sábado, 6 de julio de 2019

EL FUEGO Y LOS HUMANOS


Cuando encendemos una hoguera en un campamento o contemplamos el chisporroteo del carbón y las leñas en una estufa, solemos mirar absortos la danza de las llamas y el rojo de las brasas. En algunos lugares de África, hace cincuenta mil años, nuestros más remotos antepasados hacían lo mismo. Podemos imaginar cómo se llenaban de placer al ver que gracias a su esfuerzo y capacidad lograban encender una hoguera.
El fuego está universalmente aceptado como un elemento trascendental en la historia de la humanidad y fue incorporado en la religión, los mitos, las ceremonias y las danzas. Charles Darwin lo consideraba, junto con el lenguaje, el descubrimiento más grande de nuestra especie. Pero una cosa era adquirir el fuego obteniendo un leño encendido de un incendio forestal, algo que nuestros antepasados hacían hace más de un millón de años, y otra cosa era producir el fuego por sus propios medios. El momento no está bien establecido y oscila entre 40.000 y 100.000 años. Fue ese el primer gran invento de la humanidad y su dominio significó el inició de la civilización. La película La guerra del fuego de 1981, dirigida por Jean-Jacques Annaud, expone magistralmente escenas de este tipo.
El fuego y el ser humano han sido inseparables y esta simbiosis dio lugar a la mejoría en la calidad de vida, la alimentación, la defensa contra los predadores y el estímulo de las relaciones humanas, incluyendo el lenguaje, con el consiguiente impacto sobre la evolución de nuestro cerebro.


Primeros registros de la producción del fuego
Dado que nuestros antepasados se originaron en África, es razonable que los hallazgos más remotos de fuego se encuentren en distintas regiones de ese continente. El homo erectus, que precedió a la forma más evolucionada que es el homo sapiens, ya dominaba la forma de hacer fuego, pero como esta especie se extendió desde los setenta mil hasta el millón y medio de años, el dominio del fuego pudo haber ocurrido en algún momento de ese amplísimo período de tiempo. En cambio en Europa y Oriente Medio, los registros más antiguos de fuego programado oscilan entre trescientos mil y quinientos mil años. Algunos fuegos tenían varios días de duración y sugieren que además de proveer luz y calor fueron centro de actividades, como la cocción de alimentos y la fabricación de herramientas de caza, que fortalecieron la integración del grupo.

                      Homo erectus

Función y consecuencias del uso del fuego
El uso y el control del fuego impactaron de múltiples formas en la evolución de nuestra especie. Seguidamente se describen aquellas en las que existe evidencia científica de su influencia.
Fotoperiodicidad. La fotoperiodicidad es la respuesta de los organismos a la longitud de la exposición a la luz diurna que los lleva a sincronizar las actividades diarias y estacionales. La luminosidad producida por el fuego prolongó el período diurno y produjo consecuencias fisiológicas en los ciclos diarios y anuales. La luz es importante para regular las actividades cotidianas y el ritmo circadiano. La melatonina, la hormona segregada por la glándula pineal, está fuertemente influenciada por la cantidad de luz detectada por la retina y entre los efectos que ejerce sobre el organismo está el de la estimulación de la hipófisis que controla las demás glándulas endocrinas. Por lo tanto, el fuego impactaría sobre todos los aspectos del equilibrio hormonal, particularmente la reproducción y la pubertad, produciendo un adelanto en la aparición de la menarca y prolongando el período de lactancia.
Evolución social y su impacto en las funciones cognitivas. El calor y la luz que emanan del fuego constituyen un punto natural de intercambio social y de protección contra los predadores. Es sabido que los refugios generan espacios de fuerte intercambio social y producen nuevas condiciones selectivas sobre la evolución genética y cultural.
La hipótesis del cerebro social sugiere que la masa cerebral de los homínidos evolucionó como resultado de un ambiente demandante constituido por varios miembros de un grupo. Existen numerosas implicaciones cognitivas de que el mantenimiento de un fuego crea nuevas situaciones, ya que mantener activa una fogata es demasiada exigencia para una sola persona.
Como se trata de un beneficio para todo el grupo, requiere por lo tanto de la colaboración de todos los miembros: turnos para cuidar el mantenimiento del fuego y recolección de ramas y troncos. Esto estimula las actividades cognitivas (razonamiento, creatividad, conceptos abstractos, etc,) y el desarrollo de un lenguaje para ordenar el trabajo. En las primeras etapas del homo erectus cuando no había desarrollado la capacidad de generar fuego, lo obtenía de incendios forestales y por lo tanto debía ser alimentado durante largos períodos. Esto producía un intercambio sociocultural dentro del mismo grupo y con grupos vecinos y puede haber contribuido al aumento de tamaño del cerebro que se produjo entre 200.000 y 400.000 años atrás.


Expansión territorial. Sin la ayuda del fuego hubiera sido muy difícil que los humanos se trasladaran desde las zonas cálidas de África hacia el norte de Europa.
Cocción de los alimentos. Cuando el hombre prehistórico empezó a cocinar los alimentos, logró un avance considerable al consumir una dieta de mayor calidad y energía calórica. Paralelamente redujo efectos tóxicos inhibiendo sustancias presentes en plantas y tubérculos.
La cocción además realiza una predigestión de los alimentos y permite la extracción de mayor energía para el crecimiento y la reproducción. Varios alimentos de las plantas son relativamente difíciles de digerir en su estado crudo. Existe la hipótesis de que la longitud del intestino delgado se fue reduciendo en la medida en que los humanos fueron aumentando el consumo de alimentos procesados por el calor.
En cuanto a la carne animal, se considera que la cocción facilita la digestión de las proteínas, favoreciendo su digestión y la masticación. También elimina bacterias presentes en la carne y reduce la reacción inmunitaria producida por la ingestión de carne cruda.
El desarrollo del sistema nervioso central que se aceleró en el Homo erectus, quien dejó de desplazarse con las cuatro extremidades como el resto de los animales, requirió un aumento de ingreso de energía que pudo haber sido aportado por la cocción de los alimentos durante ese período y más tarde durante la mitad del Pleistoceno, períodos en que los humanos tenían un control avanzado para producir fuego y esto contribuyó al agrandamiento del cerebro. El aumento de los fenómenos cognitivos al compartir intereses y necesidades mutuas alrededor del fuego y fundamentalmente evitar la desnutrición, destrabaron la energía extra requerida que nutrió y expandió el cerebro de los homínidos.
La cocción de los alimentos modificó también la técnica masticatoria que repercutió en la morfología craneal y dentaria del Homo erectus.

Conclusiones
Existen numerosas formas en que el fuego participó en la evolución de la especie humana, iniciado con los dos fenómenos principales: luz y calor. Como ya se mencionó, la luz permitió prolongar el día dentro de la noche y el calor aportó innumerables ventajas de carácter social y alimentario.
Las consecuencias estimuladas por los comportamientos que desarrolló el fuego en los homínidos son biológicas y fisiológicas, como la luz que impacta en la retina y la subsiguiente cascada que cambió los ciclos del sueño, los períodos de reproducción y el consumo de alimentos cocinados que aumentó la energía, ampliaron el tamaño del cerebro y la morfología cráneo-facial.
El otro aspecto importante fue el desarrollo de las funciones cognitivas estimuladas por la convivencia grupal junto al fuego.
A pesar del enorme tiempo transcurrido, el ser humano no ha dejado de contemplar, con distintos grados de fascinación, el fenómeno del fuego y cuando las llamas adquieren potencia y magnitud, sentimos cierto grado de satisfacción, aunque desde hace muchos milenios encender un fuego constituya una tarea simple.

Bibliografía
Attwell L, Kovarovic C, Kendal JR. Fire in the Plio-Pleistocene: the functions of hominin fire use, and the mechanistic, developmental and evolutionary consequences. Journal of Anthropological Sciences 2015;93:1-20.
Gowlett JAJ. The discovery of fire by humans: a long and convoluted process. Phil. Trans. R. Soc. B 2015; January,371.
El dominio del fuego: cómo, cuando y donde. Arqueología cognitiva, 09,02,2016.

2 comentarios:

  1. Oswaldo C de Maryland6 de julio de 2019, 12:15

    Magistral el blog sobre la evolución humana y el fuego, Ricardo. Me he conseguido dos libros (ojalá pronto tenga tiempo para leerlos): "Masters of the Planet" por Ian Tattersall, y "Lone Survivors" por Chris Stringer. Ambos tratan sobre antropología. Según descripciones de los libros, lo que más caracteriza a los humanos es la capacidad de abstracción y de simbolismo. Algunos animales viven en cavernas pero al parecer solo las especies subhumanas más avanzadas las iluminan con fuego. Ningún otro animal utiliza el fuego para poder ver las cosas que pintan en las cavernas.

    Abrazo

    Oswaldo

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  2. Sabía que te iba a gustar
    Gracias por el comentario y abrazo
    Ricardo

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