuleo de estas empresas sobre los uniformados, incluyó la incorporación de generales de “prestigio” dentro del directorio para actuar como lobbistas ante los gobiernos militares. Un ejemplo fue el de López Aufranc que ingresó en Acindar una vez que dejó el generalato y pasó a retiro.
Sin embargo, la peor entrega de nuestra soberanía la hizo un gobierno civil, el de “la rata”, con total impunidad, con la inercia del arco político, el beneplácito del monopolio mediático y la indiferencia de gran parte de la ciudadanía.
El general Enrique Mosconi
El 17 de octubre de 1922, fecha que parece ser emblemática en la historia del país, el presidente Hipólito Yrigoyen, designó al general Enrique Mosconi, ingeniero militar egresado de la Facultad de Ingeniería de Buenos Aires, para que desarrollara la industria de hidrocarburos. Sería la primera en el mundo de origen estatal.
General Enrique Mosconi
Un episodio previo a la asunción, le demostró a Mosconi el peligro de dejar en manos privadas la explotación de los hidrocarburos. En momentos en que se desempeñaba como director del Servicio de Aeronáutica del Ejército, ordenó planes de vuelo hacia las fronteras. Ante su sorpresa, la filial de la Standard Oil en la Argentina se negó a entregarle la nafta sin previo pago. Mosconi se dio cuenta, de que si tenía que efectuar un ataque aéreo contra un hipotético enemigo, no podría hacerlo por el desplante de un comerciante. A partir de ese episodio dedicó sus energías para crear una industria nacional del petróleo.
Mosconi asumió como director de YPF en momentos en que la empresa producía 450.000 metros cúbicos anuales. Cuatro años después se estaban extrayendo 680.780 metros cúbicos. A solicitud de Mosconi, el Poder Ejecutivo dictó un decreto mediante el cual se amplió la reserva petrolífera fiscal al sur y se crearon nuevas reservas de exploración en los territorios nacionales de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
A fines de la década de 1920, YPF era una empresa modelo en América latina que inspiró la creación de la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP) en Uruguay, en Bolivia los Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y en Brasil, el Consejo Nacional del Petróleo. Durante su gestión, Mosconi debió enfrentarse y lo hizo con éxito, a los intereses de las dos más grandes corporaciones petroleras: la Standard Oil y la Royal Dutch Shell.
El 6 de septiembre de 1930, el general Uriburu, derrocó a Yrigoyen dando inicio a la tenebrosa década infame. Se trató de un golpe con olor a petróleo para desviar los objetivos nacionales de YPF a los intereses de las compañías norteamericanas e inglesas. En forma casi inmediata Mosconi presentó su renuncia a la dirección de la empresa.
Generales Agustín Justo y Félix Uriburu, gestores de la década infame
YPF logró recuperarse durante el peronismo y luego sufrió altibajos hasta que pasó a manos de Repsol, uno de los peores errores cometidos por gobierno alguno en nuestro país.
La nueva YPF
No existe materia prima, renovable o no, que iguale al petróleo, bien llamado oro negro, en su capacidad de generar la cantidad de productos de los que dependen numerosas industrias. Por lo tanto, según como se lo maneje engrandecerá la soberanía del país o contribuirá a su destrucción económica.
Como señaló la presidenta Cristina: “YPF deberá ser una empresa con perfil absolutamente profesionalizado, pero con dirección política”. Esta definición es la piedra angular que permitirá que YPF sirva a los intereses del país y no a los de una empresa privada que para colmo era extranjera. Si se requiere más gasoil, para el agro y la industria, se intensificará la producción de este producto y no como hizo Repsol que la bajó desviando el esfuerzo hacia la nafta de alto octanaje que le resultaba más rentable. Y esto por dar sólo un ejemplo del frondosamente pérfido comportamiento de Repsol en detrimento de nuestra soberanía.
Cristina promulga la ley para controlar los hidrocarburos
“La nueva YPF no será botín de los políticos de gobierno alguno y menos de los empresarios proveedores como en otras épocas”, sentenció la presidenta Cristina, quien no hizo más que poner en práctica uno de los discursos fundacionales de Mosconi: “El petróleo es fundamental e irreemplazable y el crecimiento y progreso de la Nación será tanto más grande, cuanto más firme mantengamos el control de sus yacimientos petrolíferos y cuanto más fiscalizados estén los grandes trusts que explotan en el país el combustible líquido. Estas empresas son organizaciones insaciables, difíciles de dominar una vez que han tomado posesión de las tierras y se les han acordado facultades o derechos”.
Este 4 de mayo fue un punto de inflexión en la historia de nuestra soberanía al promulgarse la ley que recupera el control del Estado sobre los hidrocarburos.
Mosconi puede descansar tranquilo, YPF ha retomado la senda correcta.
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