Ricardo Carpani
Carlos Polimeni (fragmento, ver el artículo completo aquí)
La presidenta ingresa a este recinto de techos altos, pintado con los colores de la patria, empujando una silla de ruedas. En esa silla de ruedas, una señora muy mayor mira hacia los costados, como si le costara creer que está dentro de la Casa Rosada. Al lado, el músico Gustavo Santaolalla la observa con ternura, como si de su madre se tratase. La señora de espaldas arqueadas que no pronuncia palabras pero tiene los ojos repletos de emoción se llama Doris. Todos los que la rodean este mediodía en la sede del poder político en la Argentina entienden de inmediato que es la viuda del artista plástico Ricardo Carpani. Ahora, con la voz cargada de emoción, habla Cristina, que está inaugurando el Salón de los Pintores y Pintoras del Bicentenario, en un ala de la Rosada que hasta hace poco estaba casi en ruinas. Saliendo del Salón, dos grandes cuadros del inconfudible Carpani presiden los descansos de la escalera que lleva hasta el tercer piso.
Todo lo que pasa esta mañana es emocionante y simbólico, como pueden atestiguar Pacho O'Donell, Gustavo Garzón, Soledad Silveyra, Leonardo Sbaraglia, Andrea del Boca, Esther Goris o Federico Luppi, entre otros que miran con respeto a esa señora como salida de un cuento de hadas o de un programa de dibujitos animados. Sin embargo, nada de lo que aquí ocurre aparecerá ni mañana, ni pasado, ni al día siguiente, ni la semana que viene en la prensa masiva, en los diarios de gran circulación, en las revistas de actualidad, en los programas de televisión. Que un Salón de los Pintores del Bicentenario se sume a los recientemente inaugurados Salón de las Mujeres Argentinas, de los Científicos, de los Patriotas Latinoamericanos, y de los Escritores y Pensadores no parece una noticia para lo que hoy se llama la prensa hegemónica. Y sin embargo, mal que les pese, lo es para la Historia.
Todo lo que pasa esta mañana es emocionante y simbólico, como pueden atestiguar Pacho O'Donell, Gustavo Garzón, Soledad Silveyra, Leonardo Sbaraglia, Andrea del Boca, Esther Goris o Federico Luppi, entre otros que miran con respeto a esa señora como salida de un cuento de hadas o de un programa de dibujitos animados. Sin embargo, nada de lo que aquí ocurre aparecerá ni mañana, ni pasado, ni al día siguiente, ni la semana que viene en la prensa masiva, en los diarios de gran circulación, en las revistas de actualidad, en los programas de televisión. Que un Salón de los Pintores del Bicentenario se sume a los recientemente inaugurados Salón de las Mujeres Argentinas, de los Científicos, de los Patriotas Latinoamericanos, y de los Escritores y Pensadores no parece una noticia para lo que hoy se llama la prensa hegemónica. Y sin embargo, mal que les pese, lo es para la Historia.
Hasta aquí el relato de Carlos Polimeni. ¿Pero quién era Ricardo Carpani? Muchos conocen su existencia, pero son más los que ignoran a este talentoso pintor y muralista cuya figura fue velada por las dictaduras y gobiernos neoliberales.
Ricardo Carpani nació en el Tigre el 11 de febrero de 1930, pero el resto de su infancia fue en Capilla del Señor, la enseñanza secundaria en el colegio Rivadavia y un universitario en la Facultad de Derecho que no completó, porque toda su energía estaba en las artes plásticas.
A la edad de 20 años rumbeó hacia París a perfeccionar su técnica mientras se ganaba la vida como modelo. A los dos años regresó y estudió con Pettoruti y cuesta imaginar que haya sido introducido a la pintura de la mano de ese genio, ya que Carpani desarrolló un estilo muy personal, alejado del cubismo de su maestro.
Desocupados
Participó del movimiento Espartaco formado en su mayoría por artistas comprometidos con los conflictos sociales.
En 1975, se radicó en España y regresó nueve años después una vez que se aseguró que ya no había peligro para los creadores y los talentosos, especialmente si tenían inquietudes populares.
De sus pinturas surge una enorme fuerza y expresividad con seres musculosos, donde las manos adquieren tamaños que se aproximan a lo grotesco, tal la potencia de articulaciones y de gestos. Las pinturas de Carpani tienen tanta personalidad que se lo reconoce al instante y quién las contempla no puede quedar indiferente.
Bailando el tango
Ricardo Carpani falleció en 1997 y ahora su viuda, una anciana en silla de ruedas contempla feliz dos cuadros del artista en el recién inaugurado Salón de los Pintores y Pintoras del Bicentenario. Una justa reivindicación a este titán de la pintura.
Abrazo
¡Ídolo Carpani! ¡Ídola Cristina!
ResponderEliminar