Los
historiadores siguen elaborando hipótesis acerca de las razones que impulsaron
a Pedro de Mendoza para que abandonase la vida placentera en su lujosa mansión
de Granada y decidiera embarcarse en una expedición que auguraba más peligros y
sufrimientos que satisfacciones. Francisco Pizarro cuando decidió venir al
nuevo mundo, no tenía nada que perder, era un analfabeto y miserable cuidador
de chanchos en Extremadura, mientras que Pedro de Mendoza lo tenía todo. Todo
no, le faltaba lo más importante: la salud.
Estatua de Pedro de Mendoza en el Parque Lezama
En 1527 este hidalgo caballero participó en la campaña de Italia
ordenada por el emperador Carlos V y una vez que las murallas de Roma cedieron
ante el avance de la coalición de fuerzas entre España y Alemania, los soldados,
que no habían recibido paga alguna, se entregaron al saqueo. Mendoza fue uno de
los que violó unas cuantas jovencitas y una de ellas le pegó la sífilis.
En 1535, el año en que se organizó la expedición al Río de la
Plata, la enfermedad estaba haciendo estragos en su cuerpo. El otrora fornido
guerrero, apenas podía levantarse del lecho. De los relatos producidos por los
expedicionarios que regresaban a España, Mendoza se había enterado que en el
Nuevo Mundo existía un árbol, llamado Guayacán, de cuyo fruto se extraía una
poción que curaba las “bubas”, que así se llamaban las erupciones cutáneas que
producía la sífilis.
Cuando el rey preocupado por las incursiones portuguesas en
América, decidió mandar una expedición a la zona del Río de la Plata, le
confirió el mando a una persona de su confianza que no era otro que Mendoza, Caballero
del hábito de Santiago y Gentilhombre de Cámara del Emperador Carlos V. Al
hidalgo la oportunidad le vino como anillo al dedo, allá, del otro lado del mar
encontraría el remedio para sus bubas.
Se le asignó a Mendoza un sueldo de 2.000
ducados de oro por año y 2.000 ducados “de ayuda de costa para hacer la dicha
población y conquista”, pero le aclararon que “estos cuatro mil ducados han de
ser pagados de las rentas y provechos a Nos pertenecientes en la dicha tierra”.
“Dicha tierra” abarcaba desde el norte de Buenos Aires hasta Tierra del Fuego.
Con el título de Primer Adelantado de América
del Sur y enormes poderes, la flota de 16 naves y más de mil tripulantes partió
de San Lucar de Barrameda el 24 de agosto de 1535. En las estrechas naves se
codeaban hombres y mujeres de toda laya con personas de linaje y destacados funcionarios.
Entre ellos se encontraba Ulrico Schmidl, un soldado lansquenete, viajero y
cronista de origen alemán a quien la posteridad le agradece haber volcado en su
libro Viaje al Río de la Plata, todos
los relatos de aquella aventura. El otro cronista fue Gonzalo Fernández de
Oviedo, pero no fue testigo de los acontecimientos, sino que recabó información
de quienes allí estuvieron.
En las islas Canarias la flota se detuvo para aprovisionarse y
varios tripulantes descendieron y desertaron, no sabían, o quizás lo intuían,
de que iban a constituir el reducido número se sobrevivientes.
Mendoza rara vez emergió de su camarote para asomarse al puente y
se puede decir que no había un capitán que, con mano férrea, comandara la
expedición. En el mundo de la navegación la falta de autoridad legítima en la
nave es una situación grave. Mendoza imposibilitado de abandonar el lecho
delegó el mando a su maestre Juan de Osorio, hombre joven de poca experiencia
en las relaciones humanas quien pronto mostró su soberbia y arrogancia y este
comportamiento lo hizo impopular.
Juan de Ayolas, el Alguacil Mayor y hombre de confianza de
Mendoza, convenció a éste de que Osorio planeaba insubordinarse y para ello
consiguió testigos que se prestaron a declarar contra el odiado Osorio.
Mendoza
no dudó y sin convocar al acusado para escuchar su defensa escribió su
sentencia de muerte: “en cualquier parte que sea tomado el dicho Juan Osorio mi
maestre de campo, sea muerto a puñaladas o estocadas o en otra cualquier manera
que lo pudiera ser, las cuales le sean dadas hasta que el alma le salga de las
carnes; al cual declaro por traidor y amotinador, y le condeno en todos sus
bienes”. La sentencia se cumplió tal cual había sido ordenada cuando la
expedición recaló en Río de Janeiro para reaprovisionarse.
Primera Fundación de Buenis Aires por José Moreno Carbonero.
Ya en el Río de la Plata Mendoza realizó la primera fundación que
la dedicó a Santa María de los Buenos Aires, la Virgen generadora de los
vientos que hinchan las velas de las naves y es venerada por los navegantes. El
emplazamiento se erigió en el actual Parque Lezama, donde se puede apreciar una
imponente estatua del conquistador. Esto ocurrió entre el 2 y el 3 de febrero
de 1536.
Una vez constituida la empalizada y las viviendas y habiéndose
agotado las provisiones, los españoles salieron a pactar con los indios y
lograron que estos los aprovisionaran, pero al término de 14 días los nativos
tomaron conciencia de que los espejitos de colores que recibieron a cambio, no
compensaba el esfuerzo de buscar alimentos ya que bastante trabajo tenían con
aprovisionarse ellos mismos.
Como
la situación se hizo angustiosa salió una partida con 17 hombres a pactar con
los indios, pero estos los atacaron violentamente y regresaron todos heridos al
fuerte.
A partir de ese momento quedaron rotas las relaciones y los
enfrentamientos con los nativos fueron constantes hasta llegar a verdaderos combates.
Perdida toda esperanza de obtener recursos de los pocos amables naturales
circunvecinos, fueron despachadas dos expediciones para buscar alimentos, una
al Brasil al mando de Gonzalo de Mendoza, mientras que la otra remontó el
Paraná al mando de Ayolas.
El 15 de junio de 1536 festividad de Corpus Christi, el mismo día
que Ayolas al norte del Paraná bautizó con ese nombre el pequeño asentamiento a
orillas del río, tuvo lugar un feroz encuentro con los indios, donde Diego, el
hermano de Pedro de Mendoza, junto con otros jefes y varias decenas de
españoles quedaron tendidos en el campo de batalla. Del lado de los nativos las
pérdidas fueron mucho mayores, pero sus reservas eran enormes ya que
participaron querandíes, guaraníes y charrúas para organizar nuevos ataques
hasta lograr destruir el fuerte.
Durante todos esos días el hambre fue despiadada con los invasores
quienes se vieron obligados a ingerir hierbas, culebras, ratones, el cuero de
los zapatos y correajes y hasta inmundicias. Muchos estaban a punto de
enloquecer y otros, rabiosamente, maldecían al Adelantado y su culpable
enfermedad.
Fue en el poblado de Santa María de los Buenos Aires que se
produjo el primer episodio de antropofagia por parte de los españoles. Así lo
relata Ulrich Schmidl: “Sucedió que tres españoles habían hurtado un caballo y
se lo comieron a escondidas; y esto se supo; se los prendió y se les dio
tormento para que confesaran el hecho. Entonces fue pronunciada la sentencia
que a los tres susodichos españoles se los condenara y ajusticiara y se los
colgara en una horca. …No bien se los había ajusticiado, y cada cual se fue a
su casa y se hizo noche, aconteció en la misma noche por medio de otros
españoles que ellos cortaron los muslos y otros pedazos de los cuerpos, los llevaron
a su alojamiento y allí los comieron. También ha ocurrido entonces que un
español se comió a su hermano que estaba muerto. Esto sucedió en el año de 1535
en nuestro día de Corpus Christi en la antedicha ciudad de Buenos Aires”.
El relato del hermano fue retomado por Manuel Mujica Láinez en su
libro Misteriosa Buenos Aires. Los
hermanos Baitos formaban parte del grupo que salió a descuartizar los
cadáveres, pero se armó una gran pelea por el botín humano y la noche impedía
ver quien era quien. Uno de los Baitos se arroja sobre un caído, le corta el
brazo y se lo lleva a su tienda. Entonces sus dientes tropiezan con un anillo y
reconoce que pertenece a su hermano. Lanza un grito desgarrador y huye del
fuerte en una carrera de borracho hacia las hogueras de los indios.
En las hazañas y aventuras de los conquistadores, la historia
siempre relegó a las mujeres a un plano secundario. Con la expedición de
Mendoza llegaron cerca de 20 de ellas y sabemos de las vicisitudes y
sufrimientos que pasaron a través de Isabel de Guevara que cuando el fuerte fue
abandonado se trasladó río arriba por el Paraná hasta Asunción. Permaneció 20
años en el Nuevo Mundo y entre la correspondencia que mantuvo con España se destaca
la carta que le escribió en 1556 a la princesa Juana de Austria, cabeza
del Consejo en las Indias. En ella detalló todos los sufrimientos padecidos y
que debido a que el hambre había causado que los colonizadores varones "se
desvanecieran por la debilidad, todas las actividades habían quedado para las
mujeres,” incluyendo las labores civiles y militares. Isabel de Guevara
argumentó que sus trabajos le daban derecho a una partición de tierra y a
esclavos indígenas. Nunca recibió respuesta.
Mendoza, empeorado y previendo su próximo fin, puso las velas
hacia Buenos Aires para seguir a España y morir entre los suyos. Nunca tuvo
oportunidad de utilizar las bondades del árbol guayacán, simplemente porque
crece en América Central y en los territorios de Venezuela y Colombia.
Mendoza falleció en altamar sin poder llegar a España. En 1538 arribó
al Río de la Plata el veedor Alonso de Cabrera quien después de evaluar la
situación de los escasos sobrevivientes, decidió trasladarlos a Asunción. En
1541 ya no quedaban rastros del fuerte.
Me atrevo a extraer un par de observaciones
sobre el episodio de la fundación de Buenos Aires. Por un lado la
característica de los colonizadores españoles, muchos de ellos eran hidalgos
que tenían el concepto de que el trabajo era para el campesino y no para la
gente “noble”. Los colonizadores ingleses que escaparon de su país por razones
religiosas, en cuanto llegaron a las costas de América del Norte, se pusieron a
labrar la tierra y producir sus propios alimentos, nunca le pidieron ayuda a
los indios del norte. Este fue uno de los factores que determinó que con el
transcurso de los siglos se produjera una diferencia abismal entre el
desarrollo de las ex colonias españolas y las inglesas.
El otro aspecto que llama la atención es el
fracaso de las huestes de Mendoza para doblegar a las tribus del Río de la
Plata. Resulta un enorme contraste con las conquistas de Pizarro y Cortés que
sometieron a dos imperios de civilizaciones mucho más avanzadas y mejor armadas
y con una relación de fuerzas abismal a favor de los españoles. Sin embargo
tenían un flanco débil que determinó sus derrotas, una vez capturados Atahualpa
y Moctezuma, considerados por sus pueblos como verdaderas deidades en la tierra,
quedaron moralmente desarmados e incapaces de reaccionar.
Otro aspecto a tener en cuenta es que en el
la conquista de México, Hernán Cortés, contó con la ayuda de tribus sometidas
por los aztecas, quienes debían pagar a estos fuertes tributos, y las incorporó
a sus fuerzas. En el Río de la Plata, querandíes,
guaraníes y charrúas tomaron conciencia que el invasor era un enemigo común
para todos ellos.
José
Pablo Feinmann. Conquista, hambre y antropofagia. Página
12 30/08/2015
Ulrico
Shmidl. Biografías y vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea. https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/schmidel.htm
Subido el 14/01/2018.
Felipe
Pigna. Pedro de Mendoza, antes de ser un adelantado. Diario Clarín 12/10/2016.
La
conquista de Pedro de Mendoza. Tienda Federal. http://www.revisionistas.com.ar/?p=9037
subido el 14/10/2018.
Marisa
Avigliano. Isabel de Guevara, nuestra primera feminista. Página 12 suplemento
Las 12, 28/04/2017.
Manuel
Mujica Lainez. Misteriosa Buenos Aires. 1950, Buenos Aires.
Excelente relato historico
ResponderEliminarGracias
Muy bueno !
ResponderEliminarExcelente, gracias!
ResponderEliminarHola Ricardo, muy interesante relato histórico!!.Desconocido por mí, no pude sustraerme de de pensar en la
ResponderEliminarcrueldad a la vez que en la indefensión de los protagonistas. Así se hace la historia, aunque da para decir mucho más.
Muchas Gracias. Edith.