El hombre abandonó de madrugada la base militar de Zangabad, llevaba uniforme de combate y estaba fuertemente armado. El hombre es el sargento Robert Bales de las fuerzas de ocupación en Afganistán. Hace más de 10 años que sirve en el ejército de los Estados Unidos y completó múltiples misiones en Irak. Presenció y participó en todas las miserias y crueldades de la guerra y hace tiempo que perdió la capacidad de discernir entre el bien y el mal.
Entró en el poblado y empezó a descargar su ametralladora, sus blancos eran civiles, la mayoría niños y mujeres. El no hizo diferencias, carece de sentimientos y ya no pertenece al mundo de los seres racionales, es más bien un psicópata, como muchos de sus camaradas.
Después de haber masacrado a 16 afganos, pensó que Rambo no lo hubiera hecho mejor, consideró que era suficiente y regresó a la base. Ahora está preso en una base militar de Kansas, porque los uniformados del imperio tienen el privilegio o prerrogativa de someterse a tribunales de su país.
Episodios como los del sargento Bales pululan en el historial de las fuerzas de ocupación norteamericanas en Medio Oriente, muchos son ocultados y los que salen a luz son juzgados con suma benevolencia.
El soldado norteamericano va a la guerra sin convicción, a pelear en tierras lejanas cuya ubicación geográfica recién acaba de conocer, a invadir naciones que nunca representaron una amenaza para su país y a enfrentarse con un enemigo que lucha por su supervivencia, su idiosincrasia y su integridad territorial.
Es por eso que después de la segunda guerra mundial, Estados Unidos no ganó un solo conflicto bélico, pese a que utilizó todo su arsenal sofisticado para mantener su cosmovisión de poder imperial.
La guerra de Corea fue a duras penas un empate, con el agravante de que consolidó a una potencia comunista con misiles nucleares. Viet Nam fue una derrota vergonzosa después de enfrentar a un país subdesarrollado y agrícola que carecía totalmente de fuerza aérea y naval.
Hasta aquí, el objetivo del imperio fue frenar el avance del comunismo. En las guerras posteriores, como la del Golfo, la de Irak y la de Afganistán la estrategia fue y es el control de los depósitos de petróleo, vital para un país que consume el 40% de la energía mundial.
En estos conflictos, los Estados Unidos dejaron países devastados y en completo desorden. Actualmente le preocupa poder salir algo airoso de la ciénaga en que se metió, llamada Afganistán.
Juan Gelman en Página 12 del 19 de febrero hizo una recopilación basada en las investigaciones del teniente coronel Daniel Davis de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Las notas originales fueron publicadas por el Armed Forces Journal –único medio estadounidense de información independiente sobre cuestiones militares.
Teniente coronel Daniel Davis
El teniente coronel Davis dijo que lo que ocurre en Afganistán no tiene nada que ver con la información sesgada que recibe el pueblo de los EEUU. Esto se debería al papel distorsivo jugado por los medios más importantes en ese país y a que los periodistas que no siguen la línea del Pentágono se les niega el acceso a la información.
A partir de 2002 y con motivo de formar en la opinión pública una imagen favorable a la guerra con Irak, el Pentágono armó una fuerza de adoctrinamiento constituida por 75 oficiales retirados que se pasearon por todos los medios informativos para ir creando un clima favorable al conflicto. Este esquema finalizó en 2008 por diversas denuncias, pero se elucubraron otros métodos propagandísticos.
Según Davis, todos los comandantes destinados a las intervenciones militares en Medio Oriente, declararon públicamente que tenían la estrategia correcta y que los resultados pronto estarían a la vista. Algo que nunca ocurrió.
Petraeus, el actual comandante de las fuerzas en Afganistán, está empantanado en el barro de su propio desorden y no vislumbra ninguna luz que indique la salida en el túnel para que los Estados Unidos se retiren airosos. Las razones son varias:
Comenzando por la parte histórica, desde la guerra Anglo-Afgana en 1839, diversas fuerzas europeas trataron de domesticar a las tribus locales, retirándose con el sabor amargo de la derrota. Los afganos están convencidos que son invencibles y esto que caló hondo en el espíritu de sus fuerzas no es un tema menor y sólo se les puede cambiar la mentalidad derrotándoles, algo que hasta ahora parece estar fuera de alcance.
El otro aspecto es que nada es posible en Afganistán sin el flujo constante del apoyo logístico que le brinda Pakistán y hasta que esa colaboración no se interrumpa, no se ganará la guerra.
La corrupción del gobierno títere talibán alcanzó niveles que superan las normas culturales aceptables. Es ilusorio intentar pactar y recibir colaboración de las actuales autoridades.
Las fuerzas locales armadas y adiestradas por los Estados Unidos llamadas Afghan National Security Forces (ANSF), están lejos de ser rival que pueda enfrentarse a los talibanes, su capacidad operativa es mínima.
Finalmente, todos estos años le dieron a los talibanes la oportunidad de conocer la táctica y estrategia de las fuerzas norteamericanas.
El teniente coronel Davis termina su informe diciendo: “no podemos pretender triunfos resonantes, pero nuestros generales y líderes tienen la obligación de informar a la ciudadanía lo que realmente está pasando”.
Es posible que se repita la historia de Irak y también es posible que el teniente coronel Davis no tenga mucho futuro en el ejército de su país y difícilmente alcance en el escalafón, el grado de general.
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