viernes, 28 de septiembre de 2018

EL DESPERTAR DEL ARTE


Después de Altamira, todo parece decadente
Pablo Picasso
 Es fascinante todo lo que atañe a las obras de nuestros lejanos antepasados pintores, quienes nos asombran con su estilo y que aún hoy continúan siendo motivo de estudio y especulaciones por arqueólogos, artistas y académicos. Los interrogantes acerca de estos creadores del pasado remoto, son múltiples. Porqué pintaban, para quien lo hacían, qué lugar ocupaban en el clan, que contacto tenían con otros artistas y por sobre todo la gran capacidad de memoria visual para proyectar sobre la roca, bajo la precaria luz de unos troncos encendidos, escenas maravillosas.

El hombre de Cromañon
En el paleolítico superior entre veinte y cuarenta mil años antes de Cristo, existía el hombre de Cromañón que ya dominaba el fuego y utilizaba herramientas. Sin embargo estaba muy atrasado respecto de las primeras civilizaciones, como los sumerios, que milenios después, surgieron a orillas de los ríos Eufrates y Tigris. No había desarrollado la agricultura y su vocabulario era muy elemental. Tampoco construía viviendas, su hábitat era la caverna donde se guarecía del frío y de los depredadores.

Todos los investigadores que forman parte de las distintas líneas que estudian a nuestros antepasados lejanos, se preguntan cómo y porqué hace trescientos siglos estos hombres pintaban en las paredes de sus cuevas, imágenes de una belleza y plasticidad singular, perfectamente equiparables a las obras de arte contemporáneas. Tenían un lenguaje primitivo carente de verbos que se limitaba a señalar peligros, amenazas, la necesidad de alimentos, la caza de otras especies y algunos sentimientos básicos.

 A duras penas les permitía evocar recuerdos y menos aún el pensamiento abstracto. Por esas razones, cuando alguien relató el hallazgo de estas pinturas nadie le creyó.


                               Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888).

En 1879 el noble caballero Marcelino Sanz de Sautuola, aficionado a la arqueología, se introdujo en las cuevas de Altamira próximas a Santillana del Mar, su pueblo natal, en la zona de Cantabria. Buscaba utensilios y restos del hombre prehistórico y se encontró con las pinturas. Publicó sus hallazgos afirmando que pertenecían al Homo sapiens del Paleolítico. No solo no le creyeron, dos arqueólogos franceses ridiculizaron su artículo en un Congreso de Paleontología en Lisboa. Recién en 1900 su descubrimiento fue reconocido y reivindicado, pero Sautuola ya no estaba para celebrarlo, había fallecido cuatro años antes.

Las pinturas de las cuevas de Altamira fueron las primeras en ser descubiertas, décadas más tarde se encontraron dibujos similares en Lascaux, Francia y en otras partes de Europa de aproximadamente la misma antigüedad. Lo que indica que el arte de pintar no fue exclusividad de un grupo tribal.


                                Bisonte de Altamira

Como tantos otros aspectos de nuestros antiguos ancestros, el fenómeno de las pinturas rupestres está envuelto en una nebulosa informativa. Ignoramos porqué y cómo lo hacían. La mayoría de las figuras son representaciones de bisontes, caballos, ciervos, renos, así como animales que actualmente están extinguidos como el mamut. Recreaban escenas de cacerías, donde las figuras humanas son mucho más simples que las elaboradas y policromáticas representaciones de los animales.

 Se ha especulado que son ofrendas a los dioses o para tener buena suerte en la caza. Quizás y usando el sentido común, simplemente lo hicieron como entretenimiento, tal como lo vinieron realizando todos los que se dedicaron a la pintura desde tiempos remotos hasta la actualidad.

Estos eximios artistas supieron utilizar pigmentos vegetales y animales, mezclados con metales para lograr la combinación de colores y tonalidades en una misma figura y también para que se conservaran indelebles a través de los milenios. Los animales, especialmente los bisontes, están pintados con gran exactitud, con sensación de movimiento y muchas veces aprovechando los contornos naturales de la caverna para lograr un efecto tridimensional.

 Una característica común de todas las pinturas rupestres, es la pobreza técnica dedicada a los cazadores, es decir a los seres humanos, a ellos mismos. Haciendo fuerte contraste con las figuras de los animales, los hombres parecen de goma, monocromáticos, sin articulaciones, ni ornamentos, excepto las lanzas listas para ser arrojadas a la presa. La ausencia de tonos y detalles anatómicos contrastan con el cuidado y destreza puestos en los animales. ¿Tenían miedo de representarse a sí mismos, por razones religiosas o por cábala, o simplemente para ellos la figura principal era el animal próximo a cazar y significaba la alimentación segura para todo el clan?

                                       Cazadores

Se supone que pintaban con las manos, con algún pincel rudimentario, hecho con el pelo y cola de animales y también lanzaban la pintura en forma de aerosol a través de una caña hueca o soplando un hueso largo perforado. Los pigmentos creados resultaron más que buenos, ya que permanecieron impecables durante un mínimo de veinte mil años. Por lo tanto nos preguntamos ¿cómo estarán las pinturas del renacimiento y las actuales dentro de la misma cantidad de tiempo?

Curiosidades y misterios de las obras
No sabemos si quienes pintaban las cuevas era uno solo o eran varios, si lo hacía en forma aislada o si tenía ayudantes, ni tampoco en que momento del día se dedicaba a grabar en las paredes esas magníficas figuras. ¿Cazaba junto con los demás o estaba exceptuado de esa tarea en compensación por su arte? Como no sabían escribir, las obras no tienen firma y muchas veces dejaban la marca de la mano para señalar la autoría, pero todas las manos son parecidas, excepto en las cuevas de Chauvet en el sur de Francia. Allí uno de los artistas dejó una mano que lo identifica respecto de las demás.
Según el escritor Henning Mankell, observador agudo de todo lo que lo rodeaba, la mano de este artista tiene la peculiaridad que uno de sus dedos está torcido lo que le otorga identidad. Parece también que este artista fue muy prolífico ya que su mano lesionada aparece en varias cuevas de la misma zona de Francia, y aquí surgen nuevas especulaciones. Jamás sabremos si pertenecía al mismo grupo tribal que cambiaba de residencia, o se trataba de un pintor itinerante “contratado” por otras tribus que evidentemente apreciaban su arte. En ese caso lo único que podían darle a cambio era comida, que sin duda era una buena paga por sus obras, ya que la caza era una tarea que exigía muchas horas e incluso días.
Las pinturas rupestres no dejan de brindarnos sorpresas, en una cueva de Chauvent, existe un búfalo de características únicas: tiene ocho patas. La figura del animal posee todos los detalles de forma y color que presentan otras imágenes similares. La única diferencia es el hecho curioso de que el animal tiene ocho patas.
En este caso el pintor fue más allá de lo convencional, su intención fue expresar dinamismo. Treinta mil años antes de que surgiera el arte cinematográfico, trató de captar el movimiento del animal mientras huía de los cazadores. Es muy probable que sus compañeros se hayan quedado atónitos contemplando aquella figura y con gestos y miradas interrogantes le habrán pedido explicación al artista. ¿Habrá podido éste trasmitirles la sensación de movimiento que quería darle al bisonte? No sabemos si lo logró, pero el hecho es que fue aceptado por la comunidad ya que la pintura no fue borrada ni tiene tachaduras.
Hay muchas cosas que nunca se podrán esclarecer y el pensamiento vuela imaginando al hombre primitivo pintando las paredes de la caverna, pero hay un hecho cierto y es que la expresión artística nació junto con el ser humano.

Rafael García del Valle. Marcelino Sanz de Sautuola en Altamira. Historia de un calvario científico. The Cult.es. http://www.thecult.es/tercera-cultura/marcelino-sanz-de-sautuola-en-altamira-historia-de-un-calvario-cientifico.html. Subido el 14/12/2017.

Arte rupestre franco-cantábrico. Paleolítico superior. http://www.cossio.net/actividades/pinacoteca/p_01_02/altamira.htm
Altamira Cave paintings.
Henning Mankell. Arenas movedizas. Tusquets. Buenos Aires 2015.


miércoles, 19 de septiembre de 2018

UNA PLAZA PARA LESSEPS


Me enteré que en Barcelona hay una plaza a la memoria de Ferdinand de Lesseps, es hermosa, grande y centro neurálgico de la ciudad donde confluyen 10 calles, una estación de subterráneo y la rodean varios edificios clásicos, entre ellos las Casas Ramos que, por su creativa arquitectura, forma parte de los patrimonios históricos de España. Sabía que Lesseps era el artífice del Canal de Suez, pero ¿cuál era la razón para que en esa ciudad de España se lo homenajeara con semejante plaza?, porque si era por el canal y no siendo español, una calle con su nombre hubiera sido suficiente. Sin embargo, hay una historia que lo justifica, todo comenzó cuando un tío suyo lo inició en la carrera diplomática. Lesseps se desempeñó como cónsul y vicecónsul en varias capitales de Medio Oriente y finalmente se lo designó como embajador en Barcelona.


Casas Ramos

Hacía poco tiempo que estaba ejerciendo su función en esa ciudad cuando en diciembre de 1842, se produjeron graves disturbios en la población. El estallido fue consecuencia de la impopularidad del General Baldomero Espartero, quien habiéndose transformado en un dictador, reprimía violentamente cualquier manifestación popular en rechazo a sus medidas.

La gota que colmó el vaso, además de un aumento en los impuestos, fue un convenio librecambista de Espartero con Gran Bretaña, mediante el cual se reducían los aranceles a la importación de productos textiles provenientes de ese país, con el consecuente daño a la industria local. Las barricadas y las manifestaciones populares superaron a las fuerzas del orden que debieron retroceder. Entonces Espartero tomó la decisión descabellada de bombardear la ciudad en forma indiscriminada desde el castillo de Montjuic.

Ferdinand de Lesseps (1805-1894)

Lesseps organizó un servicio de asistencia para la numerosa colonia francesa, pero cuando se dio cuenta de la gran cantidad de víctimas, lo hizo extensivo a todo aquél que tuviera necesidad. Poniendo en práctica su habilidad diplomática, se entrevistó con el comandante de las fuerzas españolas, y consiguió de éste que cesaran los bombardeos, pero además logró que fueran liberados muchos de los detenidos y se amortiguara la multa que se iba a imponer a la ciudad. Los catalanes nunca olvidarían su comportamiento.

Lesseps tenía enemigos, y estando en Roma, lo acusaron de excederse en sus funciones diplomáticas debiendo renunciar a esta función. Se retiró de la actividad política, adquirió una granja y se dedicó a la fruticultura. Estaba convencido de que había quedado atrás la parte más importante de su vida, ahora se dedicaría a gozar de los productos de su predio y terminar los años que le quedaban por delante llevando una vida pacífica y descansada como en el poema de Fray Luis de León. No imaginó que lo más trascendental de su existencia estaba por suceder, algo que lo haría pasar a la posteridad como el artífice de una de las obras de ingeniería más grandiosas y más útiles para el mundo en el terreno de las comunicaciones.

En uno de sus momentos de descanso, se puso a hojear documentos de los años como diplomático en Alejandría. Fue entonces que encontró una carpeta que contenía estudios hechos por el ingeniero J.M. Le Pere sobre la posibilidad de un pasaje marítimo que uniera el Mar Mediterráneo con el Mar Rojo y de allí, la salida hacia el Mar Arábico, una extensión del Océano Pacífico.

Este proyecto, solicitado por Napoleón a sus ingenieros y que databa de 1799, se quedó en los papeles, junto con un nuevo estudio realizado 48 años después por Linant de Bellefonds que lo bautizó con el nombre de “Canal de los dos mares”.

También se enteró que en el antiguo Egipto se había construido una vía entre el río Nilo y el Mar Rojo, llamada “Canal de los Faraones”. “Si hace 2000 años los egipcios pudieron hacerlo, yo también”, reflexionó Lesseps.

En 1854, ascendió al poder en Egipto Mehmet Said, un antiguo amigo suyo de su época de cónsul en Alejandría. Hacia allá se trasladó con su proyecto bajo el brazo y después de varias reuniones, logró entusiasmar a Said quien firmó el acta de concesión para la construcción y utilización del futuro canal. De esta manera, Lesseps se transformó en el flamante director de la empresa que se llamó Compagnie Universelle du Canal Maritime de Suez.

Mehmet Said
El 25 de abril de 1859 se dio el primer golpe de pico dando inicio a la construcción. Diez años después se terminó la obra y durante ese lapso surgieron varios inconvenientes que pusieron en peligro el éxito de la misión. Los británicos y el Imperio Otomano ejercieron presiones para que no avanzara el proyecto, pero el problema más grave fue la muerte prematura de Mehmet Said quien había puesto al servicio del canal 20.000 obreros, que fueron retirados cuando asumió el nuevo gobernante de Egipto.

La falta de mano de obra fue solucionada con la construcción por parte de ingenieros franceses, de máquinas de vapor, dragas y excavadoras que reemplazaron eficazmente la pérdida de mano de obra. De paso también redujeron la mortalidad de obreros, que por enfermedades y accidentes había alcanzado cifras alarmantes, número que nunca fue precisado con exactitud.

Una vez finalizado, el canal tenía 163 kilómetros de longitud, 22 metros de profundidad y un ancho que oscilaba entre 80 y 200 metros. Lesseps lo recorrió en 15 horas desde su extremo norte en el Mediterráneo, entrada que se llamó Port Said (en honor a su amigo), hasta el extremo sur en Suez con salida al Mar Rojo. Se habían ahorrado 19.800 millas náuticas equivalentes a 8200 kilómetors de semanas de navegación bordeando la costa occidental del continente africano.

La inauguración de la obra fue monumental con grandes fiestas y presencia de testas coronadas como el príncipe de Gales, el emperador de Austria y la emperatriz Eugenia de Francia, parienta de Lesseps e invitada de honor.


Canal de Suez

Recibió diversas condecoraciones y fue aclamado como héroe nacional. Lleno de energía y entusiasmo volvió a casarse a los 66 años con una dama mucho más joven que le dio 12 hijos. Diez años después y sin perder el vigor que lo caracterizaba, inició un segundo emprendimiento faraónico, la construcción de un canal en el istmo de Panamá.

Pronto se vio que el enfoque técnico era incorrecto y a esto hubo que agregarle las dificultades de trabajar en la selva húmeda tropical donde el paludismo y la fiebre amarilla hicieron estragos. Los deslizamientos de tierra de los montes vecinos que volvían a cubrir las zonas excavadas, la corrupción y el presupuesto insuficiente, completaron el desastre e hicieron que la empresa quebrara. Esta vez el ganador fue Estados Unidos cuyo presidente Theodore Roosevelt se apoderó de la provincia de Panamá, la independizó de Colombia, la transformó en país y culminó con éxito la construcción del canal.

En Francia, la quiebra de la compañía produjo la peor crisis financiera de la Tercera República y perjudicó enormemente a los accionistas. Si en 1870, Lesseps era un héroe nacional, en 1891 se había casi transformado en traidor a la patria y el estado le inició juicio por fraude en el affaire conocido como “Escándalo de Panamá”.

Fue condenado a 5 años de cárcel, que quedaron en suspenso debido a lo avanzado de su edad. Cuando falleció a los 89 años, Francia le rindió un funeral con honores y un año después los catalanes, que no habían olvidado que gracias a él se evitó la destrucción de Barcelona, lo homenajearon con una de las mayores y más emblemáticas plazas de la ciudad.

Biografía insólita. Ferdinand de Lesseps, diplomático y emprendedor. Disponible en: https://www.portalsolidario.net/ocio/visu/biografia.php?rowid=10093
History. Ferdinand de Lesseps (1805-1894). Disponible en: http://www.bbc.co.uk/history/historic_figures/de_lesseps_ferdinand.shtml
Jaume Guillamet. El cónsul Lesseps. El País 08,12,2005.

domingo, 9 de septiembre de 2018

KARSKI, EL MENSAJERO


El hombre está próximo a cumplir los 30 años, es de rasgos delicados, apuesto y estampa impecable, siempre se halla elegantemente vestido, y en este caso no hace excepción y menos si se encuentra en el Salón Oval de la Casa Blanca y su interlocutor es Franklin D. Roosevelt. Sin embargo, sus ropas ocultan marcas indelebles en el pecho y la espalda, secuelas de horribles torturas que sufrió cuando cayó prisionero de la Gestapo.

                                   Jan Karski (1914-2000)

Jan Karski miembro de la Resistencia Polaca, ahora se desempeña como mensajero informante de la situación de los judíos en la Europa gobernada por los nazis. Dispone de fotos, filmaciones y sobretodo su experiencia personal de los horrores de los campos de concentración, el Ghetto de Varsovia y los trenes de la muerte. Occidente sabe muy poco de todo esto y Karski comprueba angustiado que sus relatos no despiertan la reacción que el esperaba.

En 1943 todavía se podían salvar muchos judíos, había hablado con miembros del gobierno polaco en el exilio, con autoridades del gobierno británico, con obispos, con periodistas, con embajadores, con escritores como Arthur Koestler y H. G. Wells. También se contactó con la Comisión de Crímenes de Guerra de las Naciones Unidas y llegó incluso a Anthony Eden, el secretario de Asuntos Exteriores de Churchill. Pero el primer ministro no lo recibió: estaba demasiado ocupado.

Ahora se encuentra en Estados Unidos, para realizar, él que es un católico, la última gestión como mensajero de salvación del pueblo judío. El presidente Roosevelt lo escucha atentamente mientras saborea su cigarro. Karski termina su informe y agrega: “Señor presidente, la situación es horrible. El punto es que, sin ayuda externa, todos los judíos polacos morirán. ¿Qué mensaje debo transmitir?” “Dígales que los Aliados ganaremos la guerra”, le responde, reclinado en su sillón, el dedo en alto. “Dígales que los culpables serán castigados por sus crímenes. Tienen un amigo en el presidente de los Estados Unidos.” Una respuesta muy política, muy simpática, muy convencional, pero como en anteriores ocasiones totalmente inservible para el objetivo de salvar a los judíos del Ghetto de Varsovia.

Con el objeto de indagar como empezó Karski su lucha para intentar frenar el holocausto, nos remontamos varios años atrás para detenernos en la noche del 23 de agosto de 1939. La embajada portuguesa en Varsovia estaba iluminada, una orquesta desgranaba valses de Strauss, mientras arribaban carruajes de los que descendían hombres de etiqueta y damas elegantísimas. En esa recepción se encontraba Karski, con un doctorado en puerta en Diplomacia, graduado con honores en Derecho y poliglota, y además, había conseguido trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores. También tenía otro título que él consideraba totalmente secundario y olvidado: había egresado del servicio militar con el grado de subteniente de Artillería.

La mañana siguiente recibió un telegrama que le evaporó inmediatamente los restos de alcohol que tenía en el cuerpo: los ejércitos del Reich se dirigían hacia la frontera polaca y el mundo se encontraba en la antesala de la Segunda Guerra Mundial.

Karski es incorporado a un regimiento de caballería que fue diezmado por los tanques alemanes. Trató de alcanzar la frontera húngara, pero cayó prisionero del ejército soviético. Milagrosamente es uno de los pocos que logró salvarse de la matanza de oficiales realizada por los rojos, crimen de guerra que es recordado como la masacre de las Fosas de Katyn.

Dos meses después se trasladó a Varsovia y allí integró el SZP (Służba żwycięstwu Polski), el primer movimiento de resistencia europeo contra el invasor. Mientras se desplazaba en la clandestinidad, según las circunstancias, además de utilizar su nombre, adoptó alrededor de seis apodos. Karski poseía una memoria fotográfica que lo convirtió en el candidato ideal para actuar como mensajero sin llevar ningún tipo de informe escrito, estableciendo enlaces entre la resistencia subterránea y el gobierno polaco en el exilio, que primero se instaló en París y cuando Francia fue invadida se radicó en Londres.

En julio de 1940, durante una de sus misiones, mientras cruzaba las montañas de Eslovenia, fue descubierto y arrestado por la Gestapo. Karski es encerrado en una mazmorra inmunda, de donde lo extraían periódicamente para torturarlo. No lograron sacarle información, pero quedó psíquicamente quebrado y con fracturas de costillas y pérdida de dientes, intentó suicidarse cortándose las venas y se desvaneció.

Se despertó en la cama de un hospital de Polonia donde había sido trasladado por la Gestapo y a los pocos días logró rescatarlo un Comando de la Resistencia. Después de un período de recuperación logró fugarse y lejos de arredrarse por lo que había sufrido, continuó con su función de mensajero.

A principios de octubre de 1942 Karski se reunió con los líderes de la Resistencia Judía en una casa semiderruida de los alrededores de Varsovia. Allí le informaron que la situación de los judíos era desesperante y le preguntaron si se animaba a ingresar al Ghetto para tener un informe directo de lo que ocurría. También le dijeron que si aceptaba la oferta su vida estaba totalmente en riesgo, nadie lo podría rescatar.

Seguramente que antes de responder, por la mente de Karski pasaron como fogonazos las escenas y recuerdos de las torturas sufridas por la Gestapo. Si esta vez lo volvían a atrapar, los castigos y sufrimientos serían mucho peores. Sin embargo aceptó.

Pocos días después, a través de un túnel ingresó a un infierno que estaba más allá de su imaginación. Cuerpos esqueléticos se desplazaban como zombies entre excrementos, muertos en descomposición, niños moribundos y un olor a muerte insoportable.

También vio los trenes de la muerte, donde los condenados eran hacinados en vagones y morían como moscas deshidratados mientras el convoy esperaba en vía muerta la locomotora que transportaría a los pocos sobrevivientes a las cámaras de gas.

Meses después con todas esas imágenes en la retina se fue a Londres y de allí a Estados Unidos, donde regresamos al principio de la historia. Los aliados, Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Soviética, no movieron un dedo para frenar el genocidio, ni siquiera intentaron bombardear las vías férreas.

Terminada la guerra Karski se radicó en Estados Unidos, se doctoró en la Universidad de Georgetown donde enseñó temas de la Europa del Este. En 1965, contrajo matrimonio  con Pola Nirenska, una coreógrafa y bailarina de origen judío-polaco. Gran parte de su familia había muerto entre ghettos y campos de exterminio. “Aquel día me convertí en judío”, dijo Karski refiriéndose a su casamiento. “Soy polaco, norteamericano, judío, cristiano, católico practicante y aunque no soy un hereje, declaro que el ser humano ha cometido un segundo pecado original: por ignorancia autoimpuesta o por insensibilidad, por egoísmo o por hipocresía o incluso por frío cálculo. Este pecado va a perseguir a la humanidad hasta el final de los tiempos. A mí me persigue. Y quiero que lo haga.”

Hasta el día de su muerte el 13 de julio de 2000, Karski, recibió condecoraciones, medallas, homenajes, placas conmemorativas, compartió conferencias sobre sus hazañas, fue nombrado ciudadano honorario de Israel y nominado para el premio Nobel. Asistió a todos estos eventos mientras su mente volaba al pasado atroz y murmuraba: “demasiado tarde”.

Ana Wajszczuk. El Mensajero. Página 12, suplemento RADAR, 01/02/2015. https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-5517-2015-02-01.html
Rafael Narbona. Jan Karski: el primer mensajero del Holocausto.
Marco Rizzo, Lelio Bonaccorso. Jan Karski. El hombre que descubrió el holocausto. Norma Editorial.

sábado, 1 de septiembre de 2018

DAVID


En la ciudad de Florencia, el Museo de la Opera del Duomo era una institución dedicada a producir obras de arte para la catedral de Santa María del Fiore, quizás la iglesia más hermosa a nivel mundial, tanto en su estructura exterior como interior. En 1501 Michelangelo Buonarroti fue convocado por los miembros de la institución, tenía 26 años, pero representaba mayor edad por su espesa barba y la nariz rota como consecuencia de una pelea juvenil. Lo precedía la fama de haber realizado “La Piedad”, una obra cuya belleza y perfección lo habían convertido en el mejor escultor de su época a la par de Bernini.



Michelangelo Buonarroti (1475-1564). Daniele da Volterra.

Michelangelo se encontró con una gigantesca pieza de mármol de 6 metros de longitud y varias toneladas de peso. Había sido transportada desde Carrara en una gran barcaza que recorrió el Mar Tirreno, ingresó en la desembocadura del Arno y deslizándose contracorriente llegó a Florencia donde con grandes aparejos fue izada a tierra y trasladada lentamente hasta llegar a su lugar de destino. Michelangelo observó que en algunas zonas, aquella enorme masa, presentaba signos de haber sido trabajada por escultores que lo precedieron y luego abandonaron la tarea.

El contrato establecía que el artista debía esculpir a David, el héroe máximo del pueblo judío, el pastor adolescente que se enfrentó al titán de más de dos metros de altura y jefe de las fuerzas filisteas que desde hacía semanas venía reclamando si algún valiente se atrevía a desafiarlo. El ganador impondría las condiciones de la victoria. 

David se aproximó a Goliat diciéndole: “Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Yahveh de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio”. Acto seguido revoleó con su honda un pesado guijarro que lanzó certeramente a la frente del gigante, que cayó atontado al suelo. Inmediatamente, David tomó la espada de Goliat y le cortó la cabeza (1 Samuel 17).

                                     El David de Bernini

Michelangelo tenía que decidir cuál sería el momento en que posicionaría a David. Bernini lo haría cien años más tarde revoleando la honda, frunciendo los labios y con gesto de ira contenida, dinamismo puro. Mucho antes, Donatello se había decidido por el hecho consumado y el héroe esculpido en bronce está pisando la cabeza de Goliat. En ambos casos, el personaje era de tamaño natural. Había que buscar otra forma. 

Michelangelo sabía que no podía superar a los griegos en la perfección de los cuerpos, pero sí en la expresión del rostro. y se decidió por un David en actitud tensa cuya mirada está fija en su contrincante, mientras por su mente pasa rápidamente el cálculo de la distancia, la potencia y la altura con las que debe arrojar la piedra. La única forma de vencerlo era acertando a la cabeza de su enemigo. Todas esas conjeturas están magníficamente expresadas en el rostro del desafiante joven.



Michelangelo era un anatomista consumado, había pasado gran parte de su tiempo en la morgue de Florencia disecando cadáveres, tenía conocimiento de la posición de los músculos y de los vasos sanguíneos. Sabía que cuando un brazo está caído las venas están ingurgitadas y resaltan sobre la piel y cuando está levantado se colapsan y se vuelven invisibles. Se pasó días caminando alrededor del mármol, el personaje debía estar de pie, casi estático, ninguno de los brazos debía estar extendido porque las dimensiones de la masa no lo permitían. Más tarde diría: “Vi el Ángel en el mármol y tallé hasta que lo puse en libertad”.
Después de realizar numerosos bocetos puso manos a la obra. Habían ofrecido pagarle 170 florines, una suma exigua para tanto trabajo, pero Michelangelo estaba convencido que podría obtener una suma mayor. Cuando estaba por la mitad de la obra convocó a los miembros del Museo de la Opera del Duomo que la contemplaron absorta y cuando se retiraron elevaron los honorarios a 400 florines.

Habían pasado casi tres años desde que comenzó a esculpir aquella mole de mármol. Cuando terminó, el David medía 5,17 metros de altura y pesaba 5500 kilos. Era y sigue siendo la más grande y hermosa de las esculturas. Se formó una comisión de expertos, entre los que figuraban Leonardo da Vinci, della Robbia, Perugino y Botticelli, quienes decidieron que una obra de tal tamaño y perfección no podía ubicarse en la base del domo, en una altura donde el pueblo no podría apreciar su belleza. Especialmente la expresión del rostro que parece estar diciendo “creo que lo voy a lograr”.

David en la Galería de la Academia
Después de varias horas de discusión la comisión de expertos decidió que el lugar de ubicación del “Gigante”, así lo llamaban, sería en la gran Plaza de Florencia frente al Palazzo della Signoria. Fue una decisión sabia, el David estaba diseñado como la figura de un hombre independiente, erguido y libre de todo espacio a su alrededor. No podía ser colocada ni en un nicho ni arrimado a la pared, porque era perfecto desde cualquier ángulo que se lo contemplara.

El traslado no fue sencillo, hubo que construir una estructura de madera sobre rodillos en la que fue introducido el David y suspendido por cuerdas. Durante cuatro días alrededor de 40 hombres fueron llevando lentamente al Gigante hasta posicionarlo en el sitio convenido. Se reunió una muchedumbre que durante días contempló absorta la estatua. Reinaba un profundo silencio, nadie hablaba en voz alta y solo se escuchaban murmullos como una expresión de respeto ante semejante maravilla.

Para los florentinos, la estatua dejó pronto de tener un significado religioso para tomar connotaciones políticas. La expulsión de los Médicis había transformado a Florencia en una República y el David fue visto como un símbolo de libertad, una obra de arte que recordaría a los gobernantes que debían proteger a Florencia de la injusticia, como había hecho el legendario personaje bíblico.

El David se encuentra desde 1873 en la Galería de la Academia en un salón circular con una cúpula. Ubicado en el centro, permite que la gente lo observe desde todos los ángulos y es imprescindible recorrerlo circularmente para apreciar que, desde donde se lo mire, es una obra perfecta.


Trabajos de limpieza. Los operarios semejan liliputienses comparados con la estatua

Giorgio Vassari, está considerado como uno de los primeros historiadores del arte, célebre por sus biografías de artistas italianos, colección de datos, anécdotas, leyendas y curiosidades recogidas en su libro: Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos. A él le debemos gran parte de la información que existe sobre el Renacimiento, término que fue acuñado por el propio Vassari. 

Creo que este ilustre florentino era el más indicado para opinar sobre el David, y sobre la obra manifestó: “Ha superado a todas las estatuas modernas y antiguas, por griegas y latinas que fuesen. Puede decirse que ni el Marforio de Roma, ni el Tíber o el Nilo del Belvedere, ni los gigantes de Montecavallo la igualen de ningún modo; con tanta mesura, belleza y perfección la terminó Miguel Ángel. Porque en ella hay contornos de piernas bellísimos, y junturas y esbelteces de flancos divinas; y nunca se ha visto una actitud tan dulce, ni gracia que la iguale, ni pies, ni manos, ni cabeza comparables a los de esta estatua por su excelencia, su arte y su composición. Por cierto, quien la ve, no desea ver otra obra de escultura hecha en nuestros tiempos o en otras épocas por cualquier artista“.

Esteban Iborio. El David de Miguel Ángel. Quizás la obra escultórica más popular de la historia del arte. Historia-Arte. https://historia-arte.com/obras/el-david-de-miguel-angel

Rafel Bladé. El desafío de Miguel Ángel. Historia y Vida, 25/05/2018.

Irving Stone. La Agonía y el Éxtasis. EMECÉ, Grandes Novelistas. Buenos Aires 1991.