jueves, 25 de octubre de 2018

RENOIR: EL ARTISTA DE LA ALEGRÍA QUE ENFRENTÓ AL DOLOR



Una mañana, uno de nosotros se quedó sin el negro, y fue el nacimiento del impresionismo.
August Renoir



                        Autorretrato 1875. Colección privada

El impresionismo
Cuando un grupo de artistas decidió que los paisajes no debían inventarse en un atelier como fondo de una figura en primer plano y era preciso salir a buscarlos munidos del caballete, con pinceles y colores, cuando frente a la escena y embriagados por la pintura al aire libre, transformaron en belleza y alegría casi cualquier objeto que salía de sus manos, fue entonces que nació el impresionismo.
          Estos artistas captaron que el sol le da al agua, a las flores, a los árboles y a la grama, un brillo determinado. Que según su posición en el cielo, los tonos y los colores variaban y que un mismo motivo pintado después del amanecer cambiaba sustancialmente cuando el sol bajaba en el horizonte.
         El crítico de arte Louis Leroy, al observar en una galería el cuadro de Claude Monet: “Impresión, sol naciente”, llamó impresionista a su autor. El nombre se difundió rápidamente antes de que los críticos y la sociedad tomaran conciencia de que había nacido un estilo pictórico revolucionario.
        Una característica notable del impresionismo fue la participación simultánea de varios artistas, todos de un mismo lugar: París; que formaron un grupo muy unido y solidario para defender su arte de las críticas de la época. Entre esas personas se encontraba Pierre-Auguste Renoir.

Primeros años
       Renoir nació el 25 de febrero de 1841 en Limoges, la ciudad de las famosas porcelanas. A los 13 años se encontró con la pintura, pero no en el lienzo, sino en la porcelana cuando empezó a trabajar en el taller de los hermanos Lévy. Uno de los obreros de la empresa convenció a sus padres que el joven tenía talento para la pintura y estos lo enviaron a la Escuela de Bellas Artes de París.
      Después de la Revolución, el Louvre, el palacio de los reyes, fue transformado en museo de arte y Renoir se pasaba horas contemplando las obras que se exponían en los grandes salones. Uno de los artistas que más le interesó y posteriormente influyó en su obra fue Eugene Delacroix quien junto con Jean-Baptiste-Camille Corot y el inglés Joseph Turner fueron los precursores del movimiento impresionista.
      En la Escuela de Bellas Artes de París conoció a tres personajes con quienes entabló una estrecha relación que perduraría para siempre. Claude Monet, Frederic Bazille y Alfred Sisley, junto con Renoir, soñaban con un arte próximo a la vida y alejado de los clásicos. Un arte que captase la realidad de los fenómenos de la luz sobre las personas, los objetos y los paisajes.

                   Retrato de Auguste Renoir por Frederic Bazille. Museo de Orsay

         El respeto y cariño que estos cuatro artistas se prodigaban los llevó a pintarse unos a otros. Una de las obras más conocidas de Bazille es Retrato de Auguste Renoir, que lo muestra a la edad de 26 años sentado sobre una silla y con las piernas totalmente recogidas. Renoir le devolvió la atención con Retrato del pintor Bazille, en plena tarea ante el lienzo. 

      Retrato del pintor Bazille por August Renoir. Museo Fabre, Montpellier

          También pintó a Monet y a Sisley. A este se lo ve junto con su esposa en una actitud que refleja la armonía de la pareja. El Pintor Sisley y su esposa, es una obra que muestra la tendencia que seguiría Renoir en todas sus pinturas: rostros que siempre expresan alegría o bienestar, los personajes no tienen conflictos con la vida que les resulta placentera.



El pintor Sisley y su esposa por August Renoir. Museo Wallraf-Richartz, Colonia, Alemania.

            En las pinturas de Renoir las personas se tienden la mano, conversan, se abrazan, se tocan, porque siempre buscó la cercanía entre sus modelos. En cuanto a los desnudos se trata de mujeres que, mientras con una mano se ordenan la abundante cabellera, miran al observador, casi provocativamente, como si quisieran invitarlo a formar parte de la despreocupación e indolencia que las rodea. También parecen dejarse tocar las flores y la hierba de sus cuadros.

                    Desnudo sentada. Por August Renoir. Colección privada.

          Los cuatro amigos solían ir en grupos de a dos o de a tres al bosque de Fontainebleau, frente al Sena a la altura del puente de Chatou, donde pintaban una misma escena y después comparaban estilos y tonalidades en largas y amenas conversaciones. Renoir era pobre y no tenía vivienda propia, pernoctaba en las casas de sus amigos y solía recibir ayuda de Bazille quien al encontrarse en mejor posición económica alquiló un taller donde pudieron trabajar todos juntos.

                      Exposiciones y rechazos
          En 1863, Eduard Manet, otro pintor impresionista, llevó al Salón de París lo que podría considerarse su obra cumbre en todos los aspectos, incluso por la popularidad y el rechazo que produjo: Desayuno sobre la hierba (Le déjeneur sur l’herbe). El óleo muestra a una mujer sentada totalmente desnuda mirando indiferente al espectador, junto a ella figuran dos hombres recostados sobre el pasto, platicando entre ellos y completamente vestidos. Este contraste más las dimensiones del lienzo (208 x 264 centímetros), eran demasiado provocativos para la época y la obra terminó exhibiéndose en el llamado Salón de los Rechazados, junto con las pinturas de los demás impresionistas. Estos admiraron el coraje y el estilo de Manet y lo convirtieron en uno de los líderes del movimiento.

Desayuno sobre la hierba (Le déjeneur sur l’herbe), por Eduard Manet. Museo de Orsay.

          Renoir tenía pasión por la figura femenina y por las mujeres. Su primera musa, y también su primer modelo, fue Lise Trehot quien llegó a erigirse como el canon de belleza femenina para el joven artista que la pintó vestida, desnuda o con ropas de odalisca. Este romance de amor y arte duró siete años hasta que Lise dejó el atelier y las privaciones para casarse con un hombre de mejor posición económica.
          Ante la persistencia de los rechazos en las grandes exhibiciones, de las pinturas de Renoir y sus amigos, el reconocido fotógrafo Gaspard- Félix Tournachon les facilitó sin cargo un amplio salón en el Boulevard de las Capuchinas. En ese lugar comenzó la primera exposición impresionista y se exhibieron 165 obras, que fueron duramente descalificadas por los críticos de arte, pero no faltaron quienes se percataron del surgimiento de un nuevo estilo, merecedor de un espacio en el mundo de la pintura.
        Renoir redujo la producción de temas campestres y se orientó hacia las personas, la fascinante vida parisién la volcó en dos hermosas obras: Baile en el Moulin de la Galette y Almuerzo de remeros. Siempre los personajes son alegres y joviales y sugieren estar pasando momentos de placer, porque así era como Renoir enfocaba la vida. Aquellos años en Montmartre fueron para él los más gratificantes, poseía amantes, amigos sinceros y empezaba a ser reconocido.

                Baile en el Moulin de la Galette (1876) Museo de Orsay

                     La enfermedad invalidante
        Las dolencias de Renoir salieron a la luz cuando su nieto Paul, reveló todos sus detalles en el XIII Congreso Europeo de Reumatología (Ámsterdam, 1995). El informe fue acompañado con cartas personales y fotografías. Aparentemente el inicio de su enfermedad ocurrió un día de lluvia del verano de 1889, cuando cayó de su bicicleta y se fracturó el brazo derecho. Tiempo atrás había tenido una fractura similar y aprendió a desarrollar la habilidad de pintar con la mano izquierda, pero en esta ocasión surgieron dolores que le dificultaron sostener y manejar los pinceles. 
       Se le diagnosticó reumatismo avanzado desencadenado por el accidente. Renoir tenía por entonces 48 años y estaba convencido que todavía tenía unos cuantos más por delante. Como prueba de ello, al año siguiente se casó con su última esposa Aline, que le dio tres hijos.
          Los dolores de las manos fueron en aumento, al principio logró soportarlos y aunque tenía cierta limitación en los movimientos de los dedos, se las ingenió para seguir trabajando. Para él la vida sin la pintura carecía de sentido.
Fotografías de cuando tenía 55 años, muestran la hinchazón de las articulaciones de los dedos y otras tomadas 12 años más tarde se lo ve caminando con dos bastones, debido a que el proceso de su enfermedad se había extendido a las rodillas. Pocos años después quedó confinado en forma definitiva a desplazarse en silla de ruedas.
         Decidido a no rendirse ante la enfermedad, hizo que le fijaran la paleta a uno de los brazos de la silla y con el pincel atado a la muñeca pintaba sobre grandes lienzos desplazando la tela montada en un caballete con un sistema de poleas que había diseñado. En los últimos años se interesó más que nunca en el desnudo femenino y para ello contaba con varias modelos. Llama la atención que pese a las enormes limitaciones físicas que enfrentaba, las obras de ese período conservan la calidad técnica y sobre todo el gesto de placer y alegría de los rostros que jamás fueron empañados por la enfermedad.
           Su última pintura, una cesta con manzanas que le trajo su hijo, la terminó el día anterior a su muerte. El 3 de diciembre de 1919 se detuvo definitivamente el pincel de la luz y la alegría de vivir.

Alberto Martini. L’impressionismo. Editorial Fratelli Fabbri. Milán 1967.
José Ángel González. El pintor palpable, Pierre-Auguste Renoir en el Thyssen. 20 minutos, 03,02,2017. http://www.20minutos.es/noticia/2864348/0/pierre-auguste-renoir-intimidad-exposicion-thyssen/
Isabel Espiño. Augusto Renoir: artritis en las manos del pintor. Elmundo.es/Salud. 16/09/2004.
Renoir. Encyclopaedia Britannica, tomo 9, pag 1028-1030. Chicago 1995.


martes, 16 de octubre de 2018

SCHEHERAZADA


En una ocasión en que me encontraba recorriendo los kioscos de libros usados en Parque Centenario, vi dos gruesos tomos de Las Mil Noches y una Noche. Era un elemento esencial que faltaba en mi biblioteca y pregunté temeroso que precio tenían. No tengo memoria de lo que me costaron y tampoco tiene importancia dada las oscilaciones vergonzosas de nuestro signo monetario, pero recuerdo que era muy barato. Aquél fue uno de esos días en que uno siente haber tenido un logro importante y me dio una brisa de felicidad.


Cada tanto lo leo y recientemente comprobé que había tenido, sin saberlo, la suerte de que la traducción al español estuvo a cargo de Vicente Blasco Ibáñez quien utilizó la versión del poeta y traductor francés Joseph Charles Mardrus. Según Jorge Luis Borges Mardrus fue después de Sir Robert Burton el mejor recopilador de estos relatos fantásticos. Borges ahondó meticulosamente en los orígenes de la obra y resulta un guía necesario para indagar sobre los comienzos del libro más famoso y leído después de la Biblia.
Las Mil y una Noches carece de autor y se trata de una recopilación de relatos y leyendas populares originadas en la India, Irán, Egipto y probablemente China. El compilador fue un árabe y por lo tanto su nombre es extenso (Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar) que vivió en el siglo IX. La obra ingresó a Europa traída por Jean Antoine Galland, un académico de la Sorbona que fue enviado a oriente por esa institución universitaria, para que recopilara manuscritos de la cultura musulmana. Cuando regresó, junto con una colección de monedas y esculturas cuya adquisición nunca reveló, Galland traía consigo un vasto conocimiento del idioma y de la escritura árabe.
          Además de los manuscritos que incorporó a la Sorbona, había recopilado los fantásticos relatos que publicó en 1704 bajo el título Les mille et une nuit y agregaba que eran cuentos árabes traducidos al francés. Volvemos a recurrir a Borges quien señala que la versión de Galland “es la peor escrita de todas, la más embustera y la más débil, pero fue la más leída”.


En la pacata sociedad francés de la época, las 1001 Noches, como originariamente se llamó, produjo una respuesta explosiva. Pese a que Galland trató de suavizar las escenas eróticas, que abundan a lo largo del texto, los franceses quedaron impactados con los relatos al sumergirse en ese mundo hedonista, lúbrico, de aromas exóticos, de doncellas que danzaban cubiertas por transparentes velos y sobre todo la existencia de los harenes, algo impensable en la monogamia francesa. En Europa las 1001 Noches fue un best seller durante décadas.


 Es que esta obra, compendio de las más extrañas costumbres, irrumpió con la fuerza del atractivo que siempre posee todo aquello que ofrece un contraste, ajeno a lo conocido y cotidiano.

A 90 años de la muerte de Galland surgió un nuevo traductor, el inglés Edward Lane, quien por razones de salud y de un nuevo trabajo se trasladó a El Cairo donde permaneció durante varios años. Los ingleses en el extranjero suelen aislarse formando sus exclusivos clubes, pero cuando están solos se introducen plenamente en las costumbres locales. Lane se vistió como un árabe, usó turbante, comió con los dedos y su dominio del idioma, le permitió tener libre comunicación con los habitantes. Sin embargo, extrañaba a la capital del imperio, sus días neblinosos y obviamente sus amistades. 

Regresó a Londres y en 1859 publicó su versión de Las Mil y Una Noches, donde mejoró el estilo pobre de los originales árabes, otorgó cierta libertad a los relatos eróticos, depurados por Galland, pero quizás lo más valioso fue la abundancia de notas al pie de las páginas donde explicaba el significado de nombres, alimentos y costumbres de los árabes.

                Sir Richard Burton (1821-1890) mimetizado como árabe

En 1885, Sir Richard Burton, publica su versión de lo que en Inglaterra se conoció como Arabian Nights y que para Borges es la mejor. Vale la pena distraernos un poco sobre la vida de este personaje que fue tan movida como interesante. Comencemos diciendo que lo expulsaron de Oxford por su comportamiento rebelde y a partir de allí recorrió el mundo. Su facilidad por los idiomas, llegó a dominar 25, resultó muy útil para el ejército inglés al que se incorporó como oficial de inteligencia. Su superior, el comandante de las fuerzas inglesas en Pakistán lo comisionó para que investigara los burdeles homosexuales de la ciudad y averiguara si los soldados ingleses lo frecuentaban. Su capacidad para metamorfosearse y su dominio del árabe hizo que ni sus propios compañeros de armas lo reconocieran. Terminó publicando un informe detallado de los burdeles de Karachi, pero como había hecho graves críticas contra el régimen colonial inglés, se granjeó numerosos enemigos que llegaron a calumniarlo diciendo que participó activamente en esos sórdidos ámbitos.
Regresó a Londres enfermo y amargado, pero se recuperó escribiendo varios libros sobre sus viajes que fueron de gran utilidad para la nueva ciencia que, bajo el nombre de etnología, se dedica al estudio de los pueblos y sus culturas. Camuflado y hablando el dialecto según el lugar, recorrió El Cairo, Suez y Medina y logró uno de sus máximos deseos: ingresar a la Meca. Corriendo graves riesgos, entre ellos la muerte, midió y realizó bocetos de la Kaabah, el máximo santuario de los musulmanes. Seguramente no fue el primer occidental en ingresar a la Meca, pero fue quien la describió con mayor precisión y detalles, experiencia que fue volcada en su valiosa obra Peregrinaje a El Medinah y Mecca, publicada en 1855.
El libro alcanzó gran éxito y con el dinero ganado Burton se enfrascó al año siguiente en una expedición en búsqueda de las fuentes del Nilo. Lo acompañaban tres oficiales de la British East India Company, pero la expedición resultó un fracaso ya que durante la travesía fueron atacados por los nativos que mataron a uno de ellos y a Burton una jabalina le atravesó la mejilla dejándole una cicatriz definitiva en el rostro.
        Siempre inquieto en cuanto regresó a Londres se alistó para participar en la guerra de Crimea y cuando esta terminó, organizó una nueva expedición hacia las fuentes del Nilo, pero solo llegó al lago Tanganica. El grupo estaba agotado por las penurias sufridas y por el paludismo.
Nuevamente en Londres, el gobierno en reconocimiento de sus servicios al imperio y por su dominio de idiomas y dialectos le otorgó un cargo diplomático que le permitió a Burton recorrer el mundo a sus anchas. Por donde pasaba escribía un libro sobre el país y sus características, y durante su estadía en los países árabes y la India tradujo al inglés el Kama Sutra. A duras penas logró evadir la prisión por atentado al pudor y las “buenas costumbres”, pero el hombre era incorregible y seguidamente realizó una nueva versión de Las Mil y Una Noches con el nombre de Arabian Nights donde no escatimó ninguno de los hábitos y costumbres en los lechos de sultanes, harenes, burdeles y odaliscas.
En realidad lo que Burton hizo fue respetar los cuentos originales depurados por Galland, pero en Inglaterra no fueron piadosos. Una revista literaria, la Edinburgh Review, lo acusó de escribir para las clases más bajas y la Enciclopedia Británica juzgó inadmisible una traslación integral, pero la obra se impuso y actualmente está considerada, al menos para Borges, como la mejor versión.
Alguien, no se sabe quién ni cuando, decidió ponerle un hilo conductor a este conjunto de cuentos y así surgió Scheherazada. Todo comenzó cuando el sultán Schahariar descubre que su esposa le era infiel y la decapita junto con su amante. Después de comprobar que a su hermano le ocurrió lo mismo, decide matar a las doncellas de su país después de tener sexo con cada una. Para frenar esta horrible matanza, Scheherazada, la hija del gran visir se ofrece a ser la próxima víctima, pero luego de los escarceos amorosos con el rey le propone contarle un cuento. El relato fascina a Schahariar, pero ella lo interrumpe antes del alba y promete el final para la noche siguiente. Hábilmente Scheherazada, repite cada vez la misma estratagema y así pasan mil noches durante el transcurso de las cuales ella engendra dos hijos y en la noche mil y una el sultán, totalmente conquistado por Scheherazada, conmuta la pena y ambos viven felices.


Mardrus quien tradujo al francés La Mil Noches y una Noche, finalizó la introducción de la obra con estas palabras: “Yo os prometo, sin miedo de mentir, que el telón va a levantarse sobre la más asombrosa, la más complicada y la más espléndida visión que haya alumbrado jamás sobre la nieve del papel el frágil útil del cuentista”.

El Libro de las Mil Noches y una Noche. Versión de Vicente Blasco Ibañez. Círculo de Lectores, Barcelona 1979.
Jorge Luis Borges. Obras Compeltas. Emecé Editores, Buenos Aires 1974.
The Thousand and One Nights. Encyclopaedia Britannica, Tomo 11.
Burton, Si Richard. Encyclopaedia Britannica, Tomo 2, Chicago 1995.

Stefan Zweig. El legado de Europa. El drama en Las mil y una noches. Barcelona 2003. Acantilado.

domingo, 7 de octubre de 2018

LOS BURGUESES DE CALAIS


La ciudad de Calais, por ser la que más próxima se encuentra de la costa inglesa de Dover, es hoy día la vía de comunicación más importante entre Francia e Inglaterra, mediante los ferris y el túnel bajo el Canal de la Mancha. Sin embrago, si nos remontamos al siglo XIV el flujo de personas era unidireccional. Quienes venían en barco desde Dover no perseguían intenciones comerciales ni turísticas, llegaban a las costas de Francia con propósitos de invasión.
Para el rey Eduardo III de Inglaterra, el puerto de Calais era un sitio estratégico en esa parte del mar del Norte que se estrechaba a tal punto que con un buen catalejo, podían verse los blancos acantilados de la costa opuesta. Así comenzó la guerra de los 100 años que tuvo a la ciudad como epicentro. Contaba con imponentes murallas y las fuerzas de Eduardo III intentaron penetrarlas repetidas veces, pero no lo lograban. Finalmente, el rey decidió asediarla hasta que la población se entregara acuciada por el hambre.
Aquí comienza la historia de “Los Burgueses de Calais”. La gran mayoría de los turistas en viaje hacia Inglaterra, no suelen detenerse en esta ciudad, pero quien lo haga, forzosamente ingresará a la plaza central donde se encuentra la intendencia llamada por los franceses Hotel de Ville. En el medio del parque encontrará una curiosa escultura que se yergue sobre un modesto pedestal.

                 Los burgueses de Calais. Por Auguste Rodin.

La componen seis figuras humanas de tamaño natural, están juntos, pero no lo están. Cada uno divaga con la mirada perdida en diferentes direcciones, algunos con gesto de resolución, otros parecen apáticos o angustiados y no hay diferencias jerárquicas en el grupo. Dos de ellos se inclinan cabizbajos, otros tienen la cabeza erguida y hay quien se tapa el rostro con las manos ante la fatalidad del destino que les espera. 

                                Detalle

Todos visten harapos y uno de ellos lleva las llaves de la ciudad. August Rodin fue el creador de esta obra fascinante y maravillosa que fue inaugurada a fines del siglo XIX y rompe con todos los moldes del clasicismo escultórico.

                             Detalle

Retrocedamos ahora al siglo XIV donde el Concejo de la ciudad y los vecinos pidieron pactar la rendición, porque la falta de alimentos se había vuelto insostenible. En respuesta, Eduardo III amenazó con arrasarla a menos que seis vecinos se humillen ante su presencia, vestidos de harapos, descalzos y con sogas de ahorcado al cuello.
El alcalde de la ciudad Jean de Vienne, mediante un bando, informó al pueblo, reunido en la plaza, de la decisión del monarca inglés. ¿Quiénes estarían dispuestos a sacrificar su vida para que se levantara el sitio? Eustache de Saint Pierre, hombre de edad avanzada y probablemente el más rico comerciante de Calais, se adelantó unos pasos y aceptó la dura oferta. Dirigiéndose al alcalde exclamó con voz firme y potente:
Monsieur, sería una gran desgracia permitir que el pueblo muera de hambre y sed si podemos encontrar una alternativa. Estoy convencido de que cumpliría la voluntad de mi Dios si me ofreciera por estas personas y me entregara así como el primero en salir descalzo y con la cabeza descubierta, vestido en camisa y con una soga alrededor de mi cuello y me entregara a la voluntad del rey inglés.
En pocos instantes otros cinco le siguieron y, de acuerdo con las condiciones impuestas, se encaminaron hacia el campamento inglés y se postraron ante el rey que los contempló silencioso durante un tiempo que a los seis desdichados les debió parecer eterno.
Finalmente se paró y dio la orden de que los ahorcaran. Uno de los caballeros de la corte le suplicó al rey que los perdonara, alegando el argumento de que si así lo hacía sería visto como el noble gesto de un monarca benévolo y justo, mientras que si los condenaba, sería tildado como un hombre cruel que hacía ahorcar a seis nobles, quienes por su propia voluntad, mostraron coraje y grandeza al salvar a los habitantes de Calais.
La ira del rey aumentó ante la actitud del cortesano y le ordenó que se retirara de la sala. Entonces su esposa, Felipa de Henao, se le acercó llorando y suplicó:
Mi buen señor, desde que crucé el mar con gran peligro para encontrarme con vos, nunca os he pedido un favor. Ahora os pido, como la más humilde de las ofrendas, por el Hijo y la Santa Madre y por vuestro amor a mí, respete la vida de estos seis hombres.
El rey la miró en silencio y desconcertado. Era muy difícil contradecir a la reina quien en ausencia de su esposo en varias oportunidades había actuado como regente, lo había acompañado en sus expediciones a Escocia, Francia y Flandes y además, por su espíritu bondadoso, era muy popular entre el pueblo.
Luego de una breve reflexión, Eduardo III respondió:
Oh, Milady, deseo que estuvierais en algún otro lugar que no éste. Me habéis suplicado de tal forma que no puedo negarme: Os los entrego, haced con ellos lo que queráis.
Felipa ordenó que les retiraran las sogas y los llevó a sus aposentos, donde les ofreció ropajes y una cena. Luego los proveyó de dinero y los condujo fuera del campamento inglés y a la libertad.En 1884 la municipalidad de Calais retomó un proyecto que se había gestado varias décadas atrás: la creación del monumento como homenaje a Eustache de Saint Pierre y los ciudadanos ilustres. El encargo de ejecutar la obra recayó sobre Auguste Rodin, cuya reputación como el mejor escultor de Francia era incuestionable.
Los Burgueses de Calais fue una de las esculturas más queridas por Rodin, junto con El beso y El pensador. Durante varios años realizó numerosos bocetos. En su estudio surgían y desaparecían maquetas de terracota y yeso. Ante su mirada crítica desfilaban modelos semidesnudos cubiertos de harapos a quienes les hacía adoptar gestos y posiciones, por momentos separados y por momentos reunidos. Finalmente consiguió plasmar, no cuerpos humanos en su realismo anatómico, sino seres conflictuados por la emoción de un triste desenlace.
Rodin, tras descartar el típico monumento con un gran pedestal, optó por situar a los personajes sobre una mínima peana triangular, casi a la altura del espectador, lo que les daba más humanidad.
En ésta, como en el resto de sus creaciones se evidencia cómo el artista se distanció del neoclasicismo escultórico, mientras se acercaba a la pintura de sus coetáneos: los impresionistas.
A semejanza de lo ocurrido con los impresionistas, la escultura de Rodin no fue adecuadamente comprendida por la sociedad francesa que siempre tuvo un espíritu conservador, pero con el tiempo fue ampliamente aceptada.
En julio de 2008 se exhibió en el Museo de Arte Decorativo de Buenos Aires una muestra de 70 obras de Rodin y entre ellas figuraba una copia de Los burgueses de Calais. Tuvimos la suerte de contemplarla girando alrededor de la escultura para apreciar, los gestos posiciones y actitudes de los seis personajes que aparentan ser mendigos, infelices y desventurados, pero al conocer la historia, mágicamente se transformaron en superhombres.

Comentario de Los burgueses de Calais de Rodin. arte Torreherberos. 08/05/2011. http://artetorreherberos.blogspot.com.ar/2011/05/comentario-de-los-burgueses-de-calais.html

Exponen importantes obras de Auguste Rodin en Buenos Aires. Clarín, 11/07/2008.

Burgueses de Calais, Rodin. La Guía Arte 23/05/2015.
Los burgueses de Calais. Testigos de la Historia. Arel.Arte 21/10/2016.