sábado, 16 de noviembre de 2013

LA BANALIDAD DEL MAL

La excelente película Hannah Arendt, de la talentosa directora alemana Margarethe von Trotta, nos traslada nuevamente al análisis sobre el grado de culpabilidad de los alemanes que participaron en distintas posiciones jerárquicas dentro del nazismo.



Escena de la película en que Hannah Arendt (Barbara Sukowa), se encuentra en Israel viajando hacia el juzgado.

En la película se destacan dos aspectos: el juicio a Adolf Eichmann y la cobertura que del mismo hace Arendt, desempeñándose como corresponsal para la revista The New Yorker, que desató un verdadero tsunami de protestas e indignación por parte de la comunidad judía.

Es sin duda impactante el tramo del juicio, porque von Trotta recurrió a la realidad: lo que se ve es el documental filmado en julio de 1961. En el mismo se encuentra Eichmann, dentro de un cubículo de vidrio a prueba de balas, porque los testigos eran muchos y no se descartaba una agresión física sobre el acusado. La carga de odio y venganza sumada a las secuelas psicológicas de los sobrevivientes de los campos de concentración, podía generar respuestas de extrema violencia.

                                  Adolf Eichmann durante el juicio

Eichmann tiene auriculares para escuchar a los traductores y se los saca cuando el fiscal se dirige a él en alemán. Su rostro muestra indiferencia con un dejo de resignación, mientras que un tic nervioso le tuerce la boca ante las preguntas que le hace el fiscal. Cada tanto mira a la audiencia; el salón está repleto de testigos que durante días relatarán sus vivencias, hombres y mujeres que sufrieron más allá del sufrimiento y que durante meses o años no fueron más que un número, el mismo que llevan tatuado en el lado externo del antebrazo izquierdo. Hay testigos que no pueden concluir su relato porque la voz se les quiebra con el llanto. Para otros, el impacto ante la presencia de su verdugo es tan fuerte que colapsan y deben ser asistidos por los guardias. Eichmann responde con voz monocorde y sin vacilaciones a las preguntas.

Fiscal – Usted decidía cuanta gente iban a poner en cada vagón de tren ¿verdad?
Eichmann- Yo estaba en una posición intermedia, recibía órdenes que tenían que ser aceptadas en línea con el procedimiento administrativo. Yo sólo era responsable de una pequeña parte de esto. Las otras partes  necesarias hasta que saliera uno de los trenes, eran ejecutadas por otro departamento.
Fiscal- Usted pudo haber evitado esos traslados.
Eichmann- Un policía toma juramento de lealtad, si lo viola es una sabandija. Sigo pensando lo mismo y aquí he tomado el juramento de decir la verdad.
Fiscal- Usted dijo que si el Führer le hubiera dicho que su padre era un traidor, usted lo habría matado en persona.
Eichmann- Si lo hubiera probado, habría eliminado a mi padre.
Fiscal- ¿Le fue probado que los judíos debían ser exterminados?
Eichmann- ¡Yo no los exterminé!
Fiscal-¿Nunca tuvo un conflicto entre su deber y su conciencia?
Eichmann- Yo más bien llamaría a eso un estado de desdoblamiento vivido conscientemente que lo hace pasar a uno indiferente de un lado a otro.
Fiscal- Si usted hubiera tenido más coraje civil, las cosas hubieran sucedido de otra manera ¿no le parece?
Eichmann- Si el coraje civil hubiera estado estructurado jerárquicamente, sí. Era la guerra, todos pensaban “es inútil luchar contra eso, sería como una gota de agua en el océano, no tenía sentido”.



  Adolf Eichmann (1906-1962), cuando era un joven oficial de las SS.

Arendt estuvo presente durante todo el juicio y cuando regresó a Nueva York preparó y presentó su informe, que por lo voluminoso debió desglosarse en varios capítulos. Señaló que además de los nazis hubo líderes judíos reconocidos, que casi sin excepción, cooperaron de una manera u otra, por un motivo u otro con los nazis. Eran los denominados Judenrat, consejos judíos organizados en los guetos por las SS, que localizaban judíos prominentes (generalmente un presidente de una asociación judía o un rabino) y les encargaban la formación del consejo.

Los Judenrat tenían a su cargo a toda la población de un gueto, debiendo mantener el orden (a través de unos cuerpos de policía propios) y cumplir y hacer cumplir las directrices alemanas. Censaban a la población judía, inventariaban sus bienes que eran luego confiscados por los nazis, elaboraban las listas de personas que debían ser deportadas y las conducían hacia los lugares de embarque. También perseguían a quienes huían o se escondían. Todo eso a cambio de mejor trato y alimentación y la falsa promesa de ser liberados. Es probable que la mayoría de los Judenrat hasta último momento ignoraran el destino que aguardaba a los deportados. Esta parte del informe de Arendt desató olas de críticas por parte de la comunidad judía.


          Un miembro de Judenrat controlando a un grupo de niños judíos.

Para Arendt, Eichmann sin duda alguna debía ser condenado a la pena capital, pero lo consideraba un burócrata menor del Estado que hablaba con el lenguaje propio de la administración de cualquier organización técnica. Se trataba de la célebre cuestión de la banalidad del mal. Ella fue a Jerusalén con la idea de ver a un monstruo y en su lugar se encontró con un hombre similar a a cualquier otro que se le cruzara en la calle y señaló: “Eichmann es terroríficamente normal”.

El error de Arendt fue considerar que Eichmann estuvo obligado por las circunstancias como los Judenrat, pero olvida que el oficial alemán era miembro de las SS y como todo verdugo, un ser ideologizado por quienes lo envían a matar. Si Eichmann no odiaba a los judíos, al menos los despreciaba, los consideraba una raza inferior subhumana y por ello la culpabilidad de matarlos era menor. El principio central de una ideología asesina es excluir de la condición humana a quienes se propone aniquilar. Recordemos la frase del general Camps: “Nosotros no matamos personas, matamos subversivos”. Esto les permite matarlos con más furia y pasión, pero sin culpa. Para sí mismo Eichmann diría “no matamos personas, matamos judíos”.

Arendt cayó en el tramposo argumento esgrimido por Eichmann de haber sido sólo una pieza más de una gigantesca relojería de destrucción. Pero fue una pieza obediente y eficaz de una diabólica ingeniería cuidadosamente estructurada hasta en sus más mínimos detalles. Un fenómeno criminal que por su magnitud y su siniestra y escrupulosa planificación, carece de antecedentes en la historia de la humanidad. De ahí lo absurdo de la teoría de los dos demonios que cada tanto esgrime algún columnista del diario La Nación, cuando pretende justificar con desparpajo a los genocidas argentinos.

                          Hannah Arendt (1906-1975).

Hannah Arendt, llamada Johanna Arendt, fue una filósofa política alemana y posteriormente estadounidense de origen judío, una de las más influyentes del siglo XX. Hasta el fin de sus días consideró que Eichmann había renunciado a la cualidad humana más definitiva: la de ser capaz de pensar y por lo tanto, no estaba en condiciones de hacer juicios morales, lo que le permitió cometer crímenes en una escala gigantesca.

Fuentes 
Horacio González. La banalización de Hannah Arendt. Página 12, 02/10/2013.
José Pablo Feinmann. Hannah Arendt en Jerusalén . Página 12, 27/10/2013.
Roger Berkowitz. Misreading Eichmann in Jerusalem. The New York Times, 07/07/2013.

Fred Kaplan. The woman who saw banality in evil. The New York Times, 24/05/2013.

9 comentarios:

  1. EICHMANN ERA UN TIPO ESPECTACULAR!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y Macri lo sigue protegiendo. En cuantoal rabino Bergman habría sido un perfecto Judenrat

      Eliminar
    2. Lo sacaron de contexto.
      Y además, como todos sabemos, en dialecto ecuatoriano espectacular quiere decir hijo de puta.

      Eliminar
    3. Será en dialecto de una tribu perdida del Amazonas, en el resto de Ecuador es un término muy elogioso. Además todos sabemos que Duran Barba es nazi y se mantiene porque Macri, filo nazi lo protege. Ambos están procesados, pero las causas están detenidas por jueces venales

      Eliminar
  2. Ricardo: Está super interesante tu artículo, pero creo que no es exactamente lo que expresa Hannah Arent en su libro "Eichmann en Jerusalem". Si querés te lo presto, es imperdible leerlo.
    También tengo las cartas de Hannah Arent a Heidegger que es otro capítulo super complejo y significativo de esta historia.

    El tema me apasiona desde siempre y vale la pena profundizar en el mismo.

    abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hannah Arendt consideró que Eichmann, era un burócrata con el cerebro lavado, una pieza más dentro de una gigantesca máquina de exterminio. En primer lugar, no era una pieza más, estuvo a cargo de toda la logística de deportación a las cámaras de gas. Él sabía adonde iban y seguramente sentía placer por ello, ya que era miembro de las SS y con eso está todo dicho.

      Eliminar
    2. Ese es el punto que ella analiza en su libro "Eichmann en Jerusalem" y eso es lo terrible.

      O sea, la idea central es que las personas más terribles no tienen por que "parecerlo", no es algo ni siquiera extraño es simplemente...."banal".
      Y la peor conclusión es que "cualquier persona" o "muchas personas" puestas en la situación harían lo mismo!!! Es el equivalente nuestro de la "obediencia debida". No soy culpable.....me mandaron. ¿Cuántas personas que nos rodean se ubican en esa situación?
      Esa es la pregunta terrible ¿cuántos se rebelaron?¿cuántos denunciaron?¿a la fecha de hoy cuántos declararon?¿todos los bebés que faltan todavía, nadie sabe?¿todas las tumbas NN?¿nadie tiene nada para decir?¿están entre nosotros como amables padres, madres, ciudadanos?.....esa es la banalidad del mal que ella denuncia.
      No es avalar esa situación, sino todo por el contrario denunciar que son muchísimos y lo peor.....puede ser nuestro vecino.....pueden ser muchos de los que naturalizan cualquier situación de sufrimiento.

      abrazo.

      Eliminar
  3. El maquinista encargado de conducir los trenes de la muerte, entendía que lo que la autoridad le requería era que hiciera eso y bien. Y él obedecía, sin preguntar ni preguntarse, por qué eran hombre, mujeres y niños los que cargaban en los vagones, ni hacia dónde y para qué los transportaba. Él era maquinista y serlo no implicaba ningún mal, y, si algo no estaba bien, no era su problema sino el de quien le ordenaba que condujera bien el tren.
    Esto, repetido en cada una de las secciones participantes en el proceso de exterminio humano, es lo que constituye la banalización del mal. No hay maldad evidente en mi pequeña tarea, ignoro todo lo que no sea mi pequeña tarea, luego, mi actuación es correcta.

    ResponderEliminar
  4. Interesante exposición de los horribles hechos sucedidos en la Alemania Nazi. Vistos y probados tales hechos es incomprensible que existan, hoy en día, negacionistas del Holocausto como el ex presidente de Irán Ahmadineyad, replicado aquí con el inexplicable y nefasto personaje Luis D’Elía, del que no se entiende porqué se lo sigue aceptando como destacado contertulio en los eventos del gobierno. De éste oscuro personaje vernáculo también puede decirse que ha renunciado a la cualidad de ser capaz de pensar. Pero también, al escucharlo expresarse cabe preguntarse ¿tiene capacidad de pensar?

    ResponderEliminar