Hospital Posadas
El ataque a la Salud Pública por la última dictadura: delitos de lesa humanidad en el Hospital Posadas
Teresa Eggers-Brass (*)
El Hospital Posadas en 1972, era, según el diario Clarín, “un lujo demasiado grande” para la Argentina. Construido por la Fundación Eva Perón con los mejores materiales como Clínica y Cirugía del Tórax, bajo la Revolución Libertadora se decidió que su destino sería el de Instituto Nacional de la Salud, que no atendería a pacientes salvo para funciones de investigación. Aunque el general Alejandro Agustín Lanusse lo transformó en Policlínico en 1971, tenía poca asistencia a la población: es así que la nota citada afirma que este Policlínico ubicado en la “frontera” del Gran Buenos Aires está semivacío pero con el mejor equipamiento disponible. Y lo mejor que tenía era el recurso humano.
La mayoría de los profesionales estaban totalmente involucrados con la Salud Pública. Los Jefes de Servicio, encargados de contratar al personal, se pusieron de acuerdo en que los médicos fueran ex residentes para que tuvieran mayor capacitación, amor por la docencia y compromiso con el Hospital, como para trabajar ocho horas. Y para que tuvieran mayor inserción aun en la institución, fomentaron que se contratara a ambos miembros de la pareja cuando se trataba de matrimonios de médicos u otros trabajadores de la salud.
En las vísperas de la apertura democrática los trabajadores no profesionales organizaron la filial de ATE y los médicos se agruparon en la Asociación de Profesionales Médicos. Trabajando conjuntamente lograron que ese hospital magnífico pudiera ser aprovechado por la gente durante la presidencia del Dr. Héctor Cámpora. Quienes resultaron más beneficiados por la apertura fueron los habitantes de la vecina Villa de Emergencia Carlos Gardel. Pero sus propuestas estaban siendo obstaculizadas por la estructura burocrático-autoritaria remanente de la dictadura anterior, que molestaban fundamentalmente a los trabajadores de ATE.
Los médicos, además, adherían al proyecto del Sistema Nacional Integrado de Salud, propuesto por la izquierda peronista en base al viejo plan del ministro de Salud Ramón Carrillo. Con el objetivo de democratizar el sistema de salud, se unieron a los reclamos de los no profesionales y se tomó el Hospital en junio de 1973. Una nutridísima asamblea removió al antiguo Director del Hospital, como así también a los jefes de secciones que se consideraban más autoritarios. Para dirigir el rumbo del hospital hasta formalizar el nombramiento de un nuevo Director, se formó una comisión de seis miembros, tres profesionales y tres no profesionales. Sin embargo, como se vio después, algunas notorias figuras desplazadas por la Asamblea comenzaron a revistar en el Ministerio de Bienestar Social conducido por José López Rega y luego regresaron con la intervención militar al nosocomio a fines de marzo de 1976. De este modo, los interventores pudieron llegar con “listas negras” de los considerados “subversivos” confeccionadas previamente.
Quizás también hayan participado del “marcado” de personal “potencialmente peligroso” algunas personas que ingresaron al Hospital bajo la intervención que envió López Rega en 1974.
Tras el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, desde el Ministerio citaron el 28 de marzo de 1976 a los Jefes de Servicio para, supuestamente, presentarles al nuevo interventor. Nunca pensaron que la citación era para detener a gran parte de ellos, ni que la intervención se haría en medio de un gigantesco operativo militar, con tanques de guerra, carros de asalto, patrulleros y helicópteros, ametralladoras, unos 200 soldados, bajo la dirección del general Reynaldo Bignone.
Tres etapas en la vida de Bignone: en los buenos tiempos con Videla; el simbólico e imborrable momento en que Kirchner hacer retirar su retrato; escuchando la sentencia de 15 años de prisión por delitos de lesa humanindad.
La detención con listas “negras” duró unos días más dentro del nosocomio. La justificación ante la opinión pública se hizo calificando al personal del Hospital de “guerrillero”. Según una noticia de abril de 1976 del diario La Razón, una célula terrorista se había adueñado del Hospital: “El allanamiento de un policlínico oficial, en Ramos Mejía, permitió desbaratar una célula extremista de apoyo logístico sanitario para la subversión. Médicos nombrados en 1973 usaban sus cargos para atender a sediciosos heridos en enfrentamientos con fuerzas del orden. Se internaba con nombres falsos a los irregulares y se alteraba sus historias clínicas. Facultativos inocentes liberados.”
Ninguno de estos cargos ni muchos otros que se les inventaron pudieron ser comprobados ni siquiera por el personal de Inteligencia del Batallón 601, que envió investigadores. Por eso, para destruir el proyecto que aún estaba en germen en esa hermosa gente que todavía trabajaba en el Hospital y que se oponía a las arbitrariedades, se sembró el terror y el horror con un grupo de tareas alojado en un Centro Clandestino de Detención dentro mismo del predio del Hospital, en el que fuera el chalet del Director Asistente.
Jorge Roitman, Jacobo Chester, Osvaldo Fraga, María Teresa de Cuello, Angélica Nené Cairo, Julio Quiroga, Josefina Pedemonte, María Esther Goulecdzian, Ignacio Luna Sánchez, Eduardo Carla Salas, Daniel Calleja y otros fueron detenidos, desaparecidos, torturados hasta la muerte. Gladys Cuervo sobrevivió entre otras cosas gracias a su fortaleza física y espiritual y logró testimoniar su paso y el de otros desaparecidos por el chalet. Muchos son los compañeros, testigos de ese horror que esperan que se haga justicia.
(*) Nota especial para El Mordaz.
Teresa Eggers Brass es profesora de historia y autora de varios libros en la materia y de temas sociales.
Desconocía la historia del Posadas previa a la dictadura. Ahora me explico el ensañamiento de Videla y sus genocidas.
ResponderEliminar¡Muy interesante!
Supongo que Teresa es hija de Conrado Eggers Lan, mi admirado profesor de Filosofía en el Colegio Nacional de Morón en 1959.
ResponderEliminarUn Señor, gran persona.
En el Posadas todo ocurrió tal como lo relata, me revivió esos días de plomo.
A.L.S.
Yo también fui alumna del Profesor Eggers y comparto la opinión de ALS, quizá fuimos compañeros/as.
ResponderEliminarTrabajé 27 años en el Posadas y doy fé de que la descripción de lo ocurrido durante esos años negros es absolutamente verídica, y los datos impecables. Guardaré la nota para no olvidar nunca las que pasamos y no aflojar jamás en la búsqueda de la Verdad y la Justicia.
Juicio y castigo a los culpables.
Gracias Teresa, gracias Ricardo.
Lamarga