El
joven pastor de ovejas tiene once años, es hijo de agricultores que murieron
cuando él tenía tres. Ahora trabaja para su tío Bernardino donde también
realiza tareas de peón de campo en San Pablo Guelatao. Es analfabeto, solo
habla zapoteca y porta el estigma de ser mestizo, pero tiene una enorme
ambición de aprender y en aquel poblado no hay establecimientos educativos. Le
ha pedido a su tío que lo deje ir a la ciudad para estudiar, pero éste se lo
negó reiteradamente.
Un día al muchacho se le pierde una oveja y
para evitar el castigo toma la decisión que hace tiempo venía creciendo en su
mente: se marcha de San Pablo Guelatao y se dirige a Oaxaca. Deja su pueblo
natal constituido por una minoría blanca descendiente de españoles y una mayoría
india y mestiza despreciada y relegada a la cual él pertenecía.
Así comenzó la vida de quien gracias a su
capacidad de resiliencia, su inteligencia, su perseverancia y una férrea
disciplina llegó a ser presidente de México y considerado como el mejor gobernante
que tuvo el país hasta la fecha. En la historia de esa nación, Benito Juárez
marcó un antes y un después por sus medidas sociales y la lucha por la
soberanía, desafiando durante casi todo su largo mandato, múltiples adversidades tanto locales como externas. Estableció las bases de la
República enfrentando traiciones e intereses antinacionales de los grupos de
poder locales y extranjeros.
Benito
Juárez (1806-1872)
Una vez en Oaxaca se alojó en la casa de Maza,
un comerciante extranjero gracias a que Josefa, hermana de Benito, trabajaba
allí como cocinera. Cito este pasaje fugaz de su vida porque la hija adoptiva
del comerciante, llamada Margarita, por entonces una beba recién traída al
hogar de los Maza, en el futuro se convertiría en su esposa.
Estudió en una
escuela de la ciudad, donde sufrió la discriminación por ser mestizo y no
formaba parte de los niños llamados “decentes”. Para Juárez la escuela tenía una enseñanza
mediocre y optando por ser autodidacta llegó finalmente a ingresar al Instituto
de Ciencia y Artes de Oaxaca donde egresó como abogado y dominando latín,
inglés y francés. El título lo utilizó para defender los derechos de peones
rurales tan mestizos como él. En los litigios afectaba los intereses de los
terratenientes lo que le valió ser encarcelado en dos oportunidades.
En los años siguientes Juárez fue escalando
posiciones en forma lenta pero inexorable. Fue docente de la universidad de
Oaxaca, ministro suplente de la Corte de Justicia, diputado electo de la Honorable
Legislatura del estado de Oaxaca, capitán de la quinta compañía del Primer
Batallón de Milicia Cívica de su estado, ministro interino de la Corte de
Justicia y ministro suplente del Tribunal Superior de Justicia.
Por entonces Juárez tenía 34 años, Margarita,
la niña que conoció de beba en la casa de los Maza, ahora era una joven de 18 y
a Juárez, que cada tanto los visitaba, no le había pasado desapercibido que la
adolescente se había transformado en una mujer atractiva. Los padres adoptivos
habían tratado infructuosamente de conseguirle un marido, pero en aquella
sociedad extremadamente clasista y prejuiciosa, nadie quería tomar por esposa a
quien había sido una “expósita”, que así se llamaba a los niños de padres
desconocidos. Un día Juárez se presentó ante los Maza y les manifestó que sería
para él un honor poder desposar a Margarita. Sin imaginarlo la joven entraba a
formar parte del turbulento, terrible y apasionante mundo de su esposo.
Margarita
Maza
En 1847 Juárez fue electo diputado nacional y
debió trasladarse a la ciudad de México. Ese mismo año se incorporó a la
masonería. Durante la guerra con Estados Unidos, fue designado gobernador de
Oaxaca y en sus 6 años de gobierno modernizó totalmente el territorio con
escuelas, hospitales y caminos. Cuando se retiró dejó con balance positivo las
finanzas de aquel estado. Ese retiro no fue voluntario sino violento, como gobernador
había impedido el ingreso de Antonio López de Santa Anna que venía fugitivo de
la guerra con Estados Unidos. Éste nunca se lo perdonó y cuando llegó a la
presidencia, además de proclamarse “Su Alteza Serenísima” y transformarse en
dictador, una de sus primeras medidas que adoptó fue encarcelar a Juárez y
enviarlo al exilio. Margarita quedó sola con seis hijos y perseguida por la
dictadura debió refugiarse sucesivamente en estancias y casas de amigos.
Juárez desde Nueva Orleans participó del
movimiento que derrocó al dictador Santa Anna y a su regreso a México fue
nombrado presidente de la Suprema Corte de Justica y al poco tiempo, después de
un autogolpe del presidente Comonfort, fue proclamado en 1858 presidente de la
República. El pastor de ovejas, mestizo y analfabeto, había llegado a ocupar el
máximo cargo político de su país.
Se puede decir que ésta fue la etapa más
difícil de Juárez, durante la cual dio muestras de su entereza y línea de
conducta inamovible para mantener a raja tabla sus principios y decisiones.
Durante su gobierno se enfrentó a los dos mayores poderes de México: los
terratenientes y la Iglesia Católica. Con la nueva Constitución, por él creada,
ambos fueron privados de muchos privilegios, particularmente la Iglesia, uno de
los peores enemigos que tuvo México en su historia. Esta institución ejercía
todas las funciones que atañen a un registro civil, poseía grandes riquezas,
estaba aliada con los terratenientes, practicaba la simonía o sea que medraba
económicamente con la administración de los sacramentos, e influenciaba en las
decisiones políticas.
Para estos poderes, Juárez era un estorbo
insoportable y para expulsarlo adoptaron la infame decisión de pedir ayuda a
una potencia extranjera. Un grupo de aristócratas, equivalente a los
terratenientes de nuestras pampas, se embarcó para Europa y se dirigió a Trieste
donde se encontraba Maximiliano, el archiduque del Imperio Austro-Húngaro. Allí,
en el palacio de Miramar, le solicitaron que aceptara ser emperador de México.
Maximiliano
de Habsburgo y Carlota de Bélgica
Presionado por Napoleón III quien le prometió
el apoyo de fuerzas francesas y por el Papa que estaba indignado por el
avasallamiento de los bienes de la Iglesia, Maximiliano cometió el peor error
de su vida al aceptar la oferta. Con
su esposa Carlota de Bélgica arribó al puerto de Veracruz en 1864, sin saber
que a su reinado y a su propia vida solo le quedarían tres años. Con él se
introdujo una fuerza considerable de soldados franceses cuya función, junto con
regimientos locales de los terratenientes, era sacar definitivamente a Juárez
del poder y darle mano libre a Maximiliano.
A Juárez jamás se le pasó por la cabeza
capitular o rendirse y menos ante lo que consideraba como la usurpación por
parte de una potencia europea. Abandonó la casa de gobierno y con su séquito de
ministros, secretarios y carretas que transportaban los archivos de la nación,
se convirtió en un estado itinerante. Lo escoltaba una reducida caballería
armada que llevaba el ostentoso nombre de “Batallón de Supremos Poderes”. Todo
este conjunto inició una larga y dolorosa peregrinación huyendo de sus enemigos
y durante su itinerario en ocasiones tuvo que disfrazarse para pasar
inadvertido.
Los pobladores de Guanajuato, Chihuahua, San
Luis de Potosí, Monterrey, Saltillo y Durango, vieron llegar aquella caravana
polvorienta que se detenía para establecer temporalmente la sede del gobierno y
luego proseguir el camino hacia el pueblo siguiente. Por todas las ciudades por
las que pasaba era recibido calurosamente por las respectivas poblaciones. Durante
ese período, Juárez mandó a su esposa Margarita con dos de sus hijos a Estados
Unidos para protegerla de cualquier amenaza.
Algunos historiadores, enemigos de Juárez,
describieron a Margarita en Nueva York comprando joyas y ropa a costa del
erario público. La realidad era totalmente diferente ya que ella vivió en
extrema pobreza en un sucucho de la ciudad. Dos de sus hijos fallecieron de
neumonía, tragedia que casi enloqueció de dolor y depresión a Margarita.
Por su parte a Maximiliano le empezaron a
surgir problemas que lentamente empezaron a erosionar su poder. Tuvo el buen
tino de no derogar ninguna de los decretos que Juárez había producido durante
su gobierno, algo que no esperaban los terratenientes ni la Iglesia que comenzaron
a quitarle apoyo. En Estados Unidos había terminado la Guerra de Secesión en la
cual el país estuvo totalmente sumergido y al echar un vistazo al mundo
exterior, Andrew Johnson, el sucesor de Abraham Lincoln, y su gabinete vieron
con malos ojos que una potencia extranjera se hubiera inmiscuido en América,
zona que el país del norte consideraba de su influencia. Comenzó a darle apoyo
logístico a Juárez y desde Washington presionaron a Napoleón III para que
abandonara sus sueños imperiales y retirara las tropas francesas de México.
Este lo hizo casi de buena gana porque el costo de mantenimiento de su ejército
en México se estaba volviendo insostenible.
Sin apoyo de nadie, Maximiliano comenzó a
perder terreno mientras que las fuerzas de Juárez empezaron a reconquistar
ciudades. Éste fue despiadado con los traidores que apoyaron al emperador y
cuenta la leyenda que el obispo de
Oaxaca había pedido garantías a Juárez ante su inminente entrada a la ciudad, a
lo que éste respondió que le dejaría vestir las mejores prendas para su
fusilamiento. El obispo huyó de la ciudad junto con personalidades de la alta
sociedad, que habían sido afines al imperio.
Maximiliano se refugió en Querétaro y con sus
fuerzas trató de abrir el cerco de soldados de Juárez que rodeaba la ciudad,
pero finalmente fue apresado con los generales mexicanos que lo acompañaban. Su
esposa Carlota que se había trasladado a Europa en busca de ayuda, golpeó las
puertas de todas las instituciones que oportunamente habían presionado a
Maximiliano a tan desatinada aventura. No consiguió nada y en su desesperación
sufrió un colapso nervioso y perdió la razón.
Un tribunal de guerra condenó a muerte al desventurado
emperador por usurpador y a sus compañeros por traidores a la patria. De toda
Europa llovieron notas y pedidos de clemencia, pero Juárez se mantuvo inflexible.
Dice la tradición que manifestó: “No mato al hombre, mato la idea”. El 19 de
junio de 1867, Maximiliano y sus dos generales fueron fusilados en El Cerro de
las Campanas. La noticia dio la vuelta al mundo y el pintor impresionista
Edouard Manet la plasmó en el lienzo.
Fusilamiento
del emperador Maximiliano. Óleo de Edouard Manet. National Gallery, Londres.
Juárez hizo traer de Estados Unidos a
Margarita y sus hijos y el encuentro se produjo a mitad de camino cuando ella
se dirigía hacia México. Él llegó
en su clásico carruaje negro, vestía levita nueva, en su mano izquierda portaba
un bastón como símbolo de presidente y en la mano derecha un ramo de flores
para Margarita que lucía más delgada. Hacía cinco años que no se veían, él
corrió hacia ella y se abrazaron largo rato. Benito Juárez escribió días
después: "Aquel instante valía por todas las recompensas que un hombre
puede recibir".
Antonio Aguirre. Programa especial. Benito
Juárez. La otra Historia. https://www.youtube.com/watch?v=j5agGy_vQ_A
Muchas gracias Ricardo: Muy interesante. No conocía la historia de este hombre.Un abrazo grande a vos y tu esposa.
ResponderEliminarP.D. ¡Qué paliza!. Tenías razón.
Bella HISTORIA de PURA VIDA y TENACIDAD en las convicciones!
ResponderEliminarMuchas Gracias!!
Hermosa y excelente prosa histórica, Richard.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte
Mauro
Un patriota, un hombre íntegro. Gracias.
ResponderEliminarGracias, interesante
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