lunes, 29 de enero de 2018

EL MAESTRO DEL GROTESCO



                                         Federico Fellini (1920-1993)

Sugerir que Federico Fellini fue el mejor director de cine constituye una aseveración exagerada, ya que quedarían en segundo plano cineastas de la talla de Ingmar Begman, Luchino Visconti y otros. Sin embargo, se puede afirmar, casi sin margen de error, que fue ingeniosamente creativo.

Fellini nació en Rimini, situada al norte de Italia sobre el Mar Adriático. Allí pasó su infancia y adolescencia que años después plasmaría en la película Amarcord donde la melancolía, el tragicómico y el grotesco están presentes de manera equilibrada y sutil, junto a las inolvidables melodías de Nino Rota.

Cuando tenía 12 años, él y el resto de los habitantes se volcaron a las playas del pueblo, muchos se subieron a embarcaciones y se internaron en el mar para presenciar más de cerca el gran acontecimiento: se esperaba el paso del Rex. Corría el año 1932 y Mussolini, que se encontraba en la cima del poder, hizo construir uno de los transatlánticos más grandes de la época. El dictador hizo que la nave recorriera las costas de Italia como elemento de propaganda del régimen. Fellini lo recrea en Amarcord cuando el Rex surge de la noche, imponente,  iluminado y sonando majestuosa la sirena ante un pueblo que lo saludaba emocionado. En la misma película, no se privó de satirizar al fascismo, ridiculizándolo con exquisita gracia.

Guionista y dibujante de historietas
Todos lo recordamos como director y guionista de cine, pero pasó su juventud fascinado por las historietas ilustradas, donde Flash Gordon, Mandrake y otros personajes llenaban su mente. Por entonces ni se imaginaba que su verdadera vocación sería la de cineasta.

Después que se escapó de la casa a la edad de 17 años para seguir a un grupo circense, Fellini recaló en Florencia con una mochila de esperanzas al hombro y un cheque en blanco para la creatividad. Más tarde diría: “Es evidente que la lectura intensa de aquellas historietas, en una edad en que las reacciones emotivas son tan inmediatas y frecuentes, condicionó mi gusto por la aventura, lo fantástico, lo grotesco y lo cómico”.

Tenía 19 años cuando en 1939 se dirigió a Roma donde demostró su habilidad como dibujante y caricaturista en la revista satírica italiana Marc’Aurelio. Allí empezó a conocer el éxito recibiendo numerosas ofertas de trabajo seguidas del ingreso de un flujo de dinero que le permitió alcanzar un pasar holgado. Además de Marc’Aurelio, trabajó para las publicaciones Domenica del Corriere y L’Avventuroso.

                  Fellini en los tiempos en que era guionista de historietas

Súbitamente, las historietas norteamericanas desaparecieron de las revistas debido a que el régimen, a través del Ministerio de la Cultura Popular, prohibió el ingreso de todo material gráfico proveniente de los Estados Unidos. Entonces Nerbini, el director de L’Avventuroso, para no defraudar a sus lectores, tuvo una idea audaz y pateando la ética a un costado, decidió continuar con las publicaciones. A Fellini le tocó seguir recreando a Flash Gordon, uno de sus personajes favoritos, inventándole nuevas aventuras en sus viajes espaciales con el mismo estilo y exactitud de las originales, sin que los lectores notaran el cambio.

Su experiencia como dibujante y caricaturista le sirvió como puente para ingresar al cine por una puerta extraña, ya que su primer contacto con el séptimo arte fue haciendo propagandas para los estrenos cinematográficos. Las primeras obras fueron para la Alleanza Cinematográfica Italiana (ACI), una compañía productora de Vittorio Mussolini, hijo de Benito Mussolini, a través del cual conoció a Roberto Rossellini que le abrió el camino al mundo del cine.

En 1941 ingresó en la radiofonía colaborando con el Ente Italiano Audizioni Radiofoniche, época plena de felicidad para Fellini por dos razones: ingresó al mundo del espectáculo y conoció a Giulietta Masina, que se convertiría en su esposa, su musa y actriz fetiche de varias de sus creaciones cinematográficas. Después vino la guerra y encontramos a un Fellini merodeando la ciudad en busca de refugios en viviendas abandonadas. Había que escaparle a la Gestapo y a los soldados alemanes que buscaban jóvenes italianos para esclavizarlos en la industria de guerra alemana.

La era del celuloide

            La escena más dramática de Roma, ciudad abierta con Ana Magnani

Roma, ciudad abierta fue su primera participación importante en el cine y lo hizo colaborando como guionista. La película, dirigida por Roberto Rossellini, se refirió a los tiempos de la ocupación nazi en Roma y fue rodada con escasísimos recursos. Filmada en un galpón de los desmantelados estudios de Cinecittá, le sustraían la energía eléctrica a unas instalaciones vecinas utilizadas por el ejército de Estados Unidos. Cuando el coronel detectó el hurto se dirigió al sitio de la filmación para hacer los reclamos correspondientes, pero quedó tan impresionado con el esfuerzo, la calidad de los actores y la precariedad de elementos, que prometió difundir la obra en Estados Unidos, donde constituyó un éxito mucho mayor que en la propia Italia, cansada de guerra y atrocidades. El momento en que Ana Magnani corre a los gritos detrás del camión que lleva a su esposo prisionero y cae sobre el pavimento bajo las balas de los soldados alemanes, se transformó en un clásico de la historia del cine.

Roma, ciudad abierta, fue el mojón inicial del neorrealismo italiano, que Fellini adoptó sin concesiones en sus primeras películas más destacadas: La strada y Las noches de Cabiria. Para La Strada recurrió, con ese talento que lo caracterizó para detectar al artista preciso en el guión adecuado, al actor Anthony Quinn, quien aceptó sin titubeos el magro honorario que le ofreció Fellini. Quinn y Giulietta Masina formaron un dúo de formidable capacidad actoral. No creo que otra actriz haya podido lograr la gama de expresiones faciales de ternura, miedo y asombro como las que mostró Giulietta a lo largo de la película.

                             Giulietta Masina en La Strada

Por entonces, el director contaba con Giovanni Rota Rinaldi, a quien todos conocemos como Nino Rota. Si bien fue un excelente compositor de música clásica, su fama la ganó con los fondos musicales que hizo para Fellini y el de La Strada es de una exquisita melancolía, un broche de oro para la obra. Tímidamente La Strada empezó a esbozar toques surrealistas en un par de escenas, un estilo que más tarde con Giulietta de los Espíritus y las películas que siguieron, mostraron el talento de Fellini.

En 1960 Fellini abandonó el neorrealismo y surgió la Dolce Vita, donde aparece un muy joven Marcello Mastroiani, su segundo actor fetiche, en el agua de la Fontana de Trevi junto con la exuberante Anita Ekberg en otra escena de antología de la historia del cine. La película, que describe las miserias, costumbres y decadencia de la burguesía italiana, fue escandalosa para la época, en gran parte debida a las críticas y la campaña despiadada de la Iglesia Católica. Hoy, en ese aspecto, pasaría desapercibida, y en mi opinión, a diferencia de otras obras de Fellini, el tiempo le ha quitado cierta pátina de su esplendor original.

                        Marcelo Mastroiani y Anita Ekberg en La Dolce Vita

Personalmente una de las creaciones que más me fascinó fue Casanova, ambientada en el siglo XVIII con la actuación brillante de John Sutherland. La película me sacó de la realidad y me introdujo en el mundo mágico creado por Fellini. Allí el director llevó el grotesco a su máxima expresión con la escena de un noble francés de tendencia homosexual que vestido en la forma más kitsch y ridícula que se pueda concebir, entretiene a sus invitados con una pequeña obra de su autoría. Cantando con voz horrible se pavonea al lado de un efebo semidesnudo y con su larguísima lengua lame su cuerpo, ante el asombro, el rechazo y la risa disimulada de los asistentes. Casi al final del film, Casanova tiene un encuentro con una muñeca de singular belleza a la cual invita a bailar para luego poseerla sexualmente. Y aquí Nino Rota se luce una vez más con una exquisita melodía adaptada a los movimientos espásticos de la muñeca. Casanova fue una de las películas que, en tiempos de censura, obligó a que muchos argentinos se trasladaran a Montevideo para disfrutar de esa obra de arte.

                  Donald Sutherland en Casanova

En Ginger y Fred, con Giulietta y Marcello como protagonistas centrales Fellini, con sutileza y sátira despiadada, pone al desnudo el sensacionalismo y la decadencia de los programas de la televisión italiana.

Ganó 4 premios Oscar: La Strada in 1956, Las Noches de Cabiria in 1957, 8 1/2 in 1963, Amarcord en 1974 y un Oscar honorífico por su trayectoria como director y guionista.

En su mundo que era Cinecittá nos mostró que nos podía trasladar al mar, a palacios y a gigantescos salones sin salir de los estudios. Creó un estilo llamado felliniano, caracterizado por la abundancia de escenas surrelistas, bizarras y grotescas. Fellini fue un grande que enriqueció con su creatividad al séptimo arte.

Bibliografía
Caetano Veloso. Fellini y Giuletta. Suplemento RADAR de Página 12. 26/04/2015.
Fernando A García y Hernán Ostuni. El viajar es un placer. Suplemento Radar de Página 12, 28/12/2003.
Philip French. Fellini 8 ½. The Guardian. 01/12/2013

Peter B. Flint. Federico Fellini, Film Visionary, Is Dead at 73. The New York Times 01/11/1993.

Luciano Monteagudo. Los albores del neorrealismo. Página 12, 07/10/2006.)


4 comentarios:

  1. Carissimo AMICO, este artìculo es maravilloso!!!!!, Grazie Mille.!!!!!

    ABRAZO ENORME!!!!!

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  2. Oswaldo C de Maryland30 de enero de 2018, 9:31

    Excelente tu blog sobre Fellini, Ricardo. No he visto todas sus obras, que son muchas, pero para mi la mejor es La Strada. También buena es I Vitelloni y la comedia Lo Sceico Bianco.

    Abrazos y saludos desde Florida (no la de Buenos Aires)

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  3. Estimado vecino excelente, como todos las publicaciones anteriores. Le sugiero publicar un libro con todos los trabajos que realizó. Yo lo compro.
    Un abrazo Ruzzante

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  4. De acuerdo con Ruzzante. Se impone compilado de El Mordaz

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