Los murales mexicanos
A semejanza de las demás actividades
humanas, el arte no escapa a las controversias. Tanto en la pintura como en la
literatura y en las artes plásticas, entre las opiniones que se encuentran en
disputa, se destaca la que señala si el artista debe o no expresar en su
producción un compromiso con la sociedad. Para algunos es un deber que lo haga,
mientras que para otros la obra no debe “contaminarse” con ideas políticas.
Considero que ambas variantes son aceptables, pero prefiero la primera, y en
este aspecto, los muralistas mexicanos se sumergieron con toda su fuerza y
talento artístico, volcando su militancia política en la pintura.
La historia del nacimiento de los
murales mexicanos se remonta al comienzo de 1920 durante la administración del
general Obregón. El movimiento muralista de ese país, que fue revolucionario a
nivel mundial, está constituido por 3 líderes: Diego Rivera, José Clemente
Orozco y David Alfaro Siqueiros. Simpatizantes del comunismo, consideraron que
el arte debe proyectarse fuera de los museos y galerías, volverse gigantesco y estar
situado en lugares donde toda la población pudiera apreciarlo.
Estos tres artistas desempeñaron un
papel central en la vida cultural de México durante el período
postrevolucionario. Sus obras no podían ser compradas ni vendidas, porque
fueron creadas bajo pedido del gobierno con el propósito de exhibirlas
permanentemente en las paredes de los edificios públicos para que toda la
población las apreciara. De la gigantesca producción de estos tres gigantes, me
limitaré a Diego Rivera, haciendo énfasis de su obra “El hombre en la
encrucijada”.
Rivera nació el 8 de diciembre de
1886 en la ciudad de Guanajuato. Desde la infancia y oponiéndose a los deseos
de su padre, quien pretendía que siguiera la carrera militar, comenzó a tomar
clases nocturnas en la Academia de San Carlos de la capital mexicana. Su
talento artístico le permitió ganar una beca para profundizar los estudios en
Europa donde permaneció durante 15 años, lapso durante el cual en forma
secuencial tuvo amoríos con dos artistas rusas y de cada una engendró sendos
hijos que casi nunca vio.
También durante este período sus obras sufrieron
cierta influencia de Paul Cezanne y del postimpresionismo.
A su regreso a México quedó cautivado
por los murales de Orozco, Rufino Tamayo y Siqueiros, pero decidió desarrollar
su propio estilo.
Diego Rivera (1886-1957) Autorretrato
Diego Rivera (1886-1957) Autorretrato
Diego Rivera, usando formas
simples y colores muy vivos, abordó todos los aspectos de la historia de
México, desde la vida cotidiana de los aztecas, pasando por la conquista
española, donde resaltó, sin escatimar detalles, la crueldad de Hernán Cortés y
sus hombres, para finalizar con la Revolución Mexicana.
Porción de mural que muestra una escena de la conquista de
América y el sometimiento a esclavitud de los indios
En búsqueda de un
medio adecuado a esta expresión decidió experimentar con la técnica del fresco,
que consiste en pintar directamente sobre la argamasa (mezcla de cal y arena)
mojada, para que el color penetre y, al secarse aquélla, lo fije.
La mayoría de estos murales fueron realizados durante la década de 1920 y se encuentran en los principales edificios públicos del Distrito Federal. Ver las obras de los tres grandes muralistas mejicanos es un paso imprescindible para cualquier persona que ama el arte, ya que constituyen un fenómeno pictórico único en la historia de la pintura universal.
La mayoría de estos murales fueron realizados durante la década de 1920 y se encuentran en los principales edificios públicos del Distrito Federal. Ver las obras de los tres grandes muralistas mejicanos es un paso imprescindible para cualquier persona que ama el arte, ya que constituyen un fenómeno pictórico único en la historia de la pintura universal.
El hombre en la encrucijada
Entre 1930 y 1934, la fama de Rivera
había adquirido tal dimensión que fue convocado para pintar murales en Estados
Unidos. Se fue al país del norte acompañado por su esposa y pintora Frida
Kahlo, cuyas obras después de muerta valdrían fortunas y se harían enormemente
populares. En el Instituto de las Artes de Detroit, Rivera realizó una alegoría
y exaltado elogio del desarrollo industrial de ese país.
Diego Rivera y Frida Kahlo
Luego
se trasladó a Nueva York para pintar un mural del Rockefeller Center, un
conjunto de rascacielos que se convirtieron en el emblema de Nueva York. Este
paso de Rivera constituía toda una contradicción para un artista que afiliado
al Partido Comunista e imbuido de profundos ideales revolucionarios, se encontraba
ahora en el epicentro del mundo capitalista y nada menos que en el edificio del
magnate de la Standard Oil. Los Rockefeller estaban considerados en el mismo
Estados Unidos como pertenecientes al grupo de los “robber barons”. Así se denominan los millonarios de escasos
escrúpulos que hicieron su fortuna sin escatimar el empleo de métodos
enfrentados con la ética.
El magnate y su familia conocían las ideas socialistas de Rivera, pero querían
contar con un artista de su reputación para pintar uno de los tres murales del
vestíbulo de la sede de la compañía petrolera. Se trataba simplemente de que
pusiera a un lado sus creencias políticas y trabajara como lo había hecho en
Detroit para los Ford, donde se limitó a ensalzar los logros de la ingeniería
norteamericana. El mexicano aceptó las cláusulas del contrato y puso manos a la
obra.
A medida que el trabajo avanzaba, Rivera que ya había recibido varias
críticas de sus correligionarios y quizás sintiéndose un traidor a la causa
socialista, en una especie de rebeldía a la situación en que se encontraba,
comenzó a realizar cambios sustanciales, se alejó de los bocetos originales que
había mostrado a Rockefeller y pintó un mundo bipolar.
El mural resultó ser de
una composición compleja y bellísima. La figura central era un hombre que
representa a la humanidad. En sus manos están las herramientas de la ciencia y la tecnología
que aluden indudablemente a su capacidad de control y manejo de la historia con
miras al futuro. Del lado izquierdo hay
signos claros del mundo capitalista: fuerzas del orden reprimiendo obreros, una
burguesía decadente que solo piensa en fiestas y diversiones y ejércitos
invasores con máscaras antigás. Para el pintor representaban el pasado. Sin
embargo, fueron las imágenes de la parte derecha del panel, que simbolizaban el
futuro de la humanidad, las que suscitaron todas las críticas y controversias. En
la parte superior del mural surgía el pueblo organizado, marchando por su
derecho a gobernarse, pero más abajo, entre las
masas obreras, se encontraba la figura inconfundible de Lenín.
Cuando Rockefeller vio el mural, en estado ya muy avanzado, le exigió a
Rivera que retirara la figura del fundador y personaje cumbre del Partido
Comunista. “Es mi mural” sentenció el mexicano. “Sí, pero está en mi pared” le
contestó el magnate. Ambos adoptaron posiciones totalmente intransigentes y
finalmente Rockefeller indemnizó al pintor y mandó destruir el “infame” mural.
Afortunadamente, la obra había sido filmada durante su elaboración, se
habían tomado numerosas fotos desde distintos ángulos y además estaban los
bocetos. Rivera regresó a México maldiciendo y denostando al magnate y decidido
a que su creación no debía morir, la replicó en el tercer piso del Palacio de
Bellas Artes del Distrito Federal.
Le hizo varias modificaciones y se desquitó
pintando a la señora de Rockefeller junto con una prostituta jugando a las
cartas, también agregó la figura de Charles Darwin. Del lado derecho, no solo
quedó Lenin, agregó también a Marx, Engels, y Trotsky.
El mural se extiende sobre una superficie de 4,46 x 11,46 metros y es
una joya del arte pictórico y un desafío para todos los que pretenden negar la
evolución de los procesos históricos. Ahora se llama “El hombre controlador del
Universo”.
El hombre controlador del
universo
Desmond Rochfort. Mexican
Muralists. Laurence King Publishing. London 1993.
Rachel
y Josh. El muralismo mexicano. El hombre controlador del universo: un análisis.
http://rachel-y-josh.tumblr.com/post/130108487588/el-hombre-controlador-del-universo-un-an%C3%A1lisis
Muy bueno, Ricardo, tu artículo sobre Diego Rivera y gracias por mandar. Su arte es magnífica, su política no tanto.
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