Según
la Real Academia Española, entre las varias acepciones del término cortesana se
refiere a la mujer que ejerce la prostitución, especialmente si lo hace de una
manera elegante y distinguida. Creo que la canónica institución debería
agregar: “en las cortes europeas también se llamaba cortesanas a mujeres que,
en general, poseían un título de nobleza y que por su belleza, sagacidad o
inteligencia accedían a convertirse en amantes de un monarca”. Quedaba excluido
el ejercicio de la prostitución, aunque eran compensadas con numerosos favores.
Varias
de ellas pasaron a la historia por el aporte que hicieron a la cultura y a las
artes. Aquí me referiré a dos: Ninon de Lenclos y Madame de Pompadour.
Ana "Ninón" de Lenclos
Ana
de Lenclos nació en París en 1615, quien más se destacaba en la familia era su
padre, un militar cuya fama de valiente y arrojado había trascendido largamente
el grupo familiar. Su esposa tímida y aficionada a la oración gustaba del
retiro en lugar de las intrigas de la corte. Ana la única hija del matrimonio
era amada por ambos. El padre le inculcó las artes y habilidades para
pertenecer a la burguesía y la alta sociedad, pero además la impulsó a
desarrollar los conocimientos para transformarla en una mujer culta. Podemos
decir sin equivocarnos que recorriendo la historia buscando relaciones entre
padres e hijas, el comportamiento del señor de Lenclos era totalmente atípico,
máxime tratándose de un militar.Por su parte la madre trató de inclinarla hacia
la oración, el recato y el amor a Dios. Es ocioso señalar que la joven eligió
lo primero.
Su madre, y poco después su padre,
fallecieron cuando ella tenía 16 años. Éste antes de morir le dijo: “Tú, hija
mia, que vas a sobrevivirme un considerable número de años, cuida de aprovechar
desde muy luego un tiempo tan precioso, y sé más escrupulosa en la elección que
en el número de tus placeres”. Ana cumplió al pie de la letra los deseos de su
padre, vivió 85 años en lugar del promedio de 45 de la época, siguió
cultivándose, eligió como amistades las mentes más brillantes del siglo XVII y
rechazó de plano el matrimonio. No estaba dispuesta a ser ama de casa y criar
hijos, quería gozar de la vida tener amores y amistades, pero conservando su
integridad y su honor y sobre todo su libertad.
Ana
“Ninón” de Lenclos (1615-1705)
La vida disipada de su padre le enseñó que
debía cuidar la modesta fortuna heredada y lo hizo con tan buena administración
que se aseguró una renta adecuada a todo lo largo de su vida. Ana era
moderadamente hermosa, pero lo que la hacía irresistible a los hombres era su
encanto personal, su rica y elaborada conversación, su postura, sus gestos y su
sonrisa. Por estímulo de sus padres leía a los clásicos desde los 10 años,
dominaba el español y el italiano y sacaba hermosos arpegios tocando el
laúd.
Las tertulias parisienes pronto admitieron a
la señorita de Lenclós que invariablemente concentraba el centro de las
conversaciones donde hombres y mujeres la escuchaban atentamente. Marqueses,
condes y destacados hombres de letras pasaron por su lecho, algunos duraron
pocas semanas otros varios meses y muy pocos la tuvieron como amante durante
varios años. Buscaba a los hombres por su talento y virtudes, nunca por dinero
o para escalar posiciones en la sociedad. Tenía la habilidad de desprenderse de
ellos sin dejar ninguna estela de rencor o celos y de todos conservó la amistad
a través de los años. Moliere acudía a verla cada vez que terminaba una de sus
obras para conocer su opinión. El abate de Chateauneuf, amigo de Ninón, recibió
de ella una fuerte suma para que le comprara libros a su hijo Francois-Marie Arouet
quien los leyó y se convirtió en Voltaire.
Francois-Marie Arouet (Voltaire) (1694-1778)
De las numerosas anécdotas que se contaban
sobre Ninón rescato una por lo trágica e impactante. Uno de sus amantes, el
marqués de Gersai la embarazó y al niño siempre se le ocultó su origen materno.
Vivió siempre con su padre quien lo educó bajo el nombre del caballero Villiers
hasta que en un momento el joven fue presentado en sociedad y como sitio
obligado de entonces recaló en la mansión de Ninón y participó en sus
tertulias.
Por entonces Ninón tenía sesenta años
físicamente muy bien llevados y muy pronto Villiers se enamoró de ella sin
saber que era su madre. Su pasión adquirió ribetes de tal magnitud que ella
después de intentar disuadirlo en innumerables ocasiones, terminó prohibiéndole
la entrada a su mansión, pero en una ocasión en que ella estaba pasando sus
vacaciones en su casa de campo la fue a visitar. La pasión de Villiers no había
menguado en absoluto y fue tal su vehemencia que Ninón se sintió conmovida y
bajó su resistencia, actitud que fue interpretada por el joven como una
aceptación. Creyendo cercano el momento de su felicidad, se arrojó sobre ella
intentado pasar a la acción. Ninón retrocedió angustiada y se vio en la
necesidad de confesarle que era su madre. Desesperado Villiers huyó como alma
en pena de la casa, se dirigió al bosque y se clavó su propia espada. Ninón fue
presa durante meses de angustia y depresión que no se calmaba con las
solicitudes y afectos de sus amigos quienes supieron guardar discreción sobre
el episodio.
Pese a su riqueza intelectual y la
posibilidad de rodearse de filósofos y literatos, Ninón escribió muy poco
durante su vida y de sus obras la que más se destaca es el intercambio
epistolar que tuvo con el marqués de Sevigné: Lettres de Ninon de L’Enclos au marquis de Sévigné. A los 85
años decidió que había gozado de la vida lo suficiente y expiró. Fue una
epicúrea dispuesta a disfrutar lo más posible de la vida, sin caer en excesos
ni frivolidades. Una de sus frases lo dice todo: “El
amor es una comedia en la cual los actos son muy cortos y los entreactos más
largos: ¿cómo llenar los intermedios sino mediante el ingenio?”. Ninón supo muy
bien llenar esos intermedios.
Jeanne-Antoinette Poisson
(Madame Pompadour)
Jeanne tenía 9 años cuando su madre la llevó
a la casa de una vidente gitana para que le predijera el futuro. La mujer miró
a la niña un largo rato, contempló su hermosura y su rostro inteligente,
inspeccionó sus manos y sin titubear le dijo: “Querida niña reinarás en el
corazón de un monarca”.
La infancia de Jeanne fue difícil, su padre
era un fugitivo de la justicia acusado de estafa a la Hacienda Pública. Su
madre una hermosa mujer llamada Madeleine de la Motte, para sobrevivir recurrió
a la ayuda de sus amantes, pero nunca descuidó la educación de la hija y puso a
su disposición los mejores maestros. A la edad de 20 años Jeanne contrajo
matrimonio con Carlos Guillermo le Normant d’ Etiolles, el hijo de uno de sus
protectores que también había sido amante de su madre. De esta unión nació la
única hija que se llamó Alexandrina.
Jeanne-Antoinette Poisson (Madame Pompadour) (1721-1764)
En la nueva mansión de casada abrió los
salones a sus amigos influyentes con cercanía a la nobleza. La joven estaba
convencida de que para hacer real la predicción de la vidente, también tenía que
poner su propio ingenio y esfuerzo. La ocasión se presentó cuando Jeanne tenía
24 años y el rey Luis XV organizó un baile de disfraz abierto al público. El
rey se apareció acompañado de varios nobles todos con el mismo disfraz, el
desafío consistía en que alguna de las damas reconociera quien era el monarca.
Jeanne era inteligente, sagaz y observadora, se percató que uno de los
disfrazados se expresaba con voz más ruda y más borbónica y tenía un aire
autoritario. Se acercó, giró alrededor de él coqueteando y finalmente se quitó
la máscara. Como en el cuento de la Cenicienta, Luis XV quedó prendado de su
belleza.
La joven tenía un punto a su favor, la amante
oficial del rey hacía poco que había fallecido, pero tenía otro punto en
contra, la costumbre exigía que para conquistar el favor del monarca la dama
debía tener un título de nobleza. De lo contrario solo podía aspirar a
ocasionales revolcones, pero nunca sería una amante estable. Había otro
inconveniente aunque menor, era una mujer casada.
Luis
XV (1715-1774)
Sin embargo, el enamorado monarca fue
resolviendo uno por uno los obstáculos. En estos casos siempre suele haber un
perdedor, a las pocas semanas el esposo, Carlos Guillermo, recibió una fuerte
suma y junto con ella una notificación para que abandonara París. El tema del
título de nobleza Luis XV lo resolvió en forma expeditiva. El marquesado de
Pompadour había quedado sin heredero y lo apropió la familia Condé. El monarca
compró los derechos por una fuerte suma y se lo otorgó a Jeanne, quien a partir
de ese momento ingresó a la historia como la marquesa de Pompadour.
Había un último trámite que podía convertirse
en un obstáculo, se requería el visto bueno de la esposa del rey: la reina
María Carolina, princesa de Polonia. Cuando le presentaron a madame Pompadour
después de un corto diálogo la reina dijo: “Si el rey va a tener un amante,
prefiero que sea ésta”.
Luis XV, a diferencia de su predecesor, era
haragán y pusilánime, rodeado de una corte de aduladores dejó que madame de
Pompadour manejara muchas de las decisiones del palacio. Transformó a
Versailles con detalles de buen gusto, incorporó tapices, muebles, impuso el
estilo rococó y fue la creadora de la fábrica que produjo las famosas
porcelanas de Sevres. Convocó artistas, organizó conciertos y en sus salones
ingresaron los iluministas franceses: Diderot, d’Alembert, Voltaire y Rousseau.
Pero lo que hace a madame de Pompadour
merecedora de ingresar en la historia fue su apoyo incondicional para que se
publicara la Encyclopédie, el mayor
tratado del conocimiento humano producido hasta entonces.
J.R.
Losañez. Cartas de Ninon de Lenclos al marqués de Sevigné. Madrid 1844. En la
imprenta de D. Antonio Yenes.
Meetings: Ninón de Lenclos and
Voltaire. Rodama: a blog of 18th century & Revolutionary French trivia,
02/02/2014.
Will y Ariel Durant. La edad de Voltaire. Editorial Sudamericana;
Buenos Aires 1973, pag.155-172.
Excelente , interesante, !!
ResponderEliminarEntretenida historia de mujeres notables
Muchas Gracias Dr.
Muuuuy bueno!!!
ResponderEliminarInteresantísimo, Ricardo. Había oído de Madame de Pompadour pero no de Ana de Lencios. Me parece haber oído la historia de que cuando una de ellas (o las dos) murieron de mucha edad, en la elegía fúnebre se dijo que en los últimos días su vida, practicaron con perfección la virtud de la castidad.
ResponderEliminarAbrazos