Las Olimpíadas de Berlin
Gracias al genio artístico de la
cineasta Lina Riefensthal, quedó para la posteridad el documental Olympia sobre las olimpíadas de 1936 en
Berlín. El flamante estadio estaba colmado de público y abundaban los
estandartes con la esvástica. Alemania había salido de la recesión que la
aplastó durante casi 20 años, unilateralmente se negó a seguir cumpliendo con
el agobiante Pacto de Versailles y mostraba al mundo que era una potencia
desafiante. El pueblo adoraba a Hitler.
Por eso, cuando ingresó al estadio
seguido de los principales jerarcas nazis, bajo una marcha militar, la gente, que también estaba militarizada, se
paró en las tribunas con el brazo extendido mientras gritaba repetidamente
¡Heil Hilter! Lentamente, el Fuhrer fue subiendo la escalinata alfombrada hasta
llegar al palco principal.
El saludo nazi en el estadio
Comenzó el desfile de las
delegaciones internacionales. Las comitivas de Austria y Alemania pasaron
haciendo el saludo nazi, aplaudidas por un público enfervorizado. En la
agrupación de Estados Unidos desfilaban varios negros, uno de ellos, de físico
modesto y más bien delgado, pasó totalmente desapercibido, se llamaba Jesse
Owens y muy pronto su actuación se transformaría en una cachetada a las
veleidades de Hitler sobre la raza superior aria.
Joseph Goebbels, el ministro de
propaganda del régimen, hacía tiempo que venía poniendo casi toda su energía
para que las olimpíadas se transformaran en un escaparate de lujo y una muestra
al mundo del progreso de Alemania bajo el Nacional Socialismo. Ninguna pieza del engranaje debía fallar, pero dentro de sus cálculos no figuraba el negro Owens.
Jesse Owens
El antílope de ébano
Cuando se lanzó la carrera de los 100
metros, Owens picó en punta sacándole considerable distancia al resto y llegó a
la meta en 10,3 segundos. La escena fue filmada impecablemente por Leni
Riefensthal quien utilizó técnicas
fílmicas muy avanzadas para la época, que más tarde, se convertirían en
estándar de la industria cinematográfica, tales como ángulos de cámara
inusuales, cortes abruptos, primeros planos extremos y fijación de cámaras en
el estadio para filmar al público. Leni registró el primer plano de la
cara de los deportistas, el destello del disparo de
salida, el impulso de Owens y su triunfal carrera. En el
instante de la llegada, Leni no filmó el palco presidencial, o si lo hizo cortó
la parte del negativo correspondiente al rostro de un Hitler petrificado y los
gestos desconcertados de Goebbels y Goering.
Como si esto no fuera suficiente, al día siguiente, 4 de agosto, Owens
consiguió su segunda medalla de oro con el salto en largo y superando la marca
mundial al recorrer en el aire una distancia de 8,13 metros. Veinticuatro horas
más tarde se impuso en la carrera de 200 metros y finalmente el cuarto día ganó
en la carrera de relevos 4 x 100 metros. En forma sucesiva había ganado 4
medallas de oro, proeza que solo se repetiría 48 años después cuando en 1984
Carl Lewis ganó la misma cantidad en eventos similares. Si bien Alemania se
llevó el medallero con 33 oros seguidos de 24 por Estados Unidos, la imagen de
aquel “antílope de ébano” que dio la vuelta al mundo y fue tapa de todos los
diarios, menos los de Alemania, opacó la fiesta olímpica de Hitler y su plana mayor, y encima por un negro, un emergente de razas inferiores.
Jesse Owens en plena carrera
Hasta ese momento, para Owens la vida no había sido fácil, hacer
entrenamiento le costó el doble de esfuerzo que a los blancos porque no le
otorgaron una beca por sus logros deportivos. Sin embargo, logró ingresar en la
universidad, un salto social considerable para quien hasta hacía pocos años
cosechaba el algodón en las plantaciones de Alabama a semejanza de su abuelo
esclavo. La segregación le vedaba compartir el campus universitario, así como los
restaurantes y los hoteles que utilizaban los deportistas blancos.
Víctima de la segregación
A su regreso a Estados Unidos fue celebrado
como un ganador, un superhombre, pero sus cuatro medallas de oro no
cambiaron ni el mundo –la segunda guerra mundial y el Holocausto estaban a la
vuelta de la esquina— ni mucho menos su propia vida. Todo cuanto le esperaba en
casa seguía siendo segregación brutal y racismo. Sufrió constantes
humillaciones, cuando una fiesta en su honor se celebró en el lujoso hotel
neoyorquino Waldorf Astoria, aunque el agasajado era él, fue obligado a ingresar
usando el ascensor de carga. Tampoco fue invitado a la Casa Blanca, a pesar
de que esa era la costumbre hacia los medallistas olímpicos. Roosevelt ni siquiera le mandó un telegrama de felicitación. No fue hasta 1976,
40 años después, que el presidente Gerald Ford honró su triunfo concediéndole
la Medalla Presidencial de la Libertad.
En abril de 2016 se estrenó la
película “El héroe de Berlín”, dirigida por Stephen Hopkins, que recrea la vida
y hazañas de Owens, pero él no tuvo la oportunidad de verla, hacía 36 años que
había fallecido.
Las olimpíadas de México
El 26 de julio de 1968 las fuerzas
militares reprimieron brutalmente una rebelión estudiantil en Tlateloco que
contabilizó varios cientos de muertos. La cifra exacta nunca se supo, eran
demasiados cadáveres donde la derecha, que cuando tiene que matar carece de
pruritos, esta vez no se animó a soltar números. El mismo país, a solo tres meses de esa
masacre, se aprestaba a recibir alegremente en su capital, Ciudad de México, los
XIX Juegos Olímpicos.
En esa ocasión participaron más de
5000 deportistas, pero el episodio más sobresaliente y que para muchos alcanzó
ribetes escandalosos, con repercusión en el resto del mundo, lo causaron 3 deportistas en la carrera de los 200 metros. Se trataba de los
afroamericanos Tomme Smith y John Carlos, que representaban a Estados Unidos. El
tercer personaje era el australiano. Peter Norman.
Con el disparo de largada en sus
oídos Carlos, hijo de un zapatero remendón de Harlem, picó en punta seguido de
su compañero Smith, pero en los últimos 50 metros, vio con el rabillo
del ojo que detrás de él venía Norman. Haciendo esfuerzos sobrehumanos, porque
era bajito y tenía que multiplicar los movimientos de sus piernas, logró llegar
en segundo lugar a la meta (20,06 s), detrás de Smith (19,83 s) y delante Norman (20,10 s).
Una vez en el vestuario, los dos
afroamericanos antes de subir al podio decidieron informarle al australiano
sobre lo que iban a hacer. Le dijeron que pertenecían al grupo Black Power (Poder Negro) y que una vez
en el podio ostentarían la insignia que dice Olympic Project for Human Rights, y levantarían el brazo con la mano
enguantada. Norman no solo estuvo de acuerdo sino que les pidió que le
facilitaran una de esas insignias para ponérsela él también como signo de
solidaridad. Faltaba un par de guantes negros y a Norman se le ocurrió que
Carlos se lo pusiera en la mano derecha y le diera el otro a Smith para usarlo
en la mano izquierda.
Peter Norman, Tomme Smith y John Carlos
Con los primeros compases del himno
de Estados Unidos, Carlos y Smith bajaron la cabeza y levantaron en alto las
respectivas manos enguantadas, mientras que el australiano lucía orgulloso
la insignia de los derechos humanos. El gesto copó las portadas de todos los
medios de comunicación del mundo y cuando bajaron del podio fueron abucheados
por la multitud.
Ambos fueron retirados de la
delegación y expulsados de la Villa Olímpica, y en cuanto regresaron a Estados
Unidos se les prohibió toda participación en eventos deportivos. Uno de ellos
terminó lavando autos en Texas y el otro cargando bolsas en el puerto de Nueva
York. Pasados diez años lograron volver al mundo del deporte como entrenadores
y como portavoces de la igualdad en el deporte.
Peor fue la suerte de Norman, a su
regreso a Australia, no pudo conseguir trabajo. Repetidas veces lo invitaron a
que pidiera perdón pero él se negó y siguió entrenando por su cuenta. Pese a
ser el mejor corredor de su país, no se le permitió ir a los juegos de Munich
en 1972 y Australia se presentó sin candidato para las carreras de 100 y 200
metros. Cuando se anunció que Australia organizaría los juegos del año 2000,
Norman fue excluido de los medallistas olímpicos australianos invitados a desfilar
el día de la inauguración.
El alcoholismo y la depresión
pusieron fin a su vida el 9 de octubre de 2006. Los ya sexagenarios Smith y
Carlos viajaron hasta Melbourne y llevaron el féretro en el funeral, mientras
la banda que acompañaba el cortejo tocaba Carrozas
de fuego.
Smith y Carlos llevando el féretro de Peter Norman
En 2012, el senador laborista del
Parlamento australiano Andrew Leigh, reivindicó a Peter Norman con estas
palabras: “El país no hizo lo correcto con él. No se le ha dado el
reconocimiento a alguien que hizo tanto por la igualdad racial”.
Escultura en el National
Museum of African American History and Culture que homenajea a los tres
deportistas
Mando
Salvá. Jesse Owens, el atleta que ridiculizó a Hitler. El Periódico, 06/04/2016
Israel Viana. Jesse Owens, el
atleta negro que enfureció a Hitler. ABC, 25/05/2010
Australia homenajea ahora a
Peter Norman y su “black power”. El País, 22/08/2012.
Miquel Pucurull. La historia
olvidada de Petern Norman en los Juegos Olímpicos de 1968. Running, 27/04/2015.
http://running.es/reportajes/la-historia-ignorada-de-peter-norman-en-los-jjoo-de-mejico68#.V27Ue9J97cd
Juan Forn. El tercero de la foto. Los
viernes. Editorial Emecé 2016, Buenos Aires.
Impresionante! Gracias Ricardo, siempre interesantes tus muy variados aportes.Monica N.
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