martes, 23 de noviembre de 2010



Fuimos a ver Agora del español Alejandro Amenábar, director de la excelente película Mar Adentro, que debo confesar me gustó más que esta nueva producción.
Se refiere a la vida de Hipatia de Alejandría en el año 300 DC, primera mujer científica de la historia, de quién yo conocía muy poco y buscando en internet armé la biografía que sigue más adelante.
La película está dentro de los emprendimientos multitudinarios con gran despliegue de extras y de gastos. A diferencia de las megaproducciones de Hollywood, tiene la virtud de ceñirse muy bien a la época, las costumbres y vestimentas. Sin embargo, no despierta emoción. Por necesidad, recurre a episodios que en su mayoría son inventados ya que tanto Hipatia como sus obras fueron eliminadas por el fanatismo religioso y lo poco que de ella se conoce es producto de comentarios de sus discípulos, especialmente del intercambio epistolar que tuvo con uno de ellos.
La necesidad de material para el guión hace que el film incurra en algunos errores conceptuales como atribuirle a Hipatia el concepto de las órbitas elípticas de los planetas que fueron descritas por Kepler recién en el Renacimiento. Hay otros detalles inexactos, pero que no empañan el contexto general de la película.
Hipatia marca el punto de inflexión entre la maravillosa cultura de la antigua Grecia y el oscurantismo religioso medieval. Vale la pena conocer lo poco que de ella se sabe porque su mundo estaba envuelto en luchas de intolerancia religiosa que hasta hoy persisten.

HIPATIA DE ALEJANDRÍA
Hypatia es palabra griega que significa “excepcional” y con ese nombre que le puso su padre, el ilustre matemático y astrónomo Teón, ingresó a la historia la mujer más destacada del mundo antiguo, no por la política, terreno que Hipatia nunca abordó, sino por la ciencia.
La vida de Hipatia y fundamentalmente su muerte violenta a manos de fanáticos, marca el punto de inflexión entre la maravillosa cultura del razonamiento griego y el oscurantismo cristiano del mundo medieval.
Se desconoce la fecha de nacimiento de Hipatia que se calcula alrededor del año 370 DC. Su padre Teón, fue el último director del Museo de Alejandría que fundado por Ptoloemo I, se convirtió en una de las escuelas del saber más destacadas del mundo antiguo. Impulsada y orientada por Teón, Hipatia adquirió una educación sobresaliente entre los hombres y prácticamente única entre las mujeres, siempre confinadas a los cuidados del hogar.
El Museo tenía mas de cien profesores que vivían allí y muchos más que asistían periódicamente como invitados. Hipatia entró a estudiar con ellos y, aunque viajó a Atenas e Italia para recibir algunos cursos de filosofía, se formó como científica en el propio Museo y formó parte de él hasta su muerte. Incluso llegó a dirigirlo alrededor del año 400. Hipatia cultivó varias disciplinas: filosofía, matemáticas, astronomía, música y durante veinte años se dedicó a enseñar todos estos conocimientos.
Su casa se convirtió en un centro intelectual y sus alumnos, que eran muchos, la llamaban “la filósofa”. Venían estudiantes de Europa, Asia y África a escuchar sus enseñanzas sobre la Aritmética de Diofanto y el neoplatonismo. Uno de sus discípulos más destacados fue Sinesio de Cirene, filósofo y cristiano, de familia ilustre, que llegó a ser nombrado Obispo de Temópolis. A él le debemos la mayor parte de la información que se pudo rescatar sobre la vida de Hipatia, gracias a la correspondencia que se generó entre el alumno y su maestra. Las cartas de Sinesio, que muestran el respeto y admiración que tenía por Hipatia, nos hacen saber varias de las invenciones de esta genial mujer, como el astrolabio (el antecesor del sextante), un hidroscopio, un plansiferio y un aparato para destilar agua.
Hipatia rescató el concepto heliocéntrico de Aristarco, el astrónomo y matemático griego del año 300 AC, quien sostenía que el sol y no la tierra era el centro del universo. El Medioevo, basado sobre el dogma bíblico y no en la investigación, enterró este concepto para volver al geocentrismo que logró mantenerse hasta que en el Renacimiento, Copérnico y Galileo lo eliminaron de la ciencia definitivamente.

Hipatia sucumbe ante el fanatismo religioso
Cuando el emperador romano Constantino en un viraje de 180 grados estableció que el cristianismo sería la religión oficial, la nueva iglesia se aferró al poder político para no abandonarlo nunca más. Dejó de ser una institución perseguida para transformarse en perseguidora y en este aspecto Hipatia fue una víctima particularmente odiada ya que como enciclopedista, simbolizaba la ciencia y el conocimiento, conceptos que el cristianismo de entonces identificaba con el paganismo. El hecho de ser mujer en un mundo de misoginia empeoraba las cosas, más aún después que ella rechazó públicamente el sometimiento a la cultura masculina.
Cuando Cirilo, un cristiano fanático fue nombrado obispo de Alejandría en 412 DC, comenzó la persecución hacia todos los enciclopedistas de la ciudad. En la redada también cayeron los judíos y todo aquél que no profesara la religión cristiana. Las sinagogas fueron expropiadas y convertidas en templos cristianos y los judíos fueron expulsados de Alejandría.
Orestes, el prefecto romano, alumno de Hipatia a quién acudía para recibir sus sabios consejos, veía como el poder se le escapaba de las manos. No podía controlar los enfrentamientos entre las distintas facciones. Roma ya no era el poderoso imperio de otrora donde ante una situación semejante, las legiones romanas hubieran barrido a los revoltosos. En la primavera del año siguiente una turba de monjes fanáticos apresó a Hipatia y sin que Orestes pudiera evitarlo, fue arrastrada a una iglesia donde la mutilaron y la desmembraron arrojando sus partes al fuego. Todas sus obras se perdieron y lo que se sabe de ella fue lo rescatado de los comentarios de sus discípulos y el intercambio epistolar que tuvo con ellos, especialmente con Sinesio. El resto había sucumbido bajo el fuego del odio. En ese momento moría el iluminismo helénico y comenzaba el oscuro período de la Edad Media.
Cirilo fue santificado y en el siglo 19 el papa León XIII lo proclamó Doctor de la Iglesia.

El rostro de Hipatia
Existen diversas referencias que aseveran la extraordinaria belleza de Hipatia, pero a semejanza de la mayoría de los personajes del mundo antiguo, no quedaron bustos, mosaicos o pinturas que nos aproximen una idea sobre la figura física de Hipatia. En siglos posteriores se hicieron varias recreaciones de su rostro y de ellas merece ser relatado el intento de Rafael de Urbino de homenajear para la posteridad a la genial enciclopedista.
A principios del siglo XVI, el papa Julio II, conocido por la historia como el papa guerrero, comisionó a Rafael para que pintara las paredes de la Stanza della Segnatura, su biblioteca privada. El artista pintó 3 frescos, uno de los cuales La escuela de Atenas está considerada como su obra maestra y entre las grandes del arte pictórico.
La obra, muestra en magnífica perspectiva, la entrada de la escuela con escalinatas que se continúan en una gigantesca galería. Todas las figuras que se encuentran en el fresco son representaciones de personajes de la ciencia y la cultura. Las dos figuras centrales son Platón y Aristóteles que se encaminan hacia la salida mientras platican entre sí. En las gradas, se encuentra Diógenes recostado y parcialmente envuelto en una sencilla túnica. A su izquierda y una grada más abajo, con el codo apoyado en un mueble cuadrangular, figura Heráclito. Vencido por cierta vanidad Rafael se incluyó en la obra poniéndose respetuosamente en el extremo derecho casi como saliendo del cuadro, pero platicando con personajes como Ptolomeo, Zoroastro y Euclides.
Rafael era visitado periódicamente por un obispo designado por el papa para controlar el progreso de la obra. En una de sus visitas el obispo reparó en una figura femenina de tez oscura ubicada centralmente a la izquierda de Diógenes. “¿Quién es ella?”, preguntó. “ Se trata de Hipatia, la estudiante más famosa de la escuela de Atenas, profesora de filosofía, matemáticas y astronomía en el Museo de Alejandría y sin duda alguna, la más grande de las enciclopedistas”, respondió Rafael.
“¡Bórrela!, sus enseñanzas fueron contrarias a la creencia de la fe… por lo demás, la obra es aceptable”, fue la respuesta cortante del obispo. Rafael se encontró ante la alternativa de imponer su orgullo de pintor y el deseo de rendirle homenaje a una grande entre los grandes o ceder ante la orden terminante del obispo y evitar la ira del temible papa Julio II. Optó por una solución salomónica, quitó de donde se hallaba la imagen de Hipatia y la trasladó al costado izquierdo del fresco, ubicándola entre Pitágoras, Averroes y Parmenides. Le agregó además, cabellera rubia y tez blanca con cierta semejanza al sobrino de Julio II: Francesco Maria della Rovere, futuro duque de Urbino. Todos quedaron satisfechos, quizás no tanto Rafael, quién de alguna manera se las arregló para que la posteridad supiera que no se había olvidado de aquella gran mujer.



Rafael. La escuela de Atenas y detalle con el rostro de Hipatia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario