viernes, 24 de junio de 2011

EL MUDO


Hace 76 años que falleció Gardel y el mito persiste inamovible, por la sencilla razón de que se retroalimenta continuamente debido a que cada día canta mejor.
En su homenaje traigo a colación 4 anécdotas del Mudo y un cuento de mi amigo Juan Vera.

De las muchas anécdotas que hay sobre Gardel, se pueden seleccionar estas cuatro sacadas de distintos números de la revista La Maga:
En una entrevista a Juan Carlos Onetti, Alfredo Zitarrosa le pregunta “¿Cuál tango de Gardel le gusta más? Y Onetti responde: “¿Te das cuenta que Gardel es el tango?, a mi me gustan todos”

En un reportaje de la Revista La Maga, Joan Manuel Serrat se expresa: “No quiero exagerar, pero creo que tengo todas las canciones de Gardel. De tanto oírlo ya se donde se detiene, donde retoma, donde hace la inflexión de la voz. Soy un gardeliano auténtico y no de ahora, creo que desde que mi padre me habló de él.”

Charles Chaplin conoció a Gardel en Niza y manifestó: “Su rostro, su postura, su mirada, su arte constituyen el centro de atención. El duende, el ángel, está presente en el rincón donde sonríe, no importa quienes sean los hombres y las mujeres que lo rodean.”

Finalmente, el comentario de Aníbal Troilo: “Carlos Gardel, pibe…era el tango, era Buenos Aires, era la noche, era el día, era el sol, era la copa. Pobre del que no lo conoció. Yo sí lo conocí, como hombre, como cantante y como jailaife”.

LA SONRISA
(Memorias de José Campanetti)
Por Juan Vera

Como te lo cuento. Diluviaba y parecía no importarle haciendo la interminable cola. No distinguía si el agua de lluvia que le chorreaba por la cara o si estaba llorando. Porque el General ya no estaba más. Lo estaban velando. Y si lo lloraba era porque le había muerto un padre.
Me juraba que en el 45 había cruzado el riachuelo en un bote destartalado para liberar al líder. Juntos fueron todos ese 17 de octubre a la plaza sintiéndose fuertes. Y por primera vez volvieron  a sus casas orgullosos. Y ganadores. Después de eso nunca más.
 Al rato le hice abandonar la cola porque tosía y temblaba como un bendito y lo llevé a un boliche de la recova. Nos mandamos un par de salchichas con mucha mostaza y dos botellas Pilsen negra. Puso una moneda en la vitrola y cayó un disco de Carlitos Mi otro papá, dijo como si fuera una confesión hace 25 años que no lo veo. Y se quedó mirándome un retruque. Le dije que ese papá había muerto en Medellín hacía más de 35 y que se dejara de joder con los lamentos.
Nuestros encuentros en el sindicato desde hace años fueron siempre para hablar un poco de política sindical y mucho de fútbol, pero poco sabíamos uno del otro más allá de nuestros nombres. Entonces me largó esta historia, como te la cuento.
A los veinte años me la rebuscaba cantando – me dijo – y no me iba mal. La pasaba fenómeno en el ambiente tanguero y con las minas, me saludaban por la calle y de paso sacaba unos mangos. Pero me di cuenta que lo mío no me serviría por mucho tiempo. Pensaba en largar y enchufarme de nuevo en la Telefónica.  Estaba peludeando en un café de Boedo cuando desde el escenario vi entrar a Argentino Marchese; me hizo un guiño y se apostó en el mostrador. Marchese era el  ladero del organizador de la gira de Gardel por América, pariente de uno de los guitarristas, creo que de Riverol. Me esperó para preguntarme si quería prenderme aprovechando el ambiente que estaba levantando el maestro por el norte. Marchese me recomendaba a un representante colombiano y así fue como al mes estaba en Bogotá con un contrato de tres meses Me uní al grupo de Gardel al tener que llevarle desde Buenos Aires una encomienda con ponchos salteños, un paquete de cartas y recortes de diarios para el morocho además de yerba mate y otras bagatelas que me había traído Argentino para aprovechar mi viaje. Eran los primeros días de Junio y no me despegué de ellos hasta el día que tomaran el fatídico F 31 desde Medellin. Los acompañé al aeródromo y fui uno de los que con desesperación corrió primero hacia el montón de fierros y olor a metal, nafta y carne quemándose. Algunos atrevidos sacaban algún cuerpo todavía vivo pero yo estaba seguro que el de Carlitos era uno de los que estaban aplastados por el enorme motor del F 31 que estaba al rojo vivo. Se empezó a juntar gente curiosa y la policía hizo un cerco para darle espacio a los bomberos y camilleros. A mi me confundieron por uno de los voluntarios del aeródromo y pude remover con mis manos entre restos todavía tibios lo que quedaba de la carga. Buscaba sobre todo el cuerpo que llevara un cinturón de hebilla de plata redonda y las letras CG regalo de la madre traído por mí que era el que llevaba puesto Carlitos al subirse al avión. Encontré la hebilla que mantenía su brillo entre huesos que parecían tizones con restos de pellejos y colgajos ennegrecidos; debajo de un cráneo con pelos chamuscados y los dientes alineados y blanquitos que eran una caricatura de la sonrisa perpetua. Escondidos en uno de los baldes que había servido para apagar remanentes de focos me llevé, envuelto en trapos y papeles de diario, la sonrisa y la hebilla a la pensión.
Terminó lo que le quedaba de cerveza en el vaso; me miró con mirada todavía lluviosa y lejana. Pensé que la tristeza honda le resta todo espacio a la fantasía y él estaba demasiado triste para la mentira. A medida que hablaba me infundía de visiones nítidas con imágenes del bote navegando en umbrosas, pestilentes aguas del Riachuelo y la sórdida profanación del cuerpo aún crepitante tirado sobre un campo raso de Colombia. Como el de Perón, hay cuerpos a los que se le saca provecho sin pedirle permiso.
 Levantó el viejo chaleco para mostrarme el cinturón que llevaba puesto y pude ver clarito la hebilla con las siglas CG. Quedó un tiempo largo en esa posición, casi en obsceno desafío, dando sobrado tiempo para la comprobación del sacrilegio del que no me quedó ninguna duda fuera su autor. Después, me señaló su boca que empezó a articularse como preparativo de acceso a una caricaturesca ficción de sonrisa perpetua, de la que brotó una dentadura alineada, perfecta, pero pardamente marchitada por el tiempo. Sus ojos seguían lejanos y lluviosos y me dieron un escalofrío que todavía me acompaña.
Tango soledad  
http://www.youtube.com/watch?v=lT6Xh3wVj0o

Última foto de Gardel ya dentro del avión que al intentar despegar del aeropuerto de Medellín se incendió al chocar con otra máquina en tierra. El rollo de fotos se pudo rescatar intacto.

1 comentario:

  1. El Mudo, El Zorzal Criollo, El Morocho del Abasto, El Mago, El Rey del Tango o El Francesito. Por Siempre ¡Idolo!!!
    Jailaife

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