Victor
Penchaszadeh es genetista, investigador y activista
por los derechos humanos. Actualmente se desempeña como profesor en la Escuela
de Medicina Albert Einstein de Nueva York. La siguiente es una conferencia que
dio en un foro de estudiantes universitarios en Buenos Aires.
Víctor Penchaszadeh
En
noviembre de 1982, me encontré en la ciudad de Nueva York con Estela Carlotto y
Chicha Mariani, abuelas de Plaza de Mayo, que habían llegado a la ciudad para denunciar
ante Naciones Unidas los crímenes contra la humanidad que había perpetrado la
dictadura en Argentina, especialmente el robo de bebés. Me traían la
preocupación de cómo iban a identificar a los que eran nietos de las abuelas
una vez que retornara la democracia y se pudiera empezar a localizar a los
niños apropiados.
Estela de Carlotto y Chicha
Mariani
Entonces
me lanzaron un desafío, desafío imposible de rechazar porque me dijeron: ¿Qué
puede haber más importante para un genetista argentino que encontrar el método
para poder identificar genéticamente a los nietos robados?
Ustedes
se preguntarán que estaba haciendo yo en Nueva York en ese momento. Ocurre que
siete años atrás, en diciembre del año 75 antes del golpe militar, yo ya era un
médico especializado en genética y trabajaba en la ciudad y tenía a mi esposa y
a mis hijos. Fue entonces que se introdujo en mi casa una patota de la Triple A.
Luego de dos horas de golpes e interrogatorios, tres
matones me bajaron hasta la calle con una mordaza en la boca, los ojos vendados
y las manos atadas atrás. Y así y todo no pudieron llevarme. Eran las cinco de
la tarde, pasaba mucha gente que parecía no ver nada. Cuando atisbé la puerta
abierta del auto al que me empujaban, me resistí con todas mis fuerzas. No me
pudieron meter en el coche y vaya a saber qué instrucciones tenían pero se
fueron y desistieron de su intento. La gente se acercó, me sacaron la venda de
los ojos. Fue un viernes: el lunes partí a Venezuela sin pisar mi casa, a la
que nunca volví. Yo no estaba en partido alguno, no tenía existencia
clandestina ni estructura que me apoyara. A los dos meses viajaron mi mujer y
mis hijos, que tenían tres y seis años. Poco después vino el golpe y lo que
pensé sería una breve estancia, se transformó en un largo exilio.
Primero estuve 5 años en Caracas y de allí me trasladé a Nueva York
donde viví y trabajé durante 25 años en varios hospitales y en la Universidad
de Columbia en Nueva York. Me dedique a la investigación para la prevención y
el tratamiento de las enfermedades genéticas.
Ahora
bien, para un genetista como yo con conciencia social y activista de derechos
humanos, era un poco incómodo el rótulo de genetista, porque yo sabía que en el
pasado, la genética había sido utilizada justamente para violar los derechos
humanos. Desde la época en que la humanidad fue dividida en compartimientos
estancos llamados razas y además en formas jerárquicas, porque la raza más
valiosa era la blanca y la menos valiosa era la negra o africana.
Estas ideologías
permitieron y justificaron cristianamente el mercado de esclavos, ya que se
sostenía que los negros no tenían alma y eran seres inferiores. Pero después, también a través de la formulación de una doctrina pseudo científica que se
denominó “eugenesia”, es decir nacer “bien”, que pretendió discriminar entre la
gente respecto a quienes podían y quienes no debían tener descendencia. La
decisión dependía de acuerdo a sus caracteres, si eran deseables o indeseables,
definidos obviamente por criterios emanados del poder de turno.
A
comienzos del siglo XX en los Estados Unidos se llevaron a cabo acciones como
cuotas inmigratorias y esterilizaciones forzadas. En otros países se realizaron
decenas de miles de esterilizaciones a personas que el sistema, según su criterio
e ideología consideraba no aptos para tener descendencia, hasta llegar al
holocausto perpetrado por los nazis, pero justificado ante ellos. O también por
una doctrina pseudocientífica y falsa de la genética, que ellos llamaron
higiene racial. Lo más grave de esta actitud aberrante es que estuvo apoyada
por los más destacados genetistas alemanes de la época.
En los Estados Unidos las
leyes de eugenesia aún están en vigencia en varios estados. Desde 1909 hasta
1960 fueron esterilizadas involuntariamente alrededor de 60.000 personas.
Muchos otros países la practicaron y aún la practican, siendo la Alemania nazi
la que desarrolló los métodos a su máxima expresión, incluyendo la muerte. La
prisión de San Quentín (foto), en California fue uno de los principales lugares
de eugenesia.
Volviendo
al desafío de las abuelas, me pareció que sería una excelente oportunidad para
la disciplina de la genética, la posibilidad de ponerla a funcionar a la
defensa de los derechos humanos. Al principio, el problema no parecía
complicado, porque por entonces se estaban haciendo pruebas de paternidad. Se
medían algunas sustancias heredables en la sangre y se establecía con
marcadores genéticos la paternidad o maternidad de un bebé.
En
genética todo es probabilidad y esa probabilidad de paternidad es lo que se
llama el índice de paternidad. El problema es que en el caso argentino de niños
robados fueron sustraídos a padres que fueron desaparecidos. Pero también
sabemos que nuestros genes están presentes en nuestros cuatro abuelos. O sea
que disponíamos de la metodología tanto de laboratorio como estadística para
proceder en la investigación.
¿Pero
era así realmente; como se puede pasar de una prueba de paternidad a una prueba
de abuelidad? No es tan sencillo porque todo este cálculo
estadístico-matemático de probabilidades hace que se pierda certeza al saltear
una generación. Para resolver el problema se desarrolló un trabajo en equipo
entre genetistas, epidemiólogos, estadísticos y matemáticos para reformular las
estadísticas y las probabilidades, teniendo en cuenta de que para determinar abuelidad,
estábamos salteando la generación desconocida de los padres.
Y
esto fue lo que se dio en llamar “índice de abuelidad”. El programa y la
formulación estadística estuvo en condiciones de ser aplicado para el retorno
de la democracia y se utilizó para la primera recuperación de identidad de una
nieta robada que fue Paula Eva Logares quién por entonces tenía 7 años.
Paula Eva Logares
En
una línea semejante, está trabajando el equipo argentino de antropología
forense, cuya misión es diferente porque está abocada a identificar los restos
óseos. Ambas líneas de investigación, ligadas a la vigencia de los derechos
humanos, alcanzaron un extraordinario progreso en las últimas décadas, gracias a los
avances increíbles en la capacidad de analizar el ADN, que permitió obtener
información más certera y más económica.
Es
importante señalar los cambios que se produjeron a nivel social, ético y
político, ya que el reclamo de abuelas en los primeros años de la democracia se
cristalizó en una ley que creó el Banco Nacional de Datos Genéticos. Este
avance permitió almacenar las muestras biológicas de los posibles abuelos en
una base de datos contra la cual se compara el niño, hoy adulto joven que es
localizado o que tiene sospechas de ser hijo de desaparecidos.
Así
es como a lo largo de casi 30 años 114 nietos recuperaron su identidad. Este
logro dependió de la tecnología, de la respuesta de la sociedad política a
través de las leyes. Sin embargo no hubiera sido posible sin la lucha, el
tesón, la perseverancia y la resiliencia de nuestras queridas abuelas.
Víctor Penchaszadeh con
Estela de Carlotto
Uno
se podría plantear que la genética es todopoderosa, ya que analizamos un ADN y
sabemos de qué se trata. Pero no es tan así, cada uno de nosotros posee una
carga de 25.000 genes heredados de nuestros padres, a lo cual hay que agregar
la interacción con el medio ambiente, social, político, económico, químico y
biológico que nos rodea desde que nacemos y durante toda la vida. Esa
interacción entre genoma y ambiente es la que determina todas nuestras
características. En otras palabras, un genoma es solo tan bueno como en el
ambiente en el que se encuentra. Esta es una lección que me costó aprender como
genetista que soy, pero la tengo asumida en base a la experiencia y a la
práctica.
Una
ciencia no es buena ni mala, depende de cómo se usa y quién la usa y con
respecto a la genética con que control social democrático se utiliza. Como
genetista, me siento inmensamente feliz de haber podido contribuir a que la
genética encuentre su camino y su derrotero, vinculada como no puede ser de
otra manera a la defensa de los derechos humanos y camino del que espero que no
se aparte jamás. Muchas gracias por su atención.
Daniel Barenboim con Estela
de Carlotto y su nieto recuperado, el. número 114
genial !!!gracias Ricardo!!
ResponderEliminargracias x el envío de articulo y gracias a Ricardo x su difusión
EliminarEstela de Carlotto merece el Premio Nobel, pero con un tribunal venal que cedió ante los lobistas de Estados Unidos para que Kissinger y después Obama recibieran el premio, lo veo difícil.
ResponderEliminarDespués de que lo recibieran Kissinger y Obama, el premio Nobel de la Paz está totalmente devaluado.
EliminarBuenisimo! Lo comparto
ResponderEliminarExcelente artículo, Ricardo!!! ya lo reenvié a todos mis contactos. Hay que difundirlo porque tiene doble valor, el científico y el humano.
ResponderEliminar¡Qué bueno que Ricardo haya implementado una herramienta para aprobación previa de los comentarios! Estábamos cansados de García/ingeniero fracasado que rompía la armoniá del blog con sus insultos y opiniones soeces totalmente ajenas al tema del blog.
ResponderEliminarFelicitaciones
Gracias Luisito, el objetivo de esta nueva herramienta no es censurar ideas sino evitar basuras que afecten el estándar de El Mordaz
EliminarDifícl seguir una conversación lógica cuando hay una tregua, y abiertamente, explícitamente Hamas la rompe ya por 3ra. Vez.
ResponderEliminarMuy bueno lo de la genética, ya ves en este caso fue todo muy comprometido y ´pormenorizado.
Los detalles abrieron caminos.
Lo que pusiste en el artículo de Israel/Gaza iba a otro lado, tal vez involuntariamente.
Roberto, no entiendo tu primera ni tu última frase.
EliminarSerías tan gentil de explicarte de manera que comprenda lo que quieres decir? Disculpas. Gracias.
Gracias por el reportaje. Lo conocemos a Víctor desde que entramos a la facultad, pero conocer toda su historia es reconfortante. No tengo problemas con abrir el blog, sí con incluir mis comentarios
ResponderEliminarSe puede añadir comentario pero no contestar.
ResponderEliminarAl menos yo.
Maravilloso: un científico humanista y la ciencia al servicio de la verdad.
ResponderEliminarNo siempre es así: son científicos los que crearon la bomba atómica, los que desarrollan medicamentos que más que a favor de la salud están a favor del lucro de los laboratorios, por nombrar sólo dos ejemplos.
Albert Einstein advirtió del potencial energético del uranio al presidente de Estados Unidos, Franklin Roosvelt.
ResponderEliminarLo que quizá Einstein no sabía es que la sugerencia de tomar al uranio como una importante fuente de energía sería utilizada años más tarde, para la creación de la primera bomba atómica.
Einstein disculpado.
Las trucheces y el lucro de la Industria Farmacéutica y quienes lo avalan para su beneficio económico, no.