Si
el diario La Nación dedicó el pasado martes, 14 páginas llenas a la renuncia de
Benedicto XVI (si no me creen fíjense), considero que el episodio merece un artículo del blog.
La culpa fue del emperador Constantino
La culpa fue del emperador Constantino
En
la historia del papado, Ratzinger fue mejor que unos cuantos de sus antecesores
y peor que otros tantos. La Iglesia católica es la estructura más antigua de la
humanidad, que sigue detentando influencia desde que en el siglo III de la era
cristiana, el emperador Constantino antes de enfrentarse a los ejércitos de
Maxentius vio en el cielo una cruz que en latín decía “Con este signo
vencerás”.
Busto del emperador Constantino
Cuando Maxentius cruzaba el Tiber a través del puente de Milvian, la
estructura colapsó y su cabeza fue enarbolada como trofeo en Roma. Constantino
proclamó al cristianismo como iglesia oficial y durante los17 siglos
siguientes, la institución se aferró al poder, para no abandonarlo jamás.
Siempre del lado de los poderosos, los papas influyeron fuertemente en las
decisiones políticas de occidente, soltándole la mano a un rey o emperador para
apoyar a otro, no tanto por cuestiones de fe, sino por intereses políticos y
materiales.
El poder de los papas
El poder de los papas
En
el siglo XI el Emperador Enrique IV, del Sacro Imperio Romano osó enfrentarse a
Gregorio VII, quién lo excomulgó. Abandonado por todos, debió pedirle perdón al
Papa arrodillado durante 3 días sobre la nieve hasta que se le permitió la
entrada. El hecho figura en la historia como la Humillación de Canossa.
La Humillación de Canossa
La
Iglesia, actuando incluso de árbitro, llegó a establecer divisiones
territoriales como el Tratado de Tordesillas que se inició con Alejandro VI y
finalizó con Julio II y determinó la distribución de todo el territorio del
Nuevo Mundo entre España y Portugal.
Comienzo de la declinación política del papado
Comienzo de la declinación política del papado
En el siglo XVI, un monje
alemán de la Universidad de Wittenberg, asqueado de la venta de sacramentos e
indulgencias (simonía), de la vida licenciosa de muchos conventos y del diezmo
que había que pagar a la Iglesia, se rebeló
contra la autoridad papal. Las 95 tesis de Lutero se distribuyeron fácilmente
gracias a la imprenta, invento que la Iglesia no veía con buenos ojos porque el
control de la palabra escrita dejaba de ser un monopolio de los frailes.
La reforma Protestante fue
un golpe que hizo tambalear al Vaticano y del cual nunca se recuperó
totalmente. En el mismo siglo, Enrique VIII creó la Iglesia anglicana y se
formaron otras ramas del protestantismo.
Un punto notorio de
inflexión en el poder político del papado ocurrió cuando Napoleón se coronó
emperador en 1804. Sin arrodillarse frente a Pío VII, él mismo se colocó la
corona, gesto que demostraba sin equívocos que el emperador estaba por arriba
del papa.
Jacques Lous David. Coronación de Napoleón en Notre-Dame. El Emperador corona a su esposa Josefina, dándole la espalda al papa que está sentado detrás. Museo del Louvre
En el siglo XX, el
crecimiento explosivo de las sectas evangélicas le sacó paladas de fieles al
catolicismo y actualmente, el poder del Vaticano es un pálido reflejo del que
poseía en el pasado. Atrás quedó la Inquisición, el brazo punitivo de la
Iglesia con sus instrumentos de tortura y el olor a carne quemada. La
excomunión ya no asusta a ningún príncipe o estadista y los Estados Vaticanos
que dividieron a Italia en dos partes, son hoy una estructura geográfica mínima.
El ortodoxo e inoportuno Ratzinger
Llegamos al papa actual, el
número 265, Joseph Ratzinger, que con el nombre de Benedicto XVI subió al trono
de San Pedro. Pasemos por alto que formó parte de las juventudes hitlerianas,
ya que era obligatorio estar en ellas bajo el régimen nazi. Lo que no gustaba a
muchos, era su mentalidad ultraconservadora en momentos en que la Iglesia necesitaba
cambios drásticos, perdía fieles a puñados y disminuía el número de sus
sacerdotes.
Últimos días de Benedicto XVI
Ratzinger se encontró con una institución que había perdido la autoridad
moral y ética (¿alguna vez la tuvo?), así como la influencia en la vida
política y social. Persistió tercamente en negar los nuevos modelos de familia
que surgen en el mundo y que hasta ahora el catolicismo se niega a reconocer.
Atacó los avances en la bioética y estando en África, un continente diezmado
por el SIDA, se opuso al uso de preservativos, actitud considerada por muchos
como genocida.
En otra oportunidad en Ratisbona, una ciudad de Alemania,
manifestó que el Islam era una religión violenta, con lo que enardeció al mundo
musulmán. La frutilla del postre fue cuando le levantó la excomunión al autoconsagrado
cardenal Richard Williamson, abierto simpatizante del nazismo, que negó la
existencia del Holocausto y esta vez les tocó a los judíos ser los indignados. Sin
duda que el carisma y la diplomacia no eran el fuerte de Benedicto.
En un nido de víboras
El ortodoxo Ratzinger
fue durante su mandato un papa solitario, intelectual, débil y sorprendido por
los pecados, la suciedad y los delitos de la Iglesia, y rodeado de lobos ávidos
de riqueza, poder e inmunidad. La Curia forjada en tiempos de Juan Pablo II era
un conjunto de lo peor de cada diócesis, desde evasores fiscales hasta abogados
de pederastas, pasando por contrarrevolucionarios latinoamericanos y por
integristas de la peor especie. Esa curia, digna de El Padrino III, siempre vio
con malos ojos los intentos de Ratzinger de hacer una limpieza a fondo,
mientras los movimientos más pujantes y rentables, como los Legionarios, el
Opus Dei y Comunión y Liberación, torpedeaban a conciencia cualquier atisbo de
regeneración.
José María Escrivá de Balaguer, brazo espiritual del generalísimo Franco y fundador del Opus Dei, una institución que adquirió un poder económico descontrolado.
Modificar
todo ese entramado era una tarea hercúlea que Ratzinger no pudo o no quiso
alterar. Pero hubo dos situaciones que rebasaron su resistencia: los miles de
casos de pedofilia que le estallaron en la cara y los vatileaks. Las denuncias
de abuso sexual cayeron sobre la Santa Sede de todas partes del mundo y sólo en
los Estados Unidos las demandas judiciales le costaron a la Iglesia 600
millones de dólares. Al principio, impuso el silencio cuando era presidente de
la Congregación para la Doctrina de la Fe y luego tomó decisiones tibias, sin
aplicar las medidas que contempla el derecho canónico para estos casos y sin
colaborar con los tribunales civiles. Era además una buena oportunidad para
abolir el celibato, pero su mentalidad ortodoxa se lo impidió. Ver Pedofilia y celibato
Los llamados
“vatileaks” fueron filtraciones del mayordomo papal Paolo Gabrieli, que
involucraron al propio secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone,
segundo en la jerarquía romana, como uno de los posibles conspiradores contra
Benedicto XVI. Poco antes, el cardenal Carlo María Viganó, había escrito al
Papa denunciando casos de corrupción en el Governatorato (la administración del
Vaticano) donde entonces se desempeñaba. Viganó fue removido y enviado a
Estados Unidos, bien lejos de Roma. La lucha por el poder en el Vaticano, a la
que en otros tiempos tampoco fue ajeno el cardenal Ratzinger, llegó a niveles
que probablemente el Papa mismo no sospechó.
Cardenal Tarcisio Bertone, acusado de conspirar contra el papa
Achacado por
los años, agobiado por las intrigas y la corrupción de una institución a la que
no le queda ningún resabio del respeto y dignidad de la primera era cristiana,
Ratzinger tomó la medida más sensata de su papado: renunciar.
Fuentes
Austen Ivereigh, Alban McCoy, Tina Beattie. As Pope Benedict resigns, where did the Catholic
church go wrong in the west? The Guardian, 12,02,2013.
Martín Granovsky. Lecturas en el día del papadiós. Pagina 12, 12,02,2013.
Elisabetta Piqué. La última sorpresa del papa
impredecible. La Nación 12,02,2013.
Boff
y la acción por los ricos del pontífice. Tiempo Argentino 12,02,2013.
Friedrich
Gontard. Historia de los papas. Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires
1961.
Max
Fisher. El poderío político de los papas, en un declive que lleva siglos. La
Nación 15,02,2013.