La Grand Armée
A
mediados de junio de 1812, las estepas y los poblados de Europa son testigos
del paso de un ejército gigantesco como nunca se había visto en la historia de
la humanidad. Se trata de la Grand Armée
bajo el mando de Napoleón Bonaparte. En ese momento el Emperador se encuentra en
el apogeo de su poder: Italia, España, Portugal, Alemania y Austria han caído
bajo el dominio de Francia gracias a las exitosas batallas ganadas por el
corso. Por lo tanto, esa enorme masa humana está compuesta por 400.000
franceses y el resto son fuerzas reclutadas de los demás países subyugados por Bonaparte.
En total suman 700.000 hombres constituidos por soldados regulares, más el
personal de apoyo de combate, ya que mantener esa multitud exige esfuerzos
logísticos titánicos.
Si
bien la mayoría de las divisiones ya estaban concentradas en Alemania, las que
provienen de Francia deben recorrer una enrome distancia a marchas forzadas
desde París hasta Moscú. Cerca de 2500 kilómetros que a un promedio de 30
kilómetros diarios les llevará alrededor de 80 días. El objetivo es enfrentar a
las fuerzas del zar Alejandro I, derrotarlas e incluir a Rusia en el vasto
territorio que ya engloba a la mayoría de los países de Europa. De lograrlo,
Napoleón podrá jactase de haber superado en extensión al Imperio Romano. ¿Cuál
es la razón para este emprendimiento, esta aventura rayana en lo descabellado?
El
Zar Alejandro I
El motivo de la
invasión a Rusia
Después
de la batalla de Trafalgar donde la flota del almirante Nelson destruyó totalmente
a la coalición de naves de Francia y España, el sueño de Napoleón de invadir
Inglaterra, su eterno enemigo, quedó trunco. La alternativa adoptada es
bloquearle al comercio inglés todos los puertos europeos y de esta manera
desplomar la economía inglesa que, en plena efervescencia de la Revolución
Industrial, necesita instalar sus manufacturas en el resto del mundo.
La medida
viene perjudicando enormemente a Inglaterra, pero también afecta a los países
que con ella comercian. En un principio, Portugal se resistió y Napoleón lo
doblegó con su ejército, pero Rusia no aceptó interrumpir sus relaciones con
Gran Bretaña que le resultan vitales. Alejandro no desea la derrota inglesa
porque considera que es la última garantía contra el dominio del continente en
manos de un solo individuo. Entonces Bonaparte decide invadir el país de las enormes
estepas y derrotar a las fuerzas del zar. La campaña empieza el 24 de junio de
1812.
La táctica de tierra
arrasada
Después
de atravesar Polonia, la Grand Armée
llega al río Niemen y al atravesarlo pisa territorio ruso. La otra orilla está
desierta, se supone que el río es una excelente barrera para que las fuerzas
del zar detengan el avance invasor, pero no hay un solo soldado ruso
esperándolos. La tropa se alegra salvo el Emperador, que gusta de los grandes
choques entre dos fuerzas. Esta ausencia de enemigos es algo atípico y no le
agrada, ¿presiente que se encuentra ante una campaña que vaticina un final
aciago?
Las
columnas avanzan siempre hacia el este, encuentran pueblos vacíos, en el camino
no ha quedado nada, ni siquiera forraje para los caballos que empiezan a morir
y el ejército se alimenta de ellos. El hambre acosa y la moral comienza a
decaer. La desazón se adueña de la tropa, aquello no es la guerra con la que
siempre se enfrentaron. No hay hombres contra quienes luchar, solo pueblos
fantasmas y estepas desoladas, es un fenómeno nuevo, desconocido y aterrador.
El
tifus y la disentería comienzan a cobrarse las primeras víctimas, el calor es
insoportable, pero en cuestión de semanas sufrirán un frío cien veces peor. A
los calores siguen grandes lluvias que empantanan los caminos dificultando el
movimiento de los carruajes. El clima parece estar del lado del enemigo.
Comienzan las deserciones, especialmente dentro de las filas de las fuerzas que
no son francesas.
El
27 de julio a la noche, Napoleón y su estado mayor enfilan los catalejos hacia
numerosos fuegos lejanos que indican la presencia del ejército ruso. Se alegran,
al fin una batalla que repita la gloria de Austerlitz y obligue al zar a firmar
la paz. Sin embargo, al día siguiente se renueva la pesadilla, el adversario ha
desaparecido, solo algunos cuervos sobrevuelan los restos que quedaron del
campamento.
La
Grand Armée se pone en marcha
nuevamente, persiguiendo a un fantasma escurridizo. ¡Son unos cobardes! repite
Napoleón y lo mismo piensan del zar varios de sus generales, pero se equivocan,
la estrategia de Alejandro es brillante, consiste en desgastar al ejército
francés, destruir su logística y desmoralizarlo totalmente. No piensa
enfrentarse con un ejército muy superior en número al suyo y dirigido por uno
de los más grandes genios militares de la historia. Pero el corso no entiende
este tipo de enfrentamientos, sin combates regulares. En las escuelas militares
nunca le enseñaron que podría enfrentarse con emboscadas producidas por
guerrillas, como le sucedió a su ejército en España y ahora esta otra táctica
siniestra, escurridiza que no figura en los tratados de guerra.
Primeros combates
Finalmente,
el 17 de agosto el ejército llega a Smolensko, donde se produce el primer
enfrentamiento con fuerzas rusas, pero se trata de una división de solo 20.000
hombres y detrás la ciudad es presa de las llamas. No es la gran batalla que
esperaba Bonaparte y en Smolensko, después del incendio provocado por los rusos,
no quedan víveres ni forrajes para reponer las necesidades de hombres y
caballos.
Por
fin el 5 de septiembre llegan a Borodino y esta vez sí está el ejército ruso al
mando del general Kutusov, listo para dar batalla. Napoleón recordará que nunca
ambos bandos lucharon con tal encarnizamiento, los franceses por dar término a
esta guerra que se ha vuelto una pesadilla y los rusos por su tierra, por la
madrecita Rusia.
Por primera vez Napoleón no está en el frente, se encuentra en
un reducto en retaguardia donde no puede divisar la lucha en sus detalles. El
hombre que desconocía la duda, se demora en dar las órdenes y el enemigo logra
retirarse en forma ordenada, mientras que en el terreno quedan del lado ruso
40.000 bajas y 28.000 del lado francés que cuenta con un médico cada 600
combatientes. Los cirujanos están exhaustos y con los brazos doloridos de realizar
decenas de amputaciones.
Moscú
El
ejército napoleónico continúa su avance y el 14 de septiembre desde una colina
avistan las cúpulas de Moscú. El alborozo se propaga en la tropa y vuelan por
el aire los morriones, por fin se acaba la expedición que ya tiene contornos de
pesadilla. En el ocaso, las divisiones ingresan en correcta formación por las
calles de Moscú. El asombro es seguido por la desazón y la desesperanza, porque
están marchando por una ciudad desierta, un pueblo fantasma.
Esa misma noche,
un incendio ordenado por el general Kutusov arrasa con gran parte de la ciudad.
Napoleón y su Estado Mayor contemplan incrédulos desde los ventanales del
Kremlin, con ojos hipnotizados el cielo enrojecido por las llamas, un
espectáculo dantesco que los sume en el abatimiento.
Moscú en llamas
Napoleón
envía mensajeros al zar diciéndole “Quiero la paz, necesito la paz, la quiero
absolutamente. Salvad únicamente el honor”. Alejandro no responde: la paz no se
hará. En este compás de espera, el corso pierde 5 días preciosos mientras se
avecina el temible invierno ruso. El 19 de septiembre, la menguada Grand Armée abandona Moscú.
Muchos
soldados llevan alhajas y objetos de valor, producto del saqueo a los edificios
que permanecieron en pie. Casi todo este botín quedará sepultado en la nieve
junto con sus dueños. Otros más previsores se llevan tapados y abrigos y tendrán
más chances de regresar a sus hogares, porque la logística no había contemplado
una campaña de invierno, tan seguros estaban de una victoriosa guerra
relámpago.
Ahora
la marcha es hacia el oeste, sin haber enfrentado a ningún enemigo y sin haber
perdido batallas, el ejército tiene todo el aspecto de una fuerza derrotada que
se desplaza penosamente, bajo un sol esquivo que marca el final del otoño y el
inicio del terrible invierno ruso.
Nieve, frío y
desolación
El
6 de noviembre, aún en territorio ruso, cae sobre los franceses una tormenta de
nieve, el termómetro no sube de menos de 20 grados bajo cero y a los soldados
les ciega la nieve, se les congelan las extremidades, tropiezan y de los que
caen, muchos ya no se levantan. Al salir de Moscú la Grand Armée, que había ingresado a Rusia con setecientos mil
hombre, ahora cuenta con solo cien mil y tres semanas más tarde no llega a
cuarenta mil y aún esos son cadáveres vivientes. Espantajos grotescos, devorados
por los piojos, vestidos con harapos, donde es imposible distinguir un coronel
de un soldado.
El ejército de
Napoleon bajo la tormenta de nieve. Óleo de Vasiliy Vereshchagin. Museo de
Moscú
El cruce del río
Berézina
El
25 de noviembre el ejército llega al río Berézina en la actual Bielorrusia, el
puente ha sido destruido por los cosacos y la única forma de cruzarlo es
construyendo uno nuevo. Zapadores y pontoneros se ponen a trabajar sin
descanso, se sumergen hasta la cintura en las aguas heladas, eludiendo los
témpanos que la fuerte correntada arroja contra ellos. Los que no pueden
esquivarlos, perecen ahogados. Gracias a esos héroes que realizaron esfuerzos
sobrehumanos, se pudo salvar lo que queda del ejército francés de una masacre
total.
Mientras
se arman los puentes, en otra parte del campamente tiene lugar una ceremonia
lúgubre. El Emperador ordena juntar todas las águilas y estandartes de los
distintos cuerpos y los hace quemar para que no caigan en poder del enemigo.
Los hombres contemplan desolados aquellos emblemas que sostuvieron airosos en
tantas batallas.
El
día 26 se termina la construcción de los dos puentes, mientras tanto, Napoleón
manda a uno de sus mariscales con un pelotón seis leguas más abajo para hacer
creer a los rusos que el ejército atravesará el río por allí.
El cruce del Berézina
Afortunadamente, Kutuzov cae en el engaño lo que permite que gran parte de las fuerzas francesas logren atravesar los puentes, pero al día siguiente una de las estructuras se desmorona con el peso de la artillería y los que no cayeron al río y murieron congelados, se precipitan al segundo puente. El día 28 Kutuzov recuperado del engaño, se lanza sobre la retaguardia y produce una verdadera masacre, pero su fuerza no cruza el río, comprende que en la otra orilla solo quedan restos de un ejército derrotado.
Es el 14 de diciembre de 1812, han pasado 5 meses y medio desde que partió hacia Rusia la orgullosa Grand Armee y que ahora es un conjunto de pequeños pelotones que como girones de una antigua tela se desplazan penosamente hacia Francia.
El cruce del Berézina
Afortunadamente, Kutuzov cae en el engaño lo que permite que gran parte de las fuerzas francesas logren atravesar los puentes, pero al día siguiente una de las estructuras se desmorona con el peso de la artillería y los que no cayeron al río y murieron congelados, se precipitan al segundo puente. El día 28 Kutuzov recuperado del engaño, se lanza sobre la retaguardia y produce una verdadera masacre, pero su fuerza no cruza el río, comprende que en la otra orilla solo quedan restos de un ejército derrotado.
Es el 14 de diciembre de 1812, han pasado 5 meses y medio desde que partió hacia Rusia la orgullosa Grand Armee y que ahora es un conjunto de pequeños pelotones que como girones de una antigua tela se desplazan penosamente hacia Francia.
Ciento
treinta años más tarde un dictador mesiánico que no supo sacar lección de la
historia, repetirá la misma campaña en una escala infinitamente mayor
invadiendo la Unión Soviética con un ejército de casi cuatro millones de
hombres, miles de tanques y cuarenta mil piezas de artillería, más la aviación.
Los alemanes ni siquiera llegaron a Moscú, la derrota fue total y significó el
principio del fin del nazismo.
Dimitri
Merejkovsky. Vida de Napoleón. Colección Austral, Buenos Aires 1940.
Napoleón.
Encyclopaedia Britannica. Tomo 24, pag 748-755, Chicago 1995.
Batalla
del Berézyna, Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_del_Ber%C3%A9zina
Después de conocer esto y lo que siguió ya en el siglo XX con el aparato mediático en ciernes, el imperialismo logro hacer creer a buena parte de la humanidad que "occidente" había ganado la Segunda Guerra Mundial y aún hoy día lo repite con descaro que el desembarco de Normandía fue el triunfo que acabó con la pesadilla Nazi. Juan Manuel Domínguez.
ResponderEliminarDespués de conocer esto y lo que siguió ya en el siglo XX con el aparato mediático en ciernes, el imperialismo logro hacer creer a buena parte de la humanidad que "occidente" había ganado la Segunda Guerra Mundial y aún hoy día lo repite con descaro que el desembarco de Normandía fue el triunfo que acabó con la pesadilla Nazi. Juan Manuel Domínguez.
ResponderEliminarMuy buena síntesis e interesante relato, en estos días en que las guerras, como antes, no cesan. Poder y muerte y esa pulsión eterna... mejor no seguir. Pero sobre todo quiero decirte que aunque no haga comentarios te leo siempre, te agradezco y admiro mucho tu pasión,tus ganas y tu capacidad de saber hacer.
ResponderEliminarQue el 2017 venga con suerte y salud para vos, Alicia, los chicos y los nietos.Besos. Edith.
querido Ricardo, como siempre estos trabajos me encantan y causan gran entusiasmo. Es esta fecha oportunidad para saludarte y agradecerte estos ilustrativos envios. Mucho mas placer me causo en particular este ya que conoci los lugarers que citas en el trelato hay un museo dedicado a la guerra contra napoleón que es muy ilkustrativo , tambien pude estar en el río en el que se dice es la única batalla en que un ejercito pelea de espaldas a él.
ResponderEliminarEn fin da la impresion que la humanidad no aprende, ni hace ejercicio de memoria para no cometer estos asesinatos en masa.
Bueno que la humanidad no tiene memoria basta en ver en estamos nosotros y no pasaron tantos años desde el 76, el90 y el 2001.
Un placer un gran abrazo para Alicia y para vos
Muy bien escrito y enfocado tu artículo sobre la derrota de Napoleón en Rusia, Ricardo.
ResponderEliminarFeliz Año Nuevo a tí y a Alicia.