La primera impresión que el lector recoge de este título es que en un pueblo, probablemente ficticio, llamado Hunter, habitaba un gigante. La historia es completamente distinta y habla de la existencia de un tal Hunter que fue dueño de un gigante, o mejor dicho de su esqueleto.
En el siglo XVIII vivía en Inglaterra John Hunter, un médico muy curioso y observador que incursionó en diversas ramas de la medicina como la anatomía, la fisiología y la patología. En todas hizo aportes importantes y cualquier estudiante de ciencias médicas en algún momento de su formación se cruza actualmente con el nombre de Hunter, especialmente cuando tiene que preparar la materia de anatomía. La fama y el prestigio de Hunter lo convirtieron en el cirujano de Su Majestad Jorge III quién le otorgó el título de “Sir”.
Estatua de John Hunter (1728-1793), en la Universidad de Oxford
En 1783, Hunter se trasladó a la elegante zona de Leicester Square en pleno centro londinense. Allí formó un complejo educacional donde dio sus conferencias, muchas de ellas ilustradas con piezas anatómicas en el museo que él mismo fue formando a fuerza de años de disecar cadáveres y que, por la variedad de piezas desplegadas en frascos y vitrinas, llegó a transformarse en lugar de consulta, curiosidad e investigación.
El gigante Charles Byrne
Una de las pasiones de Hunter era la de coleccionar piezas raras, sujetos deformes, enanos y hasta logró conseguir el esqueleto de un gigante de 254 cm de estatura.
En vida este personaje, respondía al nombre de Charles Byrne pero todo el mundo lo conocía como el “gigante irlandés”, que despertaba la curiosidad de chicos y grandes y tenía que vestirse y calzarse a medida, ya que ninguna tienda de Londres disponía del material adecuado para su envergadura.
Era imposible que al ojo curioso de Hunter le pasara desapercibida la presencia en Londres de Byrne y ansiaba incorporarlo algún día a su colección. Hunter sabía que quienes sufren este trastorno hormonal no son longevos y tenía la esperanza de que muriera antes que él. Lo que efectivamente ocurrió, en parte precipitado por la afición de Byrne al alcohol.
Al gigante le había llegado el rumor de que Hunter pretendía integrarlo a su colección del museo y dejó documentado que a su muerte se lo sepultara en el mar. Sin embargo, cuando al pobre Byrne le llegó su última hora, los sepultureros fueron sobornados por Hunter quién les pagó una suma equivalente a cincuenta mil libras esterlinas de la actualidad, tal era la ambición del médico de incorporar esa pieza a su colección.
El museo de Hunter fue comprado por el gobierno inglés en 1799 y posteriormente abierto al público, hasta que durante la segunda guerra mundial fue parcialmente destruido por las bombas alemanas. Quizás una venganza tardía del gigante Byrne.
Actualmente, es una de las atracciones turísticas de Londres con visitas guiadas que explican las características y la historia de las piezas más destacadas entre las que figura la enorme vitrina que domina la perspectiva de la galería y que aloja el esqueleto de Charles Byrne.
Una de las salas del Museo Hunteriano conocida como La Galería de Cristal. En el fondo de la misma, dominando la perspectiva se encuentra la gigantesca vitrina que aloja el esqueleto de Charles Byrne junto con el de un individuo normal.
¡Muy interesante! ¿Cuál es la fuente?
ResponderEliminarDiversos sitios de internet
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