El cuadro
El
museo del Louvre termina resultando agobiante para el turista que lo recorre y
que finaliza el periplo con las piernas dobladas, tal es la cantidad de obras
en exposición. Sin embargo hay una, que por su tamaño y su contenido, es
difícil que le pase inadvertida, mide cinco metros de alto por siete de ancho y
expresa una escena aterradora y de tremendo dramatismo.
Se
trata de una balsa gigantesca, pero precaria, donde un grupo de hombres, con
sus ropas hechas jirones, agitan las manos para llamar la atención de un barco que se
aproxima desde la lejanía. En el otro extremo de la balsa yacen varios
cadáveres desnudos a punto de caerse al mar entre los tablones que se están
desprendiendo. Algunos cuerpos están mutilados, señal de que se produjeron
escenas de canibalismo.
Las olas de un mar embravecido parecen querer destruir lo
que resta de la frágil estructura y el cuadro da la sensación de que esos
miserables están todos condenados. Un cielo cobrizo y cubierto de nubes oscuras
aumenta la sensación trágica de la escena. La gama de colores es reducida, va
del beige al negro pasando por los tonos pardos claros y oscuros, dando una
sensación dramática de angustia.
La Balsa de la Medusa. Théodore Gericault, Museo del Louvre
La historia
El
cuadro refleja un acontecimiento ocurrido poco tiempo antes en vida del pintor.
Durante la época de la Restauración, tras la derrota definitiva de Napoleón y
el retorno de la dinastía borbónica, se restablece la paz con Inglaterra que le
devuelve a Francia sus antiguas posesiones en África.
Hacia Senegal parte la
fragata La Medusa para tomar posesión
de su colonia recuperada. A bordo viajan militares, funcionarios, colonos y
algunos científicos. Hugues de Chaumareys, el
capitán del barco, es un inexperto piloto que hace 20 años que no navega.
Durante la travesía comete diversos errores, entre ellos, separarse y perder
contacto con las otras naves que lo acompañaban. Navegando en solitario La Medusa se introduce en aguas poco
profundas y encalla en un banco de arena cerca de Mauritania. Es el 2 de julio
de 1816.
Los
esfuerzos por reflotarlo son inútiles y pronto se descarga una fuerte tormenta
que daña al navío en forma irreparable. Debido a la impericia y torpeza de
Chaumareys, el abandono de la fragata se hace en completa confusión. La
tripulación constituida por 400 personas se distribuye en varios botes que deben
arrastrar una balsa improvisada con maderas del buque y lo suficientemente
grande como para albergar a 150 personas.
Al
cortar los cabos que unen los botes con la balsa, Chaumareys comete una de las
acciones más oprobiosa que puedan imaginarse, abandonando a su suerte a los 150
pasajeros. Pronto la balsa se convierte en un
infierno. Primero se produce una lucha por el centro de aquella estructura ya
que los bordes se hunden en el agua. En la primera noche se ahogan 20 personas
y al término de una semana solo quedan 28 sobrevivientes.
En los días que siguen los más débiles, los heridos y los
enfermos son arrojados al mar en forma despiadada. Cuando se agota la carga de
vino que llevan, la de agua había caído al mar, se beben hasta la propia orina
y como la única caja de galletas se terminó en un día, comienzan las escenas de
canibalismo. Cortan la carne de los cadáveres en tiras y la dejan secar al sol
antes de comerla; «veíamos aquella horrible comida como el único medio de
prolongar nuestra existencia», relató un superviviente.
Sólo 15 individuos sobreviven, cuando la balsa es encontrada
por la fragata Argus, semanas después. Otros cinco mueren al llegar a tierra.
Un año después,
dos de los sobrevivientes de la expedición, el
cirujano Jean-Baptiste Savigny y el ingeniero-geógrafo Alexandre Corréard,
publican un libro titulado Naufragio de
la fragata La Medusa.
En sus páginas denuncian tanto la negligencia y la cobardía del capitán como la
atrocidad de los marineros aterrorizados y ebrios. Se desencadena en Francia una
gran conmoción. Gacetas, panfletos y grabados se dedican durante días a evocar
con todo lujo de detalles el horror del acontecimiento.
La oposición liberal al régimen borbónico aprovecha el caso
para denunciar la incompetencia de la monarquía restaurada, forzar la dimisión
del ministro de la Marina e instituir un consejo de guerra contra Chaumareys,
que es condenado a tres años de cárcel.
El pintor
Théodore
Gericault. (1791-1824). Autorretrato
Théodore Gericault es un pintor brillante que pertenece al
género romántico y le apasionan los motivos sociales en lugar de las imágenes
bucólicas del clasicismo. Queda impactado por la historia de la balsa y decide
llevarla a la pintura. Gericault es minucioso y detallista, se documenta sobre
situaciones concretas del desastre, interroga a los sobrevivientes, visita
hospitales donde puede ver el aspecto de los moribundos, los colores de las
heridas y los rostros de dolor. Convence a varios pintores y amigos para que se
ubiquen en una balsa de madera construida en su estudio. El rostro de uno de
los muertos corresponde al famoso Eugene Delacroix.
La pintura es una mezcla de la desesperación de los náufragos,
la esperanza humana que nunca se pierde y la lucha contra la naturaleza que en
este caso es el mar.
La gigantesca obra se exhibe en París y vuelve a despertar las
controversias, el gobierno molesto le retacea todo elogio y difusión.
Decepcionado, Gericault lleva su obra a Londres donde obtiene un éxito resonante.
Al cabo de dos años regresa a Francia donde sigue pintando, pero había
adquirido tuberculosis y muere a la edad de 33 años.
Después de una búsqueda se puede encontrar el mausoleo del
pintor en el cementerio de Pere-Lachaise donde una escultura homenajea a
Gericault que se encuentra recostado con la paleta en una mano y el pincel en
la otra. Debajo, un bajorrelieve recrea su obra magna La Balsa de La Medusa.
Mausoleo de
Théodore Gericault. Cementerio de Pere Lachaise
David Arroyo. La balsa de la Medusa. Análisis y comentario.
Febrero 2012. http://www.davidstreams.com/mis-apuntes/la-balsa-de-la-medusa-analisis-y-comentario/
Pintura
Romántica. Introducción a la obra de Théodore Gericault. Arte España. http://www.arteespana.com/theodoregericault.htm
Henning Mankell. Arenas
movedizas. Tusquets, Buenos Aires 2015.
Interesante, no conocía la historia. Los extremos de incompetencia, cobardía y salvajismo a los que pueden llegar los seres humanos.
ResponderEliminarMuy bueno!!, gracias como siempre, Ricardo. No tengo el menor recuerdo de haberla visto, ya que tampoco es el tipo de pintura que me atrae; pero ésta se vé bellísima a pesar de lo trágico, con una paleta más bella aun. Cariños. Edith.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Edith, Un beso
EliminarSiempre me fascinaron la historia y el cuadro
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