lunes, 27 de marzo de 2017

GUERNICA

El ataque aéreo
En 1937, Guernica era un poblado que contaba con aproximadamente 7000 habitantes. Situada en la provincia vasca de Vizcaya y a 30 kilómetros de Bilbao, solo se destacaba porque desde el siglo XV los monarcas españoles o sus representantes, juraban observar los derechos de los vascos al pie de un roble, el famoso árbol de Guernica.

El 26 de abril de ese año era lunes, día de mercado y los granjeros de los alrededores llevaban sus cargamentos de fruta cosechada durante la semana para descargarla en la calle principal. A las 16:30 horas, las campanas de la iglesia anunciaron la posibilidad de un ataque aéreo, pero la gente no prestó mayor atención a la alarma, se había acostumbrado a ver pasar aviones que continuaban sus vuelos hasta perderse en el horizonte.

Esta vez fue diferente, durante más de 3 horas, varias oleadas de aviones Junker, Heinkel y Dornier, descargaron bombas explosivas e incendiarias. La gente huía despavorida por las calles, mientras los pilotos alemanes los ametrallaban sin misericordia. Sobre los adoquines quedaron tendidos más de 1600 muertos, entre hombres, mujeres, labriegos y niños. La ciudad quedó totalmente destruida y solo se salvaron milagrosamente el famoso roble y el Parlamento local. El teniente coronel Wolfran Von Richthofen que comandó la operación aérea, declaró sentirse inmensamente feliz por el excelente desempeño de sus pilotos.


                                 Guernica después del bombardeo

Ese día fue una fecha crucial en la historia de la humanidad por el significado de los acontecimientos. Fue uno de los primeros bombardeos aéreos sobre poblaciones civiles, Guernica estaba alejada del conflicto bélico y no constituía un blanco estratégico. El único objetivo fue evaluar el poder de fuego de la aviación y esto fue confirmado por el propio Goering durante los juicios de Nuremberg.

Ni Francia ni Inglaterra tomaron debida nota de que este ataque había sido provocado por dos potencias que se estaban armando rápidamente y gobernadas por sendas dictaduras. Guernica fue el prolegómeno de la segunda guerra mundial, donde se perderían los principios más básicos de la ética y de los derechos humanos En pocos años se descargarían sobre numerosas poblaciones de Europa y la Unión Soviética, millones de toneladas de bombas que arrasarían ciudades enteras y que culminarían con los hongos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki.

En muchos sentidos, la Segunda Guerra Mundial había empezado y muy pocos, habían tomado conciencia de la hecatombe que se avecinaba. Lo que es seguro es que nadie imaginó que la masacre de Guernica daría origen a una obra sin antecedentes en la historia del arte.

La pintura
En 1937 se iba a inaugurar en París la Feria Mundial que incluiría entre sus atracciones una exposición internacional de escenas de la vida moderna. El gobierno de la República Española comisionó a Pablo Picasso para que pintara un tema relacionado con España. Desde entonces el pintor se pasó los días devanándose los sesos para encontrar un motivo que se adecuara al pedido, dibujaba bocetos que luego los convertía en bollos y arrojaba a un canasto.

La noche del bombardeo en el café Les-deus-Magots, Picasso estaba reunido con su núcleo de amigos favoritos Alberto Giacometti, Paul Eluard, André Breton y Max Ernst, parte de la elite del arte y la literatura de Europa. Faltaba el poeta español Juan Larrea quien llegó agitadísimo y con el rostro desencajado. Larrea trabajaba en el departamento de prensa de la embajada de España en París, e informó al grupo del acontecimiento que al día siguiente saldría en tapa de todos los diarios.


               Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) y Dora Maar (1907-1997)

Picasso y su amante de turno, la fotógrafa Dora Marr, buscaron una casa que tuviera una gran habitación, porque desde el inicio el pintor había decidido que la obra tendría grandes dimensiones. Finalmente el diez de mayo, se encerró en el amplio estudio de la rue des Grands Augustins que Dora Marr le había conseguido e inició su labor artística. Cuando 25 días después salió de allí, había creado por su originalidad y por su mensaje de denuncia ante la barbarie de la guerra, la pintura más famosa del siglo XX.

El impacto logrado por el Guernica está dado no solo por las imágenes alegóricas que lo componen sino también por su tamaño. El efecto podría haber sido considerablemente menor si hubiera tenido las dimensiones de un cuadro convencional, pero mide 7,70 metros de longitud por 3,49 de altura, ocupando toda la pared de las distintas salas en que fue exhibido.

Otra decisión brillante fue no emplear colores, solo hay negros, blancos y grises y no es una obra narrativa, se trata de una representación simbólica que posee más fuerza que si el pintor hubiera incluido bombas y aviones.
Al analizar su iconografía, uno de los estudiosos de la obra, Anthony Blunt, divide a los actores de esta composición piramidal en dos grupos, el primero de los cuales está integrado por dos animales: el toro y el caballo herido. El toro de aspecto aturdido tiene la cabeza en sentido opuesto a la del cuerpo, como si le hubieran quebrado la columna cervical. El caballo, figura central del cuadro, relincha enloquecido y tiene una lanza que atraviesa su cuerpo, podría ser una alegoría de la devastada sociedad española. Los seres humanos componen un segundo grupo, en el que figuran un soldado muerto y varias mujeres: debajo del toro se encuentra una madre con la cara vuelta hacia el cielo en un ademán de angustia y dolor. Su lengua es afilada como un estilete y sus ojos tienen forma de lágrimas. Sostiene en sus brazos a su hijo ya muerto, representado con los ojos sin pupilas.

El guerreo yace descuartizado y aún mantiene en la mano una espada rota. Una mujer, aparentemente herida, se arrastra penosamente mirando al cielo y parece interrogar sobre lo que está sucediendo. Otra se asoma observando incrédula el drama que la rodea. Finalmente en el extremo derecho un hombre implora al cielo rogando a los aviones que terminen el bombardeo, mientras su casa se derrumba entre llamas.



Terminada la exhibición de la exposición de París, el Guernica recorrió varios museos de Europa hasta recalar en el MOMA (Museum of Modern Art) de Nueva York. Picasso prohibió su traslado a España mientras el dictador Franco viviera. Finalmente en 1981 fue trasladado a El Prado de Madrid en el Casón del Buen Retiro y más tarde quedó como exposición permanente en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.

De los diversos comentarios que Picasso hizo sobre el cuadro, destaco dos, uno de ellos mientras lo estaba pintando: “En la pintura que estoy trabajando y que llamaré Guernica estoy expresando claramente mi horror hacia la casta militar que asoló España en un mar de sufrimiento y muerte”.

En otra ocasión, con París sitiada por las fuerzas alemanas, un oficial nazi visitó el estudio de Picasso y cuando vio el Guernica le preguntó: “¿Usted hizo esto señor Picasso?” “No fui yo quien lo hizo, lo hicieron ustedes”.

Rodolfo Rabanal. Guernica y el toro. Suplemento Radar de Página 12, 26/06/2016.
Hugh Thomas. The Spanish Civil War. Harpers Colophon Books, New York 1963
Pablo Picasso. Guernica. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. http://www.museoreinasofia.es/coleccion/obra/guernica.
Pierre Daix. Picasso. The World of Art Library. Thames & Hudson. London 1965.

sábado, 18 de marzo de 2017

EL AMOR EN TIEMPO DE TANGO

Una línea prolífica de poesía tanguera está volcada a la temática del amor y abarca un amplio abanico de sentimientos que incluyen el abandono (generalmente es la mujer la que toma la iniciativa), el resentimiento, el despecho, el reencuentro y hasta la felicidad de una relación estable y armónica. Están todas las variantes incluyendo el hombre que abandona a una mujer y a la vuelta de los años comprende su fatal error, pero en general, como lo señaló con acierto José Gobello: “el tango no se ha hecho para cantar lo que se tiene sino lo que se ha perdido”.

En el bolero también abundan, quizás en mayor número que en el tango, las letras sobre el amor, pero muchas de ellas parecen escritas por compromiso, como si el autor hubiera tomado la decisión de escribir sobre temas pasionales por decisión propia o ante un pedido especial. En el tango, el estilo y la fuerza de los versos que relatan conflictos amorosos, sugieren que quien los escribió está reviviendo una situación personal, un episodio que realmente le ocurrió en carne propia. Esta sensación se vuelve realidad en Gricel. El autor de este poema tanguero fue José María Contursi quien se encontró envuelto en un conflicto amoroso que hizo que las musas acudieran a su mente y liberaran su creatividad.

                                 José María Contursi (1911-1972)

Gricel es una impactante historia de amor prohibido que logró vencer el tiempo y la distancia. Corría el año 1935 y Contursi se encuentra trabajando en Radio Stentor cuando lo visita en los estudios su amiga Nelly Omar acompañada por su hermana y una atractiva jovencita que se presenta como Gricel Viganó. Cupido los flecha a los dos para siempre; él tiene 24 años y ella solo 15 y no vive en Buenos Aires sino en Capilla del Monte, provincia de Córdoba, dos obstáculos fácilmente superables, pero hay un tercer inconveniente que parece insalvable, Contursi está casado, ama a su mujer y tiene una hija.


                                                   Gricel Viganó

Pasan tres años en los que se supone que hubo cierto intercambio epistolar. Es entonces que Contursi afectado por un problema pulmonar viaja a Córdoba por indicación médica para recuperarse con el clima benévolo y el aire terapéutico de las sierras. Sin dudarlo el poeta se dirige a Capilla del Monte y se aloja en la casa hostería del señor Viganó, el padre de Gricel. La pasión de ambos, que no había disminuido, crece más aún durante los inolvidables paseos alrededor del cerro Uritorco.

Llamado por su esposa su hija y su trabajo, Contursi regresa a Buenos Aires en lo que ambos pensaron que sería una despedida definitiva. Gricel por su parte termina casándose y del matrimonio nace una hija, pero al poco tiempo el hombre las abandona. En el interín Contursi escribe en 1942 la letra de Gricel que por su contenido se aprecia que la pasión hacia la joven no había menguado. La música se la puso Mariano Mores y se transformó en una pieza bellísima a la cual el “Polaco” Goyeneche le agregó su personal estilo.

Gricel
No debí pensar jamás 
En lograr tu corazón... 
Y sin embargo te busqué 
Hasta que un día te encontré, 
Y con mis besos te aturdí 
Sin importarme que eras buena... 
Tu ilusión fue de cristal 
Se rompió cuando partí, 
Pues nunca, nunca más volví 
Qué amarga fue tu pena 

No te olvides de mí... 
De tu Gricel... 
Me dijiste al besar 
El Cristo aquel... 
Y hoy que vivo enloquecido 
Porque no te olvidé 
Ni te acuerdas de mí 
Gricel, Gricel 

Me faltó después tu voz 
Y el calor de tu mirar, 
Y como un loco te busqué 
Pero ya nunca te encontré, 
Y en otros besos me aturdí. 
Mi vida toda fue un engaño 

Escuchar la pieza por el “Polaco” haciendo click aquí: 

La historia se reactiva cuando veinte años después se aparece en Capilla del Monte el destacado bandoneonista Ciriaco Ortiz. Le explica a Gricel que vino por su cuenta y que nadie lo envió, que la mujer de Contursi hacía un tiempo que había fallecido, que el poeta es presa de un estado depresivo y está sumergido en la bebida. Gricel no lo piensa dos veces, arma la valija y parte rumbo a Buenos Aires. Se encuentran en la confitería El Molino y ya nunca vuelven a separarse.

Contursi tiene una excelente relación con su hija, pero jamás le mencionó ese amor que guardaba escondido. Por eso cuando le dice: ”Alicia, esta noche quiero que venga a cenar una mujer muy especial, es Gricel, la del tango”. La hija queda paralizada, se había corporizado el personaje que estaba en los versos de su padre.

Después de un tiempo de idas y vueltas los dos se dirigen a Capilla del Monte y se casan en la iglesia del pueblo. La salud de Contursi está deteriorada por una cirrosis alcohólica y Gricel lo cuida hasta su fallecimiento el 11 de mayo de 1972, diez años después de la unión matrimonial.


                        Gricel Viganó y José María Contursi

Ramiro Gigliotti. Enamorados en tiempo de tango. Clarín, Revista Ñ de Cultura, 30/05/2012
Nicolás Sosa Baccarelli. Gricel, una mujer detrás de la leyenda. Los Andes. Cultura. 26/05/2012



domingo, 12 de marzo de 2017

SINDICALISTAS ERAN LOS DE ANTES

En un momento de la historia del gremialismo argentino donde más se requiere la defensa de los intereses de los trabajadores, la conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT), se encuentra ocupada por un triunviro que representa solo sus propios intereses. Son sus integrantes Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña, tres nombres que pasarán a la historia del movimiento obrero argentino, como la máxima expresión de una burocracia corrupta y claudicante.


                                      Acuña, Daer y Schmid 

Con prebendas, presiones y carpetazos, el gobierno ultra neoliberal de Mauricio Macri y su ministro de Trabajo Jorge Triaca, los disciplinó, a tal punto, que a lo largo de un año de despidos masivos y violentos (ya son 500.000), de persecución a las empresas recuperadas por sus trabajadores, de cierres de cientos de Pymes y de flexibilización laboral, no tuvieron la entereza de fijar fecha para un paro nacional.

La realidad los abofeteó brutalmente en la manifestación que ellos mismos convocaron el pasado 7 de marzo, cuando fueron insultados por cientos de laburantes que los desalojaron violentamente del palco. Tuvieron que huir como ratas escapando en sus autos de alta gama, en el que seguramente fue el peor momento de sus vidas.

Por eso en estos momentos tan críticos para el país y sus habitantes, quiero recordar a dos conductores del movimiento obrero que son la antítesis de este patético triunvirato. Se trata de Raimundo Ongaro y de Agustín Tosco.

Raimundo Ongaro

            Raimundo Ongaro (1924-2016)

Ongaro nació en Mar del Plata el 13 de febrero de 1925 en un hogar de padres italianos. A los 18 años ingresó como obrero en los talleres gráficos Kraft y pronto se adhirió a la Federación Gráfica Bonaerense, la agrupación gremial más antigua del país. 

Logró sortear las persecuciones de la dictadura del gobierno de Aramburu, la mal llamada “Revolución Libertadora”, pero cuando asumió el poder el general Juan Carlos Onganía, el más económico de neuronas de los que se sentaron en el sillón de Rivadavia, fue encarcelado durante varios años.
Constituyó uno de los manotazos desesperados de aquel general de caballería ante el Cordobazo, el levantamiento del 28 al 30 de mayo de 1969 en que el país se llenó de humo y puso fin a su desastroso gobierno. 

Por entonces, Ongaro ya era dirigente de la CGT después de una intensa campaña gremial en que fue escalando posiciones hasta ganar, mediante elecciones, el cargo de secretario general. Su derrotado contrincante fue Timoteo Vandor quien por su connivencia con la dictadura de Onganía forma parte del cuadro de deshonor en la historia de los que gobernaron la CGT. Pronto, a su lado estará el triunvirato de los actuales dirigentes.

Vandor no reconoció la derrota y fundó la línea Azopardo, mientras que Ongaro constituyó la llamada CGT de los Argentinos. El pasaje de Vandor en Azopardo fue efímero, un mes después del Cordobazo, la agrupación guerrillera “Ejército Nacional Revolucionario”, se adjudicó la autoría de haberlo perforado a balazos en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica. 

Paralelamente Ongaro, junto con Agustín Tosco y Elpidio Torres, los gestores del Cordobazo, fueron encarcelados durante varios años y cuando salió respaldó la corriente llamada Peronismo de Base.

Los peores años de su vida ocurrieron bajo el régimen de López Rega que lo detuvo en 1975 y lo metió en un calabozo de la cárcel de Villa Devoto. El único entretenimiento que le permitieron los guardias era un pequeño equipo de radio y en el noticiero trasmitido desde Colonia en Uruguay, escuchó que su hijo mayor, Alfredo Máximo, había sido asesinado por la Triple A y que el cuerpo acribillado fue encontrado en un descampado de Buenos Aires. El resto de la familia recibió la protección de una congregación religiosa hasta que pudo huir al exilio. A él lo soltaron gracias a un juez que consiguió su deportación. Fue una decisión sana, ya que con el advenimiento de la dictadura de Videla, seguramente hubiera integrado la lista de los 30.000 desaparecidos.

Llegó al Perú en los últimos momentos del presidente Velazco Alvarado, que se había instalado en 1968. El gobierno lo recibió como si fuera el mejor de los peruanos y puso a su disposición todo lo que quisiera solicitar, pero Ongaro no pidió nada y se dedicó a denunciar por todos los medios lo que ocurría en la Argentina. 

La salida de Verlazco Alvarado, derechizó al régimen militar y se corría el riesgo de que pudiera colaborar con el Plan Cóndor establecido en Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay, donde los refugiados eran intercambiados como figuritas. Esto determinó que Ongaro y su familia se exiliaran en Europa. Allí formó parte activa de la Organización Internacional del Trabajo, se contactó con numerosos exiliados y propaló en los medios de difusión los horrores de la nueva dictadura que se había instalado en Argentina.

Regresó al país en 1984, pero no volvió a tener participación orgánica en el movimiento obrero. Nunca se enriqueció, como otros dirigentes, toda su vida transcurrió esquivándole a la pobreza. Las persecuciones, los ataques a su familia y las frecuentes ocasiones en que estuvo entre rejas, jamás lograron desviarlo de sus principios.

Agustín Tosco
                          Agustín Tosco (1930-1975)

Hijo de padres campesinos, provenientes del Piamonte, Agustín Tosco nació en el sur de Córdoba en 1930, en una casa con piso de tierra y sin luz eléctrica. Después de una niñez y adolescencia donde según sus propias palabras “vivía corriendo la liebre”, se incorporó a un taller electromecánico y llegó a ser técnico especializado.

Tuvo claro que la democracia sindical no pasaba por la hegemonía del dedo, sino por las asambleas de cada sector, cuerpo de delegados o generales, únicos órganos soberanos que consolidaban y refrendaban la lucha del movimiento obrero. Nada podía sustituir a las asambleas, ellas eran superiores a los cuerpos directivos.

Su reputada capacidad oratoria y su militancia disciplinada, le permitieron ser elegido a la edad de 19 años subdelegado del gremio de Luz y Fuerza de Córdoba. Cuando en 1945 Perón asumió la presidencia, Tosco simpatizó con el régimen, pero manteniendo cierta distancia porque él se constituía marxista. Esto determinó que algunos sectores del peronismo no lo consideraran formando parte del movimiento. Sin embargo, cuando vino el golpe militar de Armaburu tuvo una actitud más combativa contra la dictadura que muchos de sus compañeros peronistas. 

En 1956 el gobierno de facto lo arrestó en el marco de una creciente persecución política y sindical, caracterizada por allanamientos violentos, destrucción y robo de colecciones de libros, bibliotecas y la quema del archivo histórico de Luz y Fuerza de Córdoba.

Su lucha permanente contra la burocracia sindical encabezada por José Ignacio Rucci, fue un clásico en la historia del sindicalismo argentino. A semejanza de Vandor, Rucci fue un traidor del movimiento obrero. Sobre este personaje Tosco señaló en una ocasión: “Rucci y sus discípulos son prisioneros por sus compromisos con los detentadores del poder, presos de la custodia que les presta el aparato policial; presos de una cárcel de la que jamás podrán salir: la de la claudicación, la indignidad y la connivencia”. Este comentario expresado hace más de 40 años encaja perfectamente con el comportamiento del actual triunvirato de la CGT.

Tosco fue uno de los principales artífices del Cordobazo que precipitó la caída de Onganía. Estuvo preso junto con Ongaro por dirigir esa pueblada, verdadera epopeya en la historia de los levantamientos populares. 

          Encabezando una marcha durante el Cordobazo

Tras la victoria del peronismo en el año 1973, comenzó contra él una feroz persecución por parte de la Triple A y pasó a la clandestinidad. Gracias a la ayuda de muchos y variados compañeros de Luz y Fuerza y simpatizantes con su lucha, permaneció oculto durante más de un año, primero en las sierras de Córdoba y hasta fue disfrazado de mujer para poder viajar a La Plata.

En septiembre de 1975 enfermó gravemente de una encefalitis bacteriana. Sus amigos no pudieron internarlo en un centro médico de nivel, porque sería inmediatamente asesinado. Murió en Buenos Aires el 4 de noviembre de 1975 a la edad de 45 años. 

Los compañeros llevaron su cuerpo sentado en el asiento del acompañante de una ambulancia hasta la ciudad de Córdoba. Al entierro fueron más de 20.000 personas, pero al llegar el cortejo al cementerio San Jerónimo (de Córdoba), matones del Gobierno, apostados en los techos de los panteones, dispararon contra la concurrencia, dejando varios heridos. El féretro fue escondido por sus compañeros en una bóveda ajena y a la noche lo trasladaron sigilosamente al panteón de Unión Eléctrica, donde sus restos permanecen hasta hoy.

El triunvirato actual de la CGT conocedor de la vida de estos dos sindicalistas, seguramente tomó nota de que no es sencillo adoptar una línea de conducta acorde con la ética y la defensa de los trabajadores. Eligieron el camino fácil, al punto tal de aceptar el lugar miserable en que serán colocados en la historia del movimiento obrero.

Murió Raimundo Ongaro, histórico dirigente del sindicalismo. Infobae. 01/08/2016http://www.infobae.com/politica/2016/08/02/murio-raimundo-ongaro-historico-dirigente-del-sindicalismo/
Raimundo Ongaro. Prohibido, pero nunca en silencio. Federación Gráfica Bonaerense, Obra Social del Personal Gráfico. Biblioteca Política Argentina, Abril de 1984.
De la CGT de los Argentinos al Cordobazo. Página 12, 02/08/2016.
Diego Tatián. De Agustín Tosco a Milagro Sala. Página 12, 10/03/2016.

Juan Carlos Cena, Elena Luz Gonzáles Bazán. Agustin, el Gringo Tosco. Agrenpress 04/05/2005.

sábado, 4 de marzo de 2017

LAS CHICAS FOSFORESCENTES


                                            Sabin Arnold von Sochoscky

Sabin Arnold von Sochoscky se había recibido de médico en Ukrania y le fascinaba la química. Con esos antecedentes y 23 años de edad, ingresó a los Estados Unidos en 1906 en busca de oportunidades. Era inteligente, emprendedor y ambicioso, atributos que 7 años después le permitieron inventar una tintura fosforescente a base de uranio. Se le ocurrió la idea original de emplearla para pintar las agujas y los números de los relojes. 

La idea tuvo amplia acogida por el público y de su fábrica salieron miles de relojes que fueron ávidamente consumidos. A la gente le encantaba poder leer la hora en una oscuridad total o en el medio de la noche. Sochoscky instaló su empresa, la US Radium Corporation, en Orange, New Jersey, donde llegaron a trabajar alrededor de 70 jovencitas.



Sochoscky era un convencido que para tareas delicadas, las mujeres eran quienes mejor lo hacían y además, tenían mayor capacidad de concentración que los hombres. La Gran Guerra de 1914 aumentó considerablemente los pedidos de instrumentos bélicos con diales fosforescentes y Sochoscky amasó una fortuna considerable.



Las trabajadoras utilizaban finos pinceles de pelo de camello y cada tanto se lo llevaban a la boca para afinar la punta. Con ellos pintaban el dial y las manecillas y cada operadora alcanzaba a terminar 250 relojes por día, con una paga de 27 centavos dólar por reloj. Ocasionalmente, una vez terminada la tarea se divertían pintándose la boca, las cejas, las uñas o haciendo un círculo alrededor de los ojos y se introducían en una habitación oscura para ver como brillaban.

Por entonces había escaso conocimiento de que el radio, el componente que tornaba a la pintura fosforescente, generaba radioactividad. Madame Curie, la descubridora de este elemento, había fallecido a los 67 años en 1934 de anemia aplásica, una enfermedad mortal e incurable, pero en un principio no se relacionó su muerte con el contacto permanente que ella tenía con el radio. Cuando se supo su capacidad reactiva, los manuscritos, textos, documentos y hasta un libro de cocina y otros objetos que la científica usó, fueron guardados en cajas revestidas de plomo. Toda persona que quiera tener acceso a ese material de consulta debe colocarse equipos especiales contra la radioactividad.

Poco a poco, las operarias de Sochoscky empezaron a enfermarse, los síntomas eran cansancio y debilidad general, muchas perdieron los dientes y desarrollaron cáncer de la boca y las mandíbulas. El radio tiene la particularidad de fijarse en los huesos y allí se queda para siempre liberando radiaciones tóxicas. Se comprobó que al introducir a una de estas pacientes en una habitación totalmente oscura, le brillaba el esqueleto. 



La realidad demostró que estaban todas condenadas a morir en forma lenta con mucho padecimiento, mientras que las más afortunadas sufrían una muerte fulminante por hemorragias o anemia de rápida evolución. El periodismo que se ocupó extensamente del tema las llamaba “the radio girls” (las chicas del radio).

El Dr. Sochotsky contrajo una anemia que le produjo la muerte en 1928 cuando contaba 46 años. Para él, la última etapa de su vida fue un infierno viendo cómo se fundía su empresa y se iban muriendo una detrás de la otra, las que habían sido sus empleadas. Pese a que era inocente, ya que ignoraba los efectos del radio, tuvo que dilapidar enormes sumas de dinero en tratamientos y  litigios por las denuncias de las operarias.

La tragedia de las chicas fosforescentes mostró aspectos repugnantes del sistema capitalista y de la avaricia humana. Los directivos de otras empresas similares rechazaron las denuncias por enfermedad de sus operarias y atribuyeron sus síntomas a otras afecciones como la sífilis con lo cual además, las estigmatizaron. Los médicos, dentistas e investigadores, presionados por las empresas, abandonaron sus principios y el juramento hipocrático y no hicieron denuncias hasta que el encubrimiento se hizo insostenible.

El poder judicial no se quedó atrás en el ocultamiento de esta verdadera catástrofe laboral. A las mujeres afectadas les costaba encontrar un abogado defensor y cuando las denuncias llegaban a los magistrados, el movimiento de los expedientes era lento y tedioso. Los juicios duraban meses y las obreras denunciantes se presentaban a los tribunales en sillas de ruedas porque estaban tan inválidas que apenas tenían fuerzas para levantar la mano y prestar juramento.

Hubo al menos varios aspectos positivos: se emitieron leyes para mayor protección de los trabajadores en cualquier tipo de tareas y se implementó un seguro por accidentes de trabajo. El personal que operaba con radio debía estar adecuadamente protegido con ropas y guantes especiales para evitar las radiaciones. Se creó el Center of Human Radiobiology que se dedicó a la investigación de la contaminación por sustancias radioactivas. Entre los informes que produjo señaló que debía emplearse radio 226 mucho menos tóxico que el 228 que ataca los huesos produciendo cáncer y fracturas.

Este centro de investigaciones también realizó una pesquisa de las personas, casi todas mujeres, afectadas por el radio durante todos esos años y se llegó al número de 2403 casos, casi todos fallecidos al momento del informe final en 1993. La radioactividad las acompañó hasta la tumba, según lo registraba cualquier contador Geiger aplicado próximo a las lápidas.

MessyNessy. The Radium Girls and the Generation that brushed its Teeth with Radioactive Toothpaste. Julio 2015. http://www.messynessychic.com/2015/07/02/the-radium-girls-and-the-generation-that-brushed-its-teeth-with-radioactive-toothepaste/

Henning Mankel. Arenas Movedizas. Editorial Tusquets. Barcelona 2016.

Kate Moore. The Radium Girls. Ria Christie Collections. 2016.

domingo, 26 de febrero de 2017

HISTORIA DE LA CENSURA EN EL CINE ARGENTINO


De la década infame hasta 1955
Se puede decir que durante la Década Infame que se inició con el breve período de la dictadura de Uriburu de solo dos años, quienes gobernaron no se percataron que el cine podía ser una herramienta de propaganda. Esto se debió en gran parte, a que esta industria en la Argentina alcanzó envergadura recién en 1933 con los estudios Lumiton y Argentina Sono Film que además incorporó el cine sonoro. 

Sin embargo, hubo una velada censura promovida por la Iglesia Católica y conservadores de peso como el anticomunista y antisemita Matías Sánchez Sorondo que promovió la creación del Instituto Cinematográfico Argentino y además fue su director.

Entre 1933 y 1943 el cine argentino creció en forma exponencial, mucho más en cantidad que en calidad. Los guiones brillaban por la escasez de temas sociales, estaban dirigidos hacia las clases medias y altas con protagonistas ingenuos y escenarios fastuosos. Constituyó sin embargo, una época en que esta industria con las películas de Gardel y de Libertad Lamarque, hicieron furor en toda América Latina.


                      Carlos Gardel con Mona Maris en Cuesta Abajo (1934)

En los años 40 el cine argentino entra en crisis; Estados Unidos castigó la neutralidad adoptada por nuestro país y favoreció al gran competidor de habla hispana que era México. Se restringió a nivel cuenta gotas el envío de celuloide para frenar el creciente mercado expansivo que estaba teniendo Argentina. Como respuesta, durante el gobierno de facto de Farrell y bajo la influencia de Perón, se dictó en 1944 el decreto 21.344 que reguló la industria del cine y promovió su desarrollo fomentando la obligatoriedad de exhibición de un cierto porcentaje de películas argentinas en las salas cinematográficas.

Una mancha negra del golpe militar del 43 fue la censura que sufrió la actriz Nini Marshall (Marina Esther Traveso 1903-1996), figura emblemática de la radio y la cinematografía argentina. A su personaje Catita se lo catalogó como vulgar ya que lesionaba el lenguaje y fue metida en la misma bolsa en que cayeron las letras de muchos tangos a los que se les suprimió la terminología lunfarda perdiendo toda frescura y la fuerza expresiva que los caracterizaba.


                   Niní Marshall en una escena de Carmen (1943)

El gobierno peronista no fue benévolo con Niní Marshall quien terminó autoexiliándose en México y esta actitud constituyó un contrasentido dentro de la filosofía popular del peronismo.

El peronismo sancionó el primer reglamento de censura tomando el modelo del presidente norteamericano Frankin D. Roosevelt en el Código Hays, y estableció que no se permitiría ningún film que “pueda rebajar el nivel moral de los espectadores”, una generalidad concretada en que “la familia, el Estado, la Iglesia, el ejército y la ley no pueden ser objeto de escarnio”.

Podemos decir que el comportamiento del régimen con el séptimo arte fue contradictorio. Al obligar a la exhibición de películas nacionales y favorecer la industria nacional del cine, ganó el respaldo de los productores locales y de actores por las mayores fuentes de trabajo, pero el “clima de época” hostil obligó a estrellas, como Libertad Lamarque, Luisa Vehil y Delia Garcés, a migrar mientras que grandes actores como Francisco Petrone entraron en un cono de sombra.

Por otra parte, tuvo la habilidad de saber aprovechar al cine como herramienta de propaganda a través de “Sucesos Argentinos” que fueron noticiosos de fuerte contenido de exaltación del régimen y sus obras. La restricción a los medios fue total y la única información provenía del accionar propagandístico de la Secretaría de Prensa y Difusión a cargo de Raúl Apold, el inventor de la frase “Perón cumple, Evita dignifica”. Fue el principal responsable de llevar a niveles desmesurados el culto a la pareja presidencial.


                                              Raúl Apold (1898-1980)

De la dictadura militar del 55 hasta 1976
La revancha “gorila” luego de 1955 fue mucho peor porque llevó a la cárcel al cantante, actor y productor Hugo del Carril, director de un clásico del cine social como “Las aguas bajan turbias”, de 1952, y también a Lucas y Atilio Mentasti, propietarios de Argentina Sono Films, propulsores de la industria del cine nacional acusados de contrabandear celuloide.

Sin embargo, los golpistas sancionaron el decreto-ley 62/57, que creaba el Instituto Nacional de Cinematografía gracias al cual se reactivó la filmación de películas y contiene un artículo de singular importancia: "La libertad de expresión consagrada por la Constitución Nacional comprende la expresión mediante el cinematógrafo, en cualquiera de sus géneros". Este instituto fue el antecesor del INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales, ley 17.741 de 2001).

El organismo fue robustecido durante el frondicismo, que le adosó representaciones institucionales de las Ligas de madres y padres de familia, el Movimiento Familiar Cristiano y otros grupúsculos del catolicismo intolerante.

A partir de 1957, nace en Argentina el cine erótico y su creador, actor y director fue Armando Bó, quien junto con la actriz Isabel Sarli, formaron un dúo inseparable. La primera producción fue El trueno entre las hojas, sobre el libro de Augusto Roa Bastos. Bó e Isabel se convirtieron en el paradigma latinoamericano del cine erótico, que alcanzó un éxito enorme en todo el continente, llegando incluso a Estados Unidos y Europa. Sus películas cosecharon el fanatismo de otros cineastas como John Waters quien violentó los límites del decoro y lo convencional en la sociedad norteamericana.


                            Armando Bo e Isabel Sarli en una de sus películas

Bó mantuvo permanentes conflictos con los sistemas de censura de los distintos gobiernos y su peor momento lo tuvo bajo el gobierno del dictador Onganía.

El cine de Armando Bó es muy personal y distinto de cualquier otro. Pretender analizar  las 27 películas del director y su estrella fetiche, excede las reglas establecidas para la elaboración de cualquier análisis. Las críticas oscilan desde un cineasta de vanguardia hasta considerarlo el peor director a nivel mundial.

Inspirado en el edicto franquista que prohibía difundir las “actividades sexuales ilícitas”, el código de censura dictado en 1968 bajo la dictadura de Onganía, haciéndose eco de la típica moral formal que caracteriza a los militares, prohibió las escenas con “insinuaciones de orden sexual, estimulo del erotismo” y otras que promovieran las relaciones extramatrimoniales. Mientras, en orden a la ley 17.401 que prohibía el pensamiento comunista, se prohibieron filmes que promovieran el conflicto y “la negativa del deber de defender a la Patria”.


                         Afiche de la película El trueno entre las hojas

Durante los años 60 comenzó a vislumbrarse en América Latina la emergencia de un cine que intentaba ensayar una mirada renovadora, tanto en la ruptura con las formas tradicionales de entender y hacer cine (estético-burguesas de Hollywood, por decirlo de alguna manera), como en el compromiso político con los cambios que se iban gestando en el continente. El objetivo era mostrar una lectura histórica de la sociedad que se enmarcara en un acto de denuncia contra la opresión o la desinformación, para instruir, sensibilizar y sublevar al espectador.

Una de las primeras experiencias se realizó de la mano de Fernando Birri, quien de regreso a la Argentina, e influenciado por el neorrealismo italiano, en 1957 fundó en Santa Fe el Instituto de Cinematografía de la Universidad del Litoral con la idea de experimentar un cine “realista, popular y crítico”. La propuesta tuvo gran impacto y prontamente su influencia marcó el fundamento teórico y práctico a partir del cual sería posible un trabajo cinematográfico más concreto y politizado. De las producciones realizadas por Birri y su equipo se destaca Tire dié, (1958), que representa para muchos el primer film político de Latinoamérica. La película recorre datos estadísticos e imágenes del poderío económico de la ciudad de Santa Fe hasta llegar a los asentamientos en las “afueras” de este desarrollo industrial, expresando de manera sencilla y sin grandes pretensiones las contradicciones de la sociedad argentina de aquellos años.

Con Tire dié, el objetivo no era solamente mostrar esa realidad conmovedora de los niños pobres corriendo al costado del tren, gritando “tire dié” a la espera de una moneda del pasajero sensibilizado, sino denunciar esa situación que era silenciada o negada por gran parte de la sociedad.

Años más tarde, durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía (1966-1970), Fernando Solanas y Octavio Getino realizaron La hora de los hornos. El film explicitaba sin mayores eufemismos la denuncia contra el neocolonialismo en Latinoamérica, presentando a su vez, un llamado a la acción revolucionaria.

Catalogada por muchos como ensayo político-cinematográfico, La hora de los hornos consta de cuatro horas y media de material de diferentes fuentes: imágenes documentales, entrevistas, estadísticas y fragmentos de cortometrajes. Se exhibía clandestinamente en salones privados y de clubes que eran colmados por la gente, ávida de respirar aire fresco.

Después de finalizada la película, Solanas y Getino, junto con Gerardo Vallejos y Egdardo Pallero, fundaron el Grupo Cine de Liberación, que se oponía al cine de Hollywood y tenía como objetivos informar y esclarecer al público. Se exhibía en salas de barrios, clubes y agrupaciones sindicales. Durante 1971, el Grupo Cine de Liberación rodó en España dos largometrajes documentales que consistieron en largas entrevistas a Juan Domingo Perón: "Actualización política y doctrinaria para la toma del poder" y "Perón, la revolución justicialista", producciones que afianzaron las ideas de un cine militante.

Por su lado, el cineasta Raymundo Gleyzer fundó el Cine de Base.
Uno de los films más significativos de aquel momento fue Los traidores (1973), un relevamiento documental de la burocracia sindical.


   Raymundo Gleyzer (1941-desaparecido por la dictadura en 1976)

Durante la llamada primavera camporista surgieron películas como Operación Masacre, La Patagonia Rebelde (1974) y Quebracho (1974), entre otras.

Los años de plomo 
A partir de 1976, con los militares nuevamente en el poder, la censura, la represión, el exilio y la desaparición de cineastas despejaron el camino para que un cine cómplice a los fines e intereses del gobierno militar, dominara la cartelera de estrenos nacionales. Octavio Getino, Fernando Solanas, Humberto Ríos, Gerardo Vallejos, Lautaro Murúa, Jorge Cedrón, entre otros, tuvieron que exiliarse en el exterior. Y Raymundo Gleyzer, Pablo Szir y Enrique Juárez fueron secuestrados y continúan hoy desaparecidos.

Las Fuerzas Armadas se interesaron en fomentar una producción de películas que mejorara su imagen ante la sociedad y contrarrestara el primer impacto que las informaciones “filtradas” en medios del exterior pudieran causar. En función de este objetivo, los films fueron minuciosamente elegidos y apoyados –a través de subsidios y premios– por el Instituto Nacional de Cine (INC), que en aquel entonces se encontraba intervenido. Mientras tanto, la disciplina era completada por el Ente de Calificación Cinematográfica (con la peculiar figura de Miguel Paulino Tato y sus sucesores).

Las películas buscaban mostrar una Argentina de pie ante el mundo en donde la familia, la madre, la iglesia, la patria, la bandera, la amistad y las fuerzas del orden debían ser lo primero ante todo. Palito Ortega se acopló gustoso a esa mediocridad con películas cercanas a lo deplorable como Dos locos del aire (1976) y Brigada en acción (1977).

Por otro lado, no debemos olvidar que también existió, por parte de algunos cineastas, el intento de denunciar la situación que se vivía en la Argentina. Mediante un estilo metafórico, el encierro, las desapariciones y el miedo lograron una representación en clave. Fue así como José Martínez Suárez realizó Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976); Sergio Renán, Crecer de golpe (1977), con libro de Haroldo Conti; y Alejandro Doria, La isla (1979) y Los miedos (1980). Por su parte, Adolfo Aristarain realizó dos films que posteriormente lo consagrarían como uno de los directores más importantes de los años 80: Tiempo de revancha (1981) –la rebelión de un individuo ante una gran corporación puede proyectarse a la relación con un Estado policial– y Últimos días de la víctima (1982), alusión al ocaso del gobierno militar.

Detrás del pomposo título de “Interventor del “Ente de Calificación Cinematográfico”, se encontraba agazapado el personaje más nefasto que recuerda la historia del arte. Miguel Paulino Tato, alias el “señor tijeras”, declarado nazi y racista, fue el responsable de más de 300 prohibiciones, sin hablar de los recortes de segmentos enteros de escenas, muchos de ellos de gran sutileza artística que aquel palurdo era incapaz de apreciar.


                                      Miguel Paulino Tato (1902-1986)

Ante la mirada de aprobación de los uniformados y de la jerarquía eclesiástica, películas como Novecento, Regreso sin Gloria, La Naranja Mecánica y Último Tango en París, debieron esperar el regreso de la democracia para que el público argentino las gozara. Sin embargo, los militares y sus familiares no se privaron de estas obras que retaceaban al resto de la sociedad. Hipócritamente y con curiosidad morbosa las disfrutaban en una sala de conferencias del Ministerio de Guerra. Los porteños tenían que conformarse con cruzar en manada el Río de la Plata y verlas en las salas de Montevideo.

Alfonsín, al asumir en el gobierno, suprimió toda censura en el arte y Tato pasó al merecido ostracismo de los despreciables. La producción cinematográfica al término de la dictadura había caído a menos de 20 películas por año, cuando a partir del 2012 se hicieron más de 100.

Con el gobierno actual del Presidente Macri, la censura es más sutil y se basa en retacearle  apoyo y fomento a la industria cinematográfica, política que se extiende a todas las ramas del arte y la cultura.

Luciano Monteagudo. Prohibido prohibir en democracia. Página 12, 10/12/2008.
Hernán Invernizzi. Cines rigurosamente vigilados. Buenos Aires Capital Intelectual 2014.
1955-1958. La cultura en años de incertidumbre. La Nación 19/12/2004.
Los artistas que enfrentaron a los gobiernos. Perfil.com Política. 19/04/2016. http://www.perfil.com/politica/Los-artistas-que-enfrentaron-a-los-gobiernos--20130108-0008.html
Diego Curubeto. Sin tetas no hay paraíso. Página 12, Radar 24/01/2010.
Gustavo Catagna. Armando Bó e Isabel Sarli El buen salvaje y la mujer codiciada.