viernes, 26 de julio de 2019

EL GORILA DE COOPER



Merian Caldwell Cooper formaba parte de esos aventureros que desafiaban todo tipo de peligros, o más bien parecían buscarlos, siempre usando la temeridad más que la prudencia. Cuando el resto de los mortales huía de las guerras, Cooper se lanzaba gustoso hacia los toques de clarín y el sonar de los tambores y se ofrecía a participar en lo que más sabía hacer: la aviación militar. Pero la historia lo registra menos por sus proezas aéreas, que fueron muchas y accidentadas, que por su participación como guionista de películas, particularmente por ser el creador del ícono King Kong, que reúne ficción, suspenso y aventura y, determinó un antes y un después en todos estos géneros.

                     Merian Caldwell Cooper (1893-1973)

            El afán por aventuras de Cooper comenzó tan temprano como a los 6 años cuando leyó un libro sobre exploraciones y aventuras en el África ecuatorial. Ya adolescente se incorporó a la Academia Naval de los Estados Unidos, de donde fue expulsado por su comportamiento y por sus declaraciones sobre la superioridad de la aviación sobre los barcos. Evidentemente, el mar no era su fuerte.
            A la edad de 23 años lo encontramos luchando contra Pancho Villa en México como miembro de la Guardia Nacional, pero tampoco lo apasionaban la infantería ni las batallas campales. Ingresó en la Escuela de Aeronáutica Militar en Atlanta de donde egresó con las más altas calificaciones. Al año siguiente sufrió el primer accidente de aviación con traumatismo de cráneo que le produjo una amnesia temporal.
            En cuanto se recuperó se incorporó a la Aviación de Guerra de los Estados Unidos y participó en operaciones de combate contra Alemania y el Imperio Austro-húngaro. Le adjudicaron un bombardero de la época y aquí conviene recordar que solo habían pasado 15 años desde que los hermanos Wright realizaron un vuelo de 59 segundos en una máquina más pesada que el aire. Por lo tanto los aviones de entonces eran lentos, volaban bajo y de por sí bastante vulnerables.
            Bastó que el aparato fuera alcanzado por una ráfaga de ametralladora para que se prendiera fuego. Cooper consiguió maniobrar para realizar un aterrizaje forzoso, saltó del avión con numerosas quemaduras y cayó en brazos de soldados alemanes que lo enviaron a un hospital de prisioneros. Por un tiempo se lo dio por muerto, hasta que finalizado el conflicto se reincorporó a su unidad, pero entonces su país ya no estaba en guerra y Cooper, que no había escarmentado en absoluto se alistó en el escuadrón Kosciuszko que según el tratado de Riga debía apoyar a las fuerzas polacas en la guerra polaco-soviética.
            El 13 de julio de 1920 Cooper fue nuevamente derribado, pero logró aterrizar y mal herido fue hecho prisionero, en esta oportunidad por los rusos que lo encerraron en un campo de concentración del que logró escapar a los nueve meses. Por su valor recibió de Polonia la Virtuti Militari la máxima condecoración otorgada por ese país en acciones en combate.
            La vida aventurera de Cooper adquirió cierta estabilidad y calma cuando conoció a Ernest Schoedsack. Según las crónicas ambos se vieron las caras por primera vez en Viena en 1918, otras versiones sostienen que el encuentro fue en Polonia en 1921. Schoedsack había sido camarógrafo de Mack Sennett, el director que descubrió a Charles Chaplin. De temperamento tranquilo había dedicado su vida casi por completo a la cinematografía y tenía un sólido bagaje de conocimiento sobre el séptimo arte.

                                 Ernest Schoedsack (1893-1979)

            De la unión Cooper y Schoesdsack surgieron varias películas relativamente exitosas, muchas de ellas como Grass, eran documentales sobre África y Asia, pero ya no había secretos en el mundo y el interés de la gente por este género estaba decayendo. Había que recurrir a lo fantástico y la guionista Ruth Rose inventó una isla desconocida, a la que llamaron Calavera, donde una tribu le rendía culto a su rey representado por un gigantesco gorila que fue bautizado como King Kong.
            La productora de cine RKO estaba en crisis económica y puso todas sus fichas en esta nueva creación, inédita en la historia de la cinematografía. La pieza esencial que faltaba era la persona que debía hacer realidad a un monstruo gigantesco, tarea nada fácil en tiempos en que los programas de computación estaban lejos de convertirse en realidad. Entonces apareció Willis O’Brien, genio de los efectos especiales que con la técnica del stop-motion (fotograma por fotograma) podía darle vida a modelos animales. El resultado fue King Kong, de más de 15 metros de altura donde una persona podía calzar fácilmente en su mano. A la película había que darle cierto grado de erotismo y la persona que depositada suavemente por el gorila, entró en la palma de su mano fue la bella actriz Fay Wray, quien con ropas ajustadas y algo transparentes, no podía evitar el rechazo visceral que le producía la ternura de King Kong.
Ninguno de los participantes de este emprendimiento tenían noción de que estaban gestando la historia de amor y deseo más desmesurada del siglo XX: la de un gorila enorme y una joven que a su lado parecía salida del país de Lilliput. Ella lo rechazaba aterrorizada mientras que la bestia enloquecía de deseo.

                         Fay Wray

El éxito de King Kong fue fulminante. Esto determinó que varias décadas más tarde, en 1976, para ser preciso, se llevó a cabo una segunda versión dirigida por Dino de Laurentis. Contenía mayor carga erótica muy bien representada por la sensual actriz Jessica Lange quien ligera de ropas no manifiesta ningún rechazo por el gorila, más bien todo lo contrario. Al respecto, existen escenas muy sugestivas. King Kong la coloca bajo una caída de agua para que se saque el barro de encima y después, mojada y temblorosa, la sopla repetidas veces para que se seque, ella disfruta con el aliento de la bestia como si se tratara de una lengua gigante que la está acariciando. En otra escena, el dedo del gorila hurga el cuerpo de la chica y le toca el pubis, como un pene desmesurado y renegrido.

                  Jessica Lange y King Kong

En 2005 se llevó a cabo una tercera versión que barrió con todo erotismo y la relación con el monstruo se parece mucho a la de una niña con un animal del que se hiciera amiga.
Sin embargo, la escena de antología que quedó grabada en la retina de los espectadores de cualquier parte del mundo, es la correspondiente a la primera versión, la de 1933. El gorila con la joven en su mano escapa por las calles de Manhattan y trepa al Empire State hasta llegar a su punto más alto. Allí es atacado por aviones que lo ametrallan, uno de ellos piloteado por el propio Cooper. Moribundo King Kong se precipita al vacío y cae a tierra. Inmediatamente es rodeado por una multitud que contempla al gorila muerto. Mientras los periodistas toman notas y fotografías de la muerte del simio, uno de ellos murmura: “lo mataron los aviones”, pero otro le responde: “no, no fueron los aviones fue la belleza la que mató a la bestia”.


Marina Yuszczuk. La bestia pop. Suplemento Las 12 de Página 12, 17/03/2018.
David Thopmson. Wild Boys. The Guardian, 01/03/2003.

Manuel Rodríguez Yague. "King Kong" (1933), de Ernest B. Schoedsack y Merian C.Cooper. The Cult.es, http://www.thecult.es/visiones-del-futuro/king-kong-1933-de-ernest-b-schoedsack-y-merian-c-cooper.html

Salvador Llopart. Así se rodó la escena más emblemática de ‘King Kong’. La Vanguardia. Cultura, 17/03/2018.

 



miércoles, 17 de julio de 2019

JOHANNES IPTIMUS


Una terrible revelación
Doce, sirvientes lujosamente vestidos llevan sobre sus hombros la silla gestatoria, son los Sediarios Pontificios, un cargo considerado honorífico, puesto que en la silla va sentado el papa, un hombre relativamente joven de rasgos muy delicados, de aproximadamente 35 años, quien saluda y sonríe a la muchedumbre que se arrodilla ante su paso.
Es el año 857 y Johannes Iptimus lleva dos años y cinco meses en el papado. Fue elegido para el trono de San Pedro por decisión unánime de obispos y cardenales debido a su bondad y sabiduría. Además de ser uno de los más jóvenes en la historia del papado, es también uno de los más cultos que reinaron hasta entonces. El pueblo lo ama y ha salido a las calles para saludarlo y verlo pasar mientras la procesión se traslada desde el Vaticano hasta la iglesia de San Juan de Letran.
De pronto su rostro se contrae en un rictus de dolor, trata de disimular el sufrimiento, pero le es imposible y de su garganta brotan quejidos cada vez más fuertes. Los Sediarios Pontificios se detienen y ante un gesto del papa descienden la silla hasta posarla suavemente en el suelo. Johannes Iptimus se pone en pie y comienza a caminar trastabillándose y sin rumbo fijo, pero solo logra desplazarse unos pocos metros y cae entre quejidos de dolor. Un reguero de sangre se extiende a lo largo del breve trayecto.
Los rostros de los presentes se llenan de asombro y por todas partes surgen exclamaciones de horror cuando ven que el Santo Padre da a luz a un bebé que nace muerto. A todos les cuesta asimilar que debajo de las vestiduras papales se esconde el cuerpo de una mujer. Acaba de nacer, para algunos la leyenda, o para otros la historia, de la papisa Juana.



La historia
Juana, cuya fecha de nacimiento se desconoce, era hija de un clérigo y desde pequeña mostró una inteligencia muy por arriba de la normal. Su enorme curiosidad hizo que su padre le enseñara no solo a leer y a escribir, cualidades escasas entre los hombres de la época e inexistente entre las mujeres, sino que, además de latín y griego, la instruyó en gramática, dialéctica, retórica, aritmética, geometría, astronomía y música.
Pronto el padre ya no tuvo más información ni conocimientos que brindarle y Juana decidió que era tiempo de abandonar el hogar en el poblado de Ingelheim am Rheim, perteneciente al distrito de Maguncia en Alemania, y lanzarse al mundo en busca de más conocimientos. Los sacerdotes de los monasterios se contaban entre los pocos que sabían leer y escribir y además disponían de bibliotecas con libros confeccionados por ellos mismos. Se vistió de fraile e ingresó en una abadía con el nombre de Johannes Anglicus, el segundo nombre lo eligió porque su padre era de origen inglés.
En distintos monasterios se desempeñó como copista y traductora del griego. Recorrió varios países de Europa, codeándose con las figuras más influyentes del momento, en Constantinopla, la capital del Imperio Romano de oriente, conoció y platicó con la emperatriz Teodora, el poder detrás del trono. En Atenas estudió medicina con el rabino Isaac Israel y en Francia fue recibida por el rey Carlos el Calvo.
Finalmente enfiló hacia Roma donde precedida por la fama de sus conocimientos fue presentada ante el papa León IV quien la nombró su “secretario” privado. Fue escalando puestos rápidamente hasta alcanzar la máxima posición que es la de sumo pontífice. Nunca nadie tuvo la menor sospecha de su verdadera identidad, ni siquiera cuando su abdomen comenzó a crecer y que Joanna disimulaba bajo la amplia casulla papal. “El Santo Padre está comiendo demasiado”, fueron los comentarios. Es sabido que los altos cargos quitan freno al apetito y abultan el abdomen.
Existen varias versiones sobre el final de la papisa Juana, el más difundido es el que sostiene que el pueblo indignado ante el engaño la apedreó hasta matarla. Tampoco se sabe quién fue el padre del neonato, ya que ambas partes guardaron el secreto celosamente. De ser descubiertos los esperaba una muerte segura.
¿Mito o realidad?
Empecemos diciendo que es difícil inventar una historia tan insólita, la Iglesia aceptó durante algunos siglos la existencia de Juana hasta que en el siglo XVI decidió negar un episodio tan bochornoso. La institución no podía aceptar que el cónclave del Colegio Cardenalicio hubiera cometido tamaño error y encima una mujer, un ser limitado, inferior al hombre. Así nos alecciona el Nuevo Testamento:
“...pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación. ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado? Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor. Mas el que ignora, ignore” (1ª Cor. 14:33-40).
Tenemos otra cita: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1ª Timoteo 2:11-12).
            En contra de la existencia de Juana solo se dispone de la negación de la Iglesia. A favor existen numerosas pinturas, bajorelieves y vitrales de artistas medievales sobre la papisa Juana que retratan a una mujer con hábito papal y a sus pies un recién nacido. La más elocuente es la de Giordano Boccaccio titulada: “La papisa Juana da a luz durante una procesión de la Iglesia”.
            Tenemos también el informe de Jean de Mailly o Johannes von Mailly, un compilador y cronista católico de la orden de los Dominicos, que en una de sus obras (Crónicas de Metz), habla sobre un papa que resultó ser mujer, pero que estaba vestida de hombre y que por su brillo intelectual ascendió de secretaria a cardenal y finalmente a papa. Dio a luz durante un acto religioso y fue apedreada por la muchedumbre.
            En el siglo XIII, el obispo alemán Martín de Opava, que estuvo al servicio de varios pontífices de Roma, en su obra Chronicon pontificum et imperatorum, relata aquel acontecimiento y ubica la época con precisión, al señalar que se mantuvo en el papado durante dos años y cinco meses precedida por León IV y seguida por Benedicto III. Martín detalla con exactitud el lugar del hecho, señalando que ocurrió entre el Coliseo y la iglesia de San Clemente, por donde marchaba la procesión. También agrega: “No está incluido este papa en la lista de los sagrados pontífices, por su sexo femenino y por lo irreverente del asunto.”
Godofredo de Viterbo, un cronista de la Iglesia Católica Romana que vivió en el siglo XII, en su obra Pantheon, señala que: “después del papa León IV, Juana, el papa femenino, reinó durante dos años”.
            En el tomo I de la obra de Frederich Gontard: La Historia de los Papas, hay una breve referencia a la papisa Juana donde el autor no se define sobre la autenticidad del aquel episodio.
            Se calcula que hay cerca de 500 documentos que dan cuenta del papado de Juana y célebres escritores como Petrarca y Boccaccio la citan en sus obras.
Ahora bien suponiendo que se trata de una leyenda hay una prueba irrefutable que la contradice y respalda la hipótesis de que la papisa Juana realmente existió. Se trata de la famosa Sella Stercoraria, una silla de madera con un gran orificio central. El papa elegido por el cónclave se sentaba allí sin ropa interior y un diácono introducía su mano y constataba que el candidato era hombre mientras exclamaba en alta voz: “habet testis” y todos los miembros del concilio daban gracias al Señor. ¿Qué otra razón para que no se repita el engaño sufrido justifica la existencia de tan incómoda y bizarra ceremonia? Esta costumbre quedó sin efecto alrededor del siglo XV, pero según una nota del periódico The Guardian, la silla se conserva en el museo Vaticano.

La historia de la papisa Juana para desdicha e incomodidad de la Iglesia, está tan difundida a través de pinturas, vitrales, documentos, cartas de naipes del Tarot, obras de teatro y hasta películas, que se confirma una vez más el dicho aquel que asegura que los intentos de prohibir o anular la existencia de cualquier manifestación humana, solo logran el fenómeno opuesto.
El caso es que desde el siglo XIII las procesiones papales esquivan el camino donde se había producido el hecho. Tal vez para evitar nuevos alumbramientos o quizá para negar el insólito suceso.


Friedrich Gontard. ¿Hay una papisa Juana? Historia de los Papas. Tomo I pag 284-85. Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires 1961.
Aurora Venturini. Johannes Iptimus. Más papisa que el papa. Página 12, suplemento Las12, 26,11,2010.

Pope Joan: The Female Pope whose Real Gender was Revealed after she Gave Birth in a Procession. Ancient Origins, 28/05/2015

Ben Child. Film pope film sparks Vatican row. The Guardian, 22/06/2010
Fernanda García lago. No pasarán. Pagina 12. Supl Las 12 11/07/2008


sábado, 6 de julio de 2019

EL FUEGO Y LOS HUMANOS


Cuando encendemos una hoguera en un campamento o contemplamos el chisporroteo del carbón y las leñas en una estufa, solemos mirar absortos la danza de las llamas y el rojo de las brasas. En algunos lugares de África, hace cincuenta mil años, nuestros más remotos antepasados hacían lo mismo. Podemos imaginar cómo se llenaban de placer al ver que gracias a su esfuerzo y capacidad lograban encender una hoguera.
El fuego está universalmente aceptado como un elemento trascendental en la historia de la humanidad y fue incorporado en la religión, los mitos, las ceremonias y las danzas. Charles Darwin lo consideraba, junto con el lenguaje, el descubrimiento más grande de nuestra especie. Pero una cosa era adquirir el fuego obteniendo un leño encendido de un incendio forestal, algo que nuestros antepasados hacían hace más de un millón de años, y otra cosa era producir el fuego por sus propios medios. El momento no está bien establecido y oscila entre 40.000 y 100.000 años. Fue ese el primer gran invento de la humanidad y su dominio significó el inició de la civilización. La película La guerra del fuego de 1981, dirigida por Jean-Jacques Annaud, expone magistralmente escenas de este tipo.
El fuego y el ser humano han sido inseparables y esta simbiosis dio lugar a la mejoría en la calidad de vida, la alimentación, la defensa contra los predadores y el estímulo de las relaciones humanas, incluyendo el lenguaje, con el consiguiente impacto sobre la evolución de nuestro cerebro.


Primeros registros de la producción del fuego
Dado que nuestros antepasados se originaron en África, es razonable que los hallazgos más remotos de fuego se encuentren en distintas regiones de ese continente. El homo erectus, que precedió a la forma más evolucionada que es el homo sapiens, ya dominaba la forma de hacer fuego, pero como esta especie se extendió desde los setenta mil hasta el millón y medio de años, el dominio del fuego pudo haber ocurrido en algún momento de ese amplísimo período de tiempo. En cambio en Europa y Oriente Medio, los registros más antiguos de fuego programado oscilan entre trescientos mil y quinientos mil años. Algunos fuegos tenían varios días de duración y sugieren que además de proveer luz y calor fueron centro de actividades, como la cocción de alimentos y la fabricación de herramientas de caza, que fortalecieron la integración del grupo.

                      Homo erectus

Función y consecuencias del uso del fuego
El uso y el control del fuego impactaron de múltiples formas en la evolución de nuestra especie. Seguidamente se describen aquellas en las que existe evidencia científica de su influencia.
Fotoperiodicidad. La fotoperiodicidad es la respuesta de los organismos a la longitud de la exposición a la luz diurna que los lleva a sincronizar las actividades diarias y estacionales. La luminosidad producida por el fuego prolongó el período diurno y produjo consecuencias fisiológicas en los ciclos diarios y anuales. La luz es importante para regular las actividades cotidianas y el ritmo circadiano. La melatonina, la hormona segregada por la glándula pineal, está fuertemente influenciada por la cantidad de luz detectada por la retina y entre los efectos que ejerce sobre el organismo está el de la estimulación de la hipófisis que controla las demás glándulas endocrinas. Por lo tanto, el fuego impactaría sobre todos los aspectos del equilibrio hormonal, particularmente la reproducción y la pubertad, produciendo un adelanto en la aparición de la menarca y prolongando el período de lactancia.
Evolución social y su impacto en las funciones cognitivas. El calor y la luz que emanan del fuego constituyen un punto natural de intercambio social y de protección contra los predadores. Es sabido que los refugios generan espacios de fuerte intercambio social y producen nuevas condiciones selectivas sobre la evolución genética y cultural.
La hipótesis del cerebro social sugiere que la masa cerebral de los homínidos evolucionó como resultado de un ambiente demandante constituido por varios miembros de un grupo. Existen numerosas implicaciones cognitivas de que el mantenimiento de un fuego crea nuevas situaciones, ya que mantener activa una fogata es demasiada exigencia para una sola persona.
Como se trata de un beneficio para todo el grupo, requiere por lo tanto de la colaboración de todos los miembros: turnos para cuidar el mantenimiento del fuego y recolección de ramas y troncos. Esto estimula las actividades cognitivas (razonamiento, creatividad, conceptos abstractos, etc,) y el desarrollo de un lenguaje para ordenar el trabajo. En las primeras etapas del homo erectus cuando no había desarrollado la capacidad de generar fuego, lo obtenía de incendios forestales y por lo tanto debía ser alimentado durante largos períodos. Esto producía un intercambio sociocultural dentro del mismo grupo y con grupos vecinos y puede haber contribuido al aumento de tamaño del cerebro que se produjo entre 200.000 y 400.000 años atrás.


Expansión territorial. Sin la ayuda del fuego hubiera sido muy difícil que los humanos se trasladaran desde las zonas cálidas de África hacia el norte de Europa.
Cocción de los alimentos. Cuando el hombre prehistórico empezó a cocinar los alimentos, logró un avance considerable al consumir una dieta de mayor calidad y energía calórica. Paralelamente redujo efectos tóxicos inhibiendo sustancias presentes en plantas y tubérculos.
La cocción además realiza una predigestión de los alimentos y permite la extracción de mayor energía para el crecimiento y la reproducción. Varios alimentos de las plantas son relativamente difíciles de digerir en su estado crudo. Existe la hipótesis de que la longitud del intestino delgado se fue reduciendo en la medida en que los humanos fueron aumentando el consumo de alimentos procesados por el calor.
En cuanto a la carne animal, se considera que la cocción facilita la digestión de las proteínas, favoreciendo su digestión y la masticación. También elimina bacterias presentes en la carne y reduce la reacción inmunitaria producida por la ingestión de carne cruda.
El desarrollo del sistema nervioso central que se aceleró en el Homo erectus, quien dejó de desplazarse con las cuatro extremidades como el resto de los animales, requirió un aumento de ingreso de energía que pudo haber sido aportado por la cocción de los alimentos durante ese período y más tarde durante la mitad del Pleistoceno, períodos en que los humanos tenían un control avanzado para producir fuego y esto contribuyó al agrandamiento del cerebro. El aumento de los fenómenos cognitivos al compartir intereses y necesidades mutuas alrededor del fuego y fundamentalmente evitar la desnutrición, destrabaron la energía extra requerida que nutrió y expandió el cerebro de los homínidos.
La cocción de los alimentos modificó también la técnica masticatoria que repercutió en la morfología craneal y dentaria del Homo erectus.

Conclusiones
Existen numerosas formas en que el fuego participó en la evolución de la especie humana, iniciado con los dos fenómenos principales: luz y calor. Como ya se mencionó, la luz permitió prolongar el día dentro de la noche y el calor aportó innumerables ventajas de carácter social y alimentario.
Las consecuencias estimuladas por los comportamientos que desarrolló el fuego en los homínidos son biológicas y fisiológicas, como la luz que impacta en la retina y la subsiguiente cascada que cambió los ciclos del sueño, los períodos de reproducción y el consumo de alimentos cocinados que aumentó la energía, ampliaron el tamaño del cerebro y la morfología cráneo-facial.
El otro aspecto importante fue el desarrollo de las funciones cognitivas estimuladas por la convivencia grupal junto al fuego.
A pesar del enorme tiempo transcurrido, el ser humano no ha dejado de contemplar, con distintos grados de fascinación, el fenómeno del fuego y cuando las llamas adquieren potencia y magnitud, sentimos cierto grado de satisfacción, aunque desde hace muchos milenios encender un fuego constituya una tarea simple.

Bibliografía
Attwell L, Kovarovic C, Kendal JR. Fire in the Plio-Pleistocene: the functions of hominin fire use, and the mechanistic, developmental and evolutionary consequences. Journal of Anthropological Sciences 2015;93:1-20.
Gowlett JAJ. The discovery of fire by humans: a long and convoluted process. Phil. Trans. R. Soc. B 2015; January,371.
El dominio del fuego: cómo, cuando y donde. Arqueología cognitiva, 09,02,2016.