Me cansé de tanta tilinguería. Es increíble como el monopolio mediático y sus sumisos periodistas se escandalizaron por las declaraciones de Fito Paez. Muchos de ellos nunca hicieron comentarios de hechos gravísimos que ocurrieron en la Argentina. A ninguno de estos corifeos se les movió un pelo cuando Macri dijo que a Kirchner había que tirarlo por la ventana del tren, o cuando la gorda Carrió sale de su cama solar con sus insultantes sandeces.
También resulta absolutamente tolerable que Chiche Gelbrun, el periodista de la dictadura, diga sin tapujos en su programa que Fito es un pelotudo.
Tampoco llama la atención que el periodista Lucho Avilés que hoy se llena la boca con la palabra fascista al referirse a Fito, haya dicho con total desparpajo que había que poner granadas en los tachos de basura para evitar que los cartoneros los revuelvan.
Asimismo pasó desapercibida o más bien fue un gesto simpático y comprensible, la trompada que en el Congreso, la diputada Camaño le asestó a Kunkel.
Todo eso está bien mientras venga de la derecha reaccionaria y de la deshilachada oposición.
No comparto los términos que utilizó Fito, ni siquiera comulgo con su música, pero me parece aberrante que se lo tilde de fascista. Tan aberrante como decir que los porteños son fascistas porque casi la mitad votó a Macri.
No comparto los términos de Fito, pero entiendo su profunda decepción ante el voto de muchos ciudadanos de Buenos Aires, porque a igual que Fito yo me hago las siguientes preguntas donde no encuentro respuestas lógicas:
¿Porqué votaron a quién no cumplió ninguna de las promesas que dijo durante su campaña?
¿Porqué votaron a un individuo procesado por espionaje?
¿Porqué votaron a quién retaceó el presupuesto para hospitales y escuelas?
¿Porqué votaron a quién cerró talleres comunitarios, centros de arte y dejó huérfano de recursos al teatro San Martín?
¿Porqué votaron a quién no tuvo el coraje de pelear a nivel nacional y después de unas cuantas fanfarronadas sobre su candidatura presidencial, decidió bajarse y optar por lo más cómodo, anteponiendo conveniencias a principios?
¿Tan poca sensibilidad social tienen esos porteños y el hecho de que estén bien económicamente no por Macri sino por las medidas adoptadas por el gobierno Nacional, hace que no les importe la desigualdad en la educación y la salud que vive la ciudad?
¿Desde cuando ese afecto por el amarillo patito, el cotillón, los globos de colores y los discursos vacíos?
¿No sienten deseos de tener una ciudad más limpia?
Quizás haya que cambiar las estrategias de campaña, quizás haya llegado la hora de que los políticos bailen cumbias e imiten a sus cantores favoritos y en lugar de pensamientos profundos, empezar con slogans sin contenido y hablar mucho sin que quede ninguna frase para la reflexión.
Quizás también el gobierno se debería replantear cuales fueron los errores de su propia campaña y la falta de seducción para conquistar a muchos radicales que votaron a Macri y a Pino.
Ante la presencia de una lucha desigual donde el monopolio mediático jugó todas sus cartas a favor del delfín de Boca Juniors, tapando sus falencias y errores y magnificando hasta el paroxismo los del gobierno nacional, la campaña de Filmus no estuvo a la altura de las circunstancias.
Es interesante observar que La Nación y Clarín concentraron toda su atención al triunfo del oficialismo porteño (que, dicho sea de paso, fue menor a la de 2007) mientras pasaron por alto la extinción de la Coalición Cívica, la confirmación de que el radicalismo entró en el pasado de la historia, la no aparición del duhaldismo y la fuerte caída de Proyecto Sur respecto de su desempeño en las legislativas de 2009.
Fiebre amarilla en Buenos Aires (pintura de Juan Manuel Blanes)
Extraordinario.
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