lunes, 24 de noviembre de 2014

LA PINTORA DE LOS LUNARES

     
                                            Yayoi Kusama

Cuando Yayoi Kusama puso pie en Nueva York y vio esa ciudad avasallante de movimiento y creatividad, comprobó que había acertado con el lugar en el que quería desarrollar su capacidad artística. Escapaba de un Japón que a trece años de terminada la guerra se estaba recuperando dolorosamente, un país depresivo con crisis de identidad, demasiado feudal y desdeñoso con las mujeres.

Kusama estaba cristalizando un sueño que había comenzado cuando tenía 14 años visitando una librería de usados donde encontró una biografía sobre la pintora norteamericana Georgia O’Keeffe, cultora del arte preciosista. La niña quedó fascinada con esos dibujos de flores de colores radiantes que surgían de las láminas del libro. En ese instante, decidió que la pintura era la única forma de escapar de las alucinaciones que la atormentaban desde temprana edad.



El estilo preciosista de Georgia O’Keefe fue la inspiración inicial de Kusama

Ahora, 18 años después de aquél día en la librería, lo primero que hizo fue aferrarse a la guía telefónica y sacar las direcciones de cuanta galería de arte se encontraba en la Gran Manzana. Eran más de un centenar y las recorrió a todas, pero lo que más la fascinaba era el Museum of Modern Art (MOMA).

Al principio Nueva York fue hostil con la japonesita, durante meses apenas tenía qué comer. Una cena podía ser un puñado de castañas calientes, un resto de pescado encontrado en la basura o los desperdicios de los restaurantes. Se inscribió en una escuela de arte, porque era una de las exigencias para extender su visa, pero no simpatizaba con los movimientos de la época. Por entonces reinaba Andy Warhol con su pop art y el expresionismo abstracto del recién fallecido Jackson Pollock, pero no sentía atracción por esas estéticas, tenía que encontrar su propio estilo.


                                            Andy Warhol (1928-1987)

Las alucinaciones fueron su musa, vinieron en torbellino, primero en forma de puntos y comillas que llenaban los espacios que ella pintaba. Pronto vinieron los lunares y su reproducción infinita y de la mano de los lunares llegó también la fama. Al terminar una tela, Kusama sentía la compulsión de seguir pintando: los muebles, las paredes, el techo. Se despertó una mañana y vio que las comillas habían cubierto la ventana. Al tocar el vidrio, se le subieron por el brazo. Una ambulancia se la llevó al Hospital Bellevue. Los episodios se volvieron semanales.

Pero Kusama tenía gran capacidad de recuperación y además era consciente de que pintando escapaba de su locura. También abusó de estructuras amorfas que semejaban lombrices y penes, fláccidos, eréctiles, solitarios o entrelazados como nidos de serpientes. Las formas fálicas crecían como hongos que se desparramaban por toda la habitación, secuela del terror que le había inculcados su trastornada madre sobre el sexo. Pero pronto volvió a los lunares Cada vez que terminaba una obra, Kusama organizaba una sesión de fotos donde posaba en el centro de su producción. Alguien señaló que ella formaba parte de la obra y la mirada hermética e inalterable de la artista se volvió una marca registrada.


Yayoi Kusama en el medio de una habitación totalmente cubierta de lunares

No habían transcurrido diez años desde su llegada cuando ya era famosa y no solo por sus pinturas, también por su actividad política contra la guerra de Vietnam. Las demostraciones y protestas las hacía a su manera mezclando arte, nudismo, consignas y carteles donde ella era la directora rodeada de efebos desnudos cubiertos de lunares multicolores. Una de estas exhibiciones públicas se llamó “Fiesta de explosión anatómica en el Central Park”, bacanales que repitió en Wall Street, la Estatua de la Libertad y el MoMA y que fueron tapa de los diarios y acrecentaron su fama y popularidad.

Yayoi Kusama en la demostración de protesta “Fiesta de explosión anatómica en Central Park”

Pronto otros artistas empezaron a copiar su arte mientras Kusama decía con sonrisa irónica: “todos imitan mi enfermedad”. Había uno que no la imitaba, el legendario Joseph Cornell, un extraterrestre como ella, quién recluso en su vivienda, en lugar de lunares hacía cajas compartimentadas, llenas de adornos, fotos y cuanta cosa se le pasara por su mente. Formaba parte de un estilo llamado assemblage. El y la artista constituyeron una entrañable amistad asexuada, ella odiaba el sexo y él era impotente.

Kosama decidió explotar su creatividad y se lanzó al mercado con su flamante empresa la Kusama Fashion Company, que diseñaba, zapatos, anteojos, adornos y vestidos con coloridos lunares y con agujeros para tener sexo sin desvestirse. Cuando la fama de esta singular artista no tenía nada que envidiarle a la de Warhol, súbitamente abandonó admiradores y detractores, negocios y proyectos y se volvió a Japón.


           Yayoi Kusama y los productos de su empresa de diseño

Pero este era otro Japón, también tenía rascacielos, con calles donde hormigueaba la gente que se desplazaba en todas direcciones, apuradas, la mirada fija en un horizonte inexistente. Huyó de Tokio buscando la paz y la belleza de su pueblo natal, pero el río que corría alegre detrás de su casa ahora era un pantano, las piedras blancas estaban ennegrecidas y un muro de concreto se había levantado cerca de su jardín poniéndole límites a su libertad, porque del otro lado estaban las fábricas del Japón industrializado. Por decisión propia ingresó en 1977 en una clínica psiquiátrica y adquirió un taller próximo al instituto. Hasta hoy, sus días transcurren entre esos dos lugares.

Sin embargo, Japón pronto reconoció su talento y le concedió un pabellón entero en la Bienal de Venecia. Desde entonces sus obras recorren las galerías de todo el mundo y pasó por el MALBA de Buenos Aires donde cuadras de cola esperaron horas para ver a la pintora de los lunares, la artista de 84 años, mejor pagada y una de las más famosas e influyentes del mundo.


       Los jacarandá del MALBA reciben con lunares la exposición de Kusama

Ángeles García. Yayoi Kusama, un universo infinito de penes y lunares. El País 09/05/2011.

María Gainza. Luna Park. Radar 16/06/2013

Germaine Greer. Yayoi Kusama's dot paintings are obsessive, weird, inspired - why can't we see more of her? The Guardian 25/05/2009

Natividad Pulido.ABC.es Cultura. Yayoi Kusma: alucinaciones desde el psiquiátrico. 09/05/2011


2 comentarios:

  1. Estuve en esa exhibición del MALBA y me fascinó. Gracias pro recordármelo

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  2. Es muy frecuente que los creadores de nuevos estilos artísticos, especialmente si son muy audaces e innovadores, sufran de algún trastorno psiquiátrico. Parece ser un fenómeno muy asociado a la creatividad.

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