A
mediados del siglo XIX se produjo un salto extraordinario en la historia de la
medicina, particularmente en el terreno de los procedimientos quirúrgicos, al
descubrirse una sustancia que podía dormir y anestesiar al paciente. Este
avance resolvió dos aspectos fundamentales en las intervenciones quirúrgicas:
se eliminó el dolor y se logró la inmovilidad del enfermo permitiendo al
cirujano trabajar en un ambiente calmo, sin apuro y sin angustiarse por el
sufrimiento de quien estaba bajo las maniobras de su bisturí.
El 16 de octubre de 1846 fue el día en que
nació la anestesia como especialidad dentro de la medicina, fecha precisa en
que por primera vez se realizó una intervención quirúrgica totalmente indolora.
William Thomas Morton (1819-1868)
William Thomas Morton era un odontólogo
estadounidense que había adquirido un extenso aprendizaje en cirugía dentaria,
pero estos procedimientos eran sumamente dolorosos para sus pacientes. Morton sabía
de la existencia del éter que había sido sintetizado en 1540 por Valerius
Cordus, un farmacéutico, médico y botánico alemán, pero a lo largo de los
siglos nadie pensó en su utilidad como anestésico. Morton tenía conocimiento de
que este elemento volátil producía un sueño profundo durante el cual la persona
quedaba desconectada de toda agresión dolorosa. Hasta entonces, ningún
profesional había publicado o presentado en reuniones científicas este
hallazgo.
Morton experimentó el efecto del éter en
gallinas, ratones, en su mascota canina y finalmente en su misma persona, pero
recién se decidió en humanos cuando acudió a su consultorio el prestigioso
chelista Eben Frost aquejado de una infección dentaria que le producía
insoportables dolores. El paciente aceptó la propuesta y al término del
procedimiento manifestó no haber sentido dolor alguno.
Entusiasmado
por el resultado Morton le solicitó al cirujano jefe del Massachusetts General Hospital, profesor John
Collins Warren, que le permitiera demostrar la eficacia del éter en una
intervención quirúrgica. Pocos días después recibió una invitación por escrito
para llevar a cabo la experiencia el viernes 16 de octubre de 1846 a las 10 de
la mañana en el anfiteatro del hospital.
La jugada de
Morton no carecía de riesgos porque, apenas solo un año antes, en el mismo
hospital, un colega suyo el dentista Horace Wells, había hecho una demostración
con óxido nitroso que fue un total fracaso. Durante el procedimiento la bolsa
de gas fue retirada precozmente y el paciente empezó a gritar antes de la
extracción dentaria. Wells fue abucheado por el público entre gritos de “patraña”,
“embustero” y otros epítetos. Nunca se pudo recuperar del bochorno, cayó en una
depresión profunda, se hizo adicto al cloroformo y bajo sus efectos agredió a
terceros terminando en la cárcel donde se suicidó.
El
Massachusetts General Hospital era, y lo sigue siendo, la institución más
prestigiosa de Estados Unidos, por lo tanto, el día de la exhibición de Morton la
sala estaba colmada de médicos y estudiantes de medicina, incluyendo a varios
periodistas. La fallida demostración de Wells hacía que la expectativa fuera aun mayor.
El paciente
era un imprentero de 20 años que padecía de un tumor congénito en la parte
superior del cuello. Morton le pidió que inhalara los vapores concentrados en
una esfera de vidrio, que contenía en su interior una esponja embebida en éter.
Tras un estado inicial de excitación, el paciente quedó profundamente dormido y
el cirujano en pocos minutos le extirpó el tumor.
Es interesante
destacar que el autor del cuadro que plasmó en el lienzo este episodio, aún no
había nacido. Robert Cutler Hinckley vió la luz en
Massachusetts en 1853, siete años después del famoso acontecimiento científico.
Siendo un adolescente se trasladó con su familia a París donde permaneció
durante 20 años estudiando en el taller del famoso retratista Auguste Durand.
Cando tenía 29 años se interesó por el episodio
del éter y decidió pintarlo. No hay registros sobre cuál fue la motivación que,
hallándose en París, lo decidió a pintar un acontecimiento científico ocurrido
casi cuatro décadas atrás. Pero es indudable que su interés en plasmar el
episodio era enorme ya que se trasladó a Boston e interpeló a varios de los
sobrevivientes, hurgó en los diarios de la época y en los archivos y biblioteca
del hospital.
Transcurridos 10 años desde que tuvo la idea de
pintar aquel acontecimiento y habiendo recabado toda la información necesaria
comenzó su tarea en 1882. Luego de numerosas interrupciones en las que tuvo que
satisfacer otros pedidos, la finalizó once años después.
La obra se llamó Primera demostración pública de anestesia con éter en el Massachusetts
General Hospital, título demasiado extenso para ser recordado y actualmente
se lo conoce como El día del éter. Se puede afirmar con escaso margen de error que nunca una obra de arte pictórica insumió al artista tanto esfuerzo de investigación.
Robert C Hinckley. Día del éter. Biblioteca de Medicina de la Universidad de Harvard.
La figura central es el paciente quien
curiosamente está sentado en lugar de hallarse postrado en una camilla. Está
cubierto con una bata blanca y mirando hacia el espectador, a su izquierda se
encuentra el cirujano Warren junto con dos ayudantes y detrás del paciente
aparece Morton sosteniendo en sus manos la esfera de vidrio con el éter.
Hinckley tomó la precaución de que el espectador no viera ni sangre ni la
incisión quirúrgica.
En un plano ligeramente más alejado hay
varios cirujanos observando el procedimiento, pero sin duda lo que más les
interesa es apreciar la eficacia del nuevo método que a partir de ese momento
se conocería como anestesia.
Wolfe RJ. Robert C. Hinckley and the
Recreation of ”The First Operation under Ether. ”New England J Medicine
1994;331:281.
Desai SP, Desai M, Maddi R, et
al. A
Tale of Two Paintings: Depictions of the First Public Demonstration of Ether
Anesthesia. Anesthesiology 2007;106:1046-1050.
Ravindra Chaturvedri et al. Ether
day, an intriguing history. Medical Journal Armed Forces India 2011;67:306-308.
Hola Ricardo
ResponderEliminar- Totalmente de acuerdo con tu nota sobre el caso Nisman.
-Y muy interesante sobre este artista de la anestesia...Hinckley. No había oído acerca de él... En serio, qué lo habrá movilizado a ello con tanto interés..?
Un abrazo
Laura
Muchas gracias AMIGAZO, EXCELENTE!!!!!!!!!
ResponderEliminarABBRACCIONE!!!!!!
JSDT
Como siempre magistral, Ricardo, tu ensayo que combina historia de medicina y del arte. Tengo un vago recuerdo de haber leído que Morton renunció a patentar su invención, lo que probablemente resultó en que aún los pacientes pobres no tenían que pagar más por la anestesia.
ResponderEliminarAbrazos
Hola Oswaldo:
EliminarMorton patentó el éter, pero fue muy criticado por su falta de filantropía. Además, otros reclamaron el invento, por lo que se vio envuelto en procesos judiciales que le hicieron perder dinero. El hecho es que la patente nunca alcanzó fuerza como para que Morton se beneficiara con la aplicación del éter.
Abrazo