Supongamos que usted está manejando por una ruta y al cruzar un puente ve colgados del mismo con signos de tortura y semidesnudos los cadáveres de dos jóvenes, uno es hombre, el otro mujer. Creo que por el resto del día usted quedará profundamente perturbado y la macabra imagen se le aparecerá en todo momento.
En México deben estar más acostumbrados. Este hecho de neto corte mafioso, ocurrió recientemente en Gran Laredo, una de las ciudades fronterizas donde los crímenes son moneda corriente.
A 100 años de la gran Revolución Mejicana, la situación de México es análoga en muchos aspectos a la que prevalecía a fines de 1910: concentración de la riqueza a niveles insultantes, distorsiones a la voluntad popular, vulneraciones a los derechos laborales y sindicales, claudicación de la soberanía ante los capitales internacionales y ejercicio oligárquico del poder político.
A ese deprimente catálogo se suman 3 guerras internas: la de los carteles del narcotráfico entre sí por el control de territorios, la de los grupos “Zetas”, (organizaciones delictivas constituidas por ex militares y ex policías) y la de los militares y fuerzas especiales contra los propios ciudadanos.
Desde el 1 diciembre de 2006, la ola de violencia dejó en el país alrededor de 50.000 muertos. El mes pasado el atentado contra un casino en Monterrey donde murieron 53 personas, rompió una nueva marca en la espiral de la violencia.
México se asemeja cada vez más a un estado fallido, por sus comarcas campean a sus anchas toda clase de matones. Anualmente, medio millón de latinoamericanos atraviesan la frontera mejicana rumbo al norte. En su travesía son víctimas de toda suerte de abusos, arrestos arbitrarios, robo, chantaje, rapto de mujeres y de niños y violaciones.
El presidente Felipe Calderón anuncia regularmente éxitos en el combate contra los narcotraficantes y se felicita de haber recurrido al ejército, pero los daños colaterales son tan grandes que el remedio resulta peor que la enfermedad.
“Y tan cerca de Estados Unidos”
Washington considera que el baño de sangre que se vive en México constituye un peligro para la seguridad de Estados Unidos, pero en realidad este país tiene enormes responsabilidades en esta guerra por las siguientes razones:
· Es el mayor opositor a la legalización de las drogas.
· Abastece el 90% de las armas que utilizan los distintos grupos.
Una vez más, en vez de dar a sus vecinos malos consejos que sumieron a México en una guerra infernal, Washington debería barrer en su propia casa.
Sin embargo, hay varias estructuras interrelacionadas entre sí, ante las cuales el gobierno y el congreso de Estados Unidos, no sólo se sienten impotentes sino que hasta coquetean con ellas por votos y por miedo. Se trata del Pentágono, la CIA, las mafias estadounidenses y la poderosa NRA (Asociación Nacional del Rifle) con 4 millones de socios entre ellos la ultraderechista Sarah Palin. Hasta hace poco su presidente fue Charlton Heston, el héroe de varias de las megaproducciones mamarrachas de Hollywood.
Sede Central de la Asociación Nacional del Rifle
Sede Central de la Asociación Nacional del Rifle
Gran parte de este material es un resumen de Ignacio Ramonet en Le Monde Diplomatique
Te comparto esta traduccion de este maravilloso texto, creo que complementa muy bien tu post. Saludos!
ResponderEliminarhttp://aclimatarnos.blogspot.com/2012/01/tan-lejos-de-dios-estudiando-en-los.html