sábado, 26 de enero de 2019

EL DÍA DEL ÉTER



A mediados del siglo XIX se produjo un salto extraordinario en la historia de la medicina, particularmente en el terreno de los procedimientos quirúrgicos, al descubrirse una sustancia que podía dormir y anestesiar al paciente. Este avance resolvió dos aspectos fundamentales en las intervenciones quirúrgicas: se eliminó el dolor y se logró la inmovilidad del enfermo permitiendo al cirujano trabajar en un ambiente calmo, sin apuro y sin angustiarse por el sufrimiento de quien estaba bajo las maniobras de su bisturí.
El 16 de octubre de 1846 fue el día en que nació la anestesia como especialidad dentro de la medicina, fecha precisa en que por primera vez se realizó una intervención quirúrgica totalmente indolora.
                William Thomas Morton (1819-1868)

William Thomas Morton era un odontólogo estadounidense que había adquirido un extenso aprendizaje en cirugía dentaria, pero estos procedimientos eran sumamente dolorosos para sus pacientes. Morton sabía de la existencia del éter que había sido sintetizado en 1540 por Valerius Cordus, un farmacéutico, médico y botánico alemán, pero a lo largo de los siglos nadie pensó en su utilidad como anestésico. Morton tenía conocimiento de que este elemento volátil producía un sueño profundo durante el cual la persona quedaba desconectada de toda agresión dolorosa. Hasta entonces, ningún profesional había publicado o presentado en reuniones científicas este hallazgo.
Morton experimentó el efecto del éter en gallinas, ratones, en su mascota canina y finalmente en su misma persona, pero recién se decidió en humanos cuando acudió a su consultorio el prestigioso chelista Eben Frost aquejado de una infección dentaria que le producía insoportables dolores. El paciente aceptó la propuesta y al término del procedimiento manifestó no haber sentido dolor alguno.
Entusiasmado por el resultado Morton le solicitó al cirujano jefe del Massachusetts General Hospital, profesor John Collins Warren, que le permitiera demostrar la eficacia del éter en una intervención quirúrgica. Pocos días después recibió una invitación por escrito para llevar a cabo la experiencia el viernes 16 de octubre de 1846 a las 10 de la mañana en el anfiteatro del hospital.
La jugada de Morton no carecía de riesgos porque, apenas solo un año antes, en el mismo hospital, un colega suyo el dentista Horace Wells, había hecho una demostración con óxido nitroso que fue un total fracaso. Durante el procedimiento la bolsa de gas fue retirada precozmente y el paciente empezó a gritar antes de la extracción dentaria. Wells fue abucheado por el público entre gritos de “patraña”, “embustero” y otros epítetos. Nunca se pudo recuperar del bochorno, cayó en una depresión profunda, se hizo adicto al cloroformo y bajo sus efectos agredió a terceros terminando en la cárcel donde se suicidó.
El Massachusetts General Hospital era, y lo sigue siendo, la institución más prestigiosa de Estados Unidos, por lo tanto, el día de la exhibición de Morton la sala estaba colmada de médicos y estudiantes de medicina, incluyendo a varios periodistas. La fallida demostración de Wells hacía que la expectativa fuera aun mayor.
El paciente era un imprentero de 20 años que padecía de un tumor congénito en la parte superior del cuello. Morton le pidió que inhalara los vapores concentrados en una esfera de vidrio, que contenía en su interior una esponja embebida en éter. Tras un estado inicial de excitación, el paciente quedó profundamente dormido y el cirujano en pocos minutos le extirpó el tumor.
Es interesante destacar que el autor del cuadro que plasmó en el lienzo este episodio, aún no había nacido. Robert Cutler Hinckley vió la luz en Massachusetts en 1853, siete años después del famoso acontecimiento científico. Siendo un adolescente se trasladó con su familia a París donde permaneció durante 20 años estudiando en el taller del famoso retratista Auguste Durand.
Cando tenía 29 años se interesó por el episodio del éter y decidió pintarlo. No hay registros sobre cuál fue la motivación que, hallándose en París, lo decidió a pintar un acontecimiento científico ocurrido casi cuatro décadas atrás. Pero es indudable que su interés en plasmar el episodio era enorme ya que se trasladó a Boston e interpeló a varios de los sobrevivientes, hurgó en los diarios de la época y en los archivos y biblioteca del hospital.
Transcurridos 10 años desde que tuvo la idea de pintar aquel acontecimiento y habiendo recabado toda la información necesaria comenzó su tarea en 1882. Luego de numerosas interrupciones en las que tuvo que satisfacer otros pedidos, la finalizó once años después.
La obra se llamó Primera demostración pública de anestesia con éter en el Massachusetts General Hospital, título demasiado extenso para ser recordado y actualmente se lo conoce como El día del éter. Se puede afirmar con escaso margen de error que nunca una obra de arte pictórica insumió al artista tanto esfuerzo de investigación.

Robert C Hinckley. Día del éter. Biblioteca de Medicina de la Universidad de Harvard.

La figura central es el paciente quien curiosamente está sentado en lugar de hallarse postrado en una camilla. Está cubierto con una bata blanca y mirando hacia el espectador, a su izquierda se encuentra el cirujano Warren junto con dos ayudantes y detrás del paciente aparece Morton sosteniendo en sus manos la esfera de vidrio con el éter. Hinckley tomó la precaución de que el espectador no viera ni sangre ni la incisión quirúrgica.
En un plano ligeramente más alejado hay varios cirujanos observando el procedimiento, pero sin duda lo que más les interesa es apreciar la eficacia del nuevo método que a partir de ese momento se conocería como anestesia.

Wolfe RJ. Robert C. Hinckley and the Recreation of ”The First Operation under Ether. ”New England J Medicine 1994;331:281.
Desai SP, Desai M, Maddi R, et al. A Tale of Two Paintings: Depictions of the First Public Demonstration of Ether Anesthesia. Anesthesiology 2007;106:1046-1050.
Ravindra Chaturvedri et al. Ether day, an intriguing history. Medical Journal Armed Forces India 2011;67:306-308.


viernes, 18 de enero de 2019

EL CASO NISMAN







                       Alberto Nisman (1963-2015)

No es costumbre de este blog generar artículos de la política actual, pero habiéndose cumplido 4 años de la muerte del fiscal Alberto Nisman, me parece ineludible hacer una reflexión sobre el tema. La manipulación del periodismo adicto al presente régimen, el engaño a un sector de la población, que indudablemente estaba dispuesta a dejarse engatusar alegremente, los ríos de tinta que se escribieron sobre la muerte del fiscal, incluyendo un libro, sobre el cual haré referencia más adelante, hacen ineludible que dedique una nota sobre el caso.
            El fiscal Alberto Nisman tenía a su cargo la causa del atentado contra la AMIA (asociación Mutual Israelita Argentina). Fue designado para ese fin en 2004, pero durante los años que siguieron el dinero que recibió para la investigación lo dilapidó en paseos y viajes turísticos por las mejores y más caras playas del Caribe, siempre acompañado de varios gatos (prostitutas de cierta jerarquía), con las cuales gustaba exhibirse, como lo atestiguan las fotos del periodismo sensacionalista.


            En vano los familiares de las víctimas del atentado contra la AMIA, le solicitaron que agilizara la investigación, Nisman los ignoró olímpicamente. Fue un asiduo concurrente de la embajada de los Estados Unidos y probablemente allí le metieron la idea para que dejara de lado la pista siria y se abocara a investigar un supuesto complot constituido por iraníes, el Hezbolla, Venezuela, y por supuesto Cuba. La investigación sobre el atentado quedó trunca porque Irán se negó a colaborar, pese al pedido del gobierno argentino a cargo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) que emitió un Memorándum de Entendimiento con Irán, aprobado por el Congreso.
            En 2015, Nisman que venía acusando al ex presidente Menem y al ex juez Galeano de presunto encubrimiento, súbitamente desvió la causa hacia CFK, basándose en el memorándum. Era año de elecciones y el candidato Macri respaldado por la derecha neoliberal y los principales medios, inmediatamente aprovecharon la situación para desprestigiar a la ex presidenta. Patricia Bullrich y Laura Alonso, dos deplorables engendros que más tarde formarían parte del gabinete de Macri, agobiaron a Nisman con más de 40 llamadas telefónicas y lo convencieron para que elevara su denuncia ante el Congreso el lunes 19 de enero.
            El sábado 17 de enero, Nisman se encontró tan flojo de papeles que se desesperó, su relación con su ex esposa Arroyo Salgado era pésima y su principal argumento basado en que el gobierno de CFK había hecho caer las alarmas rojas contra los funcionarios iraníes, resultó falso porque el ex titular de Interpol Ronald Noble se apresuró a señalar que las alarmas estaban vigentes. Pidió ayuda a los espías de la SIDE, pero estos no respondieron sus llamadas y el juez Canicoba Corral y Julio Maier, ex profesor de Derecho Procesal, acababan de señalar que la denuncia de Nisman era un mamarracho.
            Agobiado por la angustia y la depresión y con el terror de hacer un papelón ante el Congreso, en algún momento de la tarde o principio de la noche, Nisman se encerró en el baño y se disparó un tiro en la sien. Los medios hegemónicos La Nación y Clarín, que tienen el triste antecedente de haberse apoderado de Papel Prensa torturando a sus dueños y con la colaboración de la dictadura de Videla, inmediatamente pusieron sus mejores plumas para que las sospechas sobre la muerte de Nisman se transformaran en un asesinato, inducido de alguna manera por CFK.
            El Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema constituido por 13 peritos, demostraron, en 200 carillas y con argumentos lapidarios, que era imposible desde cualquier punto de vista que en la muerte de Nisman hubieran participado terceras personas, o sea que el veredicto determinó que el fiscal se había suicidado.
            Este informe fue poco destacado por Clarín y La Nación que siguieron insistiendo en la posible participación de la ex presidenta en la muerte del fiscal. Esto hizo que un mes después, en la Plaza de Mayo, se juntara una multitud en homenaje a Nisman. Fue una manifestación que me hizo recordar a los incautos que fueron a vivar al etilista general Galtieri por la invasión a las Malvinas. En aquel caso se recurrió al patriotismo que siempre prende fuerte en el pueblo. Un político inglés había señalado muy acertadamente que el patriotismo es el último refugio de los bribones. Fue el recurso final de una dictadura que hacía agua por los cuatro costados.


            La manifestación de Nisman fue motivada por el odio hacia CFK y organizada por varios de los jueces más venales y corruptos del Poder Judicial, entre los que se encontraban los que poco tiempo después, presionados por el gobierno de Mauricio Macri, inventaron causas contra la ex presidenta. Pasado un mes del suicidio, los periodistas Nelson Castro y Santiago Kovadloff, volvieron a convocar a una nueva marcha. Se encontraron en completa soledad, salvo las palomas, algunos turistas y gente que con paso rápido, se desplazaba hacia el trabajo. O las convicciones de la sociedad son muy volátiles, o la gente ya no estaba tan convencida del asesinato.
            Mauricio Macri está obsesionado por ver a la ex presidenta presa. El gobierno del ingeniero, o pseudo ingeniero, en tres años logró destruir todos los resortes que hacen a la grandeza de un país: soberanía, cultura, ciencia, educación, salud, arte, economía, y por supuesto justicia. Agreguemos  a todo esto una inflación del 40% anual. Basado en el robo y la mentira, la mafia de apátridas y ladrones que nos gobierna, convocó a un nuevo peritaje sobre el caso Nisman. 
        Participaron peritos de la Gendarmería de dudosa solvencia y de ecuanimidad aún más dudosa. Pasados dos años y medio de la muerte del fiscal y sin disponer del cadáver se realizó el nuevo peritaje. Es necesario señalar que, antes de que se estableciera el informe, los diarios hegemónicos se apresuraron a escribir en grandes titulares que Nisman había sido asesinado. La Gendarmería emitió un comunicado desmintiendo la información periodística, pero poco después, presionada por el Gobierno (depende del Poder Ejecutivo), resolvió que se trató de un asesinato ejecutado por al menos dos sicarios.
       Pese a semejante orfandad de pruebas, este peritaje y otros expedientes, son la base de la utilización política por parte de las derechas de Estados Unidos e Israel y por parte del gobierno de Mauricio Macri para meter presa, o al menos desacreditar a CFK, en estos momentos la principal rival del gobierno para las elecciones de este año.
      Se ha publicado el libro “Quien mató a Nisman” de Pablo Duggan, un exhaustivo informe sobre la muerte por suicidio del fiscal y que superada la cuarta edición, es la obra literaria de mayor éxito de venta en Argentina. Recomiendo su lectura.


lunes, 7 de enero de 2019

LA OBSESIÓN DE MEHMED


En el año 1453, del Imperio Romano de Oriente o Imperio Bizantino quedaban solo vestigios. El que otrora ocupara un extenso territorio había casi desaparecido por la avasalladora e imparable marea turco-otomana. Un punto perdido en el mapa señalaba que de todo ese imperio permanecía un bastión: la ciudad de Constantinopla, situada en una prolongación de tierra a orillas del mar de Mármara, una extensión del Mediterráneo. Hacia el este se inicia el estrecho pasaje del Bósforo que comunica con el Mar Negro. Hacia el oeste, una lengua de mar se introduce en el continente en una extensión de 7 kilómetros y con un ancho que no alcanza los mil metros. Este estuario fue un puerto ideal donde se refugiaban los barcos desde los tiempos de la antigua Grecia. Se lo conoce con el nombre del Cuerno de Oro y como se verá tuvo una participación crucial en la caída de Constantinopla.

                                    Mapa de la zona
             Si la ciudad era lo único que quedaba del Imperio Bizantino, no fue porque los turcos la respetaran, sino porque se la consideraba inexpugnable. Una gigantesca muralla flanqueada por tres hileras de fosos de gran profundidad, había resistido con éxito varios ataques turcos, hasta que llegó al poder el nuevo pachá Fetih que ascendió al trono como Mehmed II. Tenía tan solo 19 años, pero era ilustrado, inteligente, de voluntad férrea y también despiadado con todo aquel que se interpusiera en su camino. En una palabra tenía todos los atributos señalados por Maquiavelo en su obra El Príncipe.
                Su primera medida al ascender al trono fue ahogar a su hermano en un baño y luego acusó de asesino y ejecutó al hombre al cual el mismo Mehmed utilizó como sicario. Para amenguar su crueldad conviene agregar que la eliminación de hermanos era una costumbre habitual entre los turcos en las luchas por el poder.

                                  Mehmed II
                
                Desde un principio su obsesión fue triunfar donde su abuelo Bayaceto y su padre Murad habían fracasado: la toma de Constantinopla, ese grano incrustado en medio del creciente Imperio Otomano. Mehmed se pasó dos años estudiando el asedio y conquista de la ciudad y llegó a la conclusión que era imprescindible la construcción de un gigantesco cañón capaz de producir grandes boquetes en la muralla. Convocó al hombre con más experiencia en la fabricación de cañones, el húngaro Urbas, de religión cristiana, pero pragmático en materia de dinero y dispuesto a servir a ese sultán que le prometió una fortuna.
              Cuando el cañón, llamado la Gran Bombarda, quedó terminado, Mehmed ordenó iniciar la marcha hacia Constantinopla. La despedida fue una fiesta con participación de toda la población, cánticos, tambores y bailes, mientras el ejército comenzó a desplazarse lentamente. Se calculan que participaron alrededor de 150.000 hombres entre los que se encontraban fuerzas de elite como los jenízaros. Por su parte, Constantinopla contaba con menos de 10.000 hombres armados para defenderla y por lo tanto, toda la esperanza del emperador Constantino y su pueblo estaba cifrada en la muralla.
             Durante los dos años de preparativos Mehmed hizo construir alrededor de 100 naves entre barcos y galeras, que servirían no solo para el transporte de los soldados y la logística sino para bloquear  por mar  a nivel del Bósforo y en el mar de Mármara. Los sitiados no debían recibir ninguna ayuda material ni humana de Europa.
            Como la Gran Bombarda por su peso y tamaño no podía ser transportado por mar, el lugar de su fundición se ubicó en Adrianópolis, territorio en manos del Imperio Otomano situado a 225 kilómetros de Constantinopla. Esta creación descomunal de Mehmed, sin antecedentes en la historia de la artillería y que jugó un papel importante en la caída de la ciudad, merece unos párrafos sobre sus características. Medía aproximadamente 8 metros de longitud y su boca con un diámetro de 80 centímetros, podía lanzar bolas de piedra de 680 kilos a 1600 metros de distancia. 


                             La Gran Bombarda

              El monstruo pesaba 18 toneladas y decenas de bueyes lo arrastraron en varios carros. Durante el viaje fue precedido por centenares de peones y obreros encargados de regularizar el terreno y lo escoltaba un escuadrón de caballería distribuido en patrullas para protegerlo de cualquier ataque. Doscientos hombres mantenían con sogas el equilibrio de aquel demonio de bronce que oscilaba peligrosamente ante la menor desigualdad del camino.                       Finalmente, al término de 60 días de penosa lentitud, el diabólico engendro llegó a ponerse a tiro de las murallas.
Cualquier otro general se hubiera amilanado de encarar semejante empresa, pero Mehmed estaba hecho para afrontar todos los obstáculos que pudieran interponerse a su obsesión de tomar Constantinopla. Lo que no imaginaba es que acababa de dar origen a una nueva era en la historia de las guerras ya que la Gran Bombarda pondría fin a siglos de amurallar las ciudades.
            El 7 de abril de 1453 comenzó a disparar sus pesados proyectiles, mientras desde las almenas los soldados bizantinos observaban con horror cómo hacía gigantescos orificios en aquella muralla que tanto los había protegido de anteriores invasiones. La Gran Bombarda, por su complicada logística, no podía disparar más de diez proyectiles diarios, pero a cada rotura de la muralla se precipitaban cientos de turcos: Muchos de ellos caían por las bolas de fuego, el aceite hirviendo y las flechas que les arrojaban desde las almenas. Otros se enfrentaban en dura lucha con los defensores arengados por el propio emperador Constantino quien con su armadura y cota de malla combatía como un soldado más.
               Los días se sucedían y el número de muertos del lado otomano se estaba volviendo alarmante. Mehmed sabía que en el lado noroeste de la ciudad, las defensas y la muralla eran más débiles, pero para llegar hasta ellas había que penetrar por mar en el Cuerno de Oro. Esto era imposible porque una enorme cadena unía ambas costas e impedía la entrada al estuario. Además, como el estrecho no tenía más de setecientos metros de ancho, cualquier nave que se atreviera a ingresar estaba a tiro de los cañones de la muralla. El Cuerno de Oro era sin duda el puerto mejor protegido en toda Europa.
         Fue entonces que Mehmed concibió un plan sin parangón en la historia de las guerras y que demostraba su férrea e indomable voluntad. Él era un soñador que podía transformar los sueños más imposibles en realidades. La táctica, que a simple vista parecía irrealizable, consistía en arrastrar por tierra las naves en la costa opuesta, superar la cadena y los cañones posicionados en la entrada del estuario, volver a introducirlas en el agua, cruzar a la otra orilla, desembarcar los soldados y atacar la ciudad por la parte defendida débilmente.
        Las reglas de la náutica establecen que una nave solo se puede deslizar sobre el agua, sin embargo, durante la noche del 22 de abril que pasaría a los anales de los conflictos bélicos y de la audacia humana, setenta barcos fueron trasladados salvando montes, valles y bosques hasta depositarlos nuevamente en el estuario. Fueron arrastrados por miles de hombres y cientos de bueyes, montados sobre rodillos engrasados y todo en una sola noche.


                     Palma Le Jeune. Sitio de Constaqntinopla

                 A la mañana siguiente los habitantes de Constantinopla contemplaron horrorizados la presencia de toda una flota turca que en forma mágica se encontraba en el estuario descargando cientos de guerreros para atacar el flanco débil noroeste de la ciudad. Debieron frotarse los ojos hasta convencerse de que no se trataba de una pesadilla, sino de una espantosa realidad y que las fuerzas de Mehmed se estaban aproximando a las murallas entre gritos de triunfo, trompetas y tambores. Ahora los escasos defensores tenían que cubrir un nuevo flanco en detrimento de las otras partes cercadas.
           Es indudable que la moral de los defensores se debe haber desplomado ante esta visión, si el enemigo pudo introducir sus naves en el Cuerno de Oro en forma inexplicable, entonces ¡de qué no sería capaz! El otro factor que desmoralizó a los bizantinos fue la falta de apoyo de las grandes potencias. Francia, el Papado, Venecia y Génova no enviaron la ayuda prometida, pese a que todos ellos cacarearon sobre el peligro y consecuencias de la caída de Constantinopla, último baluarte del casi extinto Imperio Bizantino. Por otra parte, si esos países hubieran intentado enviar una flota para ayudar a los sitiados habitantes, se hubieran tenido que enfrentar con la marina turca desplazada a lo ancho del mar de Mármara.
          Un nuevo factor se agregó a favor de los turcos y fue el golpe de gracia final para los sitiados. Un grupo de soldados que se encontraban entre la primera y segunda muralla descubrieron que una puerta menor del muro interno, llamada Kerkaporta, estaba inexplicablemente abierta. ¿Sería una trampa donde los esperaba una nube de flechas? Cautelosamente se fueron introduciendo y encontraron que no había defensores, se trataba de un error fatal de los bizantinos. Pronto se introdujeron centenares de turcos y cuando los sitiados vieron al enemigo dentro de la ciudad, se les esfumaron las escasas esperanzas que le quedaban.
            El martes 29 de mayo de 1453, después de 52 días de asedio y múltiples asaltos, los sobrevivientes se rindieron. Tuvieron cuatro mil bajas entre ellas el propio Constantino y sus generales. Todos lucharon con enorme valor y hasta el agotamiento de sus energías, pero no pudieron contra la magnitud del ejército turco y de las tácticas innovadoras y geniales del sultán. Su ejército tuvo muchas más bajas que no fueron computadas por los historiadores otomanos, pero se calculan en varias decenas de miles.
Mehmed entró en la iglesia de Santa Sofía y deslumbrado ante su belleza la preservó intocable, pero la gigantesca cruz, cayó con fuerte ruido, de aquí en más sería una mezquita musulmana. Terminaba la Edad Media y nacía la Edad Moderna.

La Gran Bombarda turca: el cañón que derribó a Constantinopla. Armas.es. 21/06/2010. https://www.armas.es/actualidad/articulos/561-Armas/30936-la-gran-bombarda-turca-el-canon-que-derribo-a-constantinopla.html
Stefan Zweig. Momentos estelares de la humanidad. Editorial Juventud, Barcelona 2007.
Juana Moreno. La caída de Constantinopla: resumen. Unprofesor. https://www.unprofesor.com/ciencias-sociales/la-caida-de-constantinopla-resumen-1847.html
A. Carceller. La caída de Constantinopla. Los ojos de Hypatia, 09/07/2012