lunes, 6 de junio de 2011

LA CONQUISTA DEL POLO SUR

El noruego Roal Amundsen y el británico Robert Falcon Scott, fueron quienes en 1910 llegaron al Polo Sur, punto de la tierra que hasta entonces no había sido alcanzado por ningún ser humano. Amundsen arribó el 14 de diciembre de 1911 y volvió con el resto de la expedición intacta para contar la hazaña. Scott llegó 35 días después, pero las peripecias y sufrimientos de su viaje se conocieron 10 meses más tarde. Fue cuando una expedición encontró su cuerpo congelado y revisando los bolsillos de su ropa rescató el diario donde el malogrado Scott volcaba cotidianamente sus vivencias.
Ambos tenían un coraje y capacidad de resiliencia sobrehumana, pero Amundsen organizó su expedición analizando cuidadosamente todas las variables y alternativas, mientras que Scott se volcó más a la improvisación que a la rigurosidad científica.

                                                                  Roal Amundsen

La crónica de la vida de Amundsen cita que desde niño dormía durante el invierno noruego con la ventana de su habitación abierta para acostumbrarse al frío. Amaba el mar, la aventura y los deportes invernales. También lo apasionaban las historias de las grandes exploraciones hacia territorios desconocidos. Este bagaje de atributos y su espíritu aventurero le permitieron acariciar la idea de llegar al Polo Sur.
A la edad de 23 años decidió que había llegado el momento de emprender la anhelada empresa. Un mecenas de Estados Unidos, el millonario Lincoln Ellsworth, le resolvió el primer problema: el financiamiento de la expedición. Antes de partir convivió un tiempo con los esquimales y de ellos aprendió la forma en que se transportaban en la nieve y copió sus comidas, vestimenta y técnicas de supervivencia. Por entonces, sólo el hermano tenía conocimiento de la aventura que Amundsen estaba planeando.
En un viaje preliminar, dejó a lo largo de muchos kilómetros, pequeños puestos con víveres, para no perecer de hambre durante el regreso de la futura expedición.
Amundsen partió el 19 de octubre de 1911 con 52 perros esquimales, 4 trineos y otros tantos compañeros desde la base situada en la Bahía de Whales. Cien kilómetros de nieve los separaban del Polo Sur. Cincuenta y cinco días después llegó a la meta, plantó la bandera noruega y finalmente al término de un periplo completo de 99 días llegaron todos a la base, pero con sólo 11 perros. Los demás sirvieron de alimento para hombres y animales.


                            La bandera noruega flameando en el Polo Sur
Treinta y cinco días después, la exhausta expedición de Scott con 5 de los 11 hombres que habían partido, alcanzaron el Polo Sur para encontrar flameando la bandera noruega. Al partir Scott había dicho que su principal objetivo era ser el primero en llegar al Polo Sur y asegurar para el Imperio Británico este logro. Por lo tanto, la decepción y frustración que sintieron, no podía ser mayor y está expresada en su diario, que de allí en más sólo registró infortunios, en gran parte como consecuencia de los errores tácticos cometidos por el propio Scott.
Llevaron trineos a motor que pronto se congelaron y tuvieron que ser abandonados, ponies para transportar cargas pesadas que no resistieron el frío y pocos perros a los que no sabían manejar. La vestimenta y los víveres eran escasos e inadecuados. Para empeorar el cuadro, la rígida moral de Scott prohibió alimentarse con los animales muertos.
Durante el regreso los acompañó el mal tiempo. Uno de los expedicionarios, el capitán Lawrence Oates decidió sacrificarse para que alcanzaran las provisiones y con flema inglesa, anunció que iba a dar un paseo. Sus compañeros vieron como su figura se iba desvaneciendo en la ventisca. Sabían que no lo verían más.
La última nota del diario de Scott es dramática: “Hace días que estamos dentro de la carpa porque la tormenta nos impide seguir viaje, estamos cada vez más débiles y nuestro fin no está lejos. Es una pena, pero no creo que pueda seguir escribiendo.”
       Robert F Scott con uniforme de oficial de la Marina Británica y a la derecha durante la expedición mostrando en el rostro los signos de agotamiento por el esfuerzo realizado 

Si el rígido código ético de Scott hubiera hecho la concesión de usar los animales como alimento, quizás y pese a los numerosos errores, parte de la expedición hubiera sobrevivido. Scott no evaluó que en situaciones límites de vida, cierto pragmatismo moral permite separar la vida de la muerte.

1 comentario:

  1. Conmovedora historia que nos debe dejar una enseñanza. En las conquistas, como en la política, no hay que actuar improvisando y, ocasionalmente, no hay más remedio que acceder a comerse algunos perros, o sapos.
    MB

    ResponderEliminar