Argentina acaba de recordar el décimo aniversario de aquellas dos semanas en las que se sucedieron cinco presidentes en medio de una de las crisis políticas, sociales y económicas más grandes de su historia, la del corralito financiero. Por aquel tiempo cerraron numerosas fábricas, hoteles, restaurantes y todo tipo de empresas.
Algunas de estas compañías fueron ocupadas por sus trabajadores. Aquellos obreros se quedaron en la calle en un país con 22% de desocupación, lo que hacía imposible conseguir nuevo empleo. Desesperados, muchos de ellos después de reuniones que terminaron en la madrugada, se unieron en cooperativas y tomaron la heroica decisión de reactivar las empresas. Así nacieron las llamadas fábricas recuperadas, un fenómeno nuevo de autogestión obrera y quizás único por su magnitud a nivel mundial.
En la mayoría de los casos, sus dueños se habían evaporado, llevándose los elementos de mayor valor y sin pagar los salarios que ya estaban atrasados. Los trabajadores contemplaron la titánica tarea que tenían por delante al ver las fábricas semi desmanteladas, donde habían desaparecido junto con los libros de contabilidad, las computadoras, materiales de escritorio y piezas valiosas que por su menor volumen fueron sustraídas.
Empezaron de cero y no fue fácil, en muchos casos reaparecieron los dueños apoyados por fuerzas del orden para expulsar a los trabajadores y liquidar el inmueble y su contenido. Fueron semanas de permanecer las 24 horas cuidando y protegiendo las instalaciones, en algunos lugares hubo fuerte represión policial como en el caso de industrias cerámicas Zanon.
Después vino el período de rehacer y reconstruir lo que faltaba y volver a producir. Pasaron meses y hasta años sin cobrar un peso, viviendo en condiciones miserables, pero sin abandonar el puesto de trabajo, estimulados por el desafío de sacar adelante la empresa que ya era una cuestión no sólo de supervivencia sino también de proyecto de vida y de orgullo personal.
Hasta el presente con el método de atuogestión y cooperativismo se recuperaron 205 empresas que dan trabajo a casi 10.000 familias. En muchos casos ahora cuentan con más empleados que en la época de sus antiguos dueños y varias de ellas exportan sus productos.
En muchos casos, las cooperativas cargan con el problema jurídico de que aún no son dueñas de los establecimientos que ocupan. La legislación establece que los bienes de las empresas quebradas sean liquidados para que los acreedores puedan cobrar las deudas, pero, en el caso de las compañías recuperadas por los trabajadores, el Estado Nacional y las provincias sancionaron leyes para que puedan ser transferidas a las cooperativas.
Sin embargo, en la ciudad de Buenos Aires, estas empresas recuperadas se encuentran ahora en peligro de extinción. El jefe de la ciudad, el ultraconservador Mauricio Macri, vetó la semana pasada una ley que extendía cinco años el plazo para que la ciudad cumpliera el trámite de expropiación. La norma había sido aprobada por unanimidad, incluso por los legisladores del PRO.
Mientras el gobierno nacional expresa con acciones su apoyo ubicándose del lado de los trabajadores, Macri se sitúa cómodamente del lado de los sectores patronales. Ambas posiciones muestran por un lado la puja entre el avance de un proyecto que quiere revertir día a día las consecuencias nefastas de los gobiernos neoliberales y otro que intenta resistir los cambios para mantener un injusto status quo.
Que Macri tenga esta concepción filosófica no es ninguna sorpresa, pero sí llama la atención que adopte una política tan antipopular. Cierto es que este fatuo personaje tiene un sólido blindaje mediático que oculta sus torpezas y disparates. La Nación y Clarín que son los medios leídos por la base social que lo apoya, saben que Macri es un mediocre, pero es lo único que tienen dentro de la paupérrima arena política de la oposición. Retacean todos estos informes y por lo tanto son ignorados por sus lectores y a muchos de ellos tampoco les importa. Total son 29 fábricas con sólo 2000 obreros.
No es la primera ni será la última de las leyes que veta Macri (ya van 88), especialmente si tienden a mejorar la situación social de los habitantes de la ciudad. La suba de más del 120% del boleto del subte, muestra la insensibilidad de tan mediocre gestor.
Sería interesante conocer la estrategia final de esta táctica antisocial y despiadada y conociendo la mentalidad de Macri cuyo dogma es la rentabilidad y la especulación, hay un fuerte tufillo de disponer de terrenos para negocios inmobiliarios a expensas de las fábricas recuperadas. Parafraseando al bardo: “algo está podrido en Buenos Aires”
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