El 21 de junio de 1941, a las 3 de la
mañana, se inició el avance alemán sobre territorio de la Unión Soviética. En
su mentalidad psicopática, Hitler abrió un nuevo frente de guerra que a los
ojos de cualquier estratega era un suicidio, o en el mejor de los casos una
operación de enorme riesgo. El Führer y su alto mando recién tomarían
conciencia dos años después de esa descabellada decisión cuando las divisiones
alemanas se estrellaron ante las contraofensivas soviéticas en Stalingrado y a
las puertas de Moscú. (Ver Stalingrado, 31 de enero de 1943)
Un sector de obuses alemanes listos para la invasión a la Unión Soviética.
El ataque sorprendió a Stalin ya que
había firmado un tratado de no agresión con Alemania, el llamado Pacto de Acero, que pese a su nombre se
fragmentaría en pedazos como una porcelana. El Kremlin no tomó en cuenta que
Hitler había violado sistemáticamente todos los tratados anteriores firmados
con otras potencias y que en su libro Mein
Kampf, había sentenciado que la guerra contra los soviéticos era una
cruzada de Europa contra Asia.
El canciller alemán von Ribentropp, anuncia la declaración de guerra a la Unión Soviética.
Parece increíble que para los
ejércitos soviéticos y el alto mando comunista, pasara desapercibida la
presencia días anteriores, de tres cuerpos de ejército a pocos kilómetros de la
frontera con la Unión Soviética. Totalizaban cuatro millones de hombres más los
carros de combate, los transportes y un descomunal apoyo logístico que se
extendía en un frente de 1600 kilómetros entre el Mar Báltico y el Mar Negro.
Nunca en la historia de las miles de guerras que asolaron a la humanidad, se
había reunido una fuerza de tal magnitud. La Grand Armeé de Napoleón, un ejército enorme para su época, no
llegaba a trescientos mil hombres cuando invadió la Rusia de los zares.
Bastaba que un solo avión ruso
sobrevolara la zona, para tomar conciencia del peligro que se avecinaba.
Tampoco se prestó atención a ciertos vuelos sospechosos de aviones misteriosos
que en varias oportunidades penetraron en territorio ruso para reconocimiento
del terreno y de la presencia de fuerzas del ejército rojo. Sin embargo, había
un hombre que sí estaba informado del inminente ataque alemán y avisó
oportunamente al Kremlin, pero Stalin no le prestó atención, de haberlo hecho
hubiera salvado millones de vidas de soldados y de habitantes aniquilados
durante el arrollador avance alemán hacia Moscú. Este hombre se
llamaba Richard Sorge.
Richard Sorge (1895-1944)
Sorge nació en Baku, Azerbaijan, donde
su padre, que era alemán trabajaba en la industria del petróleo. Su madre era
rusa y esto le permitió manejar con fluidez ambos idiomas que fueron
herramientas valiosísimas para ingresar en el campo del espionaje. Durante la
Primera Guerra Mundial se desempeñó en la artillería. Herido y desilusionado
por la derrota alemana, cuando regresó al hogar se hizo rápidamente miembro del
Partido Comunista y a mediados de 1920 fue reclutado por el Comintern para
convertirse en agente soviético.
Bajo la cobertura de periodista
recorrió varios países de Europa donde fue adquiriendo experiencia,
estratagemas y ardides necesarios para la supervivencia como agente secreto. Se
casó con una alemana después de convencer al marido de que debía divorciarse y con
su nueva pareja, se trasladó a Moscú donde ingresó en el servicio de
inteligencia del ejército rojo. Pronto la mujer lo abandonó harta de sus
continuos viajes y actividades secretas y misteriosas que colmaron su
paciencia. Muchas de esas misiones eran detrás de polleras, porque Sorge era
apuesto, seductor y mujeriego. Al caminar rengueaba ligeramente como
consecuencia de su herida en la guerra, pero incluso ese defecto lo hacía más
atractivo ante el sexo opuesto. Era sin duda, la versión rusa de James Bond.
En 1929 siguiendo órdenes del servicio
de inteligencia soviético, se hizo miembro del partido nazi alemán. Sus heridas
de guerra y su trabajo como periodista en un diario del país, fueron una
cobertura excelente para engatusar a los nazis. Frecuentaba los pubs de Berlín,
en compañía de miembros del partido para ganar su confianza. Jamás bebió más de
la cuenta, sabía que el vapor del alcohol podía soltarle la lengua más de lo
prudente.
Más tarde en Shangai, formó parte de una red constituida por tres
espías mujeres, de nacionalidades alemana, norteamericana y japonesa. Sorge fue
amante de las tres en distintos períodos, sin que la pasión llegara a
interferir con su peligrosa actividad.
Ursula Kuczynski Agnes Smedly Hanako Sishii
De China, fue enviado a Tokio, donde lo
acompañaba su nueva esposa, Yekaterina, una joven rusa que conoció en Shangai.
Ahora, su nombre de código era Ramsay
y su misión era organizar una red de espionaje en Japón, siempre bajo la
cobertura de periodista alemán. Sorge guardaba un odio profundo hacia Hitler y
el nazismo, por lo tanto para él, su trabajo era una cruzada contra el mal. Sin
embargo, estando en Tokio se vio obligado a ingresar al partido nazi para
lograr la confianza de los miembros de la embajada alemana en esa ciudad. Esto
le permitió interceptar información sobre los planes bélicos, tanto de Japón
como de Alemania.
En 1941 Sorge informó al Kremlin que
los alemanes planeaban invadir la Unión Soviética el 22 de junio. Stalin había
desarrollado una negación absoluta sobre un ataque alemán y se burló de Sorge llamándolo
bastardo que se la pasaba recorriendo con su moto los prostíbulos de Tokio y
que se trataba de una noticia sin fundamento. Sobre lo primero, Stalin estaba
en lo cierto, pero sobre lo segundo cometió el peor error de su vida. Cuando le
informaron de la invasión, le agarró un ataque de ira que lo descontroló
totalmente, se encerró en su habitación del Kremlin y permaneció varios día,
tirado en el suelo rodeado de botellas de vodka y completamente ebrio.
Ese mismo año, Sorge informó a
Washington que los japoneses planeaban un ataque masivo contra la base
aeronaval de Pearl Harbour. Tampoco le creyeron, o quizás Roosevelt lo sabía,
pero necesitaba que ocurriera para concientizar a la población y al Senado e introducir
a Estados Unidos en la guerra. El ataque de la Armada Imperial Japonesa se
produjo el 7 de diciembre de ese año y permitió al Japón actuar libremente en
el Pacífico.
Sorge no alcanzó a ver la derrota de
Alemania, había enviado tanta información a Moscú que finalmente fue
descubierto por el servicio de inteligencia japonés que lo arrestó y trató de
sacarle información bajo tortura, pero no abrió la boca. Antes de matarlo, los
japoneses trataron de canjearlo por uno de sus espías, pero el Kremlin negó que
estuviera bajo su servicio. El 7 de noviembre de 1944 fue ahorcado uno de los
espías más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Recién en 1964, bajo el
régimen de Nikita Khrushchev, Sorge fue revindicado como Héroe de la Unión
Soviética.
Sello postal conmemorando a Richard Sorge
Fuentes
Richard Berenstein. Stalin's
Spy: Passionate and Reckless Life of a Communist Spy. The New York Times,
January 1st 1999.
Richard Sorge.
Spartacus Educational. http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/GERsorge.htm
Stuart
Goldman. The Spy who served the Soviets. Historynet.com. http://www.historynet.com/the-spy-who-saved-the-soviets.htm
Ian Grey. Stalin. Tomo 2. Biblioteca
Salvat de Grandes Biografías, Barcelona 1986.
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