Es bueno que Obama no haya venido a la Argentina y lo digo por dos razones: nos hubiéramos evitado las actitudes patoteriles de su multitudinario y complejo sistema de seguridad y en segundo lugar no sufrimos las presiones de imponernos negocios de dudoso beneficio para la Argentina.
Analicemos el primer aspecto: ayer los barrios exclusivos de Rio de Janeiro fueron sacudidos por el ruido y las vibraciones de una flotilla de helicópteros de la Fuerza Aérea de USA. Luego de aterrizar en la cancha del club Flamengo, el Premio Nobel de la Paz, inquieto e inseguro a pesar del galardón otorgado, se dirigió en una formidable comitiva de 15 vehículos blindados protegidos por un centenar de motociclistas a su hospedaje en un hotel de Copacabana.
Sergio Cabral, el gobernador de Río y Eduardo Paes el alcalde de la ciudad fueron informados de que no iban a poder acompañar a Obama en su visita al Cristo Redentor. Estamos hablando de las dos autoridades más importantes de Río de Janeiro. Tampoco iban a poder acompañar a Obama en su visita a la favela Ciudad de Deus. Finalmente recibieron el premio consuelo de almorzar con Obama.
En Brasilia las cosas no fueron mejor, en una muestra de grosería y prepotencia, los miembros del gabinete de Dilma Roussef fueron cacheados como si fueran los familiares que van a visitar a un presidiario. Una vez en el salón de 150 invitados cuyos nombres fueron previamente aprobados por el protocolo de la Casa Blanca, varios se negaron a saludar a Obama y al menos uno prefirió retirarse sin comer. El ex presidente Lula, olfateó el desagradable encuentro y se mandó el faltazo. No asistió a la recepción.
Obama, a semejanza de algunos emperadores romanos y señores feudales que temen ser envenenados, se trajo su propio cocinero. Durante la comida recibió un llamado telefónico y en ese instante, el Premio Nobel de la Paz ordenó “procedan” y empezó el bombardeo de la flota naval norteamericana sobre Libia, decisión de la cual el gobierno brasilero en el Consejo de Seguridad de la UN se había abstenido de votar la resolución de ataque a ese país.
Pasemos al segundo aspecto, Obama no visita un país con fines esencialmente diplomáticos, desde hace décadas, los presidentes norteamericanos hacen lobby para el Pentágono y la industria de armamentos de Estados Unidos. Digámoslo claramente, es simplemente un lobista del complejo industrial militar de su país. Este complejo industrial-militar es un gobierno aparte, o mejor dicho es el verdadero gobierno y Obama ha decidido ser su presidente.
Debemos decir que lo está haciendo muy bien, porque el Premio Nobel de la Paz superó a su antecesor, el belicoso Bush en la venta de armas de su país al resto del mundo. En este momento está presionando a Brasil para que compre menos armas a China y Rusia y sea más generoso con las fábricas de armamentos de USA. Un dato no menor: USA maneja el 30% de las ventas de armas en todo el mundo y otro dato que debería alarmar a los contribuyentes norteamericanos: 725.000 millones de dólares fueron aprobados por el Congreso para el Pentágono, más del doble del que aprobó Bush en el 2001.
Realmente es bueno que no nos visite el último Premio Nobel de la Paz.
Leon Ferrari: Civilización occidental y cristiana. Museo del Malba