Inglaterra y su doble
mensaje
A
lo largo de la historia, Inglaterra se presentó al mundo como la patria del
libre comercio, donde un Estado gibarizado en su capacidad de acción, dejaba
que los mecanismos económicos y de intercambio comercial se desarrollaran con
total libertad. Era la teoría de Adam Smith, que los ingleses nunca
practicaron, pero supieron inculcar a los demás países con diferentes grados de
éxito, que les abrió más mercados a su industria que con el empleo de los cañones de su poderosa flota.
El
análisis de la evolución de la economía inglesa, permite apreciar que el
proceso de industrialización británica que lo llevó a desarrollar la Revolución
Industrial a nivel mundial, tuvo como base fundamental el estricto
proteccionismo del mercado doméstico con fuerte apoyo del estado al proceso de
industrialización.
En
el siglo XIV, Inglaterra pese a ser junto con Francia los dos únicos estados
bien definidos en el mapa de Europa, era un país sumamente atrasado. Su
economía se basaba casi exclusivamente en la exportación de lana hacia los
Países Bajos, que habían logrado desarrollar una floreciente industria textil.
Los hábiles tejedores flamencos elaboraban ropa de alta calidad que exportaban
al resto de Europa incluyendo a Inglaterra, que pagaba un precio mucho más alto
por el producto terminado que lo ganado con la lana que vendía para
confeccionarlo.
Enrique VII e Isabel I, los artífices del desarrollo económico de Inglaterra
Inglaterra aplica el control del Estado sobre la economía
Con
el advenimiento de la dinastía Tudor, su primer rey Enrique VII (1457-1509),
implementó una política fuertemente proteccionista que fue seguida por sus
sucesores y alcanzó su máxima expresión durante el reinado de Isabel I. Esta
política fue fielmente descrita por el economista Daniel Defoe en su libro A Plan of the English Commerce, tratado
que los ingleses se cuidaron de no divulgar y en su lugar dieron amplia difusión
a la brillante novela Robinson Crusoe
del mismo autor, que se constituyó en un clásico que perdura hasta nuestros
días.
Daniel Defoe (1660-1731)
Daniel
Defoe señaló en su tratado, los aspectos más destacados de la nueva política
económica inglesa, que sentaron las bases del futuro Imperio Británico:
·
fuerte gravamen a la exportación de lana;
·
prohibición de exportación de manufactura sin
terminar;
·
reclutamiento furtivo de artesanos de la
industria textil de los Países Bajos, para acortar la brecha tecnológica;
·
instalación de nuevos talleres textiles con
apoyo del Estado.
Bajo
el reinado de Isabel I estas medidas se acentuaron al grado tal que la
violación de las dos primeras era castigada con un año de prisión junto con la
amputación de la mano izquierda. Para el reincidente, estaba el hacha del
verdugo.
En
España, la mediocre y decadente dinastía de los Austria bajo el reinado de
Felipe II, colaboró eficazmente al desarrollo del Imperio Británico, por
entonces su peor enemigo. Una de estas colaboraciones fue involuntaria y
consistió en la sustracción del oro proveniente de América a mano de los
corsarios con Francis Drake a la cabeza, oro que la monarquía inglesa derramó
hábilmente sobre la industria textil. La otra colaboración se debió a la ineptitud
y necedad del mismo rey español, quién imbuido de su fanatismo religioso,
persiguió a los hilanderos protestantes de Flandes, que se refugiaron en
Inglaterra donde fueron recibidos con los brazos abiertos.
Felipe II (1527-1598)
pintado por Tiziano.
Finalmente
en 1578, la industria textil inglesa estuvo lo suficientemente desarrollada
como para que Isabel prohibiera totalmente la exportación de lana, lo que llevó
a la ruina a los fabricantes competidores de los Países Bajos que se quedaron
sin la materia prima. Cien años después, Inglaterra se convirtió en la
principal potencia exportadora de telas y ropa de todo el continente. Los Tudor
además, utilizando la misma política que para la industria textil, estimularon
otras industrias como la metalurgia y la cristalería.
Las
sucesivas monarquías mantuvieron esta línea y llevaron con el auge de la
explotación del carbón a la explosión de la Revolución Industrial a mediados
del siglo XVIII. La otra medida inteligente de Inglaterra fue el estímulo a las
ciencias y en este aspecto, se puede decir que se constituyó en el primer país
donde el estado las apoyó y las vinculó con la industria. Con este fin, se
otorgaron títulos de nobleza y generosas subvenciones a los científicos y a los
simples inventores, especialmente cuando los inventos tenían aplicación
práctica sobre el desarrollo industrial. No se los mandaba a lavar los platos.
Como afirmó el economista Aldo Ferrer,
Inglaterra construyó el primer triángulo ciencia-producción-poder político del
mundo moderno.
Adam Smith (1723-1790)
La influencia neoliberal inglesa
en la Argentina del siglo XX
Después
del fracaso de las dos invasiones inglesas, Gran Bretaña introdujo en el pensamiento de nuestros gobernantes los principios de Adam Smith a través de su libro Investigación sobre la naturaleza y causa de
la riqueza de las naciones. Incluso mentes esclarecidas como Mariano
Moreno, defendieron con entusiasmo el libre comercio y la subordinación al
imperialismo británico. Esta política económica deletérea para nuestro país
continuó con altibajos hasta la década infame cuando bajo el gobierno de
Agustín P Justo, se alcanzó el grado de mayor claudicación ante los
requerimientos del Imperio Británico con la firma del tratado Roca Runcimann.
La
situación se revirtió a partir de 1945 con los planes quinquenales del
peronismo que impulsaron una industria liviana mediante una política
proteccionista. Con la autotitulada “Revolución Libertadora”, volvieron los
economistas de la Sociedad Rural para transformar nuevamente al país en una
economía agroexportadora que, junto con la inclusión de la Argentina al Fondo
Monetario Internacional, pasamos al servicio de los intereses, esta vez de la
nueva potencia: los Estados Unidos.
Los
débiles intentos de aumentar la participación del Estado en la actividad
científica y económica fueron abortados por golpes militares durante los
gobiernos de Illia, Frondizi, los años de plomo de la dictadura y por maniobras
económicas destructivas contra la gestión de Alfonsín. A partir de 2003 el
Estado volvió a recuperar el rol que nunca debió haber perdido y se abocó a desarrollar
la industria, apoyar a los científicos y recuperar el terreno perdido que nos generaron
las políticas neoliberales.
La
lucha entre el libre mercado y su expresión social el neoliberalismo y por otro
lado el control por parte de estado de la economía y de las políticas sociales,
ha sido y es una constante en la Argentina. Fueron más los años que dominaron
los primeros recurriendo a los golpes militares y al fraude (gobiernos
conservadores de principios del siglo XX y los de la década infame de Justo y
de Ortiz).
Ahora
estamos en los tiempos de los golpes blandos, corridas bancarias, el lock out
de los terratenientes, las mentiras y las difamaciones del monopolio mediático
y las denuncias de fraudes inexistentes cuando se saben perdedores. ¡Justamente
la derecha conservadora, los maestros de la trampa, hablando de fraude!
Marcelo Gullo. Insubordinación y
desarrollo. Editorial Biblos Politeia. Buenos Aires 2012.
Rodolfo Puigrós. La España que conquistó
el Nuevo mundo. Altamira, Buenos Aires 2005.
Paul Kennedy. Auge y caída de las
grandes potencias. Barcelona 2009