Se
dice que La Gioconda de Leonardo da Vinci es la pintura más famosa, pero es una
sola y está en El Louvre. En cambio, sobre La
gran ola de Kanagawa, como se trata de un grabado, se realizaron numerosas
copias que se encuentran en galerías de arte de Europa y de América y en varias
colecciones privadas. También compite exitosamente con la obra de Leonardo
replicada millones de veces en tarjetas postales e ilustraciones para toda
clase de eventos.
No
sabemos si se trató de una ola gigantesca o de un tsunami. Está realizada en tres colores, que se complementan
magistralmente con el blanco del fondo, dando una ligereza y frescura
inigualables a la composición.
Es solo una ola en un mar embravecido a
punto de devorar a varios botes con pescadores, pero está pintada con una
exquisitez que quien mira la pintura queda extasiado y no se la olvida más. Del
vértice de la ola estalla una lluvia de gotas que adoptan la forma de garras,
listas a precipitarse sobre los desdichados pescadores. A lo lejos, bajo un
cielo de tres tonalidades y con su pico nevado se ve el Monte Fuji,
empequeñecido por la ola que es la figura principal.
La gran ola de Kanagawa.
Riksmuseum.
Katsushika Hokusai, el artífice de esta obra, nació
en Tokio en 1760. No se sabe si Nakajima Ise fue su padre o si lo adoptó. No
conoció a su madre que se supone fue una concubina de Nakajima Ise.
Su
encuentro con la pintura se produjo cuando tenía 15 años en que ingresó a
trabajar en un taller como aprendiz de grabador. Fue allí donde aprendió el arte
del grabado con planchas de madera (xilografía). Desde entonces Hokusai comenzó
a pintar en forma infatigable, pero fue a partir de los 30 años que inició la
etapa de oro de su arte.
Katsushika
Hokusai (1760-1849) Autorretrato
Abarcó una gama amplia de
temas pintando tarjetas, libros ilustrados, ilustraciones de antologías de
poemas, libros y pinturas eróticas. Dentro de estas últimas se destaca El sueño de la mujer del pescador, una
creación totalmente original e impactante en este género. El cuadro representa
a una mujer desnuda que está dormida y su rostro expresa un estado de éxtasis.
Entre sus piernas abiertas se introdujo un pulpo que le practica sexo oral,
mientras la rodea suavemente con sus tentáculos.
La escena es mucho más fuerte
y excitante que Leda y el cisne, la clásica pintura del renacimiento que
evoca el relato mitológico donde Zeus desciende del Olimpo y adoptando la forma
de cisne, copula con Leda. Si en la época de Hokusai hubieran existido las
gomerías y los mecánicos de autos, sin duda que tendrían un almanaque con la
pintura de El sueño de la mujer del
pescador.
El
sueño de la mujer del pescador
Si exceptuamos el tapiz
medieval de Bayeux, es probable que Hokusai haya pintado el cuadro más grande
que se conoce sobre tela. Según cuenta la leyenda una tarde que regresaba a su
casa un tanto ebrio, al pasar por un templo en construcción vio un enorme
lienzo de 250 metros cuadrados extendido entre dos columnas. Hokusai se hizo
traer un jarrón al cual llenó con tinta negra y pintó un Buda gigantesco usando
una escoba como pincel.
Pintó muchas escenas
cotidianas como antes lo hizo Bruegel y más tarde Goya, pero tenía cierta
predilección por las composiciones eróticas hasta que las autoridades se lo
prohibieron. Entonces enfocó su atención sobre el Monte Fuji, que por ser un
volcán, posee una estructura cónica perfecta. Como el Monte Fuji es visible en
muchos puntos de Japón, Hokusai lo pintó desde distintos ángulos, momentos del
día y estaciones del año, junto a un lago, detrás de un bosque, totalmente
cubierto de nieve o solo en la cumbre, con los colores del alba o del
crepúsculo. En algunas pinturas, la montaña ocupa un primer plano y en otras se
la ve a lo lejos. En total realizó 36 visitas al Monte Fuji que resultaron en
un centenar de cuadros sobre el mismo tema.
Monte Fuji
Hokusai tenía por entonces 70
años y fue cuando dijo su célebre declaración cargada de sencillez y de
búsqueda de la excelencia: “A la edad de cinco años tenía la manía de hacer
trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos,
con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años. A los 73
finalmente aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros,
animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto a la edad de
80 años habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado más en la
esencia del arte. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a
los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos, poseerán vida propia”.
Monte Fuji
En 1854 Japón se abrió al comercio con Europa. A partir de
ese momento, la influencia de la estética japonesa, junto con otros aportes, se
extendió rápidamente por Occidente y, de una manera especial, en París. Los más
influenciados por la obra de Hokusai fueron los impresionistas: Henri de
Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin, Edgard Degas, Claude Monet y Vincent Van Gogh.
Al referirse a la pintura japonesa, el holandés pelirrojo sentenció: “Envidio a los japoneses y la
increíble y limpia claridad de la que están impregnados todos sus trabajos.
Nunca resultan aburridos ni dan la impresión de haberlos realizado a toda prisa
... Su estilo es tan sencillo como el respirar. Son capaces de hacer una figura
con unos pocos trazos seguros, y que parezca tan fácil como abotonarse el
chaleco”.
Día ventoso. En el fondo el Monte Fuji
Biografía de Katsushika Hokusai. https://www.katsushikahokusai.org/biography.html
Juan Forn. Pintar la nieve. Página 12, 11,03/2011.
John Paul Stonard. Hokusai: The great Wave that swept de world. The Guardian 19/05/2017.