El joven Ignacio
Ignacio
fue educado con estrictos principios de religión y moral, pero la buena
posición social de su familia, su presencia apuesta, pese a la baja estatura y
su gran habilidad comunicativa lo acercaron más a la vida mundana que a los
claustros. Corría el año 1521 cuando Ignacio, destacado soldado a las órdenes
del rey de España Carlos I es herido de bala en el sitio de Pamplona luchando
contra los ejércitos de Francisco I de Francia. Rápidamente se lo traslada a la
ciudad de Loyola donde se encuentra el castillo de su familia, en la provincia
vasca de Guipúzcoa, de ahí que su nombre completo sea Ignacio de Loyola.
Pintura que recrea el
momento en que Ignacio de Loyola es herido y socorrido por sus camaradas
Tiene
la pierna derecha fracturada y otra herida en la izquierda y su salud es precaria.
Por momentos la fiebre lo devora y en sus delirios surgen episodios de su
juventud. Damas de distinta posición social acuden a su lecho y él a los de
ellas, visitas a burdeles y regreso al castillo con varias copas de más y
cuando ya el sol comienza a elevarse sobre el horizonte.
Ignacio
entra en una convalecencia, angustiosamente lenta, pero favorable. Se siente
más animado y pide libros de caballería, si es posible sobre Amadís de Gaula, novela
de aventuras amorosas y bélicas muy estimada por nobles y guerreros. No le pueden
conseguir el libro y tiene que contentarse con otros muy diferentes como “Vidas
de Santos” y la “Vida de Cristo” de Ludolfo de Sajonia.
De las jergas a la oración y
el recogimiento
Aquí
se produce un punto de inflexión en la vida de Ignacio, las enseñanzas de
Cristo y de los santos lo despierta y sumerge en el mundo espiritual. Después
de mucha reflexión decide imitar la vida austera de los piadosos y de ese modo
purgar su pasado disoluto. Periódicamente se dice a sí mismo: “¿Por qué no he de hacer yo los que San
Francisco de Asís o Santo Domingo hicieron?”.
En
1522, ocho meses después del día en que fuera herido, Ignacio se despide de su
familia para siempre, desciende cojeando las escalinatas del castillo y monta
en un burro rumbo al santuario de Nuestra Señora de Monserrat cerca de
Barcelona. Allí afirma las convicciones que conducirán su nueva vida y ante el
altar de la Virgen cuelga su espada, en un claro símbolo de un pasado sin
retorno. Se desprende de su sombrero emplumado y capa de terciopelo, la camisa
de seda, el jubón y las botas de ante, que reparte entre la gente. Los reemplaza
por el sayo y sandalias de cuerda y un sencillo cayado para alivianar su
renguera.
El
elegante caballero que solía destacarse en los salones de la alta sociedad y la
nobleza, ahora es un mendigo, con una barba que le cubre gran parte del rostro,
el cabello sucio y enmarañado, las uñas crecidas y negras, imposible de ser
reconocido por sus compañeros de jerga y su familia. Se aloja temporariamente
en una cueva en Manresa y es allí donde escribe para sí mismo y para sus
futuros compañeros de apostolado, su manual sobre Ejercicios Espirituales, una serie de normas y herramientas para
mantenerse dentro de la pureza y el amor a Dios.
En
marzo de 1523 abandona España y se dirige a Jerusalén donde visita emocionado
los lugares bíblicos. En su viaje de regreso a Barcelona asume el firme
convencimiento de que debe enriquecer su conocimiento para poder enseñar mejor
el Evangelio. Estudia durante 12 años diversas ciencias en Barcelona,
Salamanca, Alcalá y finalmente en escuelas de París. Esta disciplina del
estudio, Ignacio la inculcará en sus discípulos y será una de las
características más destacadas de la futura orden de la Compañía de Jesús: la
gran capacidad de conocimiento e ilustración de sus miembros, un sello de
distinción que la diferencia de las demás órdenes religiosas.
Durante ese largo periplo entre 1523 y 1537, Ignacio
incorpora varios compañeros dispuestos a compartir su vida y sus ideales, entre
ellos se destaca un tal Francisco Solano. Cuando se reúnen todos en Venecia
constituyen un grupo de 10 personas dispuestas a ordenarse como sacerdotes.
Un año entero había pasado Ignacio preparándose para recibir
las sagradas órdenes, y los cuarenta días anteriores vivió solitario, en una
casucha arruinada y expuesta a todos los vientos, entregado de lleno al ayuno y
a la oración. No se sabe si por causa del hambre que padece, o porque vive en
un estado de éxtasis místico, su mente es presa de visiones celestiales que le
inducen a crear una orden religiosa. Expone su idea ante el papa Paulo III,
quien agobiado por la marea incontenible de la Reforma Protestante y la
corrupción existente en numerosos conventos y monasterios, aprueba la nueva
sociedad que pasa a llamarse Compañía de
Jesús (CJ).
Pablo III
por Tiziano
La nueva orden tiene características distintivas de las
existentes hasta entonces. Sus seguidores deben abandonar algunas de las formas
tradicionales de la vida religiosa como cantar el oficio divino y los autocastigos.
Ignacio establece tres votos que deben cumplir quienes se incorporan a la CJ:
obediencia, pobreza y castidad y un cuarto voto de obediencia al papa. La
preparación de los integrantes comienza con un noviciado que dura dos años.
Continúa con un proceso de 10 o más años de formación intelectual que incluye
estudios de Humanidades, Filosofía y Teología. Además, los jesuitas en
formación realizan dos o tres años de docencia o «prácticas apostólicas»
(período de magisterio) en colegios o en otros ámbitos (trabajo
parroquial, social, medios de comunicación, etc.).
El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y
profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros
de la CJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.
La CJ no se propuso combatir la Reforma, sin embargo, fue uno de los diques de
contención más importantes contra su expansión.
Ignacio tiene el cargo de general, es decir la autoridad
máxima de la CJ a la que conduce con mano firme a pesar de su precaria salud.
Fallece el 31 de julio de 1556 a la edad de 65 años y en 1622 el papa Gregorio
XV lo transformó en San Ignacio de Loyola.
San Ignacio
de Loyola (1491-1556)
Expansión y
poder
Nunca en la historia de la iglesia y probablemente tampoco en
las instituciones seculares hubo un fenómeno de carácter tan explosivo como la
sociedad de la CJ. A la muerte de Ignacio, la orden contaba con 1000 jesuitas
distribuidos en 12 unidades administrativas, llamadas provincias, de las cuales
3 estaban en Italia, 3 en España, 2 en Alemania, una en Francia, una en
Portugal y dos en la India y Brasil.
Habían pasado 138 años desde que San Ignacio de Loyola
fundara la CJ y ya contaba en Francia con 12 escuelas consideradas como las de
mayor calidad de enseñanza en el país. La educación de la juventud francesa estuvo
dominada por los jesuitas y durante doscientos años, los reyes de Francia
eligieron a jesuitas como confesores. Otros soberanos católicos siguieron el
ejemplo, lo que permitió que la CJ tuviera una poderosa influencia en la
historia de Europa.
En Roma tenía el monopolio de diversas actividades
industriales y mercantiles, en Francia poseía una refinería de azúcar y contaba
con factorías comerciales en otros países. En la América española y portuguesa,
la orden figuraba entre las empresas más poderosas.
Persecución
y caída
El poder y control que habían adquirido los jesuitas en el
terreno de la educación, el comercio y los gobiernos, fue su perdición. Los
ataques fueron múltiples y vinieron de diversos lados. De parte de la monarquía
francesa, Madame de Pompadour, los detestaba porque su ascensión se vio siempre
dificultada por los jesuitas. Como amante de Luis XV supo influenciarlo contra
la orden. Además, si bien los jesuitas tenían gran proximidad a los oídos
reales, defendían al mismo tiempo el derecho de derrocar al rey.
Los filósofos y escritores franceses también los combatieron,
aunque suavemente y con cierto cargo de culpa, ya que Descartes, Moliere,
Voltaire y Diderot adiestraron sus inteligencias en las escuelas de la CJ.
Descartes,
Moliere, Voltaire y Diderot
Comerciantes, masones, protestantes y sectores de la propia
iglesia, se convirtieron en una usina de rumores de todo tipo. Se acusó a los
jesuitas de mundanidad, herejía, codicia, pederastia y hasta de ser agentes
secretos de potencias extranjeras.
Como si esto no fuera suficiente, ocurrió el episodio que
involucró al Padre Antoine de la Valette, superior general de los jesuitas en
las Antillas. En nombre de la compañía administraba varias posesiones en la
Indias Occidentales, exportando azúcar y café a Europa. En 1755 obtuvo un generoso
préstamo otorgado por bancos de Marsella y para devolver ese dinero fletó un
envío de mercancías a Francia. El barco fue apresado por un navío inglés en los
prolegómenos de la guerra de los Siete Años y La Valette se declaró en quiebra.
Los deudores recurrieron a la CJ, pero sus superiores negaron toda
responsabilidad, alegando que La Valette había actuado individualmente. El caso
fue al Parlement francés dominado por los jansenistas que detestaban a la CJ y
a sus miembros.
La CJ no solo perdió el juicio sino que le dio al Parlement
la oportunidad esperada para acabar con la institución, declarando que era
incompatible con las leyes de Francia y que sus miembros estaban por arriba de
la autoridad del rey. Cinco años después todos los jesuitas debieron abandonar
el territorio de Francia. Varias naciones acogieron a los miembros,
especialmente Prusia y Rusia con Catalina la Grande.
Las consecuencias de la disolución de la orden fueron malas
para Europa debido a que la educación declinó ostensiblemente. En América fue
una catástrofe, ya que las misiones jesuítas se habían encargado de la
educación de los indios a quienes trataban prácticamente como iguales. Es
gracias a la resistencia que los jesuitas opusieron a los bandeirantes o
traficantes de esclavos del Imperio del Brasil, que las provincias del Chaco,
Formosa, Misiones y Corrientes hoy son argentinas.
El papa Clemente XIV disolvió en 1773 la CJ. Doscientos
cuarenta años más tarde, otro papa llamado Francisco, perteneciente a la orden
de los jesuitas asumió como Sumo Pontífice el 13 de marzo de 2013.
Papas Clemente XIV y Francisco
Will y Ariel Durant. La edad de Voltaire. Editorial
Sudamericana. Buenos Aires 1973, pag 286-294.
Loyola, Saint Ignatius of. Enciclopaedia Britannica tomo 7,
pag 527-28. Chicago 1995.
Organización
de las misiones jesuíticas en América. http://www.portalplanetasedna.com.ar/jesuitas3.htm
The Society of
Jesus.
Otra magnífica biografía de un gran santo, Ricardo. Gracias por compartir. Como uno de los votos de los jesuitas es el de obedecer al papa, el papa Francisco está obligado a obedecerse a sí mismo. Creo, sin embargo, que en cuanto papa también tiene autoridad apostólica para revocar ese voto. Es complicado.
ResponderEliminarY entonces Cristina agarró el bastón presidencial y le dijo a Macri: date vuelta y agachate
ResponderEliminar¿Y si este es el Papa negro de las profecías? Sería el último antes del anticristo y la 3° guerra Mundial.
ResponderEliminarY si es el Papa 113 de las Profecías de Malaquías, entonces veremos a Roma en ruinas y coincidiría con la visión de Fátima de un Papa caminando entre las ruinas del Vaticano...
El procesado Mauricio tiene de su lado, la prensa hegemónica, el sector corrupto de la justicia que es considerable y las corporaciones. Con todo eso a su favor tendría que hacer un buen gobierno...pero es ¡tan bruto!
ResponderEliminarBruto doble porque es ingeniero
EliminarDesde 1983 venimos sin faltar un solo año a la Plaza de Mayo para recordar la triste fecha del 24 de marzo. También para festejar otros actos de la década ganada. Tengo autoridad, por lo tanto para hacer una apreciación sobre multitudes. Nunca vi tanta gente como el 9 de diciembre despidiendo emocionada a Cristina. No pude llegar hasta la plaza. Asimismo, nunca en la historia del país y quizás del mundo, un presidente al cabo de 8 años de gestión es saludado con tanto fervor.
ResponderEliminarDeseo sinceramente que cuando se vaya Macri, al menos una cuarta parte de la Plaza lo despida.
La prensa hegemónica y su corifeo de periodistas ningunearon el acto porque les dio miedo. Miedo de que la mitad de la población sigua fiel al Frente para la Victoria, miedo de que ahora, la que es oposición, tenga una líder de fuste, como jamás tuvo la derecha.
EliminarMuy bueno Ricardo!
EliminarEstuve en esa Plaza y comparto tu apreciación.
Abrazo!
Estimado Ricardo, hace mucho que no lo veo pues no me informaron más seminarios del Dorrego y siempre seguí con gusto sus escritos
EliminarEs exacto todo lo que Usted dice. Estuve alli con amigos y percibí la diferencia de otras manifestaciones, incluso se notó en la desconcentración, cuando uno desde ciertos puntos miraba hacia el fondo de las calles y veía todo repleto en distintas orientaciones, mientras no paraban de circular mareas humanas como calles dentro de las calles, difíciles de atravesar por su estado compacto y así siguió mucho tiempo después de terminado el evento
Es cierto que querrán ir por ella, para extirpar su liderazgo, pero no podrán. Nos cabe abrirnos no sé cómo a los peronistas que inexplicablemente votaron en contra de ella y en los hechos entonces, a favor de esta restauración neo neoliberal conservadora de oscuro pronóstico.
Muy cierto Ricardo, de todas las marchas que fui, fue la más abigarrada y numerosa.
EliminarSabemos de las políticas de derecha del niño Mauri. Esperemos que termine con el menor daño posible para nos, el pueblo.
Saludos
El problema no es que Cristina se vuelva una calabaza sino que después de las 12 asume el Zapallo
ResponderEliminarMi información sobre el acto es testimonial, ya que por estar ausente de BUE y para cuidar mi salud espiritual, corté todo contacto con el traspaso y sus grandezas y miserias.
ResponderEliminarSegún mi gigante nieto, a quien tendrías que haber visto por encima de todas las cabezas, fue un hecho inolvidable, lleno de sincera emotividad, un nuevo fenómeno de expresión política, que, sin duda, no es gratuito, obedece a causas concretas y debe tener futuro. La mitad más uno no es más que la mitad menos uno, cuando ésta está unida por una convicción racional, derivada de una experiencia vivida, que, por racional, no niega las falencias, pero, por vivida, genera un emocional deseo de gratitud y, esperemos, la fuerza necesaria para "volver y ser millones".
Entre tanto, habrá que "pacientar , como decía la gallega Rosalía.
JC
Excelente compañero
ResponderEliminarCoincido Ricardo con casi todo tu escrito. Estuve en la plaza el nueve y con muchas plazas menos que vos, pero con tantísimas también (a las del 24 falté una o dos veces nomás) y fue algo inolvidable, al borde todo el tiempo desde lo emocional. Soy y fui crítico del gobierno saliente, pero creo que fue lo mejor que viví desde que tengo uso de razón, que eso no es hace mucho jaja. Con lo único que disentiría con respecto a tu escrito es con el último párrafo. Yo no espero que al gobierno entrante le salgan las cosas bien. Si a la derecha las cosas les salen bien, o sea de acuerdo a sus planes, estaremos todos en problemas, sobre todo los laburantes. Un abrazo. Me interesan tus escritos.
ResponderEliminar