Quienes suponen que la dictadura iniciada el fatídico 24 de marzo de 1976, fue sólo un golpe de criminales lunáticos uniformados para eliminar la guerrilla y los llamados elementos subversivos, tienen una información simplista e incompleta.
En primer lugar, el sector de fuerzas armadas que participó en el movimiento designado bajo el ambiguo rótulo de “proceso de reorganización nacional”, no se limitó a los militares. Éstos, sólo fueron el instrumento de un proyecto bien programado por un amplio grupo de civiles con el tácito apoyo de la jerarquía eclesiástica, el silencio y la aprobación de los dos principales diarios del país y la permisividad de los Estados Unidos.
La formación rudimentaria y distorsionada con la que egresan de las escuelas militares los hombres de armas de la Argentina, los hizo presa fácil de ideólogos perversos que los utilizaron como herramienta para sus siniestros propósitos. Estos señores, no tuvieron participación activa en la carnicería desatada por las fuerzas armadas y hábilmente supieron quedar al margen del peso de la justicia.
Aquí se pone en evidencia por lo tanto el falso concepto que tienen muchos argentinos de que el objetivo de la dictadura fue eliminar a la guerrilla. Cuando la dictadura se apoderó del gobierno, los distintos movimientos armados que ocasionaron los numerosos atentados que padeció la sociedad, estaban prácticamente aniquilados. La sanguinaria Triple A de López Rega, los combates en Tucumán y otras acciones de las fuerzas armadas, los habían diezmado.
Terminar con la guerrilla fue la excusa que se le vendió a la ciudadanía, que dicho sea de paso, en su mayoría suspiró aliviada al ver terminado el desgobierno de Isabel de Perón. La verdadera razón del golpe cívico militar fue implantar un esquema de economía neoliberal a ultranza con fuerte repercusión negativa en todos los estratos de la sociedad.
Para lograr eso había que generar miedo, más que miedo terror, había que silenciar todos los medios de información independientes y poner en marcha una gigantesca maquinaria propagandística sobre las virtudes y bondades del nuevo régimen.
Es por eso que el mayor número de desaparecidos se produjo entre los obreros, los dirigentes sindicales, los delegados de las fábrica y los intelectuales. Con la política económica de Martínez de Hoz de abrir las importaciones sin restricción y combatiendo la industria nacional, se logró que en un año se cerraran 20.000 fábricas y casi medio millón de obreros quedaron fuera del circuito laboral.
Sin pan y sin trabajo. Ernesto de la Cárcova
Y no fue sólo eso, hubo 604 liquidaciones de compañías –siderúrgicas, textiles, bancos, entre otras–, donde se aplicó la metodología de obligar a sus dueños a vender o transferir acciones, e incluso llevar sus empresas a la quiebra por presión, bajo tortura. Eduardo Saiegh, dueño del Banco Latinoamericano (BLA), fue secuestrado el 31 de octubre de 1981 y durante la semana que duró su cautiverio fue obligado a liquidar su banco. Otro tanto le pasó a la viuda de Graiver con Papel Prensa.
Los salarios de los que aún conservaron sus puestos de trabajo se redujeron el 30%. En 1974 los trabajadores tenían una participación en las ganancias del 44%. Cuando se derrumbó la dictadura en 1983, dicha participación se hallaba en el 22%.
Con el beneplácito de los empresarios, se establecieron centros de detención de obreros y dirigentes gremiales en fábricas como Ford, Techint y Loma Negra. En Ford, el primer día del golpe desaparecieron 25 obreros y cuando más tarde se intentó una huelga fue reprimida ferozmente. De Techint, donde Martínez de Hoz fue su presidente, desaparecieron 400 trabajadores.
Las fábricas bajaron las cortinas porque para sus dueños era mucho más redituable poner el capital en la bicicleta financiera que en ampliar y mantener la planta enfrentando la avalancha de los productos importados.
Ni siquiera el campo, sector tan caro a la Sociedad Rural Argentina que recibió a Videla con entusiastas ovaciones, se salvó de la plaga bíblica desatada por la dictadura. Argentina venía fabricando 20.000 tractores por año para el agro y cuando terminó el proceso la cifra se había reducido a 3000.
Cuando asumió la democracia en 1983, los argentinos fueron despertándose del letargo en que habían sido sumergidos. Las atrocidades de los años de plomo, una letrina de inmundicia atroz quedó al descubierto. Nos enteramos de 30.000 desaparecidos, 364 campos de concentración, cientos de bebés robados a sus madres después de ser torturadas y asesinadas y prisioneros arrojados con vida al mar: Como dijo Sábato que formó parte de la CONADEP, investigar los delitos de la dictadura “fue un descenso a los infiernos”.
Este 24 de marzo hubo más participación que nunca, la mayoría ciudadanos que cuando terminó el proceso aún no habían nacido o eran niños. Nuevas agrupaciones y partidos se incorporaron a los actos y Plaza de Mayo explotó de gente, lo que me hace creer que nuestra sociedad goza de buena salud.
Fue notable la participación de jóvenes que han nacido y vivido en democracia.
ResponderEliminarPorque al fin hay una razón para pensar en un país mejor y tiene sentido la participación y la militancia.
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