El
año 394 de nuestra era, bajo los designios del emperador romano Teodosio, se
escribió en Egipto el último jeroglífico. Pocas centurias más tarde, aquel
idioma había pasado al olvido. Los árabes invadieron el territorio, doblegaron
a la población e impusieron su lengua. El mundo de las pirámides pasó a ser un
sueño y más de 3000 años de historia parecían perdidos para siempre.
En
1798 Napoleón Bonaparte soñaba con seguir los pasos de Alejandro Magno y
decidió conquistar Egipto y Siria para cortar el movimiento comercial de
Inglaterra con la India, su más importante colonia. La expedición fue un
completo fracaso porque el almirante Nelson destruyó la flota y más tarde
derrotó a los franceses en tierra.
Sin
embargo, aquella aventura tuvo un final sorprendentemente feliz ya que logró
levantar el velo de desconocimiento y misterio que rodeaba a la antigua
civilización egipcia. Durante el conflicto, una patrulla francesa se hallaba
realizando trabajos para la defensa de la ciudad de Rosetta a 45 kilómetros de
Alejandría, cuando las palas de los excavadores chocaron contra algo duro. Al
remover la tierra surgió a la superficie una especie de lápida de 112
centímetros de altura y cerca de 800 kilos de peso, totalmente cubierta de
inscripciones, de las cuales, los científicos de la expedición francesa solo
reconocieron el texto inferior que estaba escrito en griego, mientras que los
dos textos restantes contenían signos indescifrables.
Fue el 15 de junio de
1799, fecha que cambiaría la historia de la arqueología ya que la pieza
resultaría ser un elemento clave para descifrar los jeroglíficos egipcios y
conocer el mundo de los faraones y su civilización.
Piedra de Rosetta. British
Museum
Ese
día el calor era infernal y la patrulla, agotada y sedienta dejó la piedra
donde fue hallada, con el propósito de trasladarla en otra oportunidad. Dos
años más tarde fue encontrada por soldados ingleses y terminó recalando en el
British Museum. A partir de entonces se la conoce como la piedra de Rosetta. Con
ella se quedó Inglaterra, pero fue un francés quien lograría descifrar su
contenido.
De
acuerdo al segmento escrito en griego se pudo saber que la piedra de Rosetta
representaba un homenaje al faraón Ptolomeo V y que se remontaba al año 196
a.C. La escritura del medio estaba escrita en demótico, el idioma que surgió en
la última etapa del Antiguo Egipto y pasó a ser lengua muerta en el año 452.
Hasta aquí, la traducción era posible, pero el texto superior estaba
constituido por jeroglíficos y por lo tanto totalmente incomprensible,
indescifrable para cualquiera que lo intentara, hasta que Champollion tuvo
acceso a su contenido.
Jean-Francois Champollion (1790-1832)
Jean-Francois
Champollion nació el 23 de diciembre de 1790 y los médicos que asistieron a la
madre que se encontraba muy enferma, notaron que el niño tenía un tinte
amarillento en las córneas, que sumado poco después a su renegrido cabello, le
valió el mote de “el Egipcio”, toda una premonición.
Cuando la piedra vio la
luz del día, Champollion tenía 9 años. Era una mente brillante, a la edad de
cuatro sabía leer y escribir y al término de su paso por la escuela de Genoble dominaba,
guiado por el apoyo de su adorado hermano Jacques-Joseph, además del griego y
latín, las diversas lenguas de Medio Oriente: persa medio, árabe, sirio, hebreo
y copto, idioma lejanamente emparentado con el demótico.
Jacques-Joseph,
12 años mayor que Jean-Francois, fue su tutor y su guía y siendo arqueólogo le
inculcó a su hermano la pasión por la antigua civilización egipcia.
Además de
una gran inteligencia y enorme facilidad para los idiomas, el joven “le jeune” Champollion, era sumamente
curioso, perseverante y con una capacidad ilimitada para el trabajo de
investigación. Pese a todas estas cualidades, ignoramos si hubiera podido alcanzar
su gran logro sin el apoyo incondicional de su hermano mayor Jacques-Joseph.
Jacques-Joseph Champollion
A
la edad de 23 años Champollion escribió un tratado titulado: Egipto bajo los faraones, que resultó
ser la descripción más completa sobre aquel país, pese a que aún no lo había
visitado. Siete años después se abocó en forma exclusiva a descifrar la piedra
de Rosetta, llegando a dedicarle hasta 20 horas diarias. Fue una compulsión
obsesiva que le ocupó todo el año de 1821.
Le
llamó la atención una figura que consistía en una cuerda ovalada con los
extremos anudados que contenía varios jeroglíficos. A este conjunto lo llamó
cartucho. El mismo cartucho se repetía varias veces en los jeroglíficos y
coincidía con la palabra Ptolomeo en la parte correspondiente a los idiomas
demótico y griego, que Champollion dominaba. Ese mismo año recibió copias de
las inscripciones contenidas en un obelisco que el viajero inglés William
Bankes había traído de Egipto. El monumento homenajeaba a dos Cleopatras y cada
una estaba dentro de sus respectivos cartuchos. Por lo tanto los cartuchos
señalaban que el contenido de los mismos correspondía al nombre de un Faraón.
Cartucho que representa a
Ptolomeo
Champollion
comprendió que los signos representaban letras individuales y logró identificar
los jeroglíficos que correspondían a las letras P, L y O. Consiguió dibujos del
templo de Karnack y allí encontró un nuevo cartucho que contenía tres figuras,
la superior era un disco solar.
Champollion sabía que en el idioma copto el sol
se pronunciaba “RA”. En la parte inferior había un signo que el egiptólogo
inglés Thomas Young, quien por entonces estaba empeñado en la misma tarea que
el francés, había identificado como la letra “S”, pero no había conseguido descifrar
el signo central. Champollion observó que en la piedra de Rosetta el signo aparecía
varias veces y en todas las ocasiones la traducción en griego significaba
nacimiento o nacer y se escribía “MESE”. Había detectado que el nombre de ese
faraón era Ramsés.
Cartucho que representa a
Cleopatra. Cada figura corresponde a una letra.
Champollion
se dio cuenta de que por fin quedaba develada la escritura egipcia al saber
combinar su dominio del copto, los avances de Young y su conocimiento del
antiguo Egipto.
Cuenta la historia que Jacques-Joseph estaba trabajando en su
escritorio, como cuidador de los manuscritos de la Biblioteca Nacional de
París, cuando escuchó ruidos de pasos que subían precipitadamente la escalera,
la puerta se abrió de golpe y surgió como una tromba su hermano quien transfigurado
alcanzó a decir “¡lo logré!”, e inmediatamente cayó desmayado. Se había
evaporado la escasa energía que le quedaba luego de un año de trabajo
intensísimo y permaneció en estado semicomatoso durante varios días.
Apenas trece días después, el 27 de septiembre
de 1822, presentó su descubrimiento ante la Academia de Inscripciones de París,
de manera formal, por medio de la siguiente misiva: Carta para M. Dacier
relativa al alfabeto fonético jeroglífico utilizado por los egipcios. Por
aquel entonces Bon-Joseph Dacier era el secretario de la Academia. La carta se
tradujo y publicó en varios idiomas.
Hubo elogios y críticas, entre estas la de
Thomas Young, quien habiendo perdido la carrera en el descifrado de los
jeroglíficos, lo acusó de robar sus ideas. Con el tiempo, Champollión recibió
total crédito de ser el artífice genial que puso fin al enigma de los
jeroglíficos y permitió que el mundo conociera la milenaria sociedad egipcia,
sus costumbres, sus batallas, sus conquistas y la dinastía de los faraones.
En 1828 convirtió en realidad el sueño de toda
su vida, como conservador de la colección Egipcia del Museo del Louvre,
organizó una expedición científica que durante dos años catalogó los
jeroglíficos de templos y palacios de Memphis, Tebas y Luxor. La comitiva de 15
egiptólogos trabajó intensamente recopilando 3000 años de historia de aquella
civilización. Lo hicieron con las cabezas rapadas y con vestiduras de la época
para sentirse más consubstanciados con aquel mundo milenario.
Volvió a Francia agotado para escribir su obra
más grande y ambiciosa, la Grammaire égyptienne (Gramática egipcia),
pero la muerte lo sorprendió y fue su hermano quien la terminó. Todas las
partes de su organismo estaban afectadas por el esfuerzo de tantos años y un
ataque al corazón acabó con su vida a la edad de 41 años. En el cementerio de
Pere Lachaise la placa al pie de su tumba solo dice “Champollion Le Jeune”. No
se necesita más, a un costado se erige una pirámide egipcia con jeroglíficos que
señala que allí yace el hombre que develó el misterio de los faraones.
Tumba de Champollion
Ana
Fernández Beobide. Champollión y la piedra de Rosetta. La Piedra de Rosetta. http://www.jimena.com/egipto/apartados/Champollion.htm,
subido el 08/11/2017.
Marta
Pérez. Egiptología para todos. Champollion. https://www.youtube.com/watch?v=QtWN9UE0lfU, subido
el 08/11/2017.
Juan
Antonio Cebrian. Jean F Champollion y la piedra Rosetta. Pasajes de la
Historia. La Rosa de los vientos. https://www.youtube.com/watch?v=ukaSdGEJHfo,
subido el 08/11/2017.
Champollion,
Jean Francois. Encyclopaedia Britannica. Volumen 3, pag 75. Chicago 1995.
me encantó!
ResponderEliminargracias Ricardo otra vez,
Un abrazo!
MUCHAS GRACIAS "AMIGAZO" , como siempre la informaciòn del MORDAZ, incorpora al ESPÌRITU,
ResponderEliminarelementos de INFORMACIÒN Y REGOCIJO DESCONOCIDOS!!!!!
ABRAZO ENORME ANCHE LA SIGNORA PARLANTE DEL ITALIANO.!!!!
Muy bueno !
ResponderEliminarAG
Magnífica e interesantísima tu reseña sobre la piedra de Rosetta, Ricardo. Gracias por mandar.
ResponderEliminarYa te respondieron de la editorial española a donde mandaste el manuscrito de los blogs del Mordaz?
interesantisimo!!!!
ResponderEliminarGRACIAS POR RECORDARNOS AL GRAN CHAMPOLLPON Y SU HERMANO......
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