Palacio de Justicia de la
Nación
Origen y características
Hablar
de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) implica aceptar dos conceptos esenciales:
la justicia independiente no existe y tampoco es apolítica. Últimamente se
escucha decir que esta institución está politizada, cuando en realidad lo era desde
sus comienzos en 1863, donde a través de varias décadas, fue casi incondicional
a los gobiernos conservadores de turno y por lo tanto, adhería a la doctrina
política y la filosofía económica agroexportadora. Por esa razón es que recién
durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen de corte popular y enfoque social, la
SCJ empezó a declararle inconstitucionales muchos de sus decretos y leyes. No
es natural que un grupo de 5 miembros tengan esa prerrogativa, pero nuestra
constitución sí se la da mientras que en otros países no sucede así.
Se puede decir que la
SCJ fue durante largo tiempo clasista y misógena. Sobre el primer aspecto queda
clara la concepción elitista de este poder ya que durante toda su historia que lleva
150 años, hubo un solo miembro que provino de la clase obrera. Se trató de Antonio
Sagarna surgido de una familia humilde cuyos padres eran artesanos. Su
nombramiento se efectuó con acuerdo del Senado durante la presidencia de
Marcelo Torcuato Alvear.
El carácter elitista
de la SCJ también se evidenció a través de sus fallos prohibiendo las
manifestaciones y considerando a los sindicatos como asociaciones ilícitas. Porque si bien se aceptaba la idea de
la soberanía popular, el pueblo real era considerado ignorante, supersticioso, y
por ende no se hallaba preparado para gobernar, misión que correspondía a la
clase ilustrada de la sociedad.
El
rótulo de misoginia que arrastra la institución está avalado porque recién en
2005, Carmen María Argibay, recientemente fallecida, fue la primera mujer que
integró la Corte.
Carmen María Argibay
(1939-2014)
Durante
las primeras décadas, la mayoría de los miembros de la SCJ ni siquiera eran
jueces de carrera. Según Zaffaroni más allá de algunas normativas, la mayoría
de la existencia de la justicia estaba bajo la penumbra del poder colonial
español, muchas leyes, usos y costumbres provenían de la época de la colonia.
Por lo demás, la estructura judicial se inspiró casi en su totalidad en la ultraconservadora
corte de los Estados Unidos.
La primera SCJ
Se consideró conveniente no establecer un número fijo
de jueces, sino dejar esto librado a la ley que dicte el Congreso. De tal
manera, la ley 27, sancionada en 1862, estableció que la Corte se integraba por
cinco jueces, y un procurador general. Entonces, siendo presidente Bartolomé Mitre,
fueron escogidos para integrar la Corte los Dres. Francisco de las Carreras, Salvador María del Carril, José Barros
Pazos, Francisco Delgado y Valentín Alsina.
Debido a que Valentín Alsina declinó su nombramiento,
en una primera época la Corte funcionó con sólo cuatro ministros, hasta el
ingreso en junio de 1865 de José Benjamín Gorostiaga.
Los comienzos de la Corte fueron de gran modestia y
austeridad. Instalada en un local de la calle Bolívar entre Moreno y Belgrano, contaba
con un personal muy reducido, que en un principio se limitó a un secretario, un
ujier y un ordenanza.
Hubo gran homogeneidad entre aquellos ministros, ya
que todos estaban imbuidos por las mismas ideas en lo político y en lo
económico, pero vale la pena resaltar la personalidad de uno de ellos: Salvador
María del Carril, inteligente, ambicioso e inescrupuloso, cuyo comportamiento
le acumuló un bagaje de antecedentes que no eran precisamente los adecuados
para desempeñar el cargo de juez supremo.
Salvador María del Carril (1798-1883)
Del
Carril en 1826 fue nombrado gobernador de San Juan y redactó la primera
constitución de esa provincia. Rivadavia lo convocó para que sea su ministro de
economía y desde ese puesto firmó el ruinoso y tristemente célebre empréstito con
la Baring Brothers. Puso todos los recursos del Estado, incluyendo los lingotes
de oro, como garantía para los préstamos, decisión que según el historiador Vicente
Fidel López fue la más absurda que se haya concebido en país alguno.
Del
Carril fue el instigador principal del asesinato a Dorrego. Utilizando la
adulación, la persuasión y la imploración, terminó convenciendo al obtuso
general Lavalle de que matar a Dorrego era hacer un bien a la patria y que
había que ejecutar el fusilamiento sin realizar juicio previo alguno.
Durante
el gobierno de Rosas Del Carril perdió todos los cargos y se exilió en Brasil y
desde allí recibió muchísimas acusaciones de corrupción. Participó en múltiples
intentos golpistas contra Rosas y en 1838 formó parte de la comisión que
proponía la libre navegación de los ríos, por lo que fue apoyado por el
gobierno francés cuya flota bloqueó el Rio de la Plata. Del Carril fue nombrado
Comisario de Abastecimiento de la flota francesa, cargo que le permitió
enriquecerse en forma ilícita. Según
expresiones de Lucio Mansilla, como ministro de la SCJ, Del Carril no redactó nada
y casi no hay registro de su paso por ese cargo.
La SCJ avala el golpe de
Uriburu y rompe la legitimidad constitucional
Cuando Yrigoyen fue
derrocado por el golpe militar del general fascista Félix Uriburu, la misma
corte que había formado parte del gobierno radical, ante la alternativa de ser
reemplazada, claudicó vergonzosamente y avaló la dictadura. Así lo señala la
cláusula 2 del dictado de la Corte en esa ocasión: “Que ese gobierno se encuentra en posesión de las
fuerzas militares y policiales necesarias para asegurar la paz y el orden de la
Nación, y por consiguiente para proteger la libertad, la vida y la propiedad de
las personas, y ha declarado, además, en actos públicos, que mantendrá la
supremacía de la Constitución y de las leyes fundamentales del país, en el
ejercicio del poder.”
“Que tales antecedentes caracterizan, sin duda, un gobierno de hecho en
cuanto a su constitución, y de cuya naturaleza participan los funcionarios que
lo integran actualmente o que se designen en lo sucesivo con todas las
consecuencias de la doctrina de los gobiernos de facto respecto de la
posibilidad de realizar válidamente los actos necesarios para el cumplimiento
de los fines perseguidos por él.”
La firma de los supremos fue convalidada por el Procurador General de la
Nación Horacio Rodriguez Larreta, antepasado del “Guasón” actual jefe de
Gabinete del Gobierno del Procesado Jefe de la Ciudad.
Miembros de la Corte Suprema que avalaron el golpe
militar del 30. De izquierda a derecha: Antonio Sagarna, José Figueroa Alcorta,
Ricardo Guido Lavalle, Roberto Repetto y Horacio Rodríguez Larreta.
Llama la atención que esta ruptura de la legitimidad constitucional no haya
recibido la merecida crítica de la historia. La convalidación de la primera
dictadura militar por la SCJ fue un pésimo antecedente que desprestigió y
debilitó a esta institución que se doblegaría ante futuros golpes o sus
integrantes serían desplazados de un plumazo, por los uniformados de turno.
Además, constituyó un precedente jurisprudencial que contribuyó a debilitar el
sistema político y el respeto a la Constitución.
La “mayoría automática”
En 1990 la SCJ fue aumentada por
Carlos Menem de cinco a 10 miembros, subiendo en cantidad, pero tocando fondo
en calidad. Por su total genuflexión al gobierno se la conoció como “la mayoría
automática”. Durante la presidencia de Néstor Kirchner los magistrados Julio
Nazareno, Adolfo Vázquez y Guillermo López renunciaron ante la posibilidad de
resultar destituidos por juicio político, mientras que Eduardo Moliné O’Connor
fue removido de su cargo al poco tiempo.
Juez
Julio Nazareno, presidente de la “mayoría automática”
Desde entonces, la SCJ ha mantenido un
comportamiento que podría rotularse como prolijo, pero conserva desde sus
orígenes ese lenguaje críptico que solo ellos entienden y una actitud
monárquica que es un sello distintivo de cualquier otra corte del planeta. Haciendo excepción a esta regla se encuentra el juez Eugenio Zaffaroni quién por sus antecedentes, su fama internacional y el amplio conocimiento del derecho, es sin duda alguna el mejor magistrado que tuvo la CSJ en toda su historia.
Juez Eugenio Zaffaroni
En un plano inferior se encuentran los
jueces donde abundan los corruptos, los que responden a partidismos políticos y
los que han sido comprados por la prensa hegemónica, especialmente el grupo
Clarín. Son jueces que emiten cautelares que frenan leyes del Congreso, que
cajonean y demoran medidas para que prescriban las causas que no le convienen
al poder financiero o a grandes empresas incluyendo los medios hegemónicos y
que les encantan los juicios de alto contenido mediático. Un ejemplo típico es
el juez Claudio Bonadio.
Juez
Claudio Bonadio
Ramiro Dos Santos Freire – Diana María Queirolo. Semblanza
de los primeros ministros de la Corte Suprema de Justician de la Nación.
Conferencia de Sergio Wischñevsky, el 7 de mayo
2014 en el Instituto de Revisión Histórica Dorrego.
Tulio Halperín Donghi, La República imposible
(1930 – 1945), Biblioteca del Pensamiento Argentino V, Buenos Aires, Emecé,
2007.
Gerardo Ancarola. Reflexiones sobre la función
política de la Cortes Suprema en los gobiernos de facto. http://www.ancmyp.org.ar/user/files/1999/06.pdf
Sergio Wischñevsky. Historia de la Suprema Corte de
Justicia. Serie de conferencias en el Instituto Nacional Manuel Dorrego. Año
2014.
Habría que analizar el por qué de que las Cortes, en la mayoría de los países, presentan, con sus matices, las características que describís de la argentina.
ResponderEliminarEn primer lugar, la denominación de "Corte" ya tiene una connotación especial, que sólo sé que no se da en Francia, donde se llama Tribunal Supremo y además existe un sistema de acceso a la Judicatura que implica una carrera adicional a la de las leyes. Esto no quiere decir que el sistema funcione como si estuviera integrado por ángeles y arcángeles, pero marca una diferencia.
Por otra parte, el Poder Judicial forma parte del Poder del Estado, es decir, es el Estado, junto a los otros dos estamentos, de manera que tampoco es legítimo que opere, como durante el gobierno de Yrigoyen, como el brazo ejecutor de la oposición política. Algo similar le sucedió a F.D. Roosevelt en los años '30 y tuvo que promover una reforma de ampliación de la Corte para poder gobernar.
Pero, a su vez, esta pertenencia tampoco puede convertirse en un automatismo complaciente, como sucedió durante el período 46/55, y, mucho más gravemente durante la dictadura videlista y el menemismo. Todo lo cual indica que el tema se las trae, al igual que el clasismo, que, a mi modo de ver, es algo que se mama cuando se empiezan a subir las escaleras de la Facultad.
En cuanto a la misoginia, si bien es indiscutible, debo señalar que la primera mujer que llegó a ministro de la Corte fue Margarita Argúas, que si bien llegó con el pecado original de haber sido designada por Levingston, era una jurista en serio y que, como Aldo Ferrer, que aceptó el Ministerio de Economía en ese mismo momento, probablemente pensaron que iban a poder hacer algo positivo desde un contexto negativo. La elección de estas figuras, también podría hacer pensar que la misma idea tenía Levingston, y tal vez por eso duró lo que duró.
ResponderEliminarYa veremos cómo sigue la Historia Suprema.