El ataque contra EE UU el 11 de septiembre de 2001 ¿Se podría haber evitado? ¿Por qué la CIA ocultó información al FBI?.
A las 8.45, hora de Nueva York, del 11 de septiembre de 2001, Khalid al Mindhar y Nawaf al Hazmi, estaban en sus asientos a bordo del vuelo 77 de American Airlines, un Boeing 757 que había despegado de Washington 25 minutos antes; John O'Neill, recién nombrado jefe de seguridad del World Trade Center, que hasta dos semanas antes había sido jefe de la brigada del FBI especializada en Al Qaeda, se encontraba en su mesa de la planta 34 de la torre norte, donde se estrelló el primer avión a las 8.46.
John O'Neill
Consecuencias del 11 de septiembre
A las 10.30, todos estarían muertos, junto a otras 2.996 personas. Los cuatro secuestros de aviones y atentados suicidas coordinados que llevaron a cabo Al Mindhar, Al Hazmi y otros 17 combatientes santos aquel desgraciado 11-S desencadenaron dos guerras, en Afganistán e Irak, que han costado, calculando por lo bajo, 250.000 vidas. El número de víctimas totales es imposible de saber, pero si se calcula que por cada uno de los seis mil y pico soldados estadounidenses muertos han resultado heridos siete, la cifra debe de ser muy superior al millón. A ello podemos añadir el trauma mental infligido a innumerables soldados y civiles afectados por las dos guerras, el frenesí global desatado por la percepción generalizada de un choque de civilizaciones entre el islam y Occidente y, en un plano más frívolo pero de gran alcance, los efectos que tienen sobre los viajeros las medidas de seguridad en los aeropuertos, cada vez más estrictas. En cuanto al coste económico, tras una inversión de Al Qaeda que el Gobierno de Estados Unidos calcula de no más de 500.000 dólares, el desembolso que ha tenido que hacer Estados Unidos debido a los acontecimientos del 11 de septiembre es casi igual al dinero que gastó, en términos reales, durante la Segunda Guerra Mundial. Según un estudio reciente de la Universidad de Brown, la cifra total, imposible de imaginar: cuatro billones de dólares.
Todo ello habría podido evitarse. Una torpeza, un fallo de comunicación entre la CIA y el FBI, una pista fundamental que no se pasaron, despejó el camino a los terroristas.
¿Torpeza, celos o rivalidad?
Según miembros del FBI que ocuparon puestos importantes en el equipo antiterrorista de 150 personas dirigido por O'Neill, y a los que he entrevistado, existen buenos motivos para creer que si la CIA, el servicio de espionaje exterior de Estados Unidos, no se hubiera negado a compartir con ellos lo que sabían sobre esta pareja de Al Qaeda, la conspiración del 11 de septiembre se habría desbaratado de raíz. El más vehemente de los tres, pero también el mejor informado sobre los detalles del supuesto error, es Mark Rossini, que fue amigo y hombre de confianza del difunto O'Neill durante los cinco años que este fue el principal perseguidor norteamericano de Al Qaeda. "Iré a la tumba convencido de que habría podido evitarse", dice Rossini.
'Guerreros santos'
Khalid al Mindhar y Nawaf al Hazmi, de 25 y 26 años, eran saudíes, habían luchado por la causa musulmana en la guerra de Bosnia, se habían entrenado en los campamentos de Al Qaeda en Afganistán y habían sido escogidos por su venerado líder, Osama bin Laden, para participar en la acción terrorista más ambiciosa de la organización hasta el momento.
Los dos volaron el 5 de enero de 2000 a Kuala Lumpur, la capital de Malasia, donde mantuvieron lo que la CIA denominó posteriormente una "cumbre de planificación de Al Qaeda". Con la ayuda de los servicios secretos malayos, la CIA siguió sus movimientos.
"En cuanto se enteraron de que aquellos dos individuos tenían visado para entrar en Estados Unidos, era absolutamente imprescindible que transmitieran esa información al FBI", dice Mark Rossini, temblando de indignación mientras habla. Porque la CIA, que se mantiene en silencio sobre el caso, deliberadamente no la transmitió al FBI, cuyo terreno de operaciones es EE UU.
Vi las informaciones sobre Malasia y los visados que tenían aquellos individuos y me apresuré a redactar un informe para enviarlo al FBI, a mi amigo y jefe John O'Neill", cuenta Rossini. "Pero la CIA me impidió que lo transmitiera. Dijeron que no era un caso del FBI. Me quejé a la persona responsable en la CIA, pero la respuesta fue: 'Es un asunto de la CIA y no puedes decirle nada al FBI'. Me enfurecí, pero no pude hacer nada al respecto".
La decisión que tomé, y que siempre lamentaré, fue que no era lo suficientemente importante como para arriesgarme a perder el trabajo, infringir la ley e ir a la cárcel".
John Carlin Diario El País (extracto)
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