jueves, 27 de febrero de 2014

LOLA LA TRANSGRESORA


La artista rebelde
“¡Si usted me rechaza, yo me vuelvo a Buenos Aires!”. En la puerta de su taller de Roma, el escultor y maestro Giulio Monteverde observó curioso a la joven que tan directamente lo encaró. La mirada intensa de la hermosa dama y su actitud decidida ante el creador de la estatua del Rey Emanuelle II, lo convenció de que esta mujer de 30 años, porte elegante y aspecto seductor tenía un núcleo de talento que valdría la pena desarrollar.

                            Dolores “Lola” Mora (1866-1936).

De esta forma, en 1897, Lola Mora, originaria de la provincia de Tucumán, inició en la ciudad eterna, su crecimiento como escultora. En Buenos Aires había estudiado pintura logrando una beca del gobierno nacional para perfeccionarse en Europa. Quien se la había concedido fue el presidente Julio Argentino Roca y en los corrillos de la sociedad porteña se comentaba que la artista tuvo un “affaire” con el hombre fuerte de la Argentina. Esto nunca se comprobó, pero en una de sus misiones diplomáticas por Europa, concurrió al taller de la escultora. Así lo acredita una foto donde se la ve a ella junto con Roca y otras personalidades.

Impactada por las esculturas de Bernini, Lola abandonó la pintura trocando el pincel por el cincel. No fue una creadora ya que siguió la línea neoclasicista, pero su habilidad manual y el enfoque genial que puso en sus obras, hizo que de los bloques de mármol de Carrara surgieran maravillas que sorprendieron a sus contemporáneos.

Al poco tiempo ya era famosa, el gobierno y la alta sociedad italiana le encargaban obras y el dinero ingresaba generosamente. Mientras la mayoría de los artistas sobrevivían en humildes buhardillas, Lola adquirió un palacete próximo a la vía Veneto donde instaló su atelier y recibió a figuras famosas seducidas por su encanto, talento, y fama. Se le atribuyeron relaciones con el poeta Gabriel D'Annunzio, que la llamaba "la argentinita con los cabellos peinados por el viento". Otro asiduo visitante fue el Premio Nobel en física Guglielmo Marconi. También recalaron en su estudio personajes de la realeza como las reinas Margherita y Elena. Al ser informada de la visita de ésta última, Lola cambió sus características bombachas salteñas de trabajo por un vestido convencional, lo cual decepcionó a la reina que esperaba verla con el curioso atuendo que tanto le habían comentado.

Lola Mora trabajando en su taller de Roma (1905). Foto del Archivo General de la Nación

La fama de Lola Mora pronto llegó al Río de la Plata y el gobierno argentino y la intendencia de Buenos Aires comenzaron a encargarle trabajos, lo que determinó que la artista cruzara el Atlántico en varias oportunidades. En uno de sus viajes, sedujo a Luis Hernández Otero de 27 años de edad y mucho más joven que ella. Hijo del senador por Entre Ríos, el casamiento fue un escándalo para la pacata sociedad porteña que ya veía con malos ojos que una mujer fuera escultora y además se vistiera como hombre. Asombraba a todos que Lola, proveniente de la aristocracia provinciana, fuera capaz de romper lazos tan firmes adoptando un estilo de vida fuertemente transgresor para la sociedad de entonces.

Como era de esperar, el matrimonio fue turbulento, pasional y efímero. Otero le fue infiel y ella finalmente lo abandonó y regresó a Buenos Aires, porque además comenzaba la gran guerra y los pedidos declinaron sensiblemente. Dolorida, triste y marginada por la hipocresía porteña, Lola abandonó la escultura y se sumergió en terrenos en los cuales carecía de experiencia. Diseñó un túnel subfluvial, se introdujo en el 
arte de la cinematografía y finalmente, su proyecto más 
ambicioso y también el más extravagante, fue la búsqueda 
de petróleo en Salta, emprendimiento en el que dilapidó su 
fortuna.
Soberbia y obsesionada, se quedó sola, convencida de que lograría exprimirle a la montaña el petróleo añorado. Intolerante ante el fracaso, pasaban los días y ella seguía excavando en soledad. No comía ni bebía y es probable que por entonces, a los sesenta años, comenzara a presentar signos de insania. Tres días después, un arriero la encontró inconsciente y deshidratada al borde de una senda.

En 1934, vuelve a Buenos Aires con su equipaje: un bolso de mano que incluía planos y proyectos. Se instaló en un hotel de la Avenida de Mayo, pero como era insolvente, el hotelero contactó a una de sus sobrinas, quien la llevó a su casa. Un día fue hasta la costanera sur a visitar su fuente. El calor del verano despertó una lluvia torrencial. Lola, empapada e indiferente, contemplaba ensimismada su obra, hasta que un policía la sacó de ese ensueño. Poco tiempo después, sufrió un ataque cerebral  y el 7 de Junio de 1936 se apagó la vida de quien fuera la más grande escultora de la Argentina.


               Tumba de Lola Mora en el Cementerio del Oeste, Tucumán

La fuente de las Nereidas
Lola estaba en Roma haciendo bocetos para una fuente a solicitud del gobierno de Buenos Aires. Un primer proyecto utilizaba a Nereo, dios de las profundidades del mar, como personaje principal. Luego lo cambió por la diosa Venus, rodeada de un séquito de nereidas y tritones. Todas las figuras carecían de ropaje y no es de extrañar que desde el comienzo la fuente y su autora fueran objeto de resistencia y de ataques. Para un sector de moral formal de la sociedad, era inconcebible que la obra luciera su desnudez en plena Plaza de Mayo y a sólo veinte metros de la catedral.

                     Fuente de las Nereidas. Detalle.

Lola recorrió despachos y fue venciendo obstáculos para que el proyecto de la fuente pudiera llegar a término. Descartada la ubicación original, se sugirieron otros lugares y finalmente, se impuso el criterio de un grupo de prestigiosos ciudadanos de instalar la obra en el Paseo Colón, donde hoy se cruzan las calles Perón y Leandro Alem. Resuelto este punto, Lola se instaló en el lugar y puso manos a la obra.

Finalmente, el 21 de mayo de 1903, tuvo lugar la ansiada inauguración, con la presencia de Joaquín V. González, ministro del Interior, el intendente Casares y otras personalidades. Las fotos de la época la muestran entre todos los funcionarios siendo la única mujer en el palco. Terminado el acto, también estuvo sola entre el numeroso grupo de caballeros que la agasajó en el Club del Progreso.
Pasado el primer entusiasmo, comenzaron a publicarse juicios críticos entre los que se enjuiciaba su vida transgresora, que las mujeres de la sociedad porteña secretamente envidiaban, por ser incapaces de romper sus ataduras sociales.

Aun cuando los ánimos se tranquilizaron, en 1918 por sugerencia del francés Forestier, -encargado de la urbanización del Balneario de la ciudad, se trasladó la fuente a su actual ubicación en la Costanera Sur, donde quedó emplazada definitivamente. En la base del grupo escultórico hay una placa que reza Fuente de las Nereidas, pero para los habitantes de Buenos Aires será siempre la “Fuente de Lola Mora”.





Lola Mora: la pasión de la forma. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2006.
Haedo OF. Lola Mora. Vida y obra de la Primera Escultora Argentina, Editorial EUDEBA, 1974.
Soto M. Lola Mora. Buenos Aires, Editorial Planeta, 1991.
Película: Lola Mora, dirigida por Javier Torres e interpretada por Leonor Benedetto.

Félix Luna. Soy Roca. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.

4 comentarios:

  1. Luego de inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner va a realizar un acto de gran valor simbólico. Saldrá a la escalinata de honor del palacio legislativo para descubrir las copias de los dos grupos escultóricos creados para el lugar por la gran Lola Mora. Su vuelta a la fachada principal del edificio es un acto de reparación a la artista peor tratada por el puritanismo de su época y es un hito en el programa de restauración capitaneado por el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.

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    1. Efectivamente, así lo hizo ante una multitud que colmaba la Plaza del Congreso. Si Lola viviera sería kirchnerista.

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    2. Samuel: no abusar del copy & paste.
      Ignacio. no atribuir ideología a los ausentes.

      Con Cristina y con Lola a muerte, genias!

      atte

      Emilio

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    3. Es cierto, ya me lo habían señalado otros por correo electrónico. Lo de Samuel es una copìa exacta de un comentario de Página 12 sobre Lola Mora.
      ¡Samuel!: hay que ser más creativo.
      La reivindicación ayer a Lola Mora, reubicando en el Congreso sus obras, muestra que a Cristina no se le escapa nada.

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