A
las 8 de la mañana de ese 22 de septiembre de 1866, la flota imperial brasilera
compuesta por 16 barcos entre acorazados y naves menores, inició desde el río
Paraguay un intenso cañoneo sobre el fuerte de Curupaytí. La marina de Brasil
debía realizar un bombardeo de desgaste sobre el objetivo, seguido del ataque por
tierra del ejército argentino apoyado por fuerzas brasileras. La estrategia era tomar
por asalto el bastión paraguayo. La táctica parecía relativamente simple, la
práctica demostró la impericia y torpeza del general Bartolomé Mitre,
comandante de las fuerzas de la Triple Alianza.
Vista del fuerte de Curupaytí según Cándido López. Barreras de plantas espinosas y fosos hacían imposible que las fuerzas argentinas pudieran atravesarlo, siendo fáciles blancos para los paraguayos.
Mitre
distaba de ser un estratega apto para el difícil cargo que había asumido.
Incapaz de evaluar las condiciones del terreno y el desplazamiento de sus
fuerzas en zona descampada al fuego de un enemigo oculto y parapetado, estaba
dispuesto a lanzar varias columnas de asalto una vez que el almirante Tamandaré
cesara el fuego de su flota.
Durante
el bombardeo naval el comandante paraguayo hizo incendiar parvas de pasto seco
que produjeron una densa cortina de humo e hicieron imposible a los artilleros
de los barcos realizar un bombardeo de mayor precisión. Esto determinó que al
mediodía cuando Tamandaré ordenó el cese del fuego, la fortaleza de Curupaytí
permaneciera intacta.
Entonces
llegó el momento del ataque terrestre y cuatro columnas con miles de soldados
se dirigieron hacia el fuerte. Probablemente este ataque quede en los anales
como el peor ejemplo entre las tácticas de guerra. El terreno estaba anegado y
pantanoso debido a tres días previos de intensas lluvias, los soldados
avanzaban lentamente hundiéndose en el barro, tropezando y en algunas partes
con el agua cerca de la cintura. Pronto estuvieron a tiro de la artillería
paraguaya que comenzó a diezmarlos, mientras que las avanzadas patriotas jamás
alcanzaron a ver al enemigo parapetado y perfectamente camuflado.
Batalla de Curupaytí por Cándido López. Las fuerzas de la Triple Alianza fueron lanzadas a tomar el fuerte. Debieron atravesar un extenso espacio pantanoso bajo intenso fuego enemigo. Ningún soldado pudo alcanzar las defensas paraguayas. Museo Nacional de Bellas Artes.
Cándido
López formaba parte de la tercera columna de asalto a Curupaytí, se había
incorporado a las fuerzas de la Triple Alianza atraído por la proclama de falso triunfalismo y disparatada de Mitre: “En
veinticuatro horas en los cuarteles. En tres semanas en la frontera. ¡En tres
meses en Asunción!”. Pero la guerra duraría 5 largos años.
A López le habían otorgado el grado de
teniente segundo, pero él, como otros miles que se enrolaron, no era militar,
amaba el arte y se había dedicado a la pintura y trabajaba como retratista. Era
el único soldado que llevaba en su mochila elementos para dibujar, porque se
había propuesto recrear las escenas de la guerra.
Es probable que mientras avanzaba penosamente
a través de los pantanos y bajo fuego enemigo, estaría maldiciendo el momento
en que se incorporó a las filas. Súbitamente sintió un terrible dolor en la
mano derecha y al mirarla comprobó que una esquirla de cañón se la había destrozado.
Se sentó al pie de un tronco y con un pañuelo comenzó a vendarse la herida. De
regreso al campamento aliado los cirujanos le amputaron la mano antes de que se
gangrenara.
Al anochecer, cuando terminó el
enfrentamiento, en el escenario quedaron los cuerpos de cuatro mil soldados
argentinos y brasileros, mientras que del lado paraguayo hubo solo 90 bajas. La
batalla de Curupaytí fue el peor desastre que sufrió la Triple Alianza y Mitre
tomó la sabia decisión de delegar el mando y retirarse a Buenos Aires, donde se
dedicó a lo que mejor sabía hacer: las intrigas y enredos políticos. La Nación,
su diario, se encargó de ocultar para las generaciones venideras aquella
derrota. Por el contrario ensalzó la figura de Mitre que logró derrotar al
tirano paraguayo Francisco Solano López.
Una vez que el muñón cicatrizó, proceso que
le llevó semanas de angustia y dolor, Cándido López comenzó a ejercitar su mano
izquierda. Se había determinado que la pérdida de la otra, no iba a impedirle proseguir
con su mayor placer: la pintura. También se había propuesto recrear los
escenarios de las batallas, los campamentos, el cruce de los ríos por la tropa
y cuanto detalle había quedado fijado en su prodigiosa memoria.
Cándido López (1840-1902). Autorretrato
Con tesón y perseverancia adiestró la mano hasta que logró la
misma habilidad que había tenido con la derecha y su primer cuadro bien
elaborado fue “Rancho en que vivía el Dr. Lucio del Castillo en el campamento
de Tuyutí”. Se lo obsequió a su médico y actualmente se encuentra en el Museo
Enrique Udaondo de Luján.
En 1872 se casó con Emilia Magallanes con quien tuvo doce hijos
y para mantener a esta extensa prole trabajó como puestero en las distintas
estancias de la familia de su esposa en San Antonio de Areco y Baradero.
En
1885 decidió exhibir sus 29 óleos de la guerra del Paraguay y allí, la comisión
de arte designada para evaluar su obra dictaminó que: “…además de sus buenas
condiciones artísticas tienen un elevado e indisputable valor histórico”.
A partir de entonces, Cándido López inició una larga y fatigosa
gestión para que el Estado argentino le comprara sus obras. Hasta que el 22 de
septiembre de 1887 se autorizó al Poder Ejecutivo a pagar la suma de once mil
pesos por la adquisición de los veintinueve óleos.
Sus pinturas han sido consultadas por historiadores, escuelas de
guerra y analistas del conflicto de la Triple Alianza, debido a que tienen
valor documental y sus títulos mencionan las fechas de los acontecimientos. En
sus obras predomina la visión aérea a fin de obtener una mayor profundidad de
la perspectiva. Volcó en los lienzos todo lo que vio, sin que nada escapara al
campo visual de sus observaciones, reconstruyendo los hechos hasta en los
detalles más insignificantes. Los momentos
de las batallas, los desembarcos y los desplazamientos terrestres de los
soldados, están desplegados en formatos horizontales en una proporción de uno a
tres que permite abarcar varios escenarios.
Cada vez
que tengo oportunidad de visitar el Museo Nacional de Bellas Artes, ingreso
siempre en la sala donde, desde 1968, fueron incorporados como exhibición estable
los cuadros de la guerra de Cándido López. Siempre encuentro detalles nuevos y
cuando miro los pequeños lienzos, cierro los ojos, me traslado en el tiempo y
me introduzco en aquellas escenas.
Se dice que el verdadero artista es aquel que logra
mantener intacta la emoción original, para revivirla después, cualquiera sea el
lapso que la distancia temporal tenga, y recrearla con la misma intensidad.
Cándido López era uno de esos.
Helena
Menini. Cuando la historia se convierte en arte. Cándido López. Fratelli Menini
Art. 20/01/2011.
Cándido
Lopez y Curupayty
Relato
de CL sobre la batalla
María
Luque La mano del pintor.
Candido
Lopez biografía
Detalles
de la técnica
Batalla
de Curupayty