José Claudio Escribano
Hurgando la biblioteca encontré un extenso artículo de José Claudio Escribano en el diario La Nación que data del 23 de octubre de 1999. Escribano no es un columnista más del centenario periódico, forma parte del directorio desde 1997, actualmente es el vicepresidente y se lo considera el “bastonero” de los periodistas. Representa, por lo tanto, el auténtico pensamiento del diario de los Mitre.
Para tener idea de la jerarquía de Escribano basta recordar que se apersonó en la Casa Rosada ante el flamante presidente Néstor Kirchner, cuando apenas había tenido tiempo de sacarse la banda presidencial. Portaba una carpeta de recomendaciones sobre cómo debería ser su gestión. Según relata Néstor Kirchner entre las propuestas se incluía el alineamiento incondicional con los Estados Unidos, abandonar toda revisión sobre la lucha contra la subversión y la reivindicación del desempeño de las Fuerzas Armadas en el contexto histórico que les tocó actuar.
Escribano se encontró con un político distinto que tenía en mente una serie de medidas que eran la contracara del programa neoliberal que él traía. A partir de entonces, en forma metódica y sistemática, La Nación se constituyó en un órgano opositor que se abocó a desacreditar las medidas adoptadas por Kirchner y seguidamente las de Cristina hasta la fecha actual.
Con esta introducción, paso a comentar la nota titulada “Años de enajenación y dolor” que constituye una reseña de la dictadura, según la óptica de Escribano. Le enrostra a Videla y sus seguidores que “después de haber apagado el incendio subversivo”, terminaron dilapidando en quimeras personales y luchas de facción un proceso que desembocó penosamente en los comicios de 1983.
Cuando se refiere a la metodología antisubversiva, se cuida en aclarar que en el fondo no fue distinta a la “perversidad” con que ésta se desempeñó.
Se podría decir que el análisis de Escribano es casi indulgente con el Proceso. Las torturas, las violaciones, los treinta mil desaparecidos, la mayoría de ellos ajenos a los cuadros de la guerrilla, los vuelos de la muerte, el robo sistemático de bebés y de los bienes de los secuestrados, son temas ausentes en la nota.
Martínez de Hoz, el cerebro del esquema neoliberal, que fue el verdadero objetivo del proceso y no la destrucción de la guerrilla, excusa secundaria, sólo merece un comentario anodino en el extenso relato de Escribano. Recordemos una vez, más que cuando Martínez de Hoz inició su gestión, la deuda externa era de siete mil millones de dólares y que se quintuplicó cuando este lúgubre personaje dejó el cargo de ministro de economía, dejando tierra arrasada a semejanza de Atila y sus hordas.
Amor sin barreras
El silencio cómplice de Bergoglio es distorsionado en la nota como “una dolorosa imposición del angustiado cardenal”.
Mutismo sobre los 43 periodistas desaparecidos durante esos años de terror, colegas de Escribano, quién acaba de ser designado presidente de ADEPA. Escribano sabía que durante el Proceso no iba a correr la suerte de sus camaradas, simplemente porque era del “palo” y químicamente puro de pensamientos “feos” ante los ojos de la dictadura.
Quién desconozca lo que ocurrió en Argentina durante esos años y se nutre con este informe, concluye de que tuvimos una dictadura de mano férrea que cometió numerosos errores políticos y no pocos excesos. Una visión casi ingenua que pretendió poner un manto de piadoso olvido sobre la peor época que vivió la Argentina en toda su historia.
Tal parece ser el pensamiento de Escribano, fiel reflejo de la clásica postura del diario La Nación.
Recientemente en el diario de los Mitre se publicó un extenso artículo de Luis Alberto Romero titulado: ¿Son realmente nuestras las Malvinas? El autor expone una serie de argumentos, todos cuestionables y rebatibles, que después de su lectura dejan la impresión, en el mejor de los casos, de que no tenemos derechos legítimos sobre las Malvinas.
En un momento en que el gobierno está tratando de llevar a los foros internacionales nuestra soberanía sobre las islas y donde contamos con el apoyo de los países de América latina, este artículo representa una bocanada de aire fresco para Cameron y la diplomacia británica. Seguramente los diarios londinenses y el propio gobierno aprovecharán los argumentos expuestos por un diario argentino contra la soberanía de su propio país.
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