Corría
el año 1925 cuando siete desconocidos (cuatro de ellos con antifaces), bajan de
un vehículo en la esquina de Buenos Aires y Belgrano, a dos cuadras de la
comisaría. Cuatro se introducen en el Banco San Martín, y los otros tres, con
armas largas, se apostan en la entrada principal. Los que han entrado trabajan
rápidamente, uno de ellos grita ¡Al que se mueve… cuatro tiros! Sortean los
mostradores, revisan los cajones de los pagadores y van juntando todo el dinero
que encuentran. Dos de los bancarios, que se han tirado tras el mostrador
tratan de salir gateando por una puerta trasera. Uno de los enmascarados los ve
y sin dudar un instante los balea, matando a uno e hiriendo al otro. Con el
dinero obtenido, escapan en automóvil. Los persiguen pero cubren su retirada a
balazos.
Miguel Ángel Roscigna (1891-1936)
Uno
de los siete desconocidos del relato era Miguel Arcángel Roscigna, el personaje
de esta historia. El otro era José Buenaventura Durruti, escapado de España por
tener la captura recomendada por diversos atentados, volvería a su patria para
luchar contra Franco hasta que en un enfrentamiento durante la guerra civil, un
balazo puso fin a su vida. Todos ellos eran anarquistas.
Roscigna se comenzó a interesar en las
ideas anarquistas durante 1909, luego de la muerte del coronel Ramón Falcón, asesinado por el ucraniano Simón Radowitzky, quien purgaba su condena en
la cárcel de Ushuaia. El preso era venerado por
los obreros y especialmente por los anarquistas y Roscigna, que era uno de sus
tantos admiradores, se propuso liberarlo.
Simón Radowitzky (1891-1956)
En 1924 Roscigna preparó la
fuga de Simón Radowitzky. Para ese fin se empleó como
guardia cárcel en Ushuaia. El plan fracasó ya que en Buenos Aires, en una
asamblea obrera, los socialistas y sindicalistas lo denunciaron. Fue inmediatamente cesanteado y expulsado del penal por la
policía. Antes de abandonar el lugar y en represalia, incendió la casa del
Director del Penal.
El movimiento anarquista estaba
fuertemente dividido en dos tendencias: la de los organizadores que pertenecían
a la Federación obrera Regional Argentina (FORA), y una línea individualista que
buscaba obtener los resultados empleando el camino de la violencia. Es
superfluo decir que Roscigna pertenecía al segundo grupo.
En 1927 los anarquistas
iniciaron una campaña de atentados contra objetivos de origen estadounidense
por el caso de Sacco y Vanzetti. La policía creía que el
inspirador era el italiano Severino Di Giovanni, aunque también se
sospechaba de Roscigna. Allanaron su casa, pero por falta de pruebas fue puesto
en libertad. El subcomisario Buzzo le dijo claramente: "tenés tres
posibilidades: ir a criar gallinas a La Quiaca,
meterte en un seminario y estudiar de cura o directamente suicidarte, así nos
ahorras el trabajo, porque la próxima vez que te encontremos en alguna calle de
Buenos Aires te baleamos, te ponemos una pistola en la mano y te caratulamos
resistencia a la autoridad".
Roscigna
para continuar sus acciones contaba con su amigo Andrés Vázquez Paredes, un
español inteligente, experto en la fabricación de bombas, una de las cuales fue
empleada por el anarquista alemán Kurt Gustav Wilckens para matar al
teniente coronel Héctor Benigno Varela, en represalia por
los fusilamientos a los obreros de la Patagonia. Al dúo se agregaron los
hermanos Vicente y Antonio Moretti.
El grupo que cometió numerosos atracos,
incluyendo el asesinato de policías, se trasladó a Montevideo donde siguieron a
buen ritmo con los asaltos hasta que identificaron la vivienda
donde se refugiaban. Antonio Moretti prefirió el suicidio a caer preso,
mientras que su hermano Vicente y dos compinches fueron trasladados al penal de
Punta Carretas. Roscigna logró escapar y juró que no descansaría hasta rescatarlos,
para ello concibió un plan de fuga que parecía descabellado, pero que quizás
diera resultado.
Penal de Punta Carretas, hoy transformado en centro comercial
Habían
transcurrido varios meses cuando el matrimonio italiano Gatti y su hija, llegan
a la capital oriental y se instalan frente al penal de Punta Carretas donde abren
una carbonería llamada “El Buen Trato”. En poco tiempo se ganan el afecto y
respeto de sus vecinos gracias a su cordialidad. Nada raro habían visto en
ellos lo policías que investigaban periódicamente a los que se instalaban en
las inmediaciones de la cárcel. Los Gatti eran muy laboriosos, siempre se los
veía trasladando bolsas de carbón en carretillas, quien los ayudaba era
Roscinga y las bolsas no contenían carbón sino tierra, producto del túnel que
estaban excavando en dirección a la cárcel.
Siete meses después los vecinos
apenados despiden a los Gatti que habían decidido mudarse. Al día siguiente, ven
sorprendidos como surgen de la nada varios hombres que saltan el muro trasero
de la casa. Eran los reclusos anarquistas del penal que lograron evadirse gracias
a una extraordinaria obra de ingeniería llevada a cabo por Gino Gatti, Miguel
Arcángel Roscigna y otros. Se trataba de un pozo profundo perfectamente
iluminado, cuadrado de dos por dos, apuntalado por maderas y una escalerilla.
De allí comenzaba un túnel de 50 metros de largo con iluminación eléctrica y
caños de ventilación. El otro extremo emergía en un baño de la cárcel.
Maqueta del túnel que se extiende desde una casa frente al Penal y cruzando la calle pasa por debajo de la muralla y con precisión matemática termina en uno de los baños para los prisioneros
Roscigna
y Vicente Moretti, vivieron un tiempo escondidos hasta que cayeron en una
redada policial. Roscigna pasó varios años en cárcel uruguaya y luego fue extraditado
a Buenos Aires. Al llegar al puerto lo trasladaron a la Jefatura Central de
Policía, después su rastro se perdió para siempre. Su hermana junto con
miembros de la comisión Pro Presos removieron cielo y tierra para hallar su
paradero hasta que un alto oficial de la policía les dijo “No se rompan más
muchachos, a Roscigna lo fondearon en el Río de la Plata”.
Cuarenta
años más tarde, el 6 de septiembre de 1971, el jubilado Jesús Torreta, hombre
madrugador, se levantó a las 6 de la mañana para cebarse unos mates. Su casa
estaba en la vereda de enfrente del penal de Punta Carretas. Ante su asombro
descomunal un pedazo del piso de una de sus habitaciones se levantó y comenzaron
a surgir uno detrás de otro como un parto interminable, rostros polvorientos
que le hacían señas y gestos de que se quedara tranquilo y no hiciera ningún
movimiento. Acababa de producirse la fuga del siglo en la que se evadieron 106
presidiarios, la mayoría de ellos tupamaros, incluyendo al “Pepe” Mujica y su
actual Ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidobro. Habían construido un
túnel que por azar, desembocó en la vieja estructura de los anarquistas y salieron por la misma
vivienda que una vez se llamó la carbonería El
Buen Trato.
José "Pepe" Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro
Fuentes
- Miguel Arcvángel Roscigna (biografía). Taringa. http://www.taringa.net/posts/info/4293598/Miguel-Arcangel-Roscigna-biografia.html
- El Anarquismo individualista. Taringa. http://www.taringa.net/posts/info/8129931/El-Anarquismo-Individualista.html
¡Qué bueno! ¡Una de tiros, líos y cosa golda!
ResponderEliminarCuando los tupas encontraron el tunel, dejaron un cartel q decia "aqui se encuentran 2 generaciones revolucionarias". Besos desde Brasilia a vos y
ResponderEliminarAlicia
Hoy son implacables carceleros, Huidobro, Bonomi , Mujica.
Eliminar@craci@
Igualmente para voz Eloisa y gracias por leer El Mordaz desde Brasilia
ResponderEliminarMuy bueno, Ricardo. Me asombró siempre la tenacidad de los anarquistas individualistas. Particularmente Simón Radowistky y Kurt Wilckens. Fueron verdaderos mártires, entregados a un ideal altruista. Dieron su vida. No me canso de recomendar la lectura de La Patagonia Revelde del gran Bayer, y la biografía de Simón, de Alejandro Marti. Abrazo grande. Excelente tu trabajo.
ResponderEliminarJorge
Que increible hecho de la vida que hayan coincido ambas fugas de salida y entrada al tunel...increible...
ResponderEliminar