sábado, 29 de marzo de 2014

EL GRAN CÁTULO



El anarquista y su hijo
El hombre, un joven que frisaba los veinte años ingresó con paso firme a la oficina del Registro Civil. Traía en sus brazos un bebé de varios meses para incorporarlo legalmente al mundo. Después del saludo formal, el empleado tomó el libro de registros, mojó la pluma en el tintero y se dispuso a registrar al nuevo ciudadano.
-¿Qué nombre tendrá la criatura?-
-Descanso Dominical González Castillo- sentenció orgulloso el padre.
El empleado se negó a inscribirlo aduciendo que ese apelativo era imposible de ser registrado. Se generó una discusión violenta y si las cosas no pasaron a mayores, fue porque quienes acompañaron al padre, lo convencieron para que finalmente aquél vástago figurara como Ovidio Cátulo Castillo.

A esta altura, el lector se puede imaginar que el padre de quién sería un prólífico autor de letras y partituras de tango era, como ocurrió con los padres de Manzi y de los hermanos Expósito, un libertario, un anarquista lleno de ideales. Recientemente, se había promulgado la ley de no trabajar los domingos y es por eso que José González Castillo pretendió que su hijo se llamara “Descanso Dominical”.

José González Castillo (1885-1937)

              
Cuando nació, su padre en un lirismo de ritual anarquista lo expuso desnudo bajo la lluvia exclamando: “¡Hijo mío, que las aguas del cielo te bendigan!”. Como era el 6 de agosto de 1906 y el frío calaba, el pobre Cátulo casi muere de una pulmonía. Hubo que esperar tres meses hasta que se repuso y pudieron llevarlo al Registro Civil. De bautismo ni hablar, como era activo anarquista, José González Castillo también era ateo, había raptado de la casa a la que fuera su esposa y madre de Cátulo con la cual vivió sin estar nunca registrados como esposos.

Los Castillo: una asociación prolífica
Cátulo y su padre eran muy unidos y éste le transmitió al hijo el interés por la poesía y la música, porque José fue un conocido dramaturgo, libretista de cine, director de teatro y autor de varias piezas de tango varias de ellas pergeñadas junto con su hijo.
En 1910, toda la familia escapó exilada a Chile donde Cátulo quién tenía 5 años conoció el océano Pacífico en la ciudad de Valparaíso. Regresaron ocho años después y el padre tuvo la satisfacción de asistir al estreno en el teatro El Nacional de su sainete “La Serenata”. Por la casa de Boedo donde vivían recalaron personajes como Evaristo Carriego, el payador Betinoti y nada menos que el gran Ruben Darío. Un día se le apareció Homero Manzi, entonces de pantalones cortos, quién le pidió a Cátulo que le pusiera música a un tango que había compuesto y que después se llamó Viejo ciego.

                        Cátulo Castillo (1906-1975)

En 1928, Cátulo tenía 23 años y era un eminente músico que se había formado en el Conservatorio de Buenos Aires. Fue ese año que hizo la música de Organito de la Tarde y su padre lo acompañó con la letra. Esa asociación produjo varios de los mejores tangos de los Castillo y constituye un caso único de comunión creadora entre padre e hijo en la historia del género. En París conoció a Gardel quién le grabó Acuarelita de arrabal, Aquella cantina de la ribera, Caminito del taller, Corazón de papel, Juguete de placer, La violeta y Silbando 
.
Regresó a Europa en la década del treinta, e ingresó como profesor del Conservatorio Municipal de Música, pese al desdén manifestado por otros profesores, incluyendo al propio director Enrique Fantoni. “¡Cómo un tanguero va a dictar clases de solfeo!”. Sin embargo, con el tiempo y siempre a través de concursos, llegó al cargo de Vicedirector y finalmente, en la década del 50, fue nombrado Director del Conservatorio y con ese cargo se jubiló.

Cátulo Castillo escribió la letra o la partitura de más de 30 piezas, a través de ellas recorrió los temas que siempre obsesionaron al tango: la dolorosa nostalgia por lo perdido, los sufrimientos del amor y la degradación de la vida. No tuvo en cambio espacio para el humor ni para el trazo despreocupado, y tampoco para el énfasis rítmico de la milonga.
                        Con Aníbal Troilo

Tinta Roja es un ejemplo de la nostalgia del barrio que ya no es aquél que el malevo había conocido en su juventud. Lo compuso con música de Sebastián Piana.
¿Dónde estará mi arrabal?
¿Quién se robó mi niñez?
¿En qué rincón, luna mía,
volcás como entonces
tu clara alegría?
Veredas que yo pisé,
malevos que ya no son,
bajo tu cielo de raso
trasnocha un pedazo
de mi corazón.
Hacer click aquí paraescucharlo cantado por el Polaco Goyeneche

             Con Juan Domingo Perón en 1953


La profecía
En cierta oportunidad, coincidió la actuación de Cátulo, con un espectáculo donde un vidente, a cambio de una módica contribución metálica, predecía el futuro, tarot y lectura de manos. Un poco en serio y mucho en broma, Cátulo se prestó a la consulta, tal vez con la idea de tener un tema para una letra de tango. Cuando estuvo ante el adivino, se sintió inquieto. Y a poco de comenzar, el malestar parecía contagiar al augur. Éste sorbió agua de una copa y tratando de recuperarse, comenzó a armar un rosario de acontecimientos futuros sin demasiada consistencia que alarmó más a Cátulo. Luego de un gran rodeo, le dio la peor certeza, había visualizado la fecha de su muerte.

Conmocionado, volvió a su hogar y luego de un corto tiempo, confesó a los suyos la terrible novedad. Llegaron las palabras de descrédito para esos vaticinios, tratando de contrarrestar la preocupación de Cátulo. Se apeló a la incredulidad con que debían tomarse tales brujerías.

Un día le encargó a un joyero una gruesa cadena con un medallón donde le hizo grabar la fecha pronosticada. Pasó el tiempo, las actividades de todos parecieron olvidar el hecho. Él continuó con su creación tanguera, con esa amenaza que cada tanto lo ensombrecía. En la víspera de la fecha prevista, trató de mantener la calma para no alarmar a sus seres queridos. A la mañana siguiente se levantó muy temprano y antes ir al baño, fue a revisar el almanaque de la cocina. El día había llegado, ¡pero él seguía vivo! Alegre despertó a toda la familia, que participó de su alborozo. 

Cátulo, salió a caminar, como todas las mañanas, nunca la primavera le pareció tan linda, el sol iluminaba más que nunca el verde de las plazas y el azul límpido del cielo estaba ligeramente surcado por delgadas nubes.

Se sentía liberado, liviano de esa mochila que soportaba desde hacía tanto tiempo y continuó aspirando el aire fresco y primaveral. Ese mediodía, el almuerzo fue un festejo general, un agradecimiento al equívoco, un alivio que recorría todos los rincones de la casa, luego vino la siesta reparadora. A media tarde, su mujer fue a despertarlo con un mate. Cátulo yacía con la frialdad y rigidez de los muertos. Sobre su pecho la pesada cadena con la medalla que tenía tallada la fecha de ese día “19 de octubre de 1975”.

Fuentes:
Julio Nudler. Cátulo Castillo. Todo tango. http://www.todotango.com/spanish/creadores/ccastillo.html

Julio Ardiles Gray. Entrevistas. Cátulo Castillo cuenta aspectos de su vida.
http://www.todotango.com/spanish/biblioteca/CRONICAS/entrevista_catulo.asp


La profecía. Programa de Silvio Soldán sobre Cátulo Castillo relatado por su hijo. http://tinus.escribirte.com.ar/1624/catulo-castillo---la-profecia.htm

11 comentarios:

  1. Está muy bueno Ricardo. Parece ser un caso de profecía autocumplida. Alguna vez leí que en tribus de aborígenes éstos suelen morirse cuando los brujos se lo pronostican. Supongo que de puro cagaso sufren un infarto.
    Pasando a cosas trascendentes: perdimos 5 a 1.
    Abrazo!

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  2. A CÁTULO CASTILLO – Tango

    Tu muerte fue una tarde muy cálida de Octubre;
    acaso presentiste que sucediera así:
    en plena primavera y cuando el sol se viste
    de luz y mariposas y el aire de jazmín.
    A vos que te gustaba, profundamente serio,
    desentrañar las cosas, llegaste a tu confín
    y esa doliente tarde entraste en el misterio
    para volver en tango, ¡mi viejo Catulín!

    Me duele el sol
    y hasta el alcohol,
    me pone triste.
    Qué ausencia cruel
    de pan y miel
    cuando te fuiste…
    Desde la luz de tu bondad eterna
    nos sonreirás
    con la piedad más tierna…
    Me duele andar
    y respirar
    sin ti…

    Recordaré tu nombre y tu mirada pura,
    tu oleada de ternura, mi viejo Catulín.
    Tu cara y el asombro donde asomaba el niño,
    tu río de cariño en medio del trajín…
    La esgrima de tu prosa, tu verso cadencioso,
    nostálgico y celoso de esquinas y fondín,
    recordaré al nombrarte tus fraternales manos
    y la palabra ¡Hermano!, ¡mi viejo Catulín!

    Letra y música de Eladia Blázquez

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  3. Pero cuánto tiempo antes hizo la profecía?
    El brujo quién era, Lopecito Rega?

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  4. Entre el nombre y la ducha fría se diría que don José no tendría todos los patitos en fila.
    Tipo Lilita.

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    1. No compares a esa cerda loca y mala (no otra cosa se puede decir de ella después de sus dichos sobre NK) con un anarco idealista, si bien con actitudes algo extemporáneas.


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  5. María

    Acaso te llamaras
    solamente María;
    no sé si eras el eco
    de una vieja canción,
    pero hace mucho, mucho,
    fuiste hondamente mía
    en un paisaje triste
    desmayado de amor.

    El otoño te trajo
    mojando de agonía
    tu sombrerito pobre
    y el tapado marrón.
    Eras como la calle
    de la melancolía
    que llovía, llovía
    sobre mi corazón.

    María,
    en las sombras de mi pieza
    es tu paso el que regresa;
    María,
    es tu voz pequeña y triste,
    la del día en que dijiste:
    ya no hay nada entre los dos.
    María,
    la más mía la lejana,
    si volviera otra mañana
    por las calles del adiós...

    Tus ojos eran puertos
    que aguardaban ausentes
    su horizonte de sueños
    y un silencio de flor
    pero tus manos buenas
    regresaban clementes
    para curar mi fiebre,
    desteñidas de amor.

    Un otoño te trajo,
    tu nombre era María,
    y nunca supe nada
    de tu rumbo infeliz.
    Eras como el paisaje
    de la melancolía
    que llovía, llovía
    sobre la calle gris.

    Letra: Catulo Castillo (1906-1975) - Música: Aníbal Troilo (1914-1975)

    Gracias, Catulo y Pichuco!

    María

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    1. ¡Qué manejo de la metáfora!

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    2. EN EL 75 NOS DEJARON LOS DOS, PICHUCO CON SÓLO 60 AÑOS.
      VIDAS INTENSAS, QUE VALIERON LA PENA.

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  6. La leyenda al pie de la foto de don José, ¿es correcta? Según dice, habría vivido 102 años, un dato nada despreciable para una personalidad tan original.
    JC

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    1. Sagaz observación, digna de El Mordaz que trata de ser veraz.
      Se corrigió la fecha, lo correcto es 1885 no 1835.
      Gracias por la observación JC

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