sábado, 3 de junio de 2017

GANDHI

                            Mohandas Karanchand Gandhi (1869-1948)

Mohandas Karanchand Gandhi nació en el estado principesco de Porbandar, en aquel entonces bajo dominio británico, de una familia de buena posición socioeconómica que le permitió costearle sus estudios de derecho en Inglaterra. Durante su estadía en Londres sufrió terriblemente, no porque se sintiera discriminado por ser hindú, sino por su propia personalidad que le jugaba en contra. El hombre que décadas después movilizaría multitudes de millones de compatriotas, como ningún otro líder pudo lograr en la historia, era extremadamente tímido. 

El solo hecho de intentar un diálogo con un desconocido le resultaba un esfuerzo inaudito. La vestimenta que traía de la India tampoco lo ayudaba, pero cuando decidió transformarse en un gentleman británico las cosas no mejoraron, el problema radicaba en su personalidad y no en el aspecto físico.

El retorno a la India no mejoró su situación, el ambiente estaba saturado de abogados y solo consiguió resolver litigios menores. Ante los magistrados, sus alegatos balbuceantes y casi inaudibles, hacían que careciera de elocuencia y poder de convicción. Durante meses merodeó por los tribunales de Bombay buscando causas que defender hasta que le ofrecieron el cargo de abogado en una empresa hindú radicada en Sudáfrica.

Cuando Gandhi desembarcó en el puerto de Durban a la edad de 24 años, para representar a la firma que lo contrató durante doce meses, pensó que al término de ese lapso regresaría a la India. No imaginó que estaría ausente de su patria durante un cuarto de siglo, y que a su regreso, sería otra persona completamente diferente, se había transformado en el más grande conductor de masas.

En ese país extremadamente racista sufrió varios episodios que cambiarían completamente sus ideas, su filosofía, su personalidad y su futuro. El más importante ocurrió cuando en viaje hacia Pretoria irrumpió en el vagón un hombre blanco que le ordenó retirarse a tercera clase. Gandhi alegó que había sacado boleto de primera, pero el individuo acudió con el guarda y en la siguiente estación lo expulsaron del tren violentamente. Tiritando de frío pasó la noche en la estación y cuando despuntó el alba se había jurado a sí mismo luchar contra toda injusticia y defender su dignidad como hombre y como hindú.

Durante el año que duró el contrato Gandhi se ocupó de enseñar inglés a sus conciudadanos y a defender sus derechos. Su popularidad fue creciendo y el día de la despedida le hicieron una gran fiesta, pero cuando estaba por partir leyó casualmente en el diario local que la Asamblea legislativa estaba planeando pasar una ley que negaba a los hindúes el derecho al voto. 

Gandhi que hasta ese momento no estaba interesado en la política desarrolló una campaña en la que recaudó miles de firmas de oposición a la medida. No logró su cometido pero su popularidad trascendió las fronteras y llegó hasta Inglaterra y la India.

                                                Gandhi en Sudáfrica

En 1899 mientras aún se encontraba en Sudáfrica Gandhi, que se consideraba un súbdito inglés, participó en un nuevo enfrentamiento contra los Boers formando un cuerpo de ambulancias con 1.100 voluntarios. Cuando terminó el conflicto con la victoria inglesa, la paz entre Boers y el Reino Unido no trajo mejoras a las condiciones sociales de la comunidad hindú. Durante más de una década se produjeron numerosas protestas y actos de resistencia, todos liderados por Gandhi. Él y muchos de sus compatriotas, conocieron cárcel y humillaciones.

Diez años después de su llegada se produjo el segundo impacto que modificaría definitivamente su forma de vida. Ocurrió como la primera vez también en un tren, cuando un amigo inglés le ofreció un tratado del filósofo John Ruskin titulado Unto this Last. El viaje de Johannesburg a Durban era de 24 horas, tiempo durante el cual Gandhi no pudo dejar el libro un solo instante. “Decidí cambiar mi vida acorde con los ideales de Ruskin”, señalaría más tarde.

Cuando descendió del tren había prometido renunciar a todos los bienes de este mundo y vivir conforme a los ideales anticapitalistas de Ruskin. La riqueza no era más que un arma para engendrar esclavitud, escribía el filósofo. Sus ideas se asemejaban mucho a las de su madre Putlibai, la cuarta esposa de su padre, quien basada en el Bhagavad Gita, le inculcó durante la infancia a no hacer daño a ningún ser viviente, a ser vegetariano, a ayunar para purificarse, y a ser tolerante con otros credos religiosos. Este cambio total en la vida de Gandhi asume mayor grandeza si se tiene en cuenta que en ese momento era un próspero abogado con un ingreso anual de 5.000 libras esterlinas, una fortuna para la época.

Adquirió una granja de 50 hectáreas a 20 kilómetros de Durban, en plena región zulú. Gandhi aplicó allí el modo de vida que lo acompañaría hasta su muerte: renunciamiento a las posesiones materiales, satisfacer de la manera más simple las necesidades del hambre, una vida comunitaria en la que el trabajo de cada uno tenía el mismo valor y las dos doctrinas que lo volvieron mundialmente célebre: la no violencia y la desobediencia civil. Finalmente le comunicó a su esposa Kasturba Makhanji, quien lo ayudó incondicionalmente en todas sus actividades y con la que tuvo 4 hijos, que había tomado el voto de castidad.

El destacado escritor Gilbert Murray, fue uno de los primeros en tomar conciencia de la importancia de la singular personalidad de Gandhi, cuando en una publicación londinense escribió con extraordinaria lucidez el siguiente párrafo: “va a ser muy difícil lidiar con un hombre que tiene un desinterés total por los placeres sensuales, las riquezas, el confort y la promoción, pero que tiene la firme determinación en creer en lo que es correcto. Es un enemigo peligroso y atípico porque aunque conquistemos su cuerpo, no podremos hacerlo con su alma”. Sus palabras fueron proféticas ya que con su metódica desobediencia civil sin violencia, Gandhi lograría derrotar a un imperio y hacerle perder su más preciada colonia.

Regreso a la India
El 9 de enero de 1915, Gandhi, regresó a la India y fue recibido como un héroe por una multitud entusiasta. Aquel hombrecito vestido con una túnica y sandalias y aspecto insignificante sería a partir de entonces la figura dominante de su país y el líder más influyente que haya conocido el mundo. Rabindanath Tagore, el Premio Nobel de literatura le confirió el título de Mahatma: la “Gran Alma” y a partir de entonces pasaría a ser llamado Mahatma Gandhi por las masas, el periodismo, los políticos y el mundo entero.

Su lucha pacífica contra el Imperio Británico se inició cuando tomó conciencia del maltrato que podían ejercer los ingleses con sus súbditos. En febrero de 1919, el Consejo Legislativo Imperial pasó la ley Rowlat Act, mediante la cual cualquier hindú sospechoso de sedición podía ser detenido y encarcelado por tiempo indefinido. Gandhi organizó una táctica pasiva que inmovilizó a la India, pero no pudo evitar que se produjeran revueltas en varios sitios que fueron brutalmente repelidas por los soldados ingleses y dejaron un saldo de 400 muertos y miles de prisioneros.

Calmados los ánimos y con la bendición del virrey, Gandhi formó el Partido del Congreso que se transformó en un movimiento de masas animado por su ideal de no violencia y donde él era el alma del Partido y la misión: la independencia de la India. A partir de entonces, todo lo que fuera inglés debía ser boicoteado. Gandhi empezó devolviendo al virrey las dos medallas que había ganado con su cuerpo de ambulancias durante la Guerra de los Boers.
Inició campañas de educación para incitar a los aldeanos a utilizar letrinas, mejorar sus condiciones sanitarias, combatir el paludismo, construir escuelas y estimular las relaciones entre hindúes y musulmanes. 

Marchó por todo el país pasando noches enteras en los asientos de tercera clase de los trenes, habló varias veces al día y visitó miles de aldeas, caminando descalzo y seguido por sus partidarios. Las multitudes acudían de todas partes para conocer personalmente al Mahatma Gandhi. Pero hubo dos cruzadas que por su originalidad, el carácter masivo de la respuesta y el daño que infligieron a la economía del imperio, trascendieron ampliamente las fronteras: el retorno al empleo de la rueca y la marcha de la sal.

El Reino Unido compraba el algodón indio a precios irrisorios que regresaba convertido en paños que eran vendidos a valores muy superiores. Gandhi resucitó la vieja rueca de madera para que millones de hindúes, empezando por él mismo, hilaran su ropa y evitaran comprar las telas inglesas. 

               Gandhi hilando en la tradicional rueca

Esta gesta revolucionaria produjo un impacto negativo importante en la economía inglesa y tuvo tanta trascendencia que la bandera actual de la India independiente lleva en su centro el símbolo de una rueca.

A esta cruzada Gandhi agregó la “marcha de la sal”. En el clima tórrido de la India, la sal era un elemento indispensable en la alimentación de cada habitante. Abundaba en las costas, pero el gobierno británico conservaba el monopolio de su distribución y estaba gravado con un impuesto que para los campesinos que subsistían al límite, resultaba oneroso.

En la madrugada del 13 de marzo de 1930, Gandhi salió de su vivienda con un cortejo de discípulos e inició una marcha de 400 kilómetros hacia el mar. A medida que pasaban los días la caravana aumentaba en volumen y millares de hombres, mujeres y niños, se apiñaban y arrodillaban a su paso para saludar al Mahatma. El virrey optó prudentemente por no ejercer ningún tipo de represión ni interferencia, ya que por entonces había decenas de periodistas que seguían diariamente a la gigantesca multitud y enviaban periódicamente cables a sus respectivos países sobre la evolución de la marcha. Las pantallas de cine se llenaron de imágenes del hombrecito semidesnudo que apoyado en su bastón y aclamado por multitudes se encaminaba con voluntad de hierro hacia el mar.

Después de 25 días Gandhi sumergió sus pies ampollados en las aguas del océano Índico cerca de la ciudad de Dandi, se agachó, recogió un puñado de sal y lo elevó al cielo ante millares de espectadores que lo aclamaron. La sal se había convertido junto con la rueca en los dos símbolos de la lucha por la independencia.

De un extremo al otro del continente la gente se dedicó a recoger sal, purificarla y distribuirla. Esa medida más el boicot hacia toda mercadería proveniente de Inglaterra hizo que el gobierno reaccionara con una feroz represión y Gandhi estuvo entre los miles de encarcelados. Pero todo fue inútil, los métodos clásicos de castigos de todo tipo se estrellaron contra la táctica imbatible y original de la desobediencia civil sin violencia. Para el imperio británico la India se había convertido en un volcán fuera de control.

Un día de febrero de 1947, los Miembros de la Cámara de los Comunes, esperaban sombríos y melancólicos el discurso del Primer Ministro sobre el futuro de la India. Clement Attlee comenzó a leer el mensaje que había sido preparado por el almirante Mountbatten: “El Gobierno de Su Majestad desea hacer saber claramente que tiene la firme intención de adoptar las medidas necesarias para proceder al traspaso de la soberanía de la India a manos de una autoridad india responsable en fecha no posterior al mes de junio de 1948”.

Pese a las protestas de Churchill, la Cámara de los Comunes ratificó la marcha de la historia. Por aplastante mayoría votó el final del reinado de Gran Bretaña en la India. Gandhi había triunfado sobre el impero.

Gandhi. Biografía y vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea. http://www.biografiasyvidas.com/monografia/gandhi/
Dominique Lapierre y Larry Collins. Esta noche, la libertad. Emecé Editores. Buenos Aires 1978.
Gandhi. Macropedia, tomo 19. Encyclopaedia Britannica. Chicago 1995.
Annete Barnabas. Mahatma Gandhi: An Indian Model of Servant Leadrship. IJLS. International Journal of Leadership Studies. International Journal of Leadership Studies, Vol. 7 Iss. 2, 2012.


sábado, 27 de mayo de 2017

LOS INGLESES Y LA INDIA

La llegada de la East India Trading Company
Cuando Inglaterra incorporó la India a sus posesiones se transformó en el imperio más vasto de la historia, mucho más extenso que la Roma imperial, pero también más efímero. La conquista de la India no fue una aventura de pocos meses ni se logró mediante importantes batallas, pero podemos ponerle una fecha de inicio: la tarde de un 24 de septiembre de 1599.

Todo comenzó con un episodio de muy escasa trascendencia cuando ese día se reunió un puñado de comerciantes en Londres. Estaban preocupados e indignados, porque Holanda, que por entonces manejaba el mercado de la pimienta, había aumentado en una libra esterlina el valor de esta especia, muy apreciada en las mesas inglesas.

Decidieron formar una empresa que se llamó East India Trading Company, consiguieron un préstamo que les otorgó la reina Isabel I y ocho meses más tarde el Hércules, un galeón de quinientas toneladas, recaló en el pequeño puerto de Surat, al norte de Bombay. Era el 24 de agosto de 1600 y tanto los comerciantes ingleses como los hindúes ni remotamente se imaginaron que se iniciaba la conquista de uno de los territorios más vastos y el más poblado del planeta.
                                         Escudo de la Compañía

William Hawkins, el capitán del Hércules, un avezado marino, muy aventurero, hábil diplomático y poco escrupuloso, digamos casi un pirata, se entrevistó con el Gran Mogol que gobernaba un estado turco islámico del continente indio. Jehangir, que así se llamaba el hombre más rico y poderoso del mundo, a cuyo lado la reina Isabel se reducía a la soberana de un pequeño feudo, quedó embelesado ante la habilidad diplomática del inglés, que además dominaba el idioma turco. Le autorizó a la compañía para que abriera varias sucursales y hasta le cedió a Hawkins, la muchacha más hermosa de su harén.

                           El emperador Jehangir

Muy pronto en los muelles del Támesis empezaron a llegar con regularidad mensual dos navíos cargados de pimienta, caucho, azúcar, seda y algodón y regresaban a la India con las bodegas abarrotadas de productos manufacturados. La compañía fue adquiriendo enorme poder económico y pese a que llegó con la consigna de “Trade not territory”: comercio sin objetivo territorial, el desarrollo de los negocios, llevó a sus agentes a intervenir necesariamente en los conflictos locales.

Una conquista subrepticia
Lentamente, casi sin quererlo, el territorio que poseía la compañía se fue expandiendo y comenzó a poseer fuerza militar propia que creció en forma considerable cuando Francia también empezó a interesarse en sacar tajada de aquel fascinante mundo. La Compañía que ya contaba con un verdadero ejército, derrotó a las fuerzas francesas en diversos enfrentamientos que finalmente abandonaron sus pretensiones sobre la India y dejó a Inglaterra en completa libertad de acción.

                           General Robert Clive

A mediados de 1757 el general Robert Clive, al frente de un batallón de infantería y con apoyo de cipayos indígenas, bajo la lluvia torrencial del monzón, liquidó a las fuerzas de un turbulento sultán en los arrozales de Bengala. Esta victoria le abrió a la Compañía toda la India del norte y los puertos del este.


En 1858, el Parlamento inglés puso fin a la Compañía y dio origen al virreinato. A partir de ese momento la joven Reina Victoria se transformó en Emperatriz de la India incorporando a Gran Bretaña trescientos millones de hindúes, que por entonces significaban la quinta parte de la humanidad. A comienzos del siglo XX sesenta mil soldados británicos y doscientos mil soldados indígenas, tenían bajo su control toda la India. Se multiplicaron los típicos clubes donde comerciantes, militares, recaudadores de impuestos e ingenieros del ferrocarril, trasplantaron el microclima londinense, con sus reuniones de gala, sus deportes y sus juegos preferidos, regados con abundante whiskey. Existía la profunda convicción entre todos esos súbditos de su Graciosa Majestad, de que pertenecían a una raza que Dios había elegido para gobernar y someter.

El aislamiento respecto de la población nativa era total, pese a lo cual lograron imponer en todo el país el idioma inglés, que permitió que los hindúes lograran comunicaran entre sí ya que tenían más de 30 lenguas en una verdadera Babel de incomunicación.

La ventaja del idioma fue aprovechada por muchos hindúes de clases más pudientes, que por ser miembros del imperio tenían derecho a ingresar en las universidades inglesas. De ellas egresaron como abogados los hombres que liderarían los movimientos independentistas, siendo los dos más importantes Sri Pandit Jawaharlal Nehru y Mahatma Gandhi.


                          Sri Pandit Jawaharlal Nehru y Mahatma Gandhi.

Los ingleses pierden el control de la colonia
A medida que avanzaba el siglo XX la colonia se iba transformando en un volcán, el movimiento nacionalista encabezado por Gandhi que impuso el método de la resistencia pasiva y la no violencia, puso en jaque al poder británico, por entonces la mayor potencia mundial. Hizo que millones de hindúes utilizaran la primitiva rueca para confeccionar sus propias ropas contra la importación de las telas inglesas, produciendo un duro golpe a la industria textil inglesa.

La otra acción que trascendió las fronteras, y más tarde inspiró a Martin Luther King, fue la marcha de la sal. Como una forma más de dominio, los ingleses, al ocupar el territorio hindú se apropiaron de la producción de sal que hasta ese momento era un acto libre del pueblo. Después de un recorrido a pie de 300 kilómetros, Gandhi llegó el 5 de abril de 1930 a la costa del océano Índico. Avanzó dentro del agua y recogió entre sus manos un poco de sal. Mediante este gesto sencillo, pero altamente simbólico, alentó a sus compatriotas a violar el monopolio impuesto por el gobierno británico sobre la producción y distribución de sal.


                          Gandhi encabeza la gigantesca marcha de la sal

Pero sin duda el problema más grave con el que se enfrentaban las fuerzas inglesas era el antagonismo irreconciliable que existía entre los trescientos millones de hindúes y los cien millones de musulmanes. Estos últimos exigían que Gran Bretaña desgarrase la unidad del país para otorgarles un territorio propio.

Si bien ambas etnias convivían en una misma ciudad y comerciaban entre sí, vivían en barrios separados y con profundas diferencias religiosas y de modo de vida. Por dar un solo ejemplo, los musulmanes no soportaban que con la escasez de alimentos hubiera millones de vacas desplazándose por las calles, merodeando los puestos de comida sin que se las pudiera ahuyentar y menos matarlas para comer. Además, el Islam representaba una fraternidad de creyentes, mientras que el sistema de castas y subcastas de los hindúes era interminable y divisionista.

Cualquier hecho trivial despertaba una estampida de odio que dejaba decenas de muertos y heridos. Los episodios se venían repitiendo en todo el territorio con frecuencia alarmante. El virrey mariscal Archibal Wavell, era consciente de la inminente amenaza de una devastadora guerra civil, sabía que sus fuerzas no podrían controlarla y que la única solución era darle a la India su independencia. El factor disparador fue la masacre de Calcuta, una metrópoli con fuerte reputación de salvajismo y de violencia. El 16 de agosto de 1946, hordas de musulmanes enardecidos blandiendo barras de hierro, porras, hachas y picos, asesinaron implacablemente a todos los hindúes que encontraban y quemaron sus bienes y hogares. Pocas horas después, los hindúes hicieron lo mismo sin que la policía aterrada intentara frenarlos. Después de 24 horas las calles de varios barrios de Calcuta estaban cubiertas de cadáveres, sobrevoladas por mies de buitres que se hartaron de comer carne humana.

Wavell no esperó más, se trasladó a Londres y expuso la situación ante el Parlamento. Winston Churchill fue el único que se opuso a la independencia de la colonia y sostuvo que Gran Bretaña no podía claudicar ante “ese faquir medio desnudo”, en referencia a Gandhi. Se negaba a aceptar que el tal faquir tenía el poder de movilizar a toda la India y que se había convertido en el líder de masas más grande en toda la historia de la humanidad. Para Churchill, la independencia de la India significaba un golpe atroz para el imperio. Ignorando este vaticino, la Cámara de los Comunes votó por aplastante mayoría el final del reinado de Gran Bretaña sobre la India.

Un piloto de tormentas
El Primer Ministro Clement Attlee, convocó al hombre que según su criterio, era el más capacitado para asumir como virrey e iniciar los mecanismos que le permitieran a la India la mejor transición posible hacia la independencia. El almirante y lord Louis Francis Mountbatten provenía de una dinastía que se remontaba a Carlomagno y en su árbol genealógico abundaban reyes, káiseres y zares y como si esto no bastara, también era el nieto de la Reina Victoria.

                   Almirante Lord Louis Francis Mountbatten

Pero no era por su linaje que Attlee lo convocaba, sino por su habilidad como político, diplomático y militar. Durante la Segunda Guerra Mundial sobresalió en operaciones de mar y especialmente en tierra donde con el cargo de comandante supremo interaliado en el Sudeste asiático condujo a un ejército desalentado y desorganizado a lograr la victoria terrestre más grande contra los japoneses.

En cuanto arribó a Nueva Delhi donde se encontraba el palacio de los virreyes, que no tenía nada que envidiarle a Versailles o al Kremlin, Mountbatten fue coronado como el vigésimo virrey de la India. La pompa y la gala no le mejoraron el ánimo que traía desde que lo designaron en ese cargo, era consciente de que tenía por delante una tarea hercúlea. Pronto la realidad le demostraría que sería mucho peor de lo que imaginaba.

Lo primero que hizo Mountbatten fue romper con todos los protocolos y sobre todo abandonar el aislamiento que durante siglos separó a los virreyes del resto de la población local. A partir de su asunción, todas las reuniones políticas o sociales en el palacio, contarían con un porcentaje de hindúes similar al de ingleses. Visitó a Nehru en su modesta residencia de Nueva Delhi y lo conquistó con su sencillez y habilidad diplomática. Nehru dejó sentado en sus Memorias que “volvía a encontrar en Mountbatten y su mujer a la Inglaterra acogedora y liberal de su juventud de estudiante”.

Mountbatten también tuvo entrevistas con Gandhi que compartía con Nehru la idea de independizar a la India sin fragmentarla, pero al intentar dialogar con Mohammed Ali Jinnah, el líder de la Liga Musulmana, se encontró ante un obstáculo infranqueable. Jinnah tenía la sólida convicción de que los musulmanes jamás recibirían un trato equitativo en una India gobernada por un partido con predominio hindú.


                                                  Mohammed Ali Jinnah

Pese a su larga experiencia diplomática y numerosas reuniones de horas interminables, Mountbatten no logró que el líder musulmán cediera un ápice. Para él había dos territorios con fuerte minoría musulmana que no debían formar parte de la India, uno era la provincia norte llamada Punyab, tan vasto como la mitad de Francia y el otro era la provincia de Bengala en la parte noreste del territorio. Jinnah insistió, hasta quebrar la voluntad de Mountbatten, de que ambas provincias debían dividirse en dos, una parte sería conservada por la India y la otra por el futuro Pakistán. Se producía el absurdo geográfico de que ambos territorios que pasarían a ser Pakistán estaban separados entre sí por una distancia de 1500 kilómetros.

Mañana, la libertad
Esta frase repetida por millones de bocas de hindúes y musulmanes iba a estallar el 15 de agosto de 1947, Mountbatten, ante lo insostenible de la situación había adelantado la fecha considerablemente.

La noche anterior comenzaron las matanzas por ambas partes, los trenes que partían cargados de musulmanes hacia el territorio pakistaní eran interceptados en el camino e invadidos por hordas de sikhs. Cuando el tren finalmente llegaba a destino los familiares y autoridades musulmanas que los esperaban, vieron que nadie descendía de los vagones y solo encontraron pilas de cadáveres, muchos de ellos mutilados, mientras que ríos de sangre descendían por las puertas. En forma inversa se producía la misma carnicería con los hindúes que querían trasladarse hacia la India. La meticulosa organización que constituía el orgullo de la red ferroviaria inglesa en el país fue barrida por completo.
Templos sagrados hindúes que quedaron en territorio musulmán fueron incendiados y la misma reciprocidad se les dio las mezquitas musulmanas en la zona hindú. En Calcuta, gracias a Gandhi, quién con su sola presencia tenía más poder que todo un ejército, las masacres no pasaron a mayores.

La partición además produjo cataclismos económicos, se había trazado la frontera asignando a los indios la mayoría hindú y a los pakistaníes la de mayoría musulmana, si bien en el mapa parecía aceptable en la realidad fue un desastre. En Bengala la partición condujo a la ruina económica porque el 85% del yute mundial crecía en la zona asignada a Pakistán, pero las fábricas que lo procesaban estaban en zona hindú que carecía de yute. Canales de riego tenían sus compuertas de alimentación en un país y su red de distribución en el otro. A estas calamidades había que agregarle una feroz orgía de violaciones a mujeres de ambas etnias.

Cuando despuntó el amanecer en el día de la independencia comenzó la más grande migración en la historia de la Humanidad. Campesinos analfabetos que ni sabían que la India se había independizado debieron abandonar presurosamente las tierras que cultivaron durante generaciones para trasladarse con solo lo puesto a un nuevo territorio donde vagarían por las calles en calidad de mendigos.

Las caravanas que se desplazaban por los caminos en direcciones opuestas oscilaban entre cien mil y ochocientas mil personas y cubrían decenas de quilómetros. Con los ojos y las gargantas quemados por el polvo, abrasadas las plantas de los pies, torturados por el hambre y la sed y envueltos en un asfixiante olor a orina y excrementos, parecían autómatas que se arrastraban penosamente, dejando un reguero de muertos. Miles de ancianos, mujeres y niños caían extenuados, dejándose pisotear por la marea humana que seguía avanzando o se sentaban a la vera del camino esperando la muerte. Un oficial inglés anotó en su diario que los buitres habían engordado tanto que no podían levantar vuelo y los perros salvajes se habían vuelto exigentes y solo devoraban los hígados de sus víctimas.

Hubo gestos de altruismo por ambas partes que marcaban islotes blancos en una marea negra de tragedia. Quien más se destacó por su humanidad y ayuda fue Edwina, la esposa de Mountbatten. Incansablemente recorrió los campos de refugiados mezclándose con la gente sus olores y sus excrementos, ofreciendo todo tipo de ayuda.

Como si todas estas penurias no fueran suficientes, se desató el tardío monzón con una violencia como no la había conocido la India desde hacía medio siglo. Los cinco ríos del Penjab se desbordaron y miles de migrantes quedaron sepultados bajo sus aguas. Nunca se sabrá el número de muertos que se produjo durante esos meses de 1947, pero las estimaciones más sombrías hablan de uno a dos millones.

Para los supervivientes, el largo y doloroso período de reubicación duraría años y dejaría amargos recuerdos a toda una generación. En la zona de Cachemira los conflictos territoriales entre Pakistán y la India desataron guerras y escaramuzas que persisten hasta la actualidad.

El odio entre hindúes y musulmanes es irracional y muestra una faceta de la mente humana que no evolucionó a lo largo de millones de años y que las religiones, son más un factor de discordia que de unidad.

Dominique Lapierre y Larry Collins. Esta noche la libertad. Emecé, Buenos Aires 1978.
India. Encyclopaedia Britannica. Macropedia.
Gandhi. Macropedia, tomo 19. Encyclopaedia Britannica, Chicago 1995.


sábado, 20 de mayo de 2017

EL NIETO PINTOR DE SIGMUND

Lucian Freud era un personaje con tres características singulares que lo destacan del común de la gente: ser el nieto de Sigmund Freud, haber adquirido un estilo distinto y personal volcado exclusivamente a pintar seres humanos, especialmente sus rostros en forma perturbadora e inquietante. Finalmente, la tercera característica es haber sido el artista viviente cuyas obras alcanzaron las más altas cotizaciones en el mercado del arte.


                                     Autorretrato. Colección privada

Lucian nació en Berlín en 1922, pero en 1933 emigró junto con su familia a Londres, porque sus padres que eran judíos tuvieron la premonición de que el régimen que acababa de instaurarse en Alemania era siniestro y presagiaba un futuro inmediato sombrío.

Desde muy joven su vocación fue la de ser pintor y estudió en buenas escuelas de donde egresó desarrollando una técnica algo lavada e impersonal. Hasta aquí nos encontramos con uno más de los miles de artistas que pretenden, sin mayores resultados, hacer de su arte no solo un medio de vida redituable, sino poder alcanzar la fama y la posteridad.

La cosa cambió, según lo relata el escritor Juan Forn, cuando a Lucian, quien a los veinte años trabajaba en una galería de arte, sus patrones le encomendaron trasladar una pintura de Picasso a un sitio más seguro para preservarla de los bombardeos de la aviación alemana que se ensañaba sobre Londres. Durante el viaje en tren Lucian puso el Picasso en el asiento frente al suyo y quedó extasiado contemplándolo a tal punto que se pasó de estación. Se trataba de uno de los más de 10 retratos que el pintor malagueño dedicó a Dora Maar, una de sus amantes, antes de abandonarla.

Al día siguiente, Lucian tuvo oportunidad de conocer a Francis Bacon quien por entonces se encontraba en Londres. Tanto Picasso como Bacon, con su estilo cubista el primero y con el neofigurativo, el segundo, distorsionaban los rostros de sus modelos hasta volverlos irreconocibles. Lucian quedó impactado con sus técnicas, pero no los imitó, decidió crear su propio estilo. Él no cambiaría la fisonomía de los personajes que en sus telas resultan fácilmente identificables, decidió que les desnudaría sus sentimientos. Podemos especular que aquí influyó la herencia genética de su abuelo Sigmund.

Lucian parece trasladar al lienzo el pensamiento freudiano, buscando descubrir lo que se esconde detrás de cada rostro. “Lo importante –sostenía– no es reproducir simplemente a quien me sirve de modelo. Pinto todo lo que siento sobre él, todo lo que pienso sobre él, todo lo que pongo en él cuando lo pinto”.


                   Tres rostros, el primero de la izquierda es el de la Reina Isabel II

Las obras de Lucian reflejan su propia vida y su propio entorno. Para él, “todo es autobiográfico y cualquier cosa es un retrato”. Por eso, se niega a trabajar con modelos profesionales para quienes la desnudez es una simple herramienta de trabajo. Sus modelos –sean amigos o conocidos ocasionales, hijos o nietos, amantes o colegas– entregan en forma resignada la intimidad de sus cuerpos para que él descubra en ellos sus personalidades y sus estados de ánimo.

Lucian no pinta la belleza de esos cuerpos. Sus retratos son perturbadores e inquietantes. Muestran al ser humano desprotegido, muchas veces en posiciones obscenas, exhibiendo los genitales y refugiados en sofás o habitaciones que parecen tristes decorados.

Quien se detenga a observar los numerosos retratos de personas, observará que no hay un solo rostro alegre, no esbozan sonrisas, por el contrario parecen tristes o sumergidos en profundas meditaciones. Sus propios autorretratos, que son numerosos, no eluden estos rasgos sombríos.


                                Mujer con perro blanco. Tate Galery, Londres.

Cualquier defecto físico que tuviera el modelo, Lucian lo exageraba en forma despiadada. El ejemplo más conocido y que suscitó la crítica de la nobleza inglesa es el retrato de Andrew Parker Bowles, el primer esposo de Camilla, actual duquesa de Cornwall y cónyuge del príncipe Carlos Parker Bowles se encuentra sentado vistiendo su uniforme de oficial del ejército, con el pecho cubierto de medallas pero con el saco desprendido del que sobresale un abultado abdomen. Ninguno de estos detalles impidió que en la subasta que hizo Christie en Nueva York en noviembre de 2015, el cuadro se rematara en 35 millones de dólares.

                          Andrew Parker Bowles. Colección privada

Lucían era muy trabajador, pintaba los siete días de la semana y agotaba la paciencia de sus modelos en decenas de sesiones. Por su estudio pasaron desde pequeños comerciantes anónimos hasta pares del reino, desde conocidos gángsters hasta duquesas excéntricas y como era un sexópata posaron ante su paleta, incontables amantes, sus esposas, que fueron varias y cuando tenía tiempo, retrataba a sus numerosos hijos, que era el único momento que estos tenían para estar con el padre. Cuando podía los desnudaba y cuando no lo lograba, se detenía en sus rostros, siempre buscando sus personalidades.

Otro componentes en la obra de Lucian, es un detallismo tenaz sobre cualquier elemento que rodee al personaje, la ropa, el bozal de la mascota que lo acompaña o la colcha con sus arrugas sobre la que yace el/la modelo.

Lucian era muy económico con los colores, detestaba los tonos vivos y tanto sus personajes como el ambiente que los rodeaba se caracterizan por tonalidades de escaso contraste. Como lo señalaron algunos detractores, ser retratado por Lucian equivalía a ingresar al panteón de los muertos vivos.

Se dice que fue para mejorarle la paleta, que algunos amigos le presentaron al excéntrico transformista australiano Leigh Bowery. El encuentro fue en el club Taboo, una creación del propio Bowery que rompía con todas las convenciones, fundamentalmente las sexuales, donde corrían drogas como el ecstasy y el comportamiento era de total descontrol.

La característica más destacada de Bowery era el uso de maquillaje, ropa y pelucas totalmente kitsch, que despertaban la curiosidad, el rechazo y el asombro en algunos y una atracción morbosa en otros. Esto sumado a que medía un metro noventa y pesaba ciento diez kilos, lo tornaba grotesco.

Bowery sabía de la existencia de Lucian, sentía por él respeto y admiración y le pidió que lo pintara, solicitud que encantó al artista quien en una ocasión confesó que le gustaban los personajes estrafalarios. Cuando Bowery ingresó al atelier del artista, en forma espontánea se quitó toda la ropa y a cara lavada y cuerpo desnudo se ofreció a la paleta del pintor. Pintar a este modelo le llevó a Lucian un tiempo considerable porque no se le ocurrió mejor idea que plasmar en tamaño natural a semejante Moby Dick.  


                                 Leigh Bowery. Smitsonian Institution

En los ocho años siguientes Lucian hizo diez cuadros de Bowery, en óleos que a veces alcanzan los tres metros de altura y cuando solo pintaba la cabeza también lo hacía en tamaño gigantesco usando telas de un metro cuadrado de superficie.

En la presente y limitada biografía que hago del pintor, se hizo necesario incluir a este singular personaje no solo por el número de cuadros que dedicó a su modelo, sino porque Bowery logró con su presencia en las inauguraciones de las muestras de Lucian, acrecentar aún más su fama. Además, antes de morir de sida en 1994, lo convenció de tener un marchand.

Lucian Freud falleció el 29 de julio de 2011 a la edad de 89 años. Todos los diarios del mundo informaron su obituario, no en balde está considerado uno de los mejores pintores británicos del siglo XX y entre los figurativos más originales y poderosos de la época. Y el dato adicional: fue el artista viviente más cotizado en el mercado del arte.

Juan Forn. Freud encuentra a Buda. Los Viernes, tomo 3. Emecé, Buenos Aires 2016.
María Cristina Melgar y colaboradores. Cuerpos pintados por Freud. Página 12, 04/08/2011.
Francisco Calvo Serraller. Fallece Lucian Freud, el pintor de los desnudos carnales. El País 21/07/2011.
Catherine Lampert. Lucian Freud obituary. The Guardian 22/07/2011.

Lucien Freud portrait of Camilla’s ex-husband sells for nearly $35 m. The Guardian, 11/11/2015.

viernes, 12 de mayo de 2017

CHARLOTTE CORDAY, DAVID Y MARAT


Jean-Paul Marat

                                     Jean-Paul Marat (1743-1793)

El Museo Real de Bellas Artes de Bruselas exhibe uno de los cuadros más famosos del siglo XVIII: El asesinato de Marat. La víctima es el extremista jacobino Jean-Paul Marat, un fanático de la Revolución Francesa, decidido a exterminar a través de la guillotina a todo oponente a la gesta revolucionaria. Sufría de una enfermedad de la piel que le producía una picazón que lo atormentaba y que solo calmaba permaneciendo horas enteras sumergido en un baño terapéutico. Para no perder tiempo había instalado un tablero junto a la bañera y desde allí dictaba las órdenes de ejecución de sospechosos y de contrarrevolucionarios. 

Era el período llamado del “terror” y Marat, Danton y Robespierre, constituían el ala más dura del proceso. La cabeza de Luis XVI ya había rodado bajo la guillotina y su esposa, la reina María Antonieta, pronto correría la misma suerte.

                                  Charlotte Corday (1768-1793)

Charlotte Corday es una joven de 25 años de activa participación en los acontecimientos que están cambiando la historia de Francia. Ella es una revolucionaria, pero pertenece al grupo de los girondinos, el ala blanda del movimiento y le horroriza la matanza descontrolada que los jacobinos están cometiendo en nombre de los tres principios de la revolución: libertad, fraternidad, e igualdad.

Para Charlotte, el principal instigador de este baño de sangre es Marat y desde hace un tiempo ha tomado la decisión de asesinarlo, solo espera el momento oportuno y reunir el coraje necesario. El 9 de julio de 1793 deja su vivienda de Caen y se dirige a París, hospedándose en el Hotel de la Providence. Le hace llegar una esquela a Marat pidiéndole que lo reciba, pero no obtiene respuesta. Días después le envía una segunda esquela y sin esperar más se dirige con paso firme a la casa del tribuno. Entre sus senos guarda oculto un cuchillo de punta cortante.

La criada no le permite el acceso, pero los fuertes reclamos de Charlotte son escuchados por Marat que se encuentra en una habitación contigua. Comprende que se trata de la misma mujer que le envió la esquela y ordena que la dejen pasar. Charlotte encuentra a Marat sumergido hasta la mitad del pecho en la bañera y la cabeza cubierta con un turbante. La habitación está escasamente iluminada, pero puede apreciar el rostro desagradable de su víctima quien la mira con su boca inmensa y burlona.

Ella le informa de la situación en Normandía y seguidamente le dicta los nombres de los diputados girondinos refugiados en Caen. Él los escribe y cuando termina le dice: “Muy bien ciudadana, en menos de ocho días irán todos a la guillotina”.
Son las palabras que Charlotte necesita para disipar toda duda. Llena de furia extrae el cuchillo y se lo clava con todas sus fuerzas a pocos centímetros debajo de la clavícula derecha. 

Con la precisión del torero que mata a la bestia clavándole la espada en el lugar exacto, el cuchillo avanza hasta perforar el corazón y la aorta. Marat solo alcanza a llamar a su mucama, una nube le cubre los ojos, la lengua se le traba y muere en forma inmediata. Ella retira el arma y la deja caer sangrante a los pies de la bañera.

Charlotte Corday es detenida y conducida a la prisión más cercana, cuatro días después es condenada a la guillotina y la sentencia se cumple ese mismo día, el 17 de julio de 1793.

La obra


                             Jacques-Louis David (1748-1825)

Jacques-Louis David, es un ferviente revolucionario, amigo y admirador de Marat. También es uno de los mejores pintores de la época y se ofrece a volcar sobre el lienzo, lo que la posteridad conocerá como El asesinato de Marat

Precisamente el día anterior al crimen, lo había visitado y recordaba con la precisión del artista todos los detalles de su amigo en la bañera, el frasco de tinta y lo papeles sobre el tablero, en un entorno monástico por su economía.

El cuadro es sobrio y con muy pocos elementos, admirador de Caravaggio, David aplica su estilo y técnica del tenebrismo, logrando efectos perfectos de luz y oscuridad. Marat yace recostado sobre la bañera, las facciones grotescas de su cara han sido eliminadas. En su lugar, idealiza al amigo, y le pinta un rostro delicado, que no expresa dolor, como si estuviera dormido pacíficamente. El brazo izquierdo sostiene la carta de Charlotte donde puede leerse la fecha del crimen: “13 juillet, 1793”.

El brazo derecho cuelga flácido hasta tocar el suelo y la mano sostiene la pluma con la que estaba escribiendo la lista de futuras víctimas. A su lado se encuentra el cuchillo con la hoja ensangrentada. De la herida en el pecho, apenas mana sangre.


              Asesinato de Marat. Royal Museum of Fine Arts, Bruselas.

El cuadro es presentado 4 meses después en la sala de Convenciones y fue objeto de expresiones de admiración rayanas en lo extravagante. Un crítico exclamó: “el rostro expresa una bondad suprema, un ejemplo del espíritu revolucionario llevado hasta el sacrificio extremo”. Los jacobinos ya tienen su mártir, pero la Revolución comenzó a devorar a sus hijos, Robespierre cayó en desgracia y fue condenado a muerte. David perdió el apoyo de sus amigos y fue hecho prisionero. Milagrosamente se salvó de ser ejecutado porque el día del juicio a Robespierre no asistió a la sesión por sentirse enfermo, pero fue encarcelado en dos oportunidades.

Con el advenimiento de Napoleón, David se convirtió en uno de sus admiradores y el corso lo convocó para que lo pintara. El artista lo inmortalizó de pie junto a su escritorio, señalando el horizonte sobre un caballo blanco parado sobre las patas traseras, y finalmente, en la ceremonia de su auto coronación como emperador, en el momento en que está por depositar la corona sobre la cabeza de su esposa Josefina.

Cuando los borbones retomaron el poder, David volvió a caer en  desgracia y se exilió en Bruselas, llevándose varias de sus obras, entre ellas el Asesinato de Marat. Después de su muerte el cuadro fue rescatado y hoy forma parte de las grandes obras de la pintura.

Jaques-Louis David. The Death of Marat. Neo-Classicism and French Revolution. http://www.bc.edu/bc_org/avp/cas/his/CoreArt/art/neocl_dav_marat.html

Jorge Lucas Álvarez Girardi. Charlotte Corday mata a Marat. La historia narrada a través del arte. 04/07/2013. http://lahistorianarradaatravesdelarte.blogspot.com.ar/2013/07/charlotte-corday-mata-marat.html

Jaques-Louis David. From Wikipedia de Free encyclopedia. https://en.wikipedia.org/wiki/Jacques-Louis_David

El ángel asesino: Charlotte Corday. Mujeres en la Historia, 29/05/2012.