Hildegard
de Bingen (1089-1179) fue, quizás, la figura más destacada en el pensamiento
académico medieval, no solo por su talento creativo, sino también por su
espíritu independiente, en una época de la historia en que prevalecía el dogma
sobre la razón. En una sociedad dominada totalmente por hombres supo abrirse
paso con persuasión, habilidad política y un dominio de la dialéctica aplicada
al razonamiento.
Dedicó
gran parte de su inquietud intelectual en comprender el mundo y sus misterios y
estaba considerada como una persona que poseía la virtud de curar a los
enfermos. Es uno de los personajes de la época que más produjo en diversas
áreas, como literatura, pintura y música. Actualmente, en las buenas casas
dedicadas al género musical, se pueden conseguir piezas atribuidas a esta
singular mujer. En cuanto a la pintura su arte fue revolucionario para la
época.
Una porción de esta
imagen se extiende fuera del marco, concepto que no ha sido repetido en la
historia de la pintura.
Infancia
y adolescencia
Hildegard
era de cuna noble y, por ser la hija número 10 de la familia, fue entregada a
la Iglesia, según la costumbre de la época. Ignoramos si tenía o no vocación,
pero es indudable que esta decisión de ingresar a un convento la benefició
enormemente, ya que, por entonces, era imposible para una mujer tener acceso a
los libros y dedicarse a actividades creativas.
La vida monacal le concedió la
libertad suficiente para leer, escribir, dibujar, componer y hacer volar el pensamiento.
En plena Edad Media, abundaban los conventos y órdenes religiosas que mantenían
reglas lo suficientemente laxas para que sus miembros gozaran de cierto grado
de libertad.
Hildegard
ingresó en la Orden de los Benedictinos, en el convento Monte San Disibodo, en
la ciudad alemana de Maguncia, que era mixto, aunque hombres y mujeres estaban
distribuidos en áreas separadas.
A
los 18 años recibió los hábitos de monja, pero desde la infancia
tenía visiones de objetos luminosos que las atribuyó a designio divino y
ocultó celosamente. No obstante, comenzó a dibujarlos. Muchos de ellos se
conservan en la actualidad y son motivo de diversas especulaciones entre los
investigadores, aunque hay consenso de que la monja volcaba en el papel las
imágenes ópticas de episodios de aura que precedían a sus cuadros de migraña.
Imágenes en escalera
o de almenas como en las fortalezas medievales, que son características de los
episodios de aura en la migraña.
La inquieta abadesa
A
los 38 años, Hildegard ya era abadesa y dirigía el monasterio. Debido al
creciente número de miembros, trasladó la comunidad a Binge, cerca de Maguncia,
y también a orillas del Rin.
Para
una personalidad como la de ella, activa y curiosa, las paredes del monasterio
no fueron obstáculo para su afán de conocer otras ideas. Siendo abadesa, tenía
libertad de viajar y visitó diversas ciudades de Alemania y Suiza, llegando,
incluso, hasta París. Donde iba, daba sermones con gran elocuencia que los
asistentes escuchaban absortos.
Fue
dura con los movimientos que la Iglesia consideraba herejes, como los cátaros y
los albigenses, pero mostró gran amor por el prójimo y frecuentemente, asistió
a personas enfermas que acudían al monasterio, influenciadas por la fama de
sanadora que tenía Hildegard.
Su fuerte concepto de justicia la puso en más de
una oportunidad en problemas con sus superiores, como en la ocasión en que
otorgó sepultura cristiana a un hombre joven que estaba excomulgado. El
convento sufrió una interdicción, pero Hildegard, con su capacidad de persuasión,
expuso sus convicciones y la sanción fue revocada.
Su
talento y fama la llevaron a mantener una fluida correspondencia epistolar con
emperadores, papas, obispos, gente de la nobleza y monjas de otras
congregaciones.
Una de las virtudes que tenían los
monasterios y órdenes religiosas era la de archivar celosamente todos los
escritos que producían sus integrantes. Gran parte de la información que
poseemos de la Edad Media se debe a esa sana costumbre.
En el caso de Hildegard,
se conservan las partituras de 72 piezas musicales, muchas de las cuales se
pueden conseguir hoy. Las composiciones de Hildegard fueron largamente
ignoradas por los musicólogos hasta bien entrado el siglo XX. Esto se debió a
que su música, a semejanza de sus escritos y pinturas, rompió con los cánones
de la época. Si bien fue uno de los pocos compositores medievales identificados
con nombre propio, Hildegard no fue incluida en los textos musicales, debido a
que su estilo único no se reconciliaba con el canto gregoriano de carácter moncorde
que prevalecía por entonces. Su vocabulario musical contiene rangos vocales que
abarcan hasta dos octavas, saltos amplios y floridas melodías.
Fragmento
de partitura de una de las piezas musicales de Hildegard.
En lo que respecta a su obra
literaria, Hildegard escribió setenta poemas y nueve libros, dos de los cuales
se refieren a consejos médicos y farmacéuticos y a las propiedades de diversas
hierbas.
Sus
principales obras son tres y están dedicadas a la teología: Scivias, Liber
Vitae Meritorum y De Operatione Dei. Estos tratados están muy
vinculados con sus visiones, a menudo enigmáticas, pero llamativas y
provocativas.
Cosmogonía y visiones
de Hildegard
El
material escrito producido por Hildegard es abundante y está salpicado de
inquietantes y curiosos diseños totalmente alejados de la pintura religiosa que
caracterizó a la Edad Media. Se podría decir que fue una precursora del
abstracto y del surrealismo que surgieron ochocientos años más tarde.
Cuando
se pretende interpretar las concepciones de Hildegard sobre temas vinculados
con la ciencia, surgen ciertas dificultades. Una de ellas es la receptividad de
su mente en continua evolución, que hace que visiones y teorías que aceptó en
sus primeros trabajos fueran modificadas, alteradas y renovadas en trabajos
posteriores.
Sin
embargo, lo más fascinante de su obra es la actitud que adoptó hacia los
fenómenos de la naturaleza y el universo. Para el pensamiento de Hildegard no
había distinción entre los eventos físicos, las verdades morales y las
experiencias espirituales. La fusión del universo externo con el interno acercó
a Hildegard a una serie de visionarios medievales que culminan en Dante.
En
la concepción de Hildegard, existe interdependencia entre las ideas de la
naturaleza y del hombre, el mundo moral y el material, el universo, las
esferas, los vientos, los humores, el nacimiento, la resurrección de los
muertos y la naturaleza de Dios.
En
la actualidad, separamos las ideas en categorías científicas, éticas,
teológicas, filosóficas y artísticas, y consideramos una virtud encasillar los
pensamientos dentro de límites que formamos deliberadamente. Para Hildegard,
esta forma de segregación de ideas habría sido incomprensible. En su cosmovisión,
lo material y lo espiritual estaban interconectados o directamente nunca
estuvieron separados.
Bases patológicas de
las visiones de Hildegard
Al
estudiar el fenómeno de las visiones de Hildegard, hay varias evidencias sobre
su origen neurológico: sus propias descripciones, los informes de sus
contemporáneos, biógrafos, como Teodorico y Godefrid, y las miniaturas del
Wiesbaden Codex, preparadas bajo su supervisión.
Es
evidente que, a pesar de su longevidad y la gran actividad que desarrolló a lo
largo de la vida, Hildegard no gozó de buena salud. Desde la infancia tuvo
episodios de trances y visiones y, periódicamente, estaba postrada durante
prolongados períodos, sin que esto fuera impedimento para que continuara
gobernando la comunidad religiosa.
Refiriéndose
a sus visiones, Hildegard manifestó claramente que no se presentaban mientras
dormía ni cuando soñaba, sino en estados de perfecta alerta e
independientemente de que tuviera los ojos abiertos o cerrados. En
muchos de sus dibujos, aparecen numerosas estrellas, y la imagen más destacada
es un punto o un grupo de puntos de luz que se desplazan en forma de ondas o
llamaradas. Se repiten con frecuencia imágenes que semejan las almenas de una
muralla o de una fortificación. Estas figuras coinciden con las descripciones
que hiciera 700 años después el astrónomo británico Sir George Airy sobre sus
propios episodios de migraña.
Hildegard
falleció en septiembre de 1179 a la edad de 90 años. Los eruditos de la Iglesia
evaluaron la posibilidad de santificarla, pero no consiguieron documentar
hechos milagrosos atribuidos a ella a lo largo de su vida. En realidad, el verdadero milagro fue su abundante legado adelantado a su época y
que, aun hoy, sigue siendo motivo de estudio y especulaciones.
Bibliografía
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Mather O. The Music of Hildegard von Bingen. http://the-orb.net/encyclop/culture/music/mather.htm.
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- Gongora
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- Singer C. The visions
of Hildegard of Bingen. Yale Journal of Biology and Medicine 2005;
78:57-82.
- Flanagan S. University
of Adelaida. Hildegard von Bingen. http://www.hildegard.org/documents/flanagan.html
Gracias esta bueno!
ResponderEliminarHay una pelicula sobre ella interesante
De Margarethe von Trotta,
abrazos
Excelente nota gracias Ricardo!
ResponderEliminarQué interesante !!! Gracias !!!
ResponderEliminarCuánto me gustó tu reseña histórica de Hildegard, Ricardo. He leído uno solo de sus libros sobre espiritualidad y supe que también fué avanzada en su talento musical. Ciertamente ella era tesoro y estrella de la época medioeval
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