BO visitará Brasil y Chile, pero no recalará en Argentina. Desde el punto de vista de Washington es razonable, Chile forma parte del ALCA y es el alumno que siempre hizo bien los deberes con el imperio. Brasil, es más independiente, pero habitualmente tuvo políticas de relaciones previsibles y ordenadas y sobre todo, es una de las grandes potencias mundiales.
Argentina, salvo momentos esporádicos nunca fue nación fácil para Estados Unidos. Mientras América Central era juguete de ese país, nosotros estábamos volcados en cuerpo y alma a la otra gran potencia, o sea Inglaterra. La generación del 90 y los que le siguieron entablaron relaciones de increíble dependencia con Londres y los grandes terratenientes con su economía agroganadera a ultranza, se sentían muy cómodos de ese status quo con Inglaterra. Además, era más fino depender de lores que de los palurdos del norte. Muchas familias tradicionales adineradas contrataban governess como la de la película Miss Mary que enseñaban buen inglés a sus hijos. Encima, el dinero les entraba a raudales, tenían como se dice la vaca atada. La diplomacia norteamericana estaba cansada de los desplantes de la oligarquía vacuna completamente sometida a los dictados del Foreign Office.
En las décadas siguientes, las relaciones no mejoraron, la revolución de Uriburu fue fascista y los gobiernos militares que le siguieron también. Mientras Brasil mandaba batallones a pelear junto a los aliados en Europa, nosotros seguíamos siendo neutrales hasta que agotadas las posibilidades y con los aliados cercando Berlín, no quedó más remedio que declararle la guerra al Eje a último momento.
Perón estaba rotulado como fascista y la entrometida campaña de Braden en las elecciones del 45 se basó en esa premisa. Años más tarde, cuando el mismo gobierno peronista hizo contratos petroleros con la California, la oposición saltó indignada y fue uno de los argumentos de la autotitulada “Revolución Libertadora”, para derrocarlo.
Eso no impidió que las dictaduras militares que vinieron después empezaran a mimar a Washington. Fue así que gracias a los uniformados ingresamos al FMI y al Banco Mundial. Los generales argentinos dejaron de lado las teorías de guerra prusianas y adoptaron con fervor las normativas de combate, de seguridad interior y las hipótesis de conflicto hacia nuestros vecinos, que nos venían del Pentágono. En algún momento, muchos militares argentinos empezaron a realizar cursos en la siniestra Escuela de las Américas donde aprendieron como se debe combatir a sus propios ciudadanos que pensaban feo. Galtieri fue uno de ellos.
Obsecuente hasta el paroxismo, el gobierno peronista de la rata entabló relaciones de grado e intensidad carnales con Estados Unidos, lo que hizo que Bill Clinton viniera a visitarnos en un periplo que incluyó a la Sociedad Rural Argentina, donde el roedor se sentía a sus anchas. Efectivamente, ambos fueron recibidos con fervor cipayo por los grandes señores del campo que se habían olvidado de sus queridos ingleses.
En los últimos 8 años Argentina, pese a las presiones, no le compró armas a Estados Unidos, le dio la espalda al FMI y lo que fue peor desairó al patán de George Bush en Mar del Plata con una rotunda negativa de ingresar al ALCA.
Por otra parte, nuestros principales socios comerciales, además de Brasil, son Venezuela y China, dos países que por diferentes razones le producen intenso escozor a los gobiernos yanquis. Más aún, la presidenta Cristina sale en misiones económico culturales sin el visto bueno de Washington.
Washington tiene suficientes razones para que BO no haga escala en Buenos Aires.
¡Y que bueno que así sea!
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