A las personas según sus características físicas y comportamiento se las suele calificar con rótulos que después es imposible sacárselos. El Flaco, el Gordo, el Ñato, el Turco, el Pelado, el Chueco, el Negro, etc. La lista es interminable.
En cuanto al comportamiento, el rótulo es terrible cuando es un adjetivo descalificante: el coimero, el chorro, el mentiroso, el chupamedia u obsecuente, etc. Aquí también la lista es larga.
Pero de todos, el peor calificativo es el de traidor. Bruto quedó marcado para siempre en la historia como un miserable por traicionar a César aliándose con Pompeyo. Después se humilló y le pidió perdón y César, generoso lo aceptó entre sus seguidores más cercanos y le dió cargos políticos importantes. Llama la atención que un político avezado como César ignorara que el que te traicionó una vez lo va a repetir y Bruto terminó asesinándolo en el senado con otros conspiradores.
Tal es el caso de Cobos. Lo echaron del radicalismo, según los radicales por traidor al aliarse con el gobierno de Cristina. Cuando Cobos comenzó a jugar para sus propios intereses y se pasó a la oposición en forma activa y flagrante, traicionó a la Presidenta Cristina. Actualmente, se quiere cortar sólo y los radicales en la neblina que los envuelve se dieron cuenta que también los está traicionando a ellos.
Ayer le dijeron que no era persona deseada en el velatorio, humillación que se merecía por ultra caradura.
La postura de Cobos es la más incómoda de la política argentina. Es vicepresidente del gobierno y trabaja activamente para la oposición. No tuvo la dignidad de renunciar. Se le van a ir cerrando todas las puertas y va a quedar solo con su rótulo de traidor con el cual pasará a la historia en un reducido párrafo dedicado a su miserable actuación.
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