Un poco de historia
Se dice que el bandoneón fue partícipe de la modalidad adusta y seria del tango y que constituye un instrumento excelente en sus letras melancólicas. Fue inventado por Heinrich Band en 1846, en Hamburgo. Por motivos que no están registrados, saltó al Rio de la Plata para quedarse definitivamente, probablemente de la mano de marineros e inmigrantes. Pronto fue adoptado por músicos de la época y fue así que colaboró en la formación del sonido particular del tango rioplatense, constituyéndose en un verdadero símbolo de éste.
Además de la notable diferencia tímbrica entre el bandoneón y el acordeón y otros instrumentos de lengüetas sueltas, el bandoneón utiliza botones en lugar de teclas, 38 botones para el registro agudo (discante) y 33 para el grave (bajo), lo que hace un total de 71 botones. Existe una cantidad asombrosa de variantes y modelos de bandoneón y cada uno tiene su historia.
En Buenos Aires está “La casa del bandoneón”, en el barrio de San Telmo, donde un grupo de expertos luthiers repara los fueyes deteriorados por el uso. La existencia de este taller artesanal es vital, teniendo en cuenta que las fábricas de bandoneones en Europa son escasas y el costo del instrumento es muy alto.
La melancolía del bandoneón
El bandoneón se hizo imprescindible para la interpretación de cualquier tango y desalojó a la flauta de sonido ligero y travieso. Es así que el tango fue perdiendo su carácter casi alegre y bullanguero y se volvió circunspecto.
Como dice Horacio Salas “El bandoneón era el instrumento que el tango esperaba para volverse quejumbroso y sentimental”.
Por todas esas características, se da que la mayoría de los arregladores de tango fueron bandoneonistas, quizás porque el bandoneón encierra una pequeña orquesta en si mismo.
Letras de tango sobre el bandoneón
Son numerosas las letras de tango que mencionan al bandoneón, siempre con cariño, a veces estableciendo un diálogo o una confesión con el instrumento como en Che, bandoneón, de Homero Manzi, con música de Aníbal Troilo:
El duende de tu son, che, bandoneón
se apiada del dolor de los demás;
y al estrujar tu fuelle dormilón
se arrima al corazón que sufre más.
En el tango Bandoneón arrabalero, de Pascual Contursi y Bachicha, el protagonista adopta a un bandoneón que encuentra sin dueño y lo cuida como si fuera su hijo:
Bandoneón arrabalero
viejo fueye desinflado,
te encontré como un pebete
que la madre abandonó,
en la puerta de un convento,
sin revoque en las paredes,
a la luz de un farolito
que de noche te alumbró.
El tango termina diciendo:
Has querido consolarme
con tu voz enronquecida
y tus notas doloridas
aumentó mi berretín.
Las expresiones “voz enronquecida” y “tus notas doloridas” demuestran el carácter melancólico y adusto que se le otorgaba a este instrumento. Otro tango dedicado al “fuelle” carece de letra, pero su título lo dice todo, Quejas de bandoneón, de Juan de Dios Filiberto, donde el sonido musical del bandoneón es comparado con un quejido.
El bandoneón también llora como en el tango Sollozos de bandoneón, de Enrique Cadícamo y Ricardo Tanturi:
Con su gemir de corazones
los bandoneones lloran su pena,
igual que yo sollozan ellos,
porque en sus notas hay amores
y por amores hoy sufro yo.
En otros tangos, como en Alma de bandoneón, de Discépolo, el protagonista se confiesa y dialoga con el bandoneón como si fuera una persona amiga:
Fue tu voz, bandoneón,
la que me confió
el dolor del fracaso
que hay en tu gemir;
voz que es fondo
de la vida oscura y sin perdón, del que soñó volar
y arrastra su ilusión llorándola...
El bandoneón es siempre tratado con cariño, mimado tiernamente como un compañero más en la vida del músico. Así lo expresa con fuerte sentimentalismo el tango Mi bandoneón y yo, de Rubén Juarez y Julio Martín:
A veces se me hace que nació conmigo
y durmió en mi cuna pegao a mis pies.
Que fue mi juguete y mi perro de pibe
y toda la infancia la corrí con él.
Que anduvimos juntos, atorro y milonga,
desde mi bohemia, cigarro y café.
Y a veces rodamos maneaos por el suelo
y nos levantamos con la misma fe.
Todos estos argumentos posicionan al bandoneón como el instrumento que le dio el color austero y taciturno a la música del dos por cuatro. El fueye es exclusivo de este género musical y no sólo le da el ritmo característico al tango sino que incluso se introdujo en sus letras. Tango y bandoneón son casi sinónimos y no se concibe una orquesta típica sin este personalísimo instrumento.
señor me encanto su página.. tengo 26 años .. me encanta el tango!! gracias a mi abuelo que amaba el tango y me críe jugando entre tangos y sillas de asiento trenzado que era el trabajo de él.
ResponderEliminarpor eso eternamente agradecida a mi abuelo que ya no está, pero que me dejo esto, amar esas letras, esa música ese baile.. todo!!
gracias a ud por compartir esto!
señor me encanto su página.. tengo 26 años .. me encanta el tango!! gracias a mi abuelo que amaba el tango y me críe jugando entre tangos y sillas de asiento trenzado que era el trabajo de él.
ResponderEliminarpor eso eternamente agradecida a mi abuelo que ya no está, pero que me dejo esto, amar esas letras, esa música ese baile.. todo!!
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