En
los siglos XVII y XVIII, la navegación había avanzado lo suficiente como para
que los marinos se atrevieran a afrontar la inmensidad de los océanos,
introducirse en lo desconocido y descubrir nuevos territorios para conquistar.
Había comenzado la época de las grandes travesías, pero los barcos a vela tardaban
semanas y meses para llegar a un destino determinado.
En
esos viajes, los naufragios, los ataques de barcos piratas y las batallas
náuticas se cobraban la vida de muchos marinos. Sin embargo, la causa más
frecuente de mortalidad, la que hacía verdaderos estragos en la tripulación,
era el escorbuto. La enfermedad era conocida desde tiempos remotos y el primer
registro de los síntomas lo hizo Hipócrates, quien con su aguda observación,
hizo una detallada descripción del cuadro clínico. En su tratado de medicina
señalaba la aparición de sangrado de las encías, manchas en la piel, caída de
los dientes, pérdida de fuerzas y finalmente la muerte por hemorragias
internas.
Se
dice que durante uno de los viajes de Colón, numerosos marineros adquirieron la
enfermedad y varios de ellos pidieron ser abandonados en alguna isla porque
preferían morir en tierra y no en el barco. El almirante les permitió descender
en una de las islas que hoy se conocen como Antillas Holandesas. Los marineros
se alimentaron de las frutas y plantas de la zona y pronto recobraron la salud.
Cuando a su regreso, Colón los recogió, comprobó asombrado que estaban
totalmente recuperados. La isla fue bautizada Curazao que en portugués
significa curación.
En
su segundo viaje al norte de América, el explorador francés Jacques Cartier,
remontó en 1535 el río San Lorenzo y se vio obligado a pasar el invierno en el
territorio que actualmente corresponde a la ciudad de Quebec. Varios marineros
de la tripulación fallecieron de escorbuto hasta que los indios les
suministraron una infusión de cedro blanco y el resto de los hombres se salvó.
Jacques Cartier (1491-1557)
Muchos
años después se comprobó que cada 100 gramos de la planta contenía 50 mg de
vitamina C. Evidentemente la dieta de los nativos, tanto de América del Norte
como de América del Sur, era mucho más completa y fisiológica que la de los
europeos.
A
fines del siglo XVI, el almirante inglés Richard Hawkins recomendaba beber jugo
de limón y de naranja para prevenir el escorbuto. Otras voces también
advirtieron sobre la necesidad de mejorar la dieta de las tripulaciones, pero ninguna
de estas experiencias y recomendaciones fue tomada en cuenta probablemente debido
a su escasa difusión.
Mientras tanto, el escorbuto siguió cobrándose un alto
número de muertes que oscilaba entre el 20 y el 40% de la tripulación, dependiendo
de la longitud de la travesía. Los que quedaban vivos regresaban a sus hogares
desdentados y hechos verdaderas piltrafas humanas. Se desconocía el origen de
la enfermedad y nadie la atribuía a la pésima alimentación a bordo, carente de
nutrientes, especialmente de frutas y de verduras. Los largos viajes iban
reduciendo las reservas de vitamina C en el organismo hasta llegar a un punto
crítico en que se desencadenaba el escorbuto.
James Lind
(1716-1794)
En
1739, James Lind se incorporó como cirujano en la marina inglesa realizando
numerosos viajes. En uno de ellos llevó a cabo los
experimentos cuyos resultados sentaron las pautas para la profilaxis y el
tratamiento del escorbuto y también produjeron una revolución en la
investigación médica. El 20 de mayo de 1747 recibió, a bordo de la nave
Salisbury, 12 enfermos de escorbuto. Según su descripción: “todos tenían las
encías podridas, manchas en la piel, lasitud y debilidad de las rodillas”. Los
12 recibieron una alimentación base similar, constituida por gachas endulzadas
con azúcar, caldo de cordero, budines, galleta cocida con azúcar, cebada,
arroz, pasas, harina y vino. Lind dividió esta población en 6 grupos, dos de
estos enfermos recibieron diariamente, como aporte adicional, un cuarto de
galón de sidra tres veces al día, otros dos tomaron 2 cucharadas de vinagre
tres veces al día. Dos de los más graves recibieron media pinta de agua de mar.
Otros 2 recibieron 2 naranjas y un limón por día. Dos más tomaron 25 gotas tres
veces al día de elixir de vitriolo. Los dos enfermos restantes recibieron
semilla de nuez moscada tres veces al día y una mezcla de ajo, semilla de
mostaza, bálsamo del Perú y resina de mirra.
Lind
comprobó
que los efectos más repentinos y visiblemente favorables se produjeron en los
dos marineros que recibieron naranja y limón. Uno de ellos quedó lo
suficientemente recuperado como para retomar las tareas a bordo. El otro tuvo
una mejoría más lenta y fue designado enfermero de los demás.
En 1753 Lind publicó su
obra Tratado sobre la naturaleza, las causas y la curación del escorbuto,
donde recalcó que sus experimentos demostraban en forma contundente la eficacia
de los jugos de cítricos para curar el escorbuto. Recién en 1789 la Marina
Inglesa incorporó en forma rutinaria estos ingredientes en la dieta de a bordo.
A principios del siglo XIX, el escorbuto había dejado de ser un flagelo entre
los hombres de mar. Sin saberlo Lind había establecido lo que se convertiría en
la piedra angular de las investigaciones científicas: la medicina basada en la
evidencia. Actualmente cuando se quiere probar la eficacia de un medicamento,
se recurre indefectiblemente a esta metodología: un grupo de enfermos recibe el
nuevo fármaco y al otro grupo se le administra un placebo. La única diferencia
es la incorporación del sistema de doble ciego, o sea que tanto el paciente
como el médico participante ignoran cuál es el placebo y cuál el medicamento.
Entre 1928 y 1933, los investigadores húngaros Joseph L
Svirbely and Albert Szent-Györgyi, aislaron por primera vez la molécula a la
cual denominaron factor antiescorbuto y que pronto pasó a llamarse ácido
ascórbico. Por su descubrimiento Szent-Györgyi fue galardonado en 1937 con el
Premio Nobel en medicina.
Joseph Svirbely y Albert Szent- Györgyi
En 1934, el químico inglés Sir Walter Norman Haworth y en
forma independiente, el químico polaco Tadeus Reichstein, lograron sintetizar
el ácido ascórbico, lo cual permitió su producción masiva y económica y pasó a
llamarse vitamina C. El laboratorio Hoffman-La Roche fue el primero en
producirla bajo el nombre de Redoxon.
Jeremy Hugh Baron. Sailors’
scurvy before and after James Lind. Nutrition Reviews 67 (6): 315-332.
José
Luis Santana Gómez. James Lind, vencedor del escorbuto. Revista Cubana de
Medicina General Integral, julio-septiembre 1995.
News.Medical. Vitamin C History. http://www.news-medical.net/health/Vitamin-C-History.aspx
Querido AMIGAZO RICCARDO. GRAZIE MILLE, ES fANTÀSTICO EL INFORME!!!!!!
ResponderEliminarABRAZO GRANDE!!!!.
Como siempre, Ricardo, magnífica tu reseña que combina medicina clínica, investigaciones e historia. No conocía la anécdota de Colón, ni por qué Curacao se llama así. Gracias por la instrucción
ResponderEliminarVoy a reiterarte que en esta cada se aguardan con entusiasmo tus relatos tan interesantes así como la llegada de tus comentarios y reflexiones que compartimos en la coincidencia. Tampoco yo no voté! Abrazo
ResponderEliminarGracias Alicia, hay que unirse, resistir y contraatacar para que no destruyan el país
ResponderEliminarCariños
Muy bueno!
ResponderEliminarNuevos beneficios del limón: sirve para contrarrestar los efectos del gas pimienta. Menos mal que no los exportamos todos.
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